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domingo, 29 de enero de 2012

Pito Real en Zamora.
Al pasear por El bosque de Valorio o por los Tres Árboles seguramente oigamos un sonido como este: pincha aquí. Si levantamos la cabeza y esperamos un nuevo chillido, buscaremos el lugar de donde proviene. Una vez localizado el árbol esperaremos un nuevo sonido o un movimiento que lo delate. Si se mueve a otro árbol veremos un ave que vuela, como a ráfagas, de color verde y amarillo. Si se queda en el mismo árbol lo veremos anclado al tronco o a una rama, con la cabeza levantada, dispuesto a lanzar otro chillido, repiquetear en el árbol o salir volando hasta otro diferente. Es el pito real.
Patas cortas y fuertes con 4 dedos (dos hacia adelante y dos hacia atrás);
cola corta y fuerte sobre la que se apoya.
Cuando era pequeño y veía los documentales del gran Félix Rodríguez de la Fuente en los que salían los pájaros carpinteros me hacía una pregunta que quizás os parezca estúpida pero que a mí me resultaba chocante e incomprensible. ¿Por qué no le dolía la cabeza al golpear tan rápido y tan fuerte en el árbol?
Ahora la respuesta es relativamente sencilla pero entonces era un misterio. El pito real no tiene el pico totalmente recto, sino que tiene una ligera curva que evita que se rompa, de este modo transforma cada golpe en una fuerza de empuje. Pero si golpea tan fuerte, ¿cómo no le repercute en el cráneo? Esto sucede porque entre el pico y el cráneo está reforzado con un tejido esponjoso y tiene unos músculos que se tensan en contra del sentido de los golpes, de tal manera que absorberá la fuerza del impacto.
Muchas veces los veremos en el suelo en busca de hormigas y sus larvas.
Valorio y Los Tres Árboles tienen una buena población de pitos reales. Es curioso verles subir por las ramas en busca de comida o de una buena posición para controlar y avisar de que están en su territorio, son muy territoriales. Se agarran a los árboles con sus dedos dispuestos dos a dos, es decir, dos apuntan hacia adelante y dos hacia atrás, para agarrarse con facilidad y, como están diseñados para vivir en los árboles, tienen una cola muy corta y robusta que apoyan contra el tronco para tener mayor estabilidad y otro punto de apoyo.
Nido de pito real.
Marcas hechas en una rama en busca de larvas bajo la corteza.
Otro elemento importante y curioso es cómo se alimentan. Tienen una lengua larga y viscosa que meten por huecos, fisuras y agujeros en busca de larvas, pero muchas veces te los puedes encontrar en el suelo, casi siempre cerca de un hormiguero, ya que las hormigas, sobre todo sus larvas, son uno de sus platos favoritos. Son aves nerviosas que no paran quietas mucho tiempo y cuando lo hacen se puede distinguir si son machos o hembras de una manera muy sencilla, por sus bigotes. Si son rojos y negros es un macho, si son negros es una hembra.
Pito real que parece una prolongación de la rama.
Las bigoteras rojas indican que es un macho.
Según muchos investigadores mantienen la misma pareja toda la vida aunque durante todo el año permanezcan separados, no muy lejos, pero separados, juntándose para criar. Si vais por Valorio o por los Tres Árboles y los escucháis, mirad hacia arriba y buscarlos. Ahí estarán, y muchos de nosotros sin darnos cuenta.

martes, 24 de enero de 2012

El lobo. ¡Que suerte la de aquel día!

