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jueves, 27 de septiembre de 2012

Sanabria arde.

Este pasado sábado, día 22, se ha producido en una zona de Sanabria un incendio de gravísimas consecuencias ecológicas y económicas, además de haber tenido un riesgo muy grande para Puebla de Sanabria, Ungilde y Lobeznos, que estuvieron con "el fuego al cuello" durante muchas horas del día y de la noche hasta que apareció la lluvia y comenzó a apagarlo.
Antes de empezar quiero hacer mi pequeño homenaje a todas esas personas anónimas que, siendo de las brigadas de extinción o simples habitantes de la zona, se jugaron el pellejo por apagar unas llamas que se descontrolaron. Personas que se quemaron las cejas o pestañas apagando llamas en la estación de Puebla de Sanabria y en las casas de alrededor o que lloraban intentado apagar un fuego que se aproximaba a las casas mientras los ciervos les pasaban corriendo envueltos en llamas. A todos ellos gracias por ser héroes anónimos de los que, por desgracia, nunca se habla y que merecen todo mi respeto y admiración.
Estoy muy triste. La zona quemada la conocía bastante bien. Era una zona de un inmenso valor ecológico; con una flora (encinas, robles, castaños, pinos y todo tipo de matorrales) y fauna (lobos, ciervos, corzos, gatos monteses, jabalís, liebres, conejos, ginetas, perdices, más todos los micromamíferos y aves de la zona, así como insectos y reptiles) variada y muy importante.
Incendio por la tarde.
Ese día iba a realizar una ruta por Sanabria. A las 10:30 horas estaba en Puebla de Sanabria y ya se veían las columnas de humo. Comenzamos a andar sobre las 11:15 horas y las tres columnas de humo se veían con toda claridad. Ahí surgió la primera pregunta: ¿Por qué no ha pasado todavía ningún avión? Continuamos andando hasta que a las 12:30 llegamos aproximadamente a los 1.200 m de altitud y el fuego comenzó a preocuparnos. Aquello se estaba desmadrando y todavía no había pasado ni un sólo medio aéreo. Nada.
Parte alta de la humareda.
Hasta el medio día no pasaron los primeros aviones y por la tarde la situación parecía totalmente descontrolada. El viento y la extrema sequedad del terreno actuaron de animadores del fuego al que se le unió un cuarto foco. Al caer la tarde la humareda era tremenda y la situación muy peligrosa. El fuego, debido al cambio de viento, se había acercado muy, pero que muy, peligrosamente, hasta Puebla de Sanabria, Ungilde y Lobeznos.
Parte del fuego bajando hacia Puebla de Sanabria al anochecer.
Todo empezó en Santa Cruz de Abrahanes. Allí prendió una persona sin escrúpulos, sin sentimientos, sin corazón y sin cabeza. Prendió en tres lugares distintos. Sabía lo que hacía. Las previsiones eran de lluvia para el día siguiente, hacia viento, estaba el campo muy seco y aprovechó la oportunidad para quemar buscando la unión de todos esos factores y los tres focos para causar el mayor daño posible. ¿Quién es capaz de hacer eso?
El que lo hace no quiere a su tierra, no la ama y vela muy poco por ella. No soy sanabrés pero llevo toda mi vida yendo allí y quiero a esa tierra como propia. A mí, que no soy sanabrés, se me caían unos enormes lagrimones de impotencia, tristeza y rabia viendo la magnitud del fuego, viendo cómo se quemaba una enorme diversidad natural y paisajística.
La misma zona al día siguiente. Al lado de Puebla de Sanabria.
El domingo medio discutí con una persona en Puebla de Sanabria que mostraba una total indiferencia ante el fuego y me decía que un sanabrés no podía quemar. Qué incrédula. Lo que está claro es que nunca se puede generalizar diciendo "los sanabreses son unos pirómanos". No. Eso es falso. No todos los sanabreses son unos pirómanos pero, "sí hay algún sanabrés que lo es (o descendiente o que viva en otro lugar y vaya de vez en cuando)". Y esa persona le ha hecho un flaco favor a su pueblo y a su comarca. Su acción es un atentado contra la naturaleza. Un atentado social, económico y ecológico que tardará muchos años en subsanarse y el que lo ha provocado, el que ha prendido, es un criminal sobre el que debería de caer todo el peso de la ley, lo que sucede es que es muy difícil encontrar pruebas para incriminarlo. 
