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lunes, 28 de octubre de 2013

¿Por qué brillan los ojos en la oscuridad?

“¡Un lobo!”. La noche era oscura y fría pero allí estaba, a escasos quince metros nuestros, en la orilla de la carretera. Sus ojos nos miraban fijamente. Paré el coche y giré para enfocarlo mejor con las luces. Impresionante.
Me imagino a gentes humildes de zonas aisladas y con escasa cultura cuando vieran a un lobo por la noche con los ojos luminosos, brillantes… que cada vez que se moviera, sus ojos dejaran un rastro de destello. Ahí surgirían las leyendas, los dichos, los refranes.
El lobo a lo largo de los siglos no ha tenido buena fama. Ha sido considerado por muchos como un problema, acrecentado por la “publicidad negativa” que se le ha hecho gratuitamente en cuentos, leyendas o en el acerbo popular. Era el causante de todos los males; el hecho de encontrarse con un lobo por la noche era algo terrorífico, algo demoníaco, algo que no podía ser nada más que obra del mismísimo diablo que había actuado en un animal maligno, peligroso y sanguinario que tenía los ojos inyectados en sangre y además le brillaban. Así fue durante muchos siglos,... pero la realidad es mucho más sencilla.
El lobo nos miraba fijamente. Estábamos petrificados. Sorprendidos. Impactados. De las cinco personas que íbamos en el coche, dos nunca habían visto un lobo y para ellas fue lo mejor de los tres días que estuvimos por la sierra. Se movió cauto hacia la izquierda. Se paraba. Agachaba la cabeza. La volvía a levantar. Nos miraba. Nos controlaba. Aparecía y desaparecía detrás de los brezos. Tenía un andar elegante y cauto, parecía que se deslizaba en la noche. Sus ojos brillantes se movían. El reflejo de las luces marcaba su silueta. La luminosidad de sus ojos. La elegancia de su porte. Su mirada penetrante. Brillante...
La visión de un animal responde a sus necesidades; es un factor de supervivencia en el medio natural. El lobo es un carnívoro. Un cazador. La evolución ha ido conformando la posición de sus ojos al frente. Lo ha hecho por una cuestión práctica y de supervivencia.
El lobo caza y por lo tanto debe de fijarse en la presa y no perderla de vista, con lo cual, según va avanzando hacia ella no deberá de dejar de mirarla. La evolución lo ha adaptado para esa necesidad, así tiene los ojos al frente de la cabeza.
El ángulo de visión total de un depredador, al tener los ojos frontales, es de aproximadamente 150º, de los cuales 120º se ven simultáneamente con ambos ojos. Esto es lo que ayuda a medir la distancia, algo que para los depredadores es básico si quieren hacer un ataque con precisión. A esto hay que añadir que el lobo, fundamentalmente, se mueve de noche, siendo el anochecer y el amanecer dos momentos muy importantes en su actividad; por lo tanto, aparte de tener los ojos frontales necesita ver bien con muy poca luz.
Dentro del coche la emoción se respiraba, se palpaba. El lobo giraba. Se volvía. Se escondía pero no dejaba de mirarnos. De asomar la cabeza. De mostrarnos esos ojos pero...¿por qué se le ven los ojos tan brillantes y con ese tono amarillo-azulado en la oscuridad de la noche cuando se le ilumina?
Los ojos brillan al ser iluminados...
Ernesto, amigo y biólogo que también iba en el coche me lo explicó el por qué de esos ojos. Días después decidimos hacer una entrada conjunta para nuestros blogs, y lo que estáis leyendo es el resultado.
El lobo necesita ver bien con muy poca luz o con nada y lo consigue mediante una mezcla de características que la evolución ha ido perfeccionando a lo largo de los siglos.
