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domingo, 29 de marzo de 2015

El lobo del amanecer.

La mañana estaba fría pero era verdaderamente hermosa, una luz de suave color rojo-anaranjado iba cubriendo lentamente cortafuegos, brezos y pinos mientras se iba deshaciendo la fina capa de escarcha que había dominado la noche. Los ciervos caminaban lentamente hacia los pinares y los corzos permanecían atentos a cualquier movimiento extraño ya que estábamos en el territorio del lobo.
Varios buitres leonados pasaron volando muy bajo, aún siendo una hora tan temprana volaban sin problemas, no les hacía falta que el aire estuviera más caliente, volaban sin dificultad; nos pasaron por encima mientras la suave luz del sol inundaba la mañana.
"Mira". Le dije a mi gran amigo José Luis. Un movimiento llamó nuestra atención. Cuando estás en el campo, muchas veces, detectas a los animales por un color diferente, por un reflejo o por un ligero movimiento entre los brezos, por algo que no debería de estar ahí; muchas veces me dicen: "¿cómo lo has visto?". Cuando tienes el ojo educado te das cuenta que ves las cosas simplemente porque allí no deberían de estar, un color más claro o más oscuro que lo de alrededor o un ligero movimiento entre los brezos te llama la atención, enfocas la vista y buscas, en ocasiones es una falsa alarma pero otras muchas es un animal que asoma la cabeza, que se gira y le ves la parte trasera o, simplemente, ha pasado entre los brezos.
Ese día, un movimiento en el borde del cortafuegos llamó nuestra atención, un precioso lobo asomó y salió al descubierto, al cortafuegos, se giró y comenzó a andar tranquilamente en dirección contraria a la nuestra.
Caminaba con la cabeza muy cerca del suelo, parecía que seguía un rastro, un olor. Los lobos tienen un olfato extraordinario. Un olfato que les da una enorme cantidad de información, más de lo que realmente conocemos, un olfato que les permite reconocerse o ser capaces de saber quién ha pasado por allí, en el territorio que se encuentra o seguir una presa, un olfato que les guía, advierte y aconseja.
La suave luz de la mañana iluminaba el precioso pelo del lobo que se entornaba de un color rojizo y una larga sombra se proyectaba sobre la arena.
El lobo se paró. Levantó la cabeza. Se lamió la pata. Miró a la izquierda. Escuchó. Nos miró. Se giró y siguió su camino. No éramos un problema. No le suponíamos ningún peligro. El lobo evalúa con una enorme rapidez lo que sucede a su alrededor, es capaz de saber y analizar rápidamente su entorno, qué es un peligro y qué no.
Continuó por el cortafuegos. Bajó la cabeza y siguió su camino. Desapareció lentamente, según bajaba la ladera se dejó de ver poco a poco hasta que no se le vio mas. Desapareció. No lo volvimos a ver. 
Una preciosa sombra había pasado por delante nuestro. Nos había mostrado su enorme belleza y su elegancia; habíamos disfrutado de un precioso animal que solamente quiere continuar su camino y sobrevivir. 

domingo, 15 de marzo de 2015

Gracias Félix.