Parte de la zona quemada junto a La Atalaya.
Es terrible la ignorancia de muchas de estas personas que queman el bosque. El escritor francés François de la Rochefoucauld, decía que hay tres clases de ignorancia: no saber lo que debiera saberse, saber mal lo que se sabe, y saber lo que no debiera saberse. Estas personas cumplen las tres clases de ignorancia, porque no quieren abrir los ojos, porque nadie les ha enseñado a que los abran o, simplemente, porque son unos delincuentes.
“No saber lo que debiera saberse”. Lo que no saben es que los incendios son perjudiciales, que destruyen la capa fértil de la tierra y que provocan sequía y desertización, además de la destrucción de la flora y la fauna, y el riesgo de las vidas de los que intentan apagarlos.
“Saber mal lo que se sabe”. Creen que quemando se irán lo ciervos a otro lado pero ¿no se dan cuenta que si queman y los animales no encuentran alimento, vendrán más cerca de su pueblo?. Creen que fertiliza el suelo y salen los pastos más frescos al año siguiente, o se cultiva mejor y además se limpia el bosque. Si se quema, el pasto saldrá fresco al año siguiente, pero al cabo de 4 ó 5 años ya no habrá pasto, ni cultivo, el suelo se morirá porque la capa fértil ha sido arrastrada. 
“Saber lo que no debiera saberse”. Es decir, saben todo lo que es perjudicial, pero por desgracia tienen tan inculcado en la mente que lo que hacen está bien que es dificilísimo cambiarles la manera de pensar, por eso es tan importante la educación ambiental, de prevención y concienciación en los niños, porque son ellos los que deben de cambiar la manera de actuar.
El fuego llegó hasta la carretera que
 va a la estación de trenes de Puebla de Sanabria.
¿Cómo la Junta de Castilla y León puede declarar el fuego a las 13:11 horas si desde las 10:30 (aproximadamente) se veían las columnas? Estuvo quemándose unas tres horas hasta que dieron la orden a las cuadrillas y a los medios aéreos de ir a apagarlo. Ha habido riesgo para cuadrillas (alguna de ellas lo ha pasado muy pero que muy mal para salir del fuego) y para pueblos enteros que han estado a punto de quemarse, además de que la zona era de un increíble valor ecológico tanto de flora como de fauna. ¿Quién tiene que dar esa orden de acudir los medios de extinción? ¿Dónde estaba si el monte se quemaba desde las 10:30 de la mañana? ¿Por qué no se dio la orden de apagarlo cuando todo tenía solución?
Sigo triste y apenado por todo lo que ha pasado, por la pérdida y el peligro que ha habido. Creo que se ha infravalorado, así como que sigan haciéndonos creer que el fuego comenzó a las 13:11 horas cuando es absolutamente falso y que "sólo" se han calcinado 2.500 hectáreas cuando son más ya que contabilizan las hectáreas en plano horizontal sin tener en cuenta las cotas, qué pasa, ¿no se han quemado hectáreas en laderas y valles?
¿Y ahora qué? ¿Se reforestará la zona en condiciones? ¿Se invertirá dinero? ¿Nunca más sabremos lo que pasó? ¿Se ha vuelto a oir algo acerca de los 283 incendios que hubo en enero y febrero en nuestra provincia? Además, ¿qué falló a la hora de dar la alarma a los servicios de extinción? ¿Por qué no salieron? Preguntas y más preguntas que se quedarán sin respuesta. Seguramente nunca sabremos nada de todo esto. Pasará el tiempo y se olvidará, sino se ha olvidado ya pero el bosque se quemó, toda su vida desapareció y con él las ilusiones de muchos que amamos la naturaleza.

