jueves, 19 de octubre de 2017

Salida pelágica desde Santoña I.

La mañana amaneció espléndida y calurosa; el sol se levantaba por el horizonte asomando rojizo y majestuoso. Unos pescadores colocaban sus aparejos y diferentes grupos de cormoranes moñudos y garcillas bueyeras pasaban volando mientras esperaba la hora de partida. Poco a poco empezaron a aparecer más integrantes de la salida organizada por Aves cantábricas desde Santoña. 
Llegó el  momento de zarpar. Mis ganas e ilusión se multiplicaban exponencialmente  ya que nunca había realizado una salida pelágica en busca de las aves del mar; para alguien de  interior, el mar es algo inigualable, fantástico, mítico, es un mundo fascinante y desconocido que asombra en cada instante, en cada ola, en cada ave, en cada color y que provoca un enorme respeto.
El barco comenzó a surcar la bahía entre las magníficas explicaciones de Alejandro García mientras varios grupos de cormoranes moñudos nos pasaban relativamente cerca o nos miraban desde los acantilados del monte Buciero que envolvían majestuosamente al espectacular faro del Caballo.

Salimos a mar abierto. La calma era relativa. La gente iba sentada, expectante, mirando a su alrededor, esperando que alguien diera la voz de alarma sobre alguna ave que se aproximara o se viera en la lejanía. La calma se rompió cuando se empezaron a oir voces de: ”Pardela sombría a las tres”. “Alcatraz en proa”. La tranquilidad se convirtió en una búsqueda de lo anunciado; prismáticos y cámaras buscaban el objetivo y así comenzaron a aparecer los habitantes de esta inmensidad tan inquietante como embriagadora, el mar.
Las gaviotas comenzaron a llegar en gran número. Se acercaban. Volaban a tu lado o se tiraban al agua en busca de un trozo de comida en un frenesí constante.
Entre las gaviotas las más abundantes eran las patiamarillas, algo que me llamó la atención es que había muy pocas adultas, la mayoría eran jóvenes o de primer y segundo año que se lanzaban frenéticas al agua buscando una recompensa.
Entre ellas comenzaron a aparecer otras gaviotas que también buscaban alimento; algunos ejemplares de  argéntea, tridáctila, cabecinegra, sombría y varios gaviones atlánticos se mezclaban con las patiamarillas que luchaban por el tesoro que les caía del barco.
Especial ilusión me hizo ver alguna gaviota argénteas y tridáctila; especies que no puedo ver, que ansío y espero que alguna vez aparezcan por mi tierra. Las dos son preciosas.
Gaviota cabecinegra.
Las cabecinegras también esperaban su oportunidad mientras algunas gaviotas sombrías, me llamó mucho la atención el color tan negro que tenían, se dejaban ver volando o posadas en el agua.
En este maremagnun de gaviotas siempre había una voz que chillaba: “Pardela…”; el movimiento y la expectación eran máximos. Pudimos ver pardela sombría, balear, capirotada y pichoneta. Nunca las había visto. Son pequeños misiles que se mueven a ras de agua en la inmensidad del océano planeando para realizar un mínimo esfuerzo pero abarcando enormes distancias en sus movimientos y migraciones por el océano.
Pardela balear.
Vimos un buen número de ellas, destacando las pardelas baleares. Especie incluida como “En peligro crítico” en el Libro Rojo de las Aves de España y “en peligro de extinción” en el Catálogo Nacional de Especies Amenazadas, siendo el ave más amenazada de Europa. Esta pardela balear es la única ave marina endémica de España; cría en las Islas Baleares (de ahí su nombre) desde donde se mueve hasta el mar Cantábrico.
Pardelas baleares.
Entre las pardelas, la más abundante, era la pardela sombría que pasaba volando a gran velocidad a nuestro alrededor. Pardela que recorre mas de 10.000 km en sus migraciones desde el sur del Océano Atlántico hasta el mar Cantábrico. Si esa distancia la recorre todos los años dos veces…¿Cuántos kilómetros puede recorrer en su vida? Es verdaderamente increíble que una de estas pardelas recorra esas distancias.
Pardelas sombrías.
Si la circunferencia de la Tierra, en el ecuador, tiene 40.066 km esta pequeña ave, cada dos años, recorre una distancia igual a la circunferencia de la tierra; si la distancia a la Luna son algo más de 384.000 km, en 18 años ya la habría recorrido y, si como está demostrado, son aves muy longevas que pueden vivir más de 50 años como sucedió con una anillada en la Isla de Copeland (Irlanda del Norte) en 1953 (con mínimo 5 años) y recuperada en julio de 2003 con 55 años de vida, habría recorrido mas de 1.100.000 km…una auténtica barbaridad…increíble y todo esto sin contar lo que se pueda mover diariamente.
La actividad era frenética a nuestro alrededor que si a mirar por babor, por estribor, para arriba, para abajo; las aves aparecían por todos lados. Otras pardelas que pudimos ver fueron las pardelas pichonetas que crían en nuestro país solamente en las islas de Tenerife y La Palma pero que en sus migración también nos visitan; al igual que las capirotadas que volaron muy cerca del barco mostrándonos toda su belleza.
Pardelas capirotadas.
El tiempo pasaba a una velocidad de vértigo; las gaviotas continuaban su búsqueda incesante de cualquier resto que pudiera caer al agua y, entre ellas, aparecieron varias anilladas. Desde el propio barco pude distinguir dos patiamarillas, las dos con anilla verde y dígitos blancos: PHXY y PHZH. Curiosamente esta segunda la había visto el día anterior en el puerto de Santoña.
En la foto anterior y en esta la misma gaviota.
Una en alta mar y la otra, el día anterior, en el puerto de Santoña.
Las dos están anilladas en Tarragona (todavía no se nada más de ellas) y, seguramente, hayan llegado hasta aquí a través del río Ebro. Si estas dos las pude ver en directo otras dos las descubrí en las fotografías pero ninguna la pude leer. Una cabecinegra anillada con anilla de metal y otra con anilla roja en la tibia procedente de Holanda; la pena fue no darme cuenta en plena salida para intentar hacerles fotos, de tal manera que se pudiera leer, cuanto menos, la de la anilla roja. 
La majestuosidad de un alcatraz adulto.
La mañana avanzaba sin darte cuenta; aves, mar y gente con la que entablar una agradable conversación como Ernesto Villodas, al cual quiero agradecer toda la información y ayuda que me brindó en la visita a su tierra. 
Había pasado más de media mañana pero los avistamientos continuaron y, entre ellos, el verdadero protagonista de la mañana, el alcatraz, un ave bella y majestuosa que hizo las delicias de todos los que íbamos en el barco pero... eso, será otra historia.