Ayer, 14 de marzo se cumplieron treinta y cinco años de la muerte de Félix Rodríguez de la Fuente y, casualmente, también cumpliría 87 años ya que nació y murió el mismo día.
Hace dos años escribí en el blog una entrada de la que quiero recuperar ciertos pasajes ya que es una entrada con profundos sentimientos y emociones muy internas que me sucedieron cuando era muy pequeño pero que las recuerdo con total nitidez.
Mucho se ha escrito de él y su vida; alabanzas, parabienes y críticas; así es que no voy a repetir lo sobradamente conocido; pero quiero intentar transmitir en esta entrada la importancia que tuvo para mucha gente, sobre todo niños, entre los que me incluyo.
Al darse la coincidencia de que nació y murió el mismo día me gustaría felicitarle como si cumpliera esos 87 años y darle las gracias por todo lo que ha supuesto para mi.
Gracias Félix por abrirme los ojos: a finales de los años setenta yo era un pequeño niño inquieto, movido, al que le interesaban todas las cosas que no sabía o no entendía, que se escapaba los viernes por la noche de la cama (no podía despertar a mi hermano que era más pequeño) y se sentaba en el sofá, pegado a la televisión, esperando ansioso a que empezara aquella música que le erizaba los pelos en cuanto comenzaba a sonar y un mundo nuevo se abría ante sus ojos. Un mundo maravilloso. Un mundo lleno de situaciones espectaculares, tiernas, dramáticas, divertidas. Un mundo que estaba allí fuera, al lado de nuestra casa, en nuestros campos. Un mundo fascinante.
Gracias Félix por enseñarme la naturaleza: los capítulos de El Hombre y la Tierra marcaron a una generación de niños que mirábamos fascinados, intrigados, extasiados la naturaleza más cercana, la que nos rodeaba. Seguimos a los lobos en sus andanzas. Conocimos a Gaspar que era capaz de romper un huevo con piedras. Vimos cómo una turona defendía a sus crías de una serpiente. Observamos fascinados y temerosos cuando una nutria cogió a un cervatillo y lo sumergió en un río. Descubrimos algo que se llamaba lirón careto o a las grandes aves que eran capaces de coger hasta una cabra y llevársela o a pequeños pájaros que eran capaces de bucear. Nos adentramos en madrigueras y huecos de árboles. La fascinación era total. 
Gracias Félix por hacernos comprender la importancia de las especies: el embrujo de aquellos capítulos todavía me recorre la sangre (tengo todos y los veo de vez en cuando). Aquel hombre nos enseñó la naturaleza con sus cosas buenas y malas, con sus maravillas y sus problemas, con sus alegrías y sus miserias. Nos enseñó a conocerla, apreciarla y respetarla. Nos enseñó que teníamos que intentar protegerla. Nos mostró animales que podían desaparecer como el lince o el águila imperial y porqué no debían de dejar de existir. Nos mostró el camino a toda una generación de niños. Nos enseñó a valorarla y respetarla.
Recuerdo cuando murió. El impacto que supuso fue tremendo. Me enteré de su muerte en la calle. Había salido del colegio y en el escaparate de una tienda vi una noticia en un periódico que me heló la sangre. Había muerto Félix. El hombre que me había enseñado la naturaleza. Una fotografía con una avioneta estrellada acompañaba la noticia. Era cierto, y una gran lágrima se me escapó en plena calle. Miré a mi madre y me lo corroboró con la mirada y un asentimiento de cabeza que no daba lugar a dudas. Había muerto el defensor de los animales.
Gracias Félix por meternos en el cuerpo el gusanillo del amor por la naturaleza: muchos de esos niños que mirábamos fascinados la televisión dedicaron su vida a la naturaleza, ya fuera de forma profesional o como una maravillosa afición.
Si algo consiguió Félix Rodríguez de la Fuente fue que conociéramos, valoráramos, apreciáramos y respetáramos la naturaleza más cercana, la que está en nuestros campos, en nuestras tierras y que merece toda nuestra comprensión, reconocimiento y fascinación. 
Félix nos enseñó todo eso y mucho más. Seguramente muchos de los que leéis este blog os sintáis identificados con lo que digo; si así fuera, Félix habría hecho un gran trabajo. Siempre le estaremos agradecidos. Gracias Félix.

viernes, 13 de marzo de 2015

Han vuelto los patos colorados.