Dentro del ojo existen dos tipos de células: los bastones y los conos; ambas son muy sensibles a la luz. Los bastones responden a la intensidad de la luz y los conos ayudan a percibir los colores; por lo tanto, si el animal tiene más bastones verá mejor con muy poca luz y cuantos más conos diferentes tenga tendrá la posibilidad de percibir más colores; los lobos ven en forma dicromática (tienen dos tipos de conos) y los humanos vemos de forma tricromática (tenemos tres tipos de conos y diferenciamos los tres colores primarios). Cada tipo de cono es capaz de percibir una frecuencia lumínica distinta.
Es decir, el lobo ve bien con poca luz porque tiene muchas células bastones en el ojo que le hacen percibir más luz porque tiene mayor respuesta a la intensidad de la luz; además tiene otra característica que le permite ver bien con tan poca luz; detrás de la retina tiene una membrana (tapetum lúcidum) que hace de espejo que produce un aumento de la brillantez de la imagen, es decir, aumenta unas cincuenta veces el rastro de luz que pueda haber y cuando les enfoca un rayo luminoso (luces del coche) brilla. En los herbívoros, el tapetum lúcidum, suele ser de tipo fibroso, mientras que en los carnívoros suele ser de tipo celular, más efectivo. Fascinante.
El lobo se movió durante varios minutos entre los brezos llegando a acercarse a menos de diez metros y desapareció. Se lo tragó la noche. La noche lo envolvió con su oscuro manto para nosotros pero para él no lo es tanto ya que, como hemos visto, está perfectamente adaptado para poder ver en la oscuridad de la noche.
Cuando observamos un objeto, la luz entra en el ojo por la córnea, atravesando la pupila y, tras pasar por una serie de zonas, llega a la retina. En la retina es donde se localizan las células fotorreceptoras, es decir, aquellas que van a transformar la luz en impulsos nerviosos que serán enviados al cerebro a través del nervio óptico.
Pues bien, en un ojo como el nuestro, la luz pasa por la retina, incidiendo una única vez sobre los receptores, puesto que tras la retina se encuentra una capa, llamada coroides, que es de color oscuro y que absorbe la luz que a la retina le ha “sobrado”
No ocurre así en el caso del lobo. En éste, al igual que en todos los cánidos, felinos,... tras la retina se encuentra la capa de la que antes hablábamos, el tapetum lucidum. Es una capa de color claro normalmente, aunque su color depende del pelaje del animal y de la especie de que se trate. Esta capa refleja la luz, de tal manera que devuelve parte otra vez hacia la retina, haciendo que la imagen vuelva a formarse de nuevo y que se envíe una segunda señal nerviosa que será integrada por el cerebro junto a la primera, aumentando el poder de visión con poca luz.
Entonces, podemos pensar que, el lobo y otros animales pueden tener problemas de visión diurna. Pero no es así ya que pueden regular la cantidad de luz que entra mediante la apertura o cierre de la pupila, pueden “solventar” el problema del exceso de luz. Aún con esto, los lobos son animales con visión nictálope (ven mejor con poca luz)
El tapetum lúcidum es el responsable de que al fotografiar alguno de estos animales, o cuando tenemos esa maravillosa suerte de  encontrarnos a nuestro amigo lobo frente a los faros del coche, sus ojos parece que brillan en la oscuridad. En realidad, lo que estamos viendo es la luz reflejada por este tapetum lúcidum, con lo que nos encontramos unos colores que van desde los azulados hasta los amarillentos. ¿Y si nos enfocamos a nosotros, o nos fotografiamos? Pues todos hemos pasado por la experiencia de los “ojos rojos”, ocasionada porque los rayos de luz inciden y se reflejan sobre los vasos sanguíneos que riegan y nutren la retina. Como no disponemos de tapetum, este es el color dominante del la luz reflejada por el interior del ojo.
Regresamos a la casa impresionados por la experiencia. Por esa mirada. Por esos ojos luminosos que brillaban con un color amarillo-azulado y se movían en la noche con soltura y elegancia. El lobo comenzaba su jornada...