domingo, 23 de septiembre de 2012

En busca del oso II.

Tras una buena comida nos encontrábamos en el porche de la casa hablando y comentando las experiencias vividas mientras un buen número de lavanderas blancas y cascadeñas pasaban constantemente por nuestras cabezas, así como algún mosquitero musical, colirrojo, aguilucho ratonero, golondrinas o aviones cuando, por sorpresa, llegó corriendo nuestro maravilloso "anfitrión" diciéndonos: "¿No queríais ver al gato montés? Allí está". Nos dejó perplejos. Eran las cuatro de la tarde. Había cerca de 30 grados y en teoría, sólo en teoría, no se debía de mover nada, pero no era así, el gato montés estaba en la ladera de enfrente.
Caminaba elegante, con ese andar que le caracteriza, ligero pero seguro, ágil pero contundente. Se movía por la pradera con cautela. Silencioso, de repente, se paró. Se quedó inmóvil. Mirada fija y cola en un ligero arco. Así estuvo unos segundos hasta que movió una pata, despacio, muy despacio, cuando la situó, movió otra, una trasera y luego una delantera, tras un par de metros avanzados se detuvo, flexionó ligeramente las patas traseras, tensó las delanteras, se arqueó levemente, se equilibró con la cola y, pasados unos segundos, que parecieron minutos, saltó como un resorte, con una agilidad increíble, seguramente su presa sería un pequeño ratón o topillo que consiguió escapar. El gato montés había fallado pero su espectáculo nos dejó boquiabiertos. Disfrutamos de varios intentos de caza. Todos infructuosos. Una hora y cuarto lo estuvimos viendo moverse por los prados. Buscaba su comida. Buscaba una presa. Al día siguiente lo volvimos a ver en el mismo sitio, a la misma hora y con un calor similar.
No sólo se movía el gato montés, un poco más abajo, en la misma ladera, una corza con su cría comían placenteramente. En esos momentos me vino a la cabeza la cantidad de veces que solemos decir o pensar que los animales solamente se mueven al amanecer o anochecer y parece que se mueven más de lo que nos creemos.
Contentos y admirados nos dirigimos en busca del oso. A las seis de la tarde ya nos encontrábamos buscándolo. Esperando y deseando poder volver a verlo aunque con lo que habíamos visto, nos conformábamos pero tuvimos, la inmensa suerte, de observar y disfrutar de mucho más.
El tiempo pasaba y no aparecía. Entre tanto, los rebecos y los corzos se movían de acá para allá en busca de comida y los arrendajos chillaban en disputas por alguna bellota. Nuestra esperanza empezaba a flaquear hasta que Isa exclamó: "¡Ahí está! Toma. Toma. Toma". "¿Dónde?". Preguntamos al unísono. "¡No lo sé!" Nos contestó emocionada. Miramos por su telescopio y nos quedamos sin habla. Allí estaba. Parecía más grande. Parecía la osa de la mañana pero...¡estaba subida en lo alto de un roble! ¡Estaba en la copa de un roble de cerca de veinte metros de altura...comiendo bellotas!