El pasado 8 de marzo Alfonso Rodrigo descubrió en las graveras de Coreses cuatro ejemplares de pato colorado, dos hembras y dos machos que han llegado a las pequeñas lagunas casi un año después de que lo hicieran por primera vez.
En abril de 2014 también Alfonso Rodrigo descubrió la presencia de dos hembras y un macho de pato colorado; el 28 de mayo de 2014 descubrí la presencia de cuatro preciosos pollos, hecho que supuso la primera cita de cría de esta especie en Zamora.
El 27 de junio de 2014 fue la última vez que pude ver a los dos pollos supervivientes; pudiendo comprobar que uno de ellos apareció nuevamente por las lagunas el 23 de septiembre de 2014. Desde entonces nada de nada hasta el pasado 8 de marzo, día en el que apareció un macho más de los que vinieron en abril de 2014, ¿pudiera ser ese segundo macho uno de los pollos supervivientes del año pasado? Quién sabe, es una posibilidad que nunca se podrá confirmar.
¿Dónde han estado todos estos meses? ¿Han bajado al sur o han estado ocultos en cualquier otro punto cercano hasta la época de cría? Preguntas sin respuesta que dan paso a todo tipo de especulaciones pero desde luego aquí están nuevamente y uno más, lo que si podremos saber es si van a criar o no, el tiempo lo dirá; esperemos que una o las dos parejas consigan sacar adelante una nueva prole que será la segunda pollada que nace en la provincia de Zamora y segundo lugar de cría en Castilla y León junto con el embalse de Monteagudo en Soria.
Las dos parejas se han asentado en una de las pequeñas lagunas; los machos están preciosos con sus llamativos colores destacando en la laguna y ya se puede ver a los dos machos sacando materia vegetal del fondo de la laguna para ofrecérsela a las hembras que rápidamente la cogen de su pico y la comen. El tiempo dirá si crían o no.
Las graveras de Coreses han pasado un invierno complicado, el número y variedad de aves han sido muy bajos siendo una de las causas principales la extraña invernada que hemos tenido en general pero también la presión que han ejercido sobre ellas ciertos cazadores que se han dedicado a cazar en un lugar prohibido; parece que esta llegada de la primavera ha supuesto una bocanada de aire fresco a las lagunas.
En este otoño-invierno pasado algunos de los habitantes más curiosos que he podido ver ha sido la presencia de un tarro canelo (anillado), 21 ánades rabudos o tres espátulas anilladas cuyos anilladores no han contestado desde su observación hace varios meses (algo que por desgracia sucede más de lo que sería deseable); las tres espátulas han sido anilladas en Alemania, Francia y Holanda, pero de sus historiales nada de nada, sin contestación (una lastima, luego querrán que se le manden las observaciones). 
Grupo de ánades rabudos junto a patos cuchara.
Tarro canelo junto a azulones.
Otros habitantes que se pueden ver en este momento por las graveras son: chorlitejo grande y chico, cormorán grande, somormujo lavanco, ánade friso y azulón, pato cuchara, andarríos grande y chico, agachadiza, porrón moñudo, focha común, zampullín chico, cigüeñuela, gallineta o garza real; sin olvidarnos de una buena variedad de pajarillos como el escribano palustre o el gorrión molinero o algunas rapaces como el aguilucho lagunero.
Confiemos que los patos colorados críen también este año, veremos...

miércoles, 4 de marzo de 2015

Cabra montés en Zamora.