9 comentarios:

  1. Muy buena tu narración, José. Fue un placer conocerte y ahora tengo que hincarle el diente a tu libro.
    Un abrazo

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  2. Bravo PEPE muy bien marrado pero para otra vez me llevas a mi yiyi

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  3. Anilhamento é uma atividade muito produtiva, útil e interessante! Que sorte a sua poder ver o mesmo pássaro em dias diferentes...
    Precioso relato de um dia de mar espetacular! Uma bela entrada com maravilhosa coleção da natureza.
    Um beijo

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  4. ¡Al fin se cumplió ese deseo tuyo de salir a la mar a ver aves!
    ¡Cómo lo has vivido y disfrutado!
    A medida que avanzamos en la lectura de tu crónica es mayor el entusiasmo que transmites y a 'Ojolince' le viene el recuerdo de esa primera experiencia suya allá en Octubre de 2014, también en el barco de Alejandro.
    Impresionante y apasionante la vida de estas aves marinas que son capaces de grandes proezas, casi increíbles, como lo que relatas de la Pardela sombría.
    La 'patiamarilla' anillada, se diría que quiso ir a saludarte mar adentro, jeje.
    Excelente trabajo, José.
    Para 'Ojolince y Sra.' siempre es un placer leerte.

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    1. Por fin lo conseguí y lo disfruté enormemente. Me acuerdo de vuestra salida y la he visto varias veces antes de embarcar. Me resultó fascinante e incluso me supo a poco. Espero poder hacer alguna más. Un saludo y gracias por vuestras palabras.

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  5. Estas salidas pelágicas siempre resultan interesantes. Y tu transmites las observaciones con especial ilusión y entusiasmo. Muy buena la narración. Enhorabuena.

    Un abrazo desde Donosti
    Alfredo

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    1. Gracias Alfredo. Celebro que te haya gustado, espero que también lo haga la segunda parte. Un saludo.

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