lunes, 21 de octubre de 2013

Sorpresas: pato mandarín, morito y cigüeña negra.

La naturaleza es una fuente de sorpresas. En muchas ocasiones sales al campo y ves poco, muy poco o nada pero en cambio hay días o épocas en las que las sorpresas se van acumulando. Me voy a referir a tres aves que he podido ver en las últimas semanas y que han resultado toda una sorpresa o descubrimiento ya sea por su rareza en sí o por el lugar en el que aparecieron.
5 de octubre de 2013: La berrea estaba en todo su esplendor y llevábamos desde el viernes recorriendo la sierra.  La mañana del sábado había sido excelente en observaciones de ciervos, corzos...para completarla, decidimos acercarnos a Puebla de Sanabria a observar si había algo interesante en el río.
Según caminábamos por la orilla del río Tera por debajo de Puebla de Sanabria me fijé en un pato raro en la orilla contraria: “¿Qué es eso?”. Le dije a mi amigo Ernesto. Monté el telescopio y miré: “¡Pero si parece una hembra de pato mandarín!”. Rápidamente cogí la cámara y le hice las fotografías que pude; había que dejar constancia del momento como fuera. Lo que parecía una hembra en realidad era un macho joven según las apreciaciones de Alfonso Rodrigo y Hipólito Hernández "Poli".
¿Un pato mandarín? ¿Qué hacía aquí? ¿De dónde había venido? El pato mandarín está clasificado en la categoría C5. La categoría C es: ”Especies que, habiendo sido introducidas o reintroducidas por el hombre deliberada o accidentalmente en la región, han establecido poblaciones reproductoras que se mantienen por sí mismas sin necesidad de nuevas introducciones o reintroducciones”. La C5 es: “Especies naturalizadas erráticas. Especies con poblaciones naturalizadas establecidas en otros países dentro de la misma región”. Era la primera vez que veía un pato mandarín en libertad y quién me iba a decir que sería en Puebla. 
Este pato es muy apreciado por su belleza para parques, zoológicos o colecciones privadas. Fue importado de Asia Oriental a Europa en el s. XVIII y existe una población asilvestrada en Inglaterra (unas 7.000 parejas) que proviene de escapes o sueltas y que se ha extendido a Francia, Holanda y Bélgica.
Mucha gente no le presta ningún valor a una observación como esta ya que no lo consideran un animal salvaje pero a mi me parece más que interesante. ¿De dónde vendrá? Quizás provenga de una de esas zonas europeas o simplemente se haya escapado de algún parque o colección. Si viniera de algún parque, lo normal, es que estuviera anillado y este no lo estaba, con lo que, bien pudiera haber venido asociado a un grupo de azulones u otras anátidas desde centro Europa o Inglaterra; es algo casi imposible de saber pero la curiosidad...
Días después hablé con Hipólito Hernández "Poli"; gran conocedor y amante de la naturaleza aparte de amigo y excelente fotógrafo, porque él había visto un macho de pato mandarín la pasada primavera, también en Sanabria. El comportamiento de los dos patos eran muy esquivo, con lo cual creo que pueden venir de Europa ya que si fueran de un parque, zoológico o colección privada serían mucho más sociables, aunque, esto es mi suposición o, por lo menos, lo que más me gustaría...
8 de octubre de 2013: uno de los mayores conocedores de la naturaleza zamorana es J. Alfredo Hernández; junto a él me encontraba en las lagunas de Villafáfila mientras me iba comentando: "Tenemos que estar atentos porque por estas fechas se puede ver algún morito como pasó otros años". Pasados tres minutos le comento:"¿Qué es eso negro que hay allí?". Paré el coche y cogió los prismáticos: "¡Un morito! ¡Un morito!". Exclamó emocionado. Acabábamos de estar hablando de ellos y nos encontramos con uno, increíble.
Salimos del coche y lo estuvimos viendo a placer. El morito es una rareza en nuestra provincia y verlo es toda una sorpresa y un acontecimiento. Era un ejemplar joven que se movía tranquilo en el lavajo comiendo todo lo que pudiera encontrar.
He visto moritos muchas veces en el sur de España pero esta era la primera vez que veía uno en nuestra provincia y eso es un enorme motivo de satisfacción. Dos días después volví con mi amigo Ernesto y ahí seguía, en el mismo sitio. Estuvo algún día más y desapareció. Continuó su viaje.
5 y 6 de octubre de 2013: antes de ver la hembra de pato mandarín íbamos por la orilla del río Tera cuando, a lo lejos, vemos "una cosa negra". "Pero si aquello parece una cigüeña negra". Nos acercamos y ahí estaba. Un joven de cigüeña negra en la orilla del río buscando comida tranquilamente. Sabía que por la zona se veían de vez en cuando cigüeñas negras pero nunca imaginé encontrarme con una.
La cigüeña negra en España está catalogada como "especie en peligro de extinción". Mi mayor observación de cigüeña negra fue hace un par de años entre Zamora y Salamanca donde pude ver una concentración de más de sesenta ejemplares. Este año he podido disfrutar de varias observaciones de individuos aislados, pollos o en pequeño grupo como el de seis ejemplares en un embalse zamorano en compañía de J. Alfredo Hernández. Lo más normal es encontrarte con una cigüeña negra en los Arribes del Duero, Sayago o Aliste pero verla en Sanabria no es nada común.
Nos acercamos sigilosos, ya que es un ave muy tímida, pero esta parecía tranquila y la pudimos observar a placer. Minutos después apareció otra cigüeña negra y otra más. Estas dos eran adultas y también venían a comer; quizás no estuvieran en paso sino que pudieran haber criado por la zona y fuese la pareja con uno de los pollos.
Las cigüeñas nos ofrecieron un verdadero espectáculo de vuelo sobre Puebla de Sanabria con unas imágenes espectaculares y hermosas de esta magnífica ave en un entorno hermoso y muy especial para mi.
A la mañana siguiente volvimos a ver al juvenil, todavía mejor, más cerca y nos sorprendió lo confiado que era. Nunca había visto cigüeña negra en Sanabria y acabábamos de ver tres. Una auténtica suerte.
Esta es la historia de tres momentos, de tres sorpresas. Todas ellas especiales y diferentes; para mí todas importantes.