En ese momento me impresionó verla allí. Subida en un árbol. A veinte metros de altura comiendo todas las bellotas que quedaban a su alcance. Es increíble ver a un animal de alrededor de cien kilos subido a un árbol y hacerlo de manera tan ágil y segura. Allí estuvo comiendo unos veinte minutos en los que pudimos admirar a tan fantástico animal. Se movió por diferentes ramas hasta que decidió bajar y certificamos que era la misma osa que habíamos visto por la mañana.
Se movió entre los avellanos y los robles, comiendo, caminando decidida, tenía hambre, comía todo lo que podía ya que esta época es determinante para acumular grasas de cara a la hibernación y, si ha tenido la suerte de quedarse preñada, la posterior cría de los pequeños oseznos que nacerán en la profundidad de la osera.
Las osas tienen la implantación diferida, como comentaba en entradas anteriores igual que les pasa a las corzas y a las tejonas, es decir, la osa se queda preñada alrededor de mayo-junio pero el embrión no se empieza a desarrollar hasta aproximadamente noviembre y, en enero, dentro de la osera, nacerán los pequeños oseznos (normalmente de uno a tres) que pesarán alrededor de 350 gramos y saldrán en abril a un nuevo mundo para ellos. La osa los cuidará con mimo y los protegerá de los ataques de algunos machos que intentarán matarlos para que la osa entre en celo otra vez y ser ellos los que copulen con ella. Los pequeños oseznos seguirán a su madre durante los siguientes 15 ó 16 meses acompañándola a todos lados. Pasado ese tiempo, la osa, los abandonará  coincidiendo con el siguiente celo. Al abandonarlos, los hermanos permanecerán juntos otro año más y la osa, dos años después, volverá a parir, si ha quedado preñada, una nueva camada.
Una manera de contabilizar los osos es por las osas criando, es decir, todos los años se cuentan las osas con crías y así se puede saber la evolución de la especie en la zona. En la subpoblación occidental se están recuperando mejor que en la oriental. En el año 2010 se contabilizaron 25 osas con crías en la occidental y 3 en la oriental (datos de la Fundación Oso).
Uno de los problemas de las dos poblaciones oseras es la inconexión entre ellas. Se están haciendo esfuerzos para conectarlas y que los individuos puedan entremezclarse pero hasta el momento es sumamente complicado.
Estuvimos viéndola comer y moverse por la zona alrededor de 40 minutos hasta que decidió adentrarse en el robledal donde nos fue imposible seguirla ya que el bosque nos impedía ver. Fue una experiencia impactante. No salíamos de nuestro asombro e incredulidad al pensar que ese animal, tan pesado, se movía por las ramas del árbol con total soltura y seguridad. Aquí os dejo un pequeño vídeo realizado por casavuelta y montado por mí. Espero que os guste.
Regresamos hablando y comentando nuestra experiencia mientras se oía al cárabo y al autillo en la noche asturiana. Al día siguiente no la vimos. No salió del robledal y fue imposible observarla pero un curioso corzo de una sola cuerna llamó nuestra atención durante un buen rato. Puede que la hubiera perdido en alguna pelea en junio o julio cuando luchaba contra otros machos por las hembras o, simplemente, que no le hubiera salido.
El fin de semana acababa no sin antes charlar largo y tendido con nuestro “anfitrión” que nos contaba historias de lobos y osos, de urogallos o de experiencias que nos tenían abstraídos en su conversación. Fueron unos magníficos días llenos de naturaleza, belleza, tranquilidad y paz que nos hicieron disfrutar de un entorno privilegiado. Volveremos. Estoy absolutamente convencido. Fue un verdadero placer para los sentidos. Gracias a nuestro “anfitrión” y su familia que nos acogieron de una manera excepcional y nos hicieron sentirnos como en nuestra casa.

martes, 18 de septiembre de 2012

En busca del oso I.

