Hacía mucho tiempo que no contaba ninguna historia de
lobos en el blog así es que voy a contar una de las últimas observaciones que
he tenido de este magnífico animal en la que pudimos disfrutar de un grupo de
lobos en una época muy poco propicia para verlos en grupo.
La mañana estaba muy complicada. Una espesa niebla cubría
por completo la sierra. Niebla muy baja que no hacía presagiar nada bueno. Había amanecido hacía más de una hora y no se veía
absolutamente nada. La resignación empezaba a estar presente en nuestras
cabezas, el día no tenía buena pinta pero, como cuando le das la vuelta a una
tortilla, cambió.
Lo que más frío nos haría pasar fue lo que nos arregló la mañana, el viento comenzó a soplar helador y la espesa capa de niebla se empezó a
desplazar como cuando retiras una gruesa manta de la cama. La niebla
desapareció como por arte de magia y la sierra se abrió esplendida ante
nuestros ojos. Los colores brillaban con una intensidad desmedida que nos hizo
rápidamente ponernos a mirar y a buscar al tan ansiado animal.
El viento que había levantado la niebla acrecentaba la
sensación de frío que se metía hasta las entrañas. El tiempo pasaba y no
aparecían. Grupos de ciervos deambulaban por el matorral y según avanzaba la
mañana se movían hacia sus lugares de encame, un corzo comía tranquilamente y
un solitario zorro prospectaba el terreno en un movimiento constante.
La mañana pasaba y el lobo no aparecía, algo que suele
pasar en la mayoría de las veces en las que lo buscas pero, con el lobo, nunca
se sabe; es imprevisible y, aunque se suele decir que se mueve al anochecer y
al amanecer, en esta época del año podría aparecer a cualquier hora del día.
Bien entrada la mañana me acerqué a mi compañera y le
dije: “Busca ahí que yo busco aquí”, le comenté esperanzado. Segundos después
me dijo muy nerviosa: “creo que he visto algo”. “¿Dónde?”. Le pregunté
acercándome a su telescopio. Miré. Busqué. Esperé y…¡ahí estaban!
Se veían muy mal. Avanzaban entre el brezal tapados por
el bosquete de robles que estaban cruzando. Estaban ahí. Metidos en el
robledal. Había que localizarlos cuando salieran de él…si salían.
Rápidamente nos pusimos a buscar por las zonas que podían
salir. La tensión y el nerviosismo se palpaban en el aire. Aunque lo hayas visto en muchas ocasiones cuando se escucha la palabra “lobo” un
escalofrío recorre todo tu cuerpo y tus sentidos se ponen en alerta máxima,
como así sucedió.
Unas ciervas salieron corriendo del bosquete de robles,
señal inequívoca de que allí estaban. Corrieron unos metros y se pararon. Se
giraron. Estiraron su cuellos, levantaron las orejas y permanecieron en alerta.
Había que seguir a donde miraban, los lobos estaban allí dentro.
Pasados unos minutos, por un lateral del bosquete,
apareció un lobo. Se asomó y observó a las ciervas que no le quitaban ojo. El
lobo se volvió y se perdió tras unas rocas. ¿Se habrían quedado allí?
Los minutos pasaban muy lentamente y nuestros ojos
escudriñaban el brezal que rodeaba a los robles, podían salir por cualquier
lado, podían quedarse allí o salir y que, como fantasmas, pasaran delante de
nuestras narices y no fuéramos capaces de verlos pero no…pasados unos
interminables minutos un lobo salió de entre los robles y otro y otro y uno
más…iban en fila…1,2,3,4…7 preciosos lobos caminaban uno detrás de otro, sin
prisa pero sin pausa.
Las fotos de esta entrada son representativas del momento. |
Su avance era seguro y decidido. Estaba todo el grupo
junto, algo muy inusual en esta época del año ya que la pareja reproductora
debía de estar separada e incluso la hembra ya podría estar preñada pero no,
estaban todos juntos y avanzaban espectaculares por la sierra.
El grupo avanzaba de derecha a izquierda. Según su
comportamiento y aspecto podías saber quién era quién en el grupo, aunque lo de
su aspecto, en muchas ocasiones es muy engañoso ya que puedes estar viendo a un
macho y es una hembra o al revés pero, en este caso, tanto su comportamiento
como su manera de marcar y moverse nos permitió saber quién era quién en el
grupo.
El lobo dominante era un lobo grande, oscuro, muy oscuro,
destacaba de todos por su corpulencia, color y manera de comportarse; la cola
recta y la actitud sumisa del resto cuando se le acercaba nos indicaba quién
era, era el macho dominante que marcó en varios puntos. Era un lobo fuerte y
poderoso que dirigía el avance desde la retaguardia.
Otros dos eran los cachorros del año. Eran más finos, con
un color más uniforme y su comportamiento los delataba. Jugaban. Se quedaban
rezagados persiguiéndose, tumbándose y echándose uno encima del otro. Cada vez
que se quedaban para atrás uno de los otros lobos se les acercaba y les
regañaba mordiéndoles en los cuartos traseros para que arrearan con el
grupo. Ese lobo que les apremiaba parecía un subadulto al igual que otro de ellos y el último
era, al contrario que el lobo oscuro, un lobo muy claro, parecía mas corpulento que
los dos subadultos; había muchas posibilidades de que fuera la hembra
reproductora del grupo (hembra era ya que la vimos marcar en un punto del
recorrido).
Agradezco a Fernando García prestármelas para ilustrar esta entrada. |
Les seguimos en un avance de más de cinco kilómetros.
Iban a buen ritmo, sin casi parar en ningún momento, sólo cuando los dos más
jóvenes se rezagaban o el macho reproductor lo ordenaba. Según avanzaban, los ciervos salían corriendo
despavoridos de sus encames. Corrían unos 50 metros y se paraban, se giraban y
controlaban a los lobos hasta que se perdían entre el brezal.
Avanzaban a buen ritmo, siempre en grupo, no paraban
salvo que uno de los cachorros del año se parara como así hizo en una ocasión
uno de ellos que se paró y comenzó a revolcarse, panza arriba, en algo que le
estaba resultando muy entretenido. A veces, los lobos (al igual que muchos
perros) se revuelcan en excrementos de otros animales o restos para esconder su
olor, quizás, aparte de jugar, este cachorro del año, estaría haciendo eso de
una forma innata hasta que uno de los otros lobos llegó, le dio con el morro y
lo apremió a que volviera al grupo.
Cruzaron caminos, campos, brezales hasta que se
perdieron. Era casi la hora de comer. Habíamos estado prácticamente dos horas
siguiéndolos. Viendo su comportamiento. Disfrutando de como avanza un grupo de
lobos. Donde iba cada uno. Que hacían en el grupo. Quién mandaba y quién
obedecía. Quién era un cachorro del año y quién no. Fue una auténtica lección
de campo de como se mueven y avanzan un grupo de lobos en la sierra.