martes, 15 de octubre de 2013

...y apareció la manada.

Estos últimos meses he tenido la inmensa suerte de ver unas cuantas veces al lobo. Verlo es un momento único y especial que siempre es diferente; cada observación tiene su propia historia, sus propias particularidades. La última ha reunido todo en una y creo que merece la pena contarla.
El viento cortaba la cara y la niebla se iba levantando poco a poco mientras los primeros rayos de sol se abrían paso por encima de la neblina y luchaban por calentar la fría mañana con solamente dos grados.
Me encontraba en una conocida zona de la sierra en la que había unas diez personas venidas de diferentes lugares de la península; todas con la esperanza de ver a esa maravilla natural que es el lobo ibérico. En otras ocasiones he criticado y sido bastante duro con alguna de la gente que se congrega en estas zonas tan conocidas de la sierra, pero en esta ocasión he de felicitar a todos los que allí se encontraban. Todos venían a intentar ver al lobo. Sabían cómo comportarse y eso siempre hace más fáciles las observaciones.
Me coloqué a unos diez metros de ellos. Quería ver una parte de la sierra que desde donde ellos estaban no se veía. Craso error. Unos cuarenta minutos más tarde oí un ruido delante de mí, detrás de las escobas que daban a la vía. Parecía que un animal había salido a la vía y caminaba por las piedras. Asomé un poco la cabeza pero el talud no me dejaba ver nada. Sería un corzo o un ciervo. Al minuto, un movimiento rápido de mis compañeros delataba que habían visto algo. ¡El lobo les salió a unos diez metros! Había pasado por delante de mí y bajaba por el cortafuegos. 
Esta primera foto es testimonial ya que está desenfocada.
No me dio tiempo a más.
Lo vi a unos ochenta metros. Se paró. Se giró y nos miró. Nadie hablaba. Todo eran caras de sorpresa, incredulidad y admiración. Solamente se oía mi cámara que intentaba capturar todo lo que podía. Intentaba absorber el instante.
Ninguna de las fotos está recortada. He querido dejarlas tal cual salieron
de la cámara porque quería que se apreciara al lobo en su entorno...
El lobo continuó cortafuegos abajo con ese andar elegante y seguro. Llegó hasta abajo y se paró de nuevo. Volvió a girarse. A mirarnos. ¿Qué pensaría? Segundos después comenzó su nuevo recorrido.
Nos quedamos boquiabiertos. Lo buscábamos en la lejanía con los telescopios y nos salió al lado. Este animal nunca dejará de sorprenderme. Se encontraba seguro. Le trasmitíamos tranquilidad y seguridad. No nos evaluó como una amenaza. 
...en su hogar. El color del lobo le camufla. Es igual que el de su entorno.
Pasados unos segundos de sorpresa y estupor comenzamos a reaccionar. "¡Vaya pasada!" "¡Impresionante!" "¿Le has hecho alguna foto?" "¿Lo grabaste?" Había sido un momento especial para todos y para algunos mucho más, acababan de ver un lobo por primera vez en su vida y tan cerca. Esta observación, por sí sola, hubiera sido algo memorable para todo el día,... pero no. La historia continuó, y de qué manera.
Nos volvió a mirar. Nos controlaba.
Pasados unos diez minutos avisé a mis compañeros: "¡Cinco lobos!". No eran cinco. Eran seis preciosos lobatos que se movían como fantasmas entre el brezo.