El día estaba desapacible, frío, revuelto, el viento traía las finas gotas de lluvia que para unos sería niebla meona y para otros chirimiri; las empinadas rocas de las cumbres se cubrían con nubes que bajaban y subían por el precioso valle que poco a poco se abría para terminar en suaves prados y bosques que se veían iluminados por los rayos del sol que luchaban por salir de entre las nubes. Allí estábamos. Subidos en una roca. Esperando. Buscando. Escudriñando la ladera de enfrente con la esperanza de ver algún movimiento, algún síntoma de que las cabras montesas estuvieran en el valle.
Poli es un hombre tranquilo, sereno, amante de la naturaleza y conocedor absoluto del bosque, la sierra y sus habitantes. Hablar con él es aprender, es una fuente de conocimiento mamado en el campo y un extraordinario fotógrafo, además de amigo. Muchos de vosotros habréis visto fotos suyas en muchos lugares sin saber que lo son; fotografías que guarda, cede y enseña sin darse importancia alguna cuando muchos otros "matarían" (en el buen sentido de la palabra) por conseguir alguna de las fotos que él tiene. Poli es una persona sencilla que ama la naturaleza y no se da importancia de sus logros; con él me encontraba en la peña buscando las cabras montesas.
Después de un rato de revisar peñas y laderas nos giramos y...¡allí estaban! Estaban a nuestro lado, a escasos 80 metros, en una peña más baja que la nuestra, mirándonos, los extraños éramos nosotros.
La cabra montés desapareció de la provincia de Zamora en el primer tercio del s. XX al igual que el oso, el rebeco y un poco más tarde el lince. En enero de 2006 se reintrodujeron trece ejemplares de cabra montés con futuros fines cinegéticos (al igual que los ciervos en la Sierra de la Culebra); estos ejemplares se adaptaron poco a poco a su nuevo territorio y comenzaron a criar.
Allí estaban. Mirándonos. Expectantes. En esta época las cabras montesas están agrupadas; machos, hembras y crías están en el mismo grupo, el celo ya ha terminado pero siguen juntos un tiempo más; han bajado de las altas cumbres a las zonas medias y escarpadas de los valles.
Nos miraban atentas. Expectantes. En cuanto hiciéramos un  movimiento en falso se irían. Su pelaje de invierno es como una suave y amorosa borra que dan ganas de acariciar. Nos miraban. Nos estaban calibrando con sus curiosos ojos en los que destaca, por encima de todo, su pupila horizontal (si queréis recordar por qué la tienen así pinchar aquí) que le da un aspecto extraño y diferente a la mirada. Pasados unos minutos decidieron bajar tranquilamente, sin asustarse, no éramos una amenaza pero más valía poner una distancia prudencial entre ambos.
Las perdimos de vista y bajamos hasta la roca en la que habían estado. Llegamos y nos asomamos con mucho cuidado. Allí estaban. Todavía más cerca. Mirándonos.
Continuaron bajando y pudimos comprobar cómo eran capaces de pasar por lugares inverosímiles, por lugares que cualquier otro animal se caería, por estrechas cornisas en las que se doblaban como si formaran parte de la roca, lugares en los que malamente cabían sus patas y además estaban inclinados. Patas que parece tuvieran un antideslizante; sus pezuñas son muy duras y puntiagudas, con las cuales se sujetan a las rocas de una manera increíble.
Todo el grupo era guiado por una hembra vieja, era la única con crotal en ambas orejas, era la única que quedaba de las que se soltaron inicialmente en 2006, esta hembra tendrá entre 12 y 14 años aproximadamente. Era la guía. Todos la seguían en fila. Confiados en que les llevaría a un lugar más seguro.
Subían tranquilamente por la ladera contraria a la nuestra. En una rigurosa y serpenteante fila en la que la hembra guía sabía por dónde iba y a dónde se dirigía. Llegaron a un roquedo en el que parecían encontrarse más a gusto. Allí descansaron unos minutos hasta que la hembra vieja decidió continuar la marcha y sucedió algo que nos dejó intrigados y expectantes. Comenzaron a moverse entre los brezos y, de repente, la hembra se paró en seco y retrocedió como si de un resorte se tratara, imitándola todos los demás miembros del grupo para volver a la zona de rocas. ¿Qué pasaba? ¿Qué había allí, entre el brezo, que le había dado tan mala espina?
Buscamos y buscamos pero no conseguimos encontrar nada sospechoso pero, desde luego, algo había. La hembra guía bajó en vertical unos 150 metros para rodear el lugar, continuó andando unos doscientos metros y volvió a subir hasta el nivel que habían perdido antes; habían rodeado ese lugar para continuar su marcha subiendo por la empinada y encrespada ladera hasta cotas más altas.
Los cuernos de las cabras montesas son permanentes, no se caen como las cuernas de los ciervos o de los corzos, por lo tanto son cuernos y no cuernas. Estos cuernos van creciendo en medrones (anillos) de crecimiento anual hasta más o menos un metro en los machos y unos treinta centímetros en las hembras; para calcular la edad de un macho se cuentan los medrones y se le suma uno.
Nos fuimos. Las dejamos que continuaran su vida con la inmensa satisfacción de haber podido disfrutar de un  animal imponente que eliminamos de nuestra provincia y que ahora está de nuevo entre nosotros; un animal que tenía muchas ganas de ver en Zamora y, que sin la compañía de Poli, al cual se lo agradezco enormemente, hubiera sido imposible de disfrutar.