Nuestras ilusiones eran muchas y nuestras esperanzas también pero no podíamos imaginarnos lo que viviríamos en los siguientes tres días por la Cordillera Cantábrica en un maravilloso lugar de Asturias.
El valle era espectacular. De bosques mágicos, luz especial y paz que se adentraba dentro de ti y te abrazaba en un sosiego y tranquilidad que invitaba a observar la naturaleza, a disfrutar de laderas repletas de bosques y vegetación. 
Dejamos los bártulos en la casa rural y rápidamente nos fuimos en busca del oso. No había ni un instante que perder ya que debíamos aprovechar el tiempo lo máximo posible. 
Llegar y "besar el santo", como se suele decir. Antes incluso de montar el telescopio y mirar a la ladera de enfrente, nuestro maravilloso acompañante exclamó: "¡Allí hay uno!"
Rápidamente montamos los telescopios, nos colocamos y pudimos observar a una osa joven que comía avellanas tranquilamente. Nuestra euforia fue inmediata, contagiosa y debo confesar que se me pusieron los pelos de punta de la emoción al estar contemplando a uno de los pocos osos cantábricos que quedan en libertad en la península ibérica.
El oso cantábrico es una especie en peligro de extinción y declarada protegida en 1973. En aquel momento se encontraba al borde del abismo y gracias a programas de protección, educación ambiental, concienciación y enormes esfuerzos por la conservación de su hábitat, se ha ido recuperando lentamente hasta la actualidad, en la que el oso ha pasado de ser perseguido, cazado y furtiveado a ser considerado como un bien que hay que conservar y cuidar, aunque todavía esté en peligro. Actualmente se estima que en la Cordillera Cantábrica hay una población de unos 160 osos en la subpoblación occidental y unos 30 en la oriental. 
Allí estábamos, viendo a uno de esos osos que comía tranquilamente avellanas. Era impresionante ver como se ponía a dos patas. Se estiraba y cogía con fuerza pero con cuidado, el avellano. Lo bajaba desde la parte alta para agarrarlo y, con una enorme delicadeza, comer su preciado botín, las avellanas.
Los osos se mueven en función de la comida. En esta época del año buscan las avellanas pero dentro de muy poco tiempo se adentrarán en los robledales en busca de las bellotas, aunque no desdeñarán hormigueros, pasto fresco, fruta, moras e incluso alguna carroña que puedan encontrar. La buena alimentación en esta época será básica para coger fuerzas y grasas para poder hibernar y para que las hembras tengan éxito en la cría.
Allí estaba. De avellano a avellano. De árbol a árbol haciendo la misma operación de bajar los avellanos para comer sus frutos. De vez en cuando cruzaba una pedriza y la podíamos admirar en todo su esplendor. Sus potentes patas. Su cuerpo grande. Su cabeza rubia. Sus orejas redondas y  pequeños ojos envueltos en una mancha negra alrededor.
Los osos cantábricos varían enormemente en su tonalidad. Van desde el marrón muy oscuro, casi negro, hasta el dorado claro (rubio) e incluso gris. Esta osa tenía la cabeza rubia, las patas oscuras y el cuerpo entre gris y dorado. Era una gozada y un enorme privilegio poder verla moverse entre rocas y árboles, entre arbustos y troncos. Era nuestro primer oso. Jamás olvidaré ese momento. Esa sensación. Casi dos horas estuvimos admirándola. Dos horas que se nos pasaron como una exhalación. 
Sin darnos cuenta la noche lo envolvió todo y nos obligó a regresar a la casa rural hinchados de satisfacción, gozo y gratitud hacia nuestro acompañante que estaba igual de satisfecho o más que nosotros mismos. Nos acostamos ilusionados y esperanzados de poder volver a verla al día siguiente.
Antes del amanecer ya estábamos situados en nuestro punto de observación. El tiempo pasaba lento y la osa no aparecía. Entre búsqueda y búsqueda encontrábamos rebecos y corzos que deambulaban por las laderas en sus quehaceres cotidianos. Pasada una hora, apareció. "¡Allí está!" Dije emocionado. Allí estaba pero no era la misma. Era una osa más grande y de un color diferente. Era más oscura, más corpulenta y fuerte. Caminaba decidida ladera arriba parándose de vez en cuando para comer alguna avellana. Solamente la vimos unos veinte minutos antes de perderla tras un enorme roble. Veinte minutos intensos, de verla aparecer y desaparecer entre escobas, avellanos y robles.
Los osos dependen enormemente de que el bosque esté en condiciones. Necesitan una enorme variedad de alimento que consiguen deambulando de ladera a ladera, de bosque a bosque en función de la época del año. Buscarán brotes tiernos en primavera, arándanos y cerezas en verano o avellanas y bellotas en otoño. Necesitan que su habitat esté sano y se conserve. De ahí que uno de los puntos importantes en su conservación sea mantener sus habitat saludables.
Nuestro anfitrión nos contaba historias de osos y anécdotas que había vivido. Experiencias que le habían conmovido, ilusionado e incluso apenado. Nos las contaba con admiración, respeto y amor hacia el animal que había visto siempre. Había vivido cómo el oso pasó de ser perseguido a admirado en un proceso muy lento que se fue consolidando poco a poco a lo largo de los años.
Volvimos a la casa. A disfrutar del paisaje, de la tranquilidad y de la paz que emanaba de la montaña sin saber las sorpresas que nos depararía el día, y digo bien, el día, a plena luz, en las horas centrales de un caluroso sábado, cuando admiramos a otro habitante de la montaña, el gato montés; pero ahí,comenzará la siguiente entrada.

jueves, 13 de septiembre de 2012

Otros pajarillos.