Los jóvenes lobatos se movían tranquilos. Descubrían su territorio. Avanzaban despacio. Oliendo. Buscando. Memorizando todo lo que les rodeaba. Captando sensaciones. Dos de ellos se separaron del grupo y desaparecieron entre el brezo, los otros cuatro permanecieron juntos. Se tumbaban. Se sentaban. Jugaban. Olían. Deambulaban descubriendo un mundo nuevo.
Su pelaje pardo, monocromo y corto les delataba como jóvenes lobatos de unos cinco o seis meses pero todavía les faltaba el color característico de sus padres y la vistosa silla de montar que no les saldrá hasta pasado más de un año de vida.
Su pelaje todavía no es el apropiado para pasar el invierno.
Parece delgado, débil...
Avanzaban hacia la izquierda. Apareciendo y desapareciendo entre brezos y rocas. Se acercaban. Se olían. Jugaban. Se sentaban. Se tumbaban. Se asomaban al valle.
En esta época los jóvenes lobatos cada vez pasan más tiempo solos, deambulando por su territorio. Tienen mucho que aprender y los juegos y peleas simuladas marcarán su futura conducta. Sus padres u otros miembros de la manada no andarán lejos.
Los cuatro lobatos recorrieron casi un kilómetro de forma pausada, pero seguros de sí mismos. Llegaron hasta un camino y, ¡de repente! Aparecieron dos lobos adultos con un andar rápido. Seguro. Elegante. De aspecto fuerte y pelo más tupido. Inmediatamente los lobatos se acercaron sumisos y les comenzaron a saludar contoneando su cuerpo, moviendo su cola y chupándoles el hocico. Querían comida. Uno de los lobos adultos se perdió entre los brezos seguido de tres de los lobatos pero el otro lobo adulto se paró. Agachó la cabeza y su cuerpo comenzó a arquearse con espasmos cada vez más seguidos. Supongo que regurgitó comida ya que el lobato cercano se puso a comer algo del suelo. Este lobo adulto se volvió por el camino hasta cierta distancia desde donde observaba inquieto. Algo le preocupaba. Cuando se tranquilizó, volvió y desapareció junto con los otros entre la vegetación más espesa.
...pero no es así. Es un superviviente. Un luchador. Es un lobo.
Fueron algo más de dos horas de disfrute. De no quitar la vista del telescopio. De no perderse ni un detalle de las evoluciones de esta manada de lobos. Habíamos visto nueve lobos. Un subadulto, seis lobatos y dos adultos. La sonrisa no se nos quitaba de la cara. La emoción nos salía por los cuatro costados. 
Volví a casa contento. Emocionado. Era la segunda observación en la que había visto un número mayor de lobos. La vez que más he podido ver fueron catorce preciosos lobos en una memorable mañana de hace varios años. (Si queréis recordarla pinchar aquí)
Según volvía a casa recordaba lo vivido en una mañana espectacular en la que también pude presenciar dos peleas de ciervos que cualquier otro día hubiera sido un recuerdo fantástico, pero hoy los recuerdos estaban llenos de lobos. Recordaba su andar, su comportamiento, su elegancia y su mirada. Mirada que he podido ver muy cerca. Mirada nocturna, de ojos brillantes, que tuvimos la inmensa suerte de ver hacía una semana a escasos diez metros y que nos causó un enorme impacto, pero eso será otra historia. La historia del lobo de los ojos luminosos y por qué tienen ese fulgor.
(Si alguno de los que estabais en la espera leéis esta entrada y me distéis el e-mail., disculpadme, ya que perdí el papel. Poneros en contacto conmigo.)

miércoles, 9 de octubre de 2013

Berrea 2013: El rey del bosque.

