La mañana estaba fría pero era verdaderamente hermosa, una
luz de suave color rojo-anaranjado iba cubriendo lentamente cortafuegos, brezos
y pinos mientras se iba deshaciendo la fina capa de escarcha que había dominado
la noche. Los ciervos caminaban lentamente hacia los pinares y los corzos
permanecían atentos a cualquier movimiento extraño ya que estábamos en el
territorio del lobo.
Varios buitres leonados pasaron volando muy bajo, aún siendo
una hora tan temprana volaban sin problemas, no les hacía falta que el aire
estuviera más caliente, volaban sin dificultad; nos pasaron por encima mientras
la suave luz del sol inundaba la mañana.
"Mira". Le dije a mi gran amigo José Luis. Un
movimiento llamó nuestra atención. Cuando estás en el campo, muchas veces, detectas
a los animales por un color diferente, por un reflejo o por un ligero
movimiento entre los brezos, por algo que no debería de estar ahí; muchas veces
me dicen: "¿cómo lo has visto?". Cuando tienes el
ojo educado te das cuenta que ves las cosas simplemente porque allí no deberían
de estar, un color más claro o más oscuro que lo de alrededor o un ligero
movimiento entre los brezos te llama la atención, enfocas la vista y buscas, en
ocasiones es una falsa alarma pero otras muchas es un animal que asoma la
cabeza, que se gira y le ves la parte trasera o, simplemente, ha pasado entre
los brezos.
Ese día, un movimiento en el borde del cortafuegos llamó
nuestra atención, un precioso lobo asomó y salió al descubierto, al
cortafuegos, se giró y comenzó a andar tranquilamente en dirección contraria a
la nuestra.
Caminaba con la cabeza muy cerca del suelo, parecía que
seguía un rastro, un olor. Los lobos tienen un olfato extraordinario. Un olfato
que les da una enorme cantidad de información, más de lo que realmente
conocemos, un olfato que les permite reconocerse o ser capaces de saber quién
ha pasado por allí, en el territorio que se encuentra o seguir una presa, un
olfato que les guía, advierte y aconseja.
La suave luz de la mañana iluminaba el precioso pelo del
lobo que se entornaba de un color rojizo y una larga sombra se proyectaba sobre
la arena.
El lobo se paró. Levantó la cabeza. Se lamió la pata. Miró a
la izquierda. Escuchó. Nos miró. Se giró y siguió su camino. No éramos un problema.
No le suponíamos ningún peligro. El lobo evalúa con una enorme rapidez lo que
sucede a su alrededor, es capaz de saber y analizar rápidamente su entorno, qué
es un peligro y qué no.
Continuó por el cortafuegos. Bajó la cabeza y siguió su camino. Desapareció
lentamente, según bajaba la ladera se dejó de ver poco a poco hasta que no se
le vio mas. Desapareció. No lo volvimos a ver.
Una preciosa sombra había pasado
por delante nuestro. Nos había mostrado su enorme belleza y su elegancia; habíamos
disfrutado de un precioso animal que solamente quiere continuar su camino y sobrevivir.