En estos días de esperas del lobo, muchas veces infructuosas, aparecen a nuestro alrededor un buen número de pajarillos a los que no solemos hacer caso, estamos a otros menesteres. Estos pajarillos con sus vuelos acrobáticos, cánticos y persecuciones nos animan la mañana o la tarde. Quiero centrarme en tres de los que más estoy viendo en estos días. Tres que también merecen que se les de algo de importancia. 
El primero es el papamoscas cerrojillo. Un pequeño pájaro simpático y bonito que revolotea constantemente de un arbusto a otro. Sus vuelos son cortos. Es activo, ágil, no para de mover la cola arriba y abajo y de sacudir las alas. Este pequeño pajarillo me dejó impresionado el otro día. 
Se encontraba el pequeño papamoscas cerrojillo en un arbusto. Quieto. Agazapado. Inmóvil. Atento a todo lo que se cruzaba delante de él cuando, de repente, salió como una exhalación volando y se lanzó sobre un insecto que pasaba tranquilamente cerca del arbusto. Lo cogió en el aire. No sé muy bien lo que era, no me dio tiempo a verlo, y marchó a otro arbusto un poco más lejano y se ocultó. Estaba cazando al acecho. Cazaba como si fuera una leona que, oculta, salta cuando una cebra pasa a su lado. Nunca lo había visto y me resultó curioso así es que comprobé si era cierto que así cazaba y, en efecto, este pequeño pájaro caza al acecho moscas o mosquitos principalmente (de ahí viene su nombre) aunque también puede capturar escarabajos, mariposas e incluso gusanos y lombrices.
En estos días nos encontramos en el paso otoñal hacia sus cuarteles de invierno en el África Tropical por eso se ven tantos papamoscas cerrojillos en nuestros campos. El pequeño cerrojillo volvió después de comerse el insecto capturado y se volvió a poner en el mismo sitio. Le gustaba y seguramente esperaría otra oportunidad para capturar a otra presa.
El segundo pájaro es el piquituerto que revoloteaba sin parar de los pinos a los cables y otra vez a los pinos. Así constantemente pero, en alguna ocasión, se para más de la cuenta y es el momento de verlo con detenimiento y, si hay una hembra cercana, mejor que mejor.
Una hembra se encontraba posada en el cable que pasaba por encima de nuestras cabezas mientras que un macho revoloteaba alrededor de ella. Después de varios vuelos acrobáticos, como si quisiera impresionarla, se posó a su lado.
El macho es rojizo y la hembra verde oliva pero, lo que destaca, por encima de todo, en este pajarillo es su pico. Tiene la mandíbula superior recta y la inferior cruzada a la derecha o a la izquierda (dependiendo de los individuos). Tener el pico así le sirve para poder alimentarse.
El macho en un momento determinado se acercó más y con un vuelo rápido se colocó encima de ella. Estaba montándola. Pasados unos segundos se bajó y marchó pero volvió a los pocos minutos.
El alimento fundamental de los piquituertos son los piñones. El pico lo introduce en la piña quedando las dos puntas una encima de la otra. Al cerrarlo hará cuña para ir separando la escama de la piña, si hace falta se ayudará de giros de cabeza; de esta manera conseguirá abrirla y llegar al piñón. Aquí entrará en acción su larga y pegajosa lengua que cogerá el piñón y se lo comerá.
El macho de piquituerto volvió a los pocos minutos. La hembra allí seguía. Quieta. Sin moverse del cable. El macho se colocó al lado, se acercó y, otra vez, la volvió a montar. Acababa de presenciar dos montas de piquituerto. Nunca había visto ninguna y en pocos minutos observé dos.
Esta adaptación tan específica de tener el pico cruzado, le impide tener otras muchas posibilidades de recursos alimenticios por lo que, si escasean las piñas, deberá de buscar otros suministros de comida como pueden ser las manzanas, de las que solamente comerá sus semillas, como ocurre en Sanabria determinados años; o los escarabajos, que son fáciles de coger para él.
El tercer pajarillo es el acentor común. Delante de la zona en la que me encontraba había un buen número de zarzas donde el pequeño acentor se movía de aquí para allá entre los espinos y las moras. En un momento determinado se bajó al suelo. A nuestro lado. Se fue acercando poco a poco, con cautela, sin prisa pero sin pausa. Según se aproximaba yo me agachaba un poco. Se aproximaba. Me agachaba. Se aproximaba. Me agachaba e iba sacando una pequeña cámara digital.
El motivo de acercarse tanto era porque el suelo estaba lleno de pipas y migas de unas galletas que un compañero había estado comiendo en la espera. Llegó un momento que estuvimos a menos de treinta centímetros uno del otro. Él comiendo las migas y yo sacándole fotografías.
Estos tres pequeños pajarillos son relativamente comunes en nuestros bosques. Nos hacen compañía y alegran nuestros paseos, aunque no solemos prestarles atención. Son compañeros en las esperas y se extrañan el día que no aparecen, como casi siempre, cuando no tienes algo es cuando te das cuenta de su valor. Démonos cuenta antes y admirémoslos. Forman parte de nuestro entorno. 