La luz del día se va apagando y el gran ciervo comienza a desperezarse. Levanta la cabeza mostrando su potente cuello y sus imponentes armas, abre la boca y un sonido gutural, ronco y potente sale de su garganta. El sonido retumba en el pinar como si de una catedral se tratara. Todos saben que el rey del bosque está allí y se ha puesto en marcha.
El gran macho se levanta. Se estira. Comienza a restregar su poderosa cuerna en unos arbustos cercanos para limpiarla y pulirla; sus armas deben de estar perfectas y las hembras deben de ver la majestuosidad de su cuerna. El pequeño arbusto se mueve zarandeado por la fuerza y potencia de las arremetidas del gran macho, según se restriega parece que llora, de las glándulas del lagrimal le salen unas secreciones que dejarán allí su olor. Todos sabrán que ha estado en este lugar.
El gran macho comienza su andadura. Se mueve entre los pinos lentamente; de vez en cuando vuelve a levantar su potente cuello y berrea, debe anunciar su presencia; las hembras y otros machos deben saben que el rey del bosque se ha levantado.
Va saliendo del pinar. Pinar que le ha cobijado durante gran parte del día. Pinar que le da protección. Pinar que le servirá de protección a la mañana siguiente, cuando vuelva a descansar. Berrea.
La noche es larga y el rey del bosque comienza la búsqueda de hembras. Las buscará e intentará mantenerlas junto a él varios días. El gran macho levanta la cabeza y ventea; busca el olor de las hembras, el olor de las hembras en celo. Un aroma inconfundible le llega por el frío viento de la noche. Rápidamente se pone en marcha. Las ha localizado. 
Se para. Observa si algún otro macho está con ellas. Berrea. Las hembras se ponen alerta. Un berrido suena cerca de ellas. Otro macho está allí. El rey del bosque berrea de nuevo. Las hembras observan. Miran cómo son las cuernas. Saben que cuanto más grande y ramificada sea la cornamenta más fértil es el ciervo; elegirán al macho que más les convenga en función de esa percepción. Una joven cría mira admirado al rey del bosque; quizás suspire por ser como él dentro de unos años.
El otro macho le contesta. Se están midiendo. Controlando su fuerza. Su potencia. Su poderío. El rey del bosque sabe que el macho que está con las hembras es más joven. No es un oponente para él. Berrea y se acerca seguro de si mismo. El macho de las hembras le contesta pero ya sabe que no tiene nada que hacer. Se acerca. Se miden. Se contemplan a escasa distancia. Berrean. 
El macho más joven se retira. Está en inferioridad y lo sabe. El gran macho ha ganado sin pelear pero no siempre fue así. El rey del bosque recuerda días en los que debía enfrentarse a otros machos iguales que él; debían pelear. Enfrentarse. Entrechocar sus cuernas que suenan en la noche con golpes secos, duros, potentes,...Se empujan. Cargan. Se chocan. Se entrelazan las cuernas. Más de una batalla perdió en su juventud. Ahora no. Es el rey del bosque.
Se acerca a las hembras. Las huele. Las persigue. Las controla. Las crías están asustadas. No saben que pasa. Siguen a su madre y miran sorprendidas al rey del bosque que no deja que sus madres se vayan. Las monta en un segundo escaso con un rápido empujón. Estará con ellas varios días, luego buscará otras y comenzará la misma operación. Quiere extender su extirpe entre el mayor número posible de hembras.
Amanece. Berrea. El sol ilumina su majestuosa e imponente figura. Está cansado. Lleva toda la noche activo. Controlando a las hembras. Defendiendo su conquista. Berrea. Hace casi un mes que casi no come. Las hembras le llevan todo su tiempo. Está cansado. Sabe que es vulnerable. Debe comer algo. En verano engordó lo suficiente como para aguantar sin comer el tiempo de la berrea pero perderá muchos kilos. Debe aguantar hasta que las hembras terminen el celo. Debe cuidar de no resultar herido; si así fuera, su vida correría peligro. Un olor le llega con el viento fresco de la mañana. Huele a lobo. Su enemigo está allí. Esperando una oportunidad. Esperando un desliz. Un fallo. El lobo no perdona. Debe de tener cuidado. Su vida está en juego.
El sol va cogiendo fuerza. El rey del bosque berrea. Orina en la arena y se revuelca en ella. Se impregna. Su olor se extiende por el valle. El sol calienta cada vez más. El rey del bosque está cansado. 
Es hora de volver al pinar. De volver a la seguridad de su casa. Berrea. De descansar. Lentamente va subiendo hacia la seguridad del pinar. Lentamente va entrando en él. Se tumba. Está cansado. Berrea. Agacha la cabeza y la apoya en el suelo. Al anochecer comenzará una nueva jornada. El rey del bosque descansa.