Si hace unos días os contaba que en una parte del colegio seguíamos a las cigüeñas Margarito y Florinda, por cierto los pollos están inmensos haciendo constantes ejercicios de vuelo para fortalecer sus alas, en la otra parte, seguimos a una pareja de mochuelos. Normalmente sólo vemos uno, el mas oscuro, no sabemos si es la hembra o el macho. Vive todo el año en el tejado del colegio, lo llamamos Pimpollo. La pareja aparece en época de cría y ahí comienza nuestra historia.
Se considera que la población de mochuelos ha descendido desde finales de los años noventa en un 40% fundamentalmente por la alteración de su hábitat (necesita espacios abiertos y posaderos para cazar), la utilización de pesticidas, la eliminación de árboles viejos, setos y lindes.
La otra mañana, a la entrada del colegio, me llamaron. Habia 3 pollos de mochuelo en el patio. Habían caído desde el agujero del viejo muro en el que habían nacido. Todavía no podían volar bien, así que estaban escondidos en una esquina. Temerosos, con los ojos muy abiertos, acurrucados unos sobre otros y actuando de una manera diferente, mientras unos se tumbaban rígidos, como si estuvieran muertos, pero mirando de reojo, el otro abría los ojos tanto que parecía que se le fueran a salir. Al ser muy peligroso dejarlos allí los recogimos y metimos en una caja que guardamos en un cuarto a oscuras para que estuvieran tranquilos, hasta que, por la tarde, los pudiera llevar al Centro de Recuperación de Aves de Villaralbo, donde he llevado varias crías a lo largo de los años.
El mochuelo es un ave nocturna pero durante mucha mañana lo podemos ver en el tejado, encima de una chimenea o asomado en un agujero de las tejas que, curiosamente, tiene como casa durante todo el año pero, en época de cría no; en esta época aparece la pareja, se dice que es la misma de por vida, estos llevan criando unos cuantos años en el mismo sitio, en el mismo agujero del muro en el que les hemos visto traer lagartijas, algún pequeño ratón y sobre todo escarabajos o saltamontes.
Ayer encontré otro pollo de la pareja de mochuelos. Se encontraba en otro patio menos concurrido. Desde la esquina de una ventana me miraba asustado. Sus ojos son impactantes de un amarillo verdoso que impresiona. Ojos que le son muy importantes a la hora de cazar ya que, al tener visión estereoscópica, puede ver cualquier objeto con los dos al mismo tiempo y así calcular perfectamente donde está la presa.
No lo cogimos. Este podrá salir adelante aquí. Hemos visto como, la madre o el padre, baja por la mañana temprano (supongo que por la noche también), a las llamadas constantes del pequeño mochuelo a darle de comer, con lo cual es mejor dejarlo y que los padres terminen de criarlo.
El mochuelo ha estado presente en nuestras vidas, como lo atestiguan refranes comunes como, “cada mochuelo a su olivo” o “cargar con el mochuelo”, por lo tanto dejemos que continúen formando parte de nuestros campos y pueblos, que su vuelo corto y su figura regordeta de bola de plumas se siga viendo en muros, tejados o agujeros de viejos y cansados árboles que los han cobijado siempre.
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