lunes, 10 de septiembre de 2012

¿Cómo que hay 400 lobos de más?

Esta temporada está siendo muy, pero que muy complicada en la observación de lobos. Se están viendo muy poco y las camadas menos aún. Otros años por estas fechas se podían observar varias manadas con sus cachorros del año. No sé cuál será la razón pero desde luego está siendo difícil. Aún así alguna he podido disfrutar, pero eso será otra entrada ya que en esta quiero centrarme en una controversia surgida a finales de la semana pasada.
Según volvía de trabajar venía escuchando la radio cuando, de repente, oigo a un responsable de una entidad agraria diciendo algo que me dejó perplejo. Afirmaba, con total convencimiento, que había 400 lobos de más. ¿Cómo que hay 400 lobos de más? La entrevista continuó y puntualizaron: "Es que durante los últimos años se han dejado de matar 400 lobos de los autorizados, lo que significa que hay sobrecarga de ejemplares y que no se cumple la cuota de extracción".
En la provincia de Zamora se mataron el 70 % de los lobos que se había estipulado que se cazaran en la temporada pasada (2011-12). En toda la comunidad está cerca de 41%, es decir, en Zamora se matan 7 de cada 10 lobos que se autorizan a cazar y en toda la comunidad, 4 de cada 10.
Si tanto se lamentan de que la tasa de muertes es tan baja ¿por qué no se cumple? Unos dicen que el lobo es muy difícil de cazar, otros que tienen muy poco tiempo para cazarlo, otros que no se quiere cazar y por lo tanto cumplir los cupos pero, planteo otra posibilidad: ¿no podría ser que no hubiera tantos como se dice? ¿Cómo saben los que hay que matar si no hay datos de los animales que existen?
Nunca me han gustado los extremismos. Cuando hay un conflicto o un problema lo lógico es llegar a un punto de acuerdo intermedio entre las posturas de unos y las de los otros pero creo que en el tema del lobo hay un extremismo exagerado y, visto lo visto, la resolución al conflicto está a años luz de llegar a una solución.
Lo primero que hay que ser es serios. No voy a entrar, por lo menos en esta entrada (si queréis conocer más del tema pinchar aquí para ver una entrada anterior), en si unos tienen razón o la tienen los otros. Si unos exigen demasiado y otros no hacen nada. No. Me quiero centrar en: ¿Cuántos lobos hay?
¿Hay un censo real de la especie en Castilla y León? No. No se sabe el número de lobos que tenemos en la comunidad. Este año, por fin, se está haciendo un censo. Se va a realizar en dos fases. La primera fase, que se está haciendo actualmente, se encargará de saber cuántos hay en las Reservas y al sur del Duero. El año próximo se completará con el resto del territorio de nuestra comunidad. Entonces, si no se sabe cuantos hay, ¿por qué se habla de cifras y números sin tener ninguna base? ¿Cómo se establecen cupos de caza si no se sabe los que hay?
Se puede hablar de manadas. Ahí si se puede tener un número aproximado. Se sabe que, actualmente, hay 136 manadas seguras y 64 posibles, de las cuales en Zamora hay 30 seguras y 10 probables. Distribuidas de la siguiente forma: Sanabria (12 seguras y 2 probables), Benavente y Valles (4 seguras y 1 probable), Tierra de Campos (3 seguras y dos probables), Duero Bajo (1 segura y 1 probable), Aliste (10 seguras y 3 probables) y Sayago (1 probable). Estos son los datos oficiales.
Supongamos que cada manada está compuesta por 7 lobos. Si los multiplicamos por 136 manadas seguras, tendríamos 952 lobos. Más 448 lobos de las 64 manadas posibles. Harían un total de 1.400 lobos en toda la comunidad. Esto es un dato aproximado ya que no hay censo.
Si a estos datos referidos a manadas les sumamos los animales errantes (lobos viejos o jóvenes en dispersión) y los cachorros podríamos llegar a unos 2.200 lobos en toda la comunidad. ¿Son muchos o pocos lobos?
Esta próxima temporada 2012-13 se van a cazar 137 lobos en Castilla y León, al norte del Duero. Distribuidos de la siguiente manera: León (47), Zamora (31), Palencia (31), Burgos (21), Soria (4) y Valladolid (3).
No son más porque la Sala de lo Contencioso Administrativo del Tribunal Superior de Justicia ha impedido a la Consejería de Fomento y Medio Ambiente de Castilla y León la intención de cazar lobos al sur del Duero, donde está protegido.
Si se cazan 137 lobos es uno de cada manada segura, es decir, uno de cada 7. Si le añadimos los cazados furtivamente (disparos, cepos, lazos, venenos,...), cazados ilegalmente (autorización para cazar uno y cazar varios), atropellados y muertos de muerte natural. ¿Cuántos lobos hay? ¿Cuántos lobos quedarían? Alrededor de 2.000 para toda la Comunidad. ¿Son muchos o pocos? Depende de a quién se le pregunte.
Lo que está claro es que el problema del lobo es un problema económico y como dice Neil Carter (investigador de la Universidad Estatal de Michigan (EE.UU)): "Para lograr que los humanos acepten tener depredadores cerca, hay que dejarles claro cuáles son sus beneficios. De lo contrario, se habrá perdido la mejor de las oportunidades para conservar este tipo de fauna”.
(Las fotografías de esta entrada han sido tomadas en situaciones controladas).

