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sábado, 21 de julio de 2012

Libélulas y caballitos del diablo. ¿Quién es quién?

Esta va a ser una entrada diferente a las que hago normalmente. El motivo es muy sencillo. La pregunta: ¿qué es una libélula y qué es un caballito del diablo? Es una de las que más hacen los niños en el campamento cuando estamos en el río Tera o en el Lago de Sanabria.
No soy ningún experto en insectos pero sí sé cómo diferenciarlos y algo de su vida. Por tanto les explico la forma de saber quién es quién y, sobre todo, que aprendan a respetarlos ya que en muchos lugares tienen la fea manía de cogerlos y cuando se hace, normalmente, se les mata o se les estropea su "instrumental" de vuelo y, por lo tanto, no pueden sobrevivir.
Libélula en una roca cerca del lago de Sanabria.
La primera diferencia es el tamaño. Las libélulas son más grandes pero eso, para los niños, no es concluyente ya que no son capaces de comparar tamaños. La segunda es determinante. Las libélulas cuando están posadas no pueden plegar las alas sobre su cuerpo. Las dejan perpendiculares a él, mientras que los caballitos del diablo sí las pueden plegar. Con esta diferencia ya son capaces de decir quién es quién.
Caballito del diablo en la orilla del Lago.
Si además le añadimos una tercera diferencia, ya no tendrán ninguna duda. Las libélulas tienen los ojos juntos, sobre la cabeza; mientras que los caballitos del diablo los tienen a los lados. 
Una vez que saben diferenciarlos preguntan nuevas dudas. Por ejemplo, el otro día en el Lago de Sanabria, había muchos caballitos del diablo posados en el agua. Para ellos es muy extraño verlos enganchados y posados sobre pequeñas hierbas en el lago. Les contamos que estaban poniendo huevos.
Macho enganchado a la hembra.
Caballitos del diablo realizando la puesta.
Dos parejas realizando la puesta sobre una fina hierba
Tanto los caballitos del diablo como las libélulas pasan la mayor parte de su vida en estado larvario dentro del agua. Son voraces depredadores, puediendo llegar a cazar renacuajos o pequeños peces. Llegando a vivir casi siete años en este estado.
Larva de libélula.
Larva de caballito del diablo.
Mientras se encuentran en el agua, van creciendo y mudan periódicamente para finalmente salir del agua, agarrarse a una roca o hierba y culminar su transformación. Dejarán "su armazón" de insecto acuático con un agujero detrás de la cabeza, del que saldrá el caballito o libélula.
Caballito del diablo recién salido de "su armazón" de insecto acuático..
Algo sorprendente de las libélulas es su capacidad de vuelo. Pueden hacer de todo en el aire. Subir, bajar, ir marcha atrás, mantenerse en el aire o recorrer cientos de kilómetros llegando incluso a velocidades cercanas a los 100 kilómetros por hora. Son verdaderas maestras del vuelo. Esto les permite alimentarse de insectos voladores, sobre todo mosquitos, que cazan en vuelo. Tienen las patas atrofiadas, por lo que no las utilizan para caminar, solamente, para cazar y para posarse a descansar. Por el contario, los caballitos son más torpes.
Cuando les cuentas estas diferencias o curiosidades los niños se sorprenden como me pasó a mi la primera vez que alguien me lo explicó.

sábado, 7 de julio de 2012

Al caer la noche.

