He vuelto a sentir el agobio de gente que acude al campo en busca de un animal tan emblemático como es el lobo y pasa absolutamente de todo lo que le rodea ya que, sólo y exclusivamente, tienen la intención de ver al animal, con una mirada les vale, el resto de tiempo, su única finalidad, es tocar los...., perdón, que me pierdo. Vamos por orden.
Hacía un tiempo que no acudía a una de las zonas más visitadas de la Sierra de la Culebra para el avistamiento del lobo, este año es, quizás, la más fiable ya que, como he dicho en alguna otra ocasión, los lobos están siendo muy complicados de observar en toda la sierra. Las camadas se están moviendo muy poco o nada. Se concentran en los lugares de encame y salen muy poco, quizás la sequía haya tenido que ver ya que se concentran en sus zonas de encame donde tienen agua y solamente esperan la llegada de los adultos con la comida.
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El amanecer en la sierra es espectacular. |
Los pequeños lobos tienen entre 6 y 7 meses y ya deberían de empezar a moverse más de lo que lo están haciendo este año. Con la esperanza de ver a la camada que allí se encontraba acudí, hace unos días, a este punto tan conocido de la sierra.
Eran las ocho y cuarto de la mañana y amanecía un día espléndido en el que, quizás, hubiera suerte. Según llegaba al punto, tras pasar una loma, mi expresión fue clara: "la madre que....". Allí había ocho o nueve coches (luego llegó alguno más), una furgoneta y una caravana. Según me acercaba me dieron ganas de dar la vuelta pero confié en que "todos" veníamos a lo mismo, a buscar al lobo.
Paré el coche, sin dar ni un sólo portazo, regla de oro cuando vas a una espera, no dar ni un sólo portazo. Algo que no sucede fácilmente ya que muchas veces sabes cuantos vienen por el número de portazos que dan. Un portazo, dos portazos y tres portazos igual a, casi seguro, tres personas.
Dejé el coche a unos cuarenta metros del grupo. Nada más bajar el murmullo me llegaba como una ola que va creciendo poco a poco. Era tremendo. Según me iba acercando parte de mi cabeza me decía: "Veeeteee. No te quedeeesss..." y la otra me decía: "Ya que has venido. Inténtalo".
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La luz va relevando a la oscuridad. |
Unas cincuenta personas se encontraban en el lugar. Amablemente saludé y pregunté, como se suele hacer, siempre en voz baja, si se había visto algo. Me contestaron como si estuviera sordo o como si la persona que me contestó llevara cascos puestos. No habían visto nada. "Lo increíble sería que lo hubieran visto". Pensé.
Comenzó la búsqueda y la desesperación. Entre todo el grupo había dos franceses, muy educados y conocedores de lo que tenían que hacer, un grupo con un guía que les había indicado como debían de comportarse y el resto. De ese resto pronto conocí que si la madre de fulanita tal o que el padre de menganito no se qué, sin olvidarme de la magnífica historia, muy conocida en estas esperas, de unos increíbles avistamientos de "lo que sea" en otro lugar de la península, que por cierto, hay algunos que los visitan como si fueran un pistolero de película que va poniendo muescas en su revolver..
Aquello era un verdadero galimatías en el que una gran parte hablaban sin parar y parecía que tuvieran una guindilla en el culo, porque no paraban quietos ni un momento; unos diez buscábamos por los telescopios o prismáticos y el resto esperaba en silencio que alguien diera la voz de alarma.
Y como era de esperar en la zona más cercana no se vio nada de nada; y mira que el lugar es propicio para ver ciervos y corzos como mínimo, además de jabalís o zorros y aves. Nada. Creo que todos estaban escondidos eso si, muy atentos a las conversaciones que subían de tono, directamente proporcional, al paso de los minutos, porque las conversaciones eran profundas y de naturaleza pura: "¡vaya fiesta el otro día!". "No sé donde dejar a los niños...". "Fulanita se enfadó conmigo y no lo entiendo".
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Desde la sierra, el amanecer en Puebla de Sanabria, es mágico. |
Pero vamos a ver. ¿Por qué van si no quieren ir? Es qué como van todos y vamos a ver al lobo. Vamos. Bien, me parece bien, pero si uno va a un sitio de estos tiene que saberse comportar. Tiene que acatar una serie de normas, no son difíciles ni de explicar, ni de entender. No se puede ir a ver al lobo que lo busquen otros, si aparece ya lo veré y mientras doy toda la paliza que pueda. ¡Pero que todo bicho viviente se va a ir! Que los animales no son sordos. Que si se ve algo se verá a un kilómetro y, con mucha suerte, como así sucedió.
"¡Un lobo!" Dijo uno de los que venían en plan bien. Peregrinaje veinte metros más allá, donde lo habían visto. "¿Donde está?" "¿En que claro?" "¿Para donde hay que mirar?" Fueron las preguntas más comunes. Ahora se callaban, incluso, alguno de los más habladores pedía silencio enérgicamente, hasta así lo hacía mal por que gritaba más que todos los demás juntos.
El lobo no estaba sordo, lo que pasa es que apareció a más de un kilómetro de distancia y pasaba olímpicamente de todos nosotros. Para él no éramos un problema, ni una amenaza. Él estaba haciendo su vida y no nos hacía ni caso. Los que tuvieron suerte, lo vieron, e incluso bastantes de los que no paraban un segundo. El lobo desapareció. Pasaron unos pocos minutos y, gran parte del grupo, se marchó. Ya habían visto lo que venían a ver. No hacía falta estar más tiempo en un sitio tan incómodo y, además, habían madrugado. Muchos de ellos regresarán contando batallitas de que habían visto al lobo en la Sierra de Culebra, de como era e incluso que ellos habían sido los que lo habían encontrado y, sus amigos, los escucharán atentamente, alucinados, y asentirán con la cabeza para vanagloria de los afamados naturalistas de boca.
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Si miramos más allá. Las montañas nos contemplan. |
Se me olvidaba. El que no puede faltar. El que llama por el móvil a quien sea, en ese mismo momento, para decirle: "¡he visto al lobo!" Lo hace bastante de mañana y en un tono de voz muy suave, tan suave que casi se entera sin móvil, aparte de todos nosotros. Hasta el lobo que estaba a un kilómetro casi le aúlla por el móvil para corroborar al otro que es verdad, que lo había visto.
El lobo no apareció más y yo no lo vi. A los quince minutos de haber salido el lobo nos quedamos tres personas. El matrimonio francés y yo. Que a gusto. Qué paz. Los pajarillos comenzaron a cantar y la fauna más cercana, comenzó a moverse, ciervos y corzos salieron y se dejaron ver. La situación cambió por completo pero ni el lobo, ni los cachorros, se vieron.
Estoy completamente a favor de que la gente que lo desee acuda a ver al lobo, además es una manera de impulsar las degradadas zonas rurales de nuestra provincia, el llamado turismo lobero, que existe en la actualidad, pero creo que se debería de hacer con cierto sentido, con un criterio, siguiendo unas normas, no escritas, de comportamiento, de saber estar en un lugar, de respetar a la fauna, al entorno y a los que vamos con la intención de estar en la naturaleza y ver lo que se tercie y, si no lo vemos, lo entendemos, porque el campo es así y lo sabemos.
Me gusta el campo, el bosque, moverme y patear y a veces no entiendo el comportamiento de algunos que se llaman “amantes de la naturaleza” cuyo único objetivo es ver a un animal emblemático sin seguir una serie de normas mínimas y básicas de comportamiento.