lunes, 3 de septiembre de 2012

El mirlo blanco está más blanco.

En una de las primeras entradas, cuando comenzaba la aventura de escribir este blog, hablaba de un mirlo blanco. Mirlo que vivía en un jardín en medio de la ciudad de Zamora. Eso fue hace dieciséis meses. El uno de mayo de 2011 publiqué la entrada acerca de este curioso mirlo que no era albino, sino que era una rareza genética debida a un gen recesivo, que le daba el color blanco. Esta particularidad se llama leucismo.
Mirlo blanco en abril de 2011
Mirlo blanco en abril de 2011. 
Comentaba en dicha entrada que creía que estaba en su territorio y como buen mirlo macho debía de moverse por él y cuidarlo. Si ese era su territorio, no se movería de allí hasta que muriera (los mirlos que sobreviven a su primer año, viven una media de 5 años) y quizás, en otro momento, lo volviera a ver.
Mirlo blanco en abril de 2011.
Allí sigue. En la misma zona. En su territorio. Volando entre la gente que pasa absolutamente de él. Nadie se fija en un pájaro blanco y negro que escarba en el jardín en busca de gusanos y vuela sobre sus cabezas. Está un poco más blanco. Algo normal en aves con leucismo.
Mirlo blanco en agosto de 2012.
Mirlo blanco en agosto de 2012 con una herida en la nuca
que puede haberse producido por un depredador o cualquier otro pájaro
(incluso otro mirlo macho en una pelea).
El leucismo se produce por que, aunque el ave produzca melanina (pigmento de color negro o pardo negruzco) de forma normal, el pigmento no se deposita en las células de las plumas, con lo cual quedan blancas en vez de su coloración. Las aves con leucismo, normalmente, tienen las plumas de su color o blancas, es decir, este mirlo tiene las plumas, negras o blancas. No tiene plumas a medias. Mitad blanca. Mitad negra. 
También puede suceder lo contrario, es decir, cuando se produce un exceso de melanina en el plumaje, volviéndose oscuro (negro o marrón oscuro). Entonces se llama melanismo.
Mirlo blanco en el jardín (agosto 2012).
Espero poder verlo más veces. Que siga volando tranquilamente entre casas, coches y gente. Que siga escarbando en el jardín y demostrando que el dicho: "eres más raro que un mirlo blanco", para él, es algo normal.
(Agradezco enormemente a Fernando García el prestarme sus fotografías para esta entrada).