Me encuentro en Puebla de Sanabria, en el campamento de las XV Convivencias Medioambientales organizadas por el AMPA del Colegio Sancho II de Zamora. No tengo mucho tiempo libre pero del que dispongo lo aprovecho para salir al campo. Eso hice en tres ocasiones antes de que llegaran los niños, salir al campo, sobre todo, al anochecer, que es cuando los animales se empiezan a mover. Corzos, jabalís y ciervos empiezan su actividad cuando el día llega a su fin.
Hemos podido ver bastantes ciervos, tanto machos como hembras e incluso una cría recién nacida que era igual que “bambi”, con sus manchitas y sus largas, delgadas y torpes patas que parece que no le sostuvieran cuando se pone en pie.
La cría estaba junto a su madre en una zona de hierbas altas en las que se tumbará y no se moverá hasta que ella vuelva. Es su manera de defenderse de los depredadores. Permanecer inmóvil, quieta y callada, sin emitir ni un solo ruido. Varias veces al día su madre acudirá a darle de mamar y lamerla de arriba abajo para quitarle cualquier olor que pudiera tener. Al terminar esta operación la cierva marchará, no muy lejos, permanecerá atenta y alerta en las cercanías por si sucede algún imprevisto.
Si un depredador apareciera y se dirigiera hacia su cría la cierva no dudaría en ningún momento en ir hacia él para llamar su atención, distrayéndolo o atrayéndolo hacia ella, poniendo su vida en peligro si fuera necesario.
La cierva vigilaba y su pequeña cría mamaba placenteramente empujando con su hocico para llamar a la leche. Cuando terminó, la cría se tumbó y la cierva se separó.
También hemos podido contemplar machos de diferentes edades, todos ellos todavía con la borra en los cuernos. Borra que se le irá cayendo en las próximas semanas cuando la cuerna deje de irrigarse con sangre y deje de crecer. Los capilares se cerrarán y la cuerna se irá endureciendo, la borra (recubrimiento de la cuerna) les comenzará a picar y se restregarán en los árboles con lo cual se desprenderá y quedarán las cuernas afiladas que todos conocemos.
Por cierto, los corzos, ciervos o gamos tienen cuernas, no cuernos. La diferencia fundamental entre cuernos y cuernas es que los cuernos son permanentes y las cuernas se caen todos los años.
Ambos son estructuras óseas recubiertas y, mientras los cuernos (lo que tienen las vacas) nunca se caen. Las cuernas (lo que tienen los ciervos, corzos,…) cuando dejan de crecer, dejan de irrigarse y se secan, quedando a la estructura ósea sin enervación ninguna, sí se caerán al cabo de unos meses y comenzarán a salirles otros para la temporada siguiente.
Foto "robada" a mi amigo Ernesto de su blog, naturaleza diminuta.
Vareto sin "borra" en los cuernos.
Dos varetos, ciervos machos de un año que tienen su primera cuerna que son dos varas largas, acompañaban a una cierva, seguramente su madre, que fue la primera en detectarnos. Se cuadró y nos miró. No nos veía con claridad. No sabía lo que éramos pero estaba mosqueada. Emitió su característico sonido de alerta. Un sonido seco, corto y profundo. Los tres se quedaron petrificados mirando hacia nosotros. Cuando la hembra dio la orden salieron hacia donde ella marcó como zona de escape. Fueron tras ella perdiéndose en las escobas.
Un enorme macho comía tranquilamente. Su cornamenta era impresionante, aún estando todavía creciendo, la cuerna tenía ya catorce puntas. Sería un macho poderoso y fuerte que controlará en tiempo de berrea, tiempo del celo de los ciervos, a unas cuantas hembras.
Jabalí rascándose en un tocón de pino.
Junto a él un ciervo más pequeño y varios jabalís que comían sin inmutarse de sus formidables vecinos. Varios jabatos corrían de aquí para allá por la pradera jugando bajo la atenta mirada de su madre y varios jabalís adultos cuidaban de ellos y, si alguno se iba lejos, rápidamente lo conducían hacia el resto del grupo.
Un buen susto nos dio un jabalí mientas caminábamos por una zona de brezos bajos cuando un jabato salió corriendo a unos 6 metros de distancia pero un adulto, se levantó y nos miró fijamente. En voz muy baja le dije a mi compañera: “Pilar date la vuelta muy despacio”. A lo que me contestó: “¡No!. ¡Sí está ahí!”. “Por eso”. Le respondí. “Ni se te ocurra acercarte”.
Los jabalís con crías son bastante peligrosos y a esa distancia y con esa mirada, más. Nos dimos la vuelta y seguimos nuestro camino mientras la noche comenzaba a adueñarse del campo en el que un zorro buscaba crías de conejos en una zona propicia y los corzos ladraban con fuerza.
Están en celo y los machos ahora están con la cuerna en todo su esplendor. Vimos varios corzos y corzas que mientras unos estaban preocupados ladrando al viento y nos dejaron acercarnos, las hembras, mucho más atentas, huían más rápidamente ante cualquier ruido o presencia extraña. La noche envolvió el campo y, como decía mi abuela, “todos los gatos son pardos”, con lo cual, regresamos a nuestro quehacer cotidiano en esta zona tan hermosa y espectacular como es Puebla de Sanabria.