Esta frase podría ser el resumen de una jornada vivida allá por finales del mes de agosto en plena Sierra de La Culebra. Unos familiares venidos desde Madrid me preguntaron si los acompañaba a hacer una excursión por la zona de Villardeciervos. Isa y yo nos unimos a ellos dispuestos a pasar un día haciendo turismo por la Sierra. Les pregunté si querían que fuésemos a hacer una espera, advirtiéndoles que habría que madrugar, lo cual, como me imaginaba, no cuajó, así es que salimos de Zamora alrededor de las nueve de la mañana.
Como imaginé que parariamos en algún punto para observar la fauna les hice una serie de indicaciones básicas que, todo aquel que va a una espera, debe de tener en cuenta. Las primeras fueron antes de salir. Debían de no echarse colonia (los animales nos huelen a distancia y si además les ponemos un "llamador"...)y llevar ropa discreta (aunque la mayoría de los animales no ven los colores; sí distinguen tonos y uno chillón les llama la atención).
Por el camino les dije otras normas como la de no dar un portazo al salir del coche (hay veces que estás en una espera y sabes cuantos vienen por el número de portazos que dan), hablar lo mínimo posible y, si se hace, que sea en voz muy baja; procurar no moverse mucho y, si uno se mueve, hacerlo sin aspavientos y que por supuesto, si veíamos algo, no gritaran de emoción ni empezaran a chillar.
Llegamos a la sierra sobre las diez. Bajamos del coche. Plantamos el telescopio para ver si había suerte y se veían algunos ciervos o corzos. Sacamos los prismáticos y…¡lobo a la vista! No me lo podía creer. Llegar y besar el santo. A las diez y cuarto de la mañana apareció un lobo a unos 100 metros de distancia. Además, lo hizo tranquilamente. De derecha a izquierda entró en una zona de hierbas en la cual se le veía sin ningún problema.
Era un lobo de unos dos años. Despacio, muy despacio atravesó el claro de hierbas, incluso se paró y miró hacia donde estábamos observándolo junto a un grupo de personas que llevaban allí desde el amanecer y no salían de su asombro. Allí estaba. Plantado. Tranquilo. Nos evaluó y como no suponíamos un problema para él continuó con sus quehaceres.
El lobo deambuló por el claro oliendo aquí y allá. De vez en cuando se agachaba, escarbaba y corría detrás de algo, supongo que de topillos, las hierbas no nos dejaban verlo. Aunque a alguno le pueda sorprender, los lobos también cazan topillos. Para un lobo solitario son un buen recurso alimenticio. Así estuvo un buen rato. Cuando consideró que no le traería más beneficios debió de recordar algo ya que cambió por completo de quehacer yéndose un poco más lejos, hasta cerca de un tronco caído, donde comenzó a escarbar. Era su despensa. De allí sacó un buen trozo de carne. Se tumbó y se dispuso a comerla tranquilamente. Allí tumbado se camuflaba perfectamente y, si no hubiésemos sabido que estaba allí, no nos habríamos dado cuenta de su presencia, como suele pasar muy a menudo.
Lobo tumbado entre las hierbas. Aquí se puede ver lo difícil que es localizarlos.
Muchas veces pasan muy cerca de nosotros y no los vemos.
Los comentarios de todos los que estábamos allí eran de sorpresa. Estaba muy tranquilo y tan cerca. Allí estuvo tumbado unos veinte minutos para después levantarse y continuar valle arriba. Cruzó escobas y brezos con su andar elegante. Lo perdimos en un bosquete de pinos y creímos que allí se encamaría pero al cabo de unos minutos volvió a aparecer y continuó valle arriba hasta llegar a un gran pinar donde desapareció.
Todos los presentes comentaban, en voz baja, la emoción del momento. Para muchos había sido su primer lobo y el impacto que les causó los dejó sin palabras.
Tras ver algunos ciervos y corzos, a media mañana nos fuimos para seguir lo que iba a ser en principio un día de turismo. Recorrimos Villardeciervos. Bajamos hasta el molino de Boya. Paseamos por caminos. Recogimos endrinos y escuchamos al Señor Argimiro contarnos, con ese amor que pone en sus romances, la historia del roble del cementerio de Codesal; pero el tema del día y de los siguientes días fue el lobo.
Traté de hacerles entender que lo que había pasado no pasaba nunca. Que habían tenido una suerte inmensa y que era bastante complicado verlos y, tan cerca, más. Que había gente que venía a la Sierra y no los veía, volvía y tampoco, volvía una tercera vez y tampoco. Intenté que comprendieran lo que suponía ver a un lobo en su espacio natural. Que comprendieran la importancia del animal, de sus costumbres, de su vida. Lo que suponía para la sierra la existencia de los lobos. Fue un buen día aderezado por el avistamiento del lobo. “¡Qué suerte la de aquel día!”. Dicen mis familiares cuando lo recuerdan. “¡No lo sabéis bien!”. Les contestó yo.

viernes, 20 de enero de 2012

¿Vale cualquier cosa para hacer una foto?

Esa es una pregunta que automáticamente se debería de contestar. No. Esta contestación es la lógica pero lo lógico está perdiendo terreno ante lo ilógico, lo absurdo y los deseos de, a cualquier coste, conseguir el objetivo propuesto de fotografiar "tal o cual animal" y no sólo eso, sino que "tal o cual animal" deben de estar en una actitud lo más “natural” posible y, por supuesto, lo más cerca posible.
Soy aficionado a la fotografía pero antes soy amante de la naturaleza y si se tuvieran claras estas dos premisas todo sería más fácil. Cuando salgo a una ruta, excursión o paseo llevo la cámara y fotografío lo que me va saliendo y no comprendo, ni entiendo a los fotógrafos de naturaleza, me refiero en este caso a los aficionados, que infringen toda norma de respeto a la naturaleza y al animal a fotografiar.
No comprendo a los aficionados a la fotografía que necesitan acercarse sobrepasándose los límites establecidos. Ni a los que consideran solamente foto buena la que más cerca esté. Ni a los que montan, de forma problemática, un set fotográfico en plena naturaleza (se puede hacer, pero bien). Ni a los que modifican condiciones de hábitat o comportamiento. Todo debe de quedar inalterado. Con varios ejemplos creo que se entenderá mejor.
En una entrada anterior (http://depaseoporlanaturaleza.blogspot.com/2011/09/el-lobo-en-la-sierra-de-la-culebra-iii.html) conté la actitud de unos “amantes de la naturaleza” especiales; pues bien, uno de esos días también conocimos y padecimos al “fotógrafo ansioso”.
Nos encontrábamos observando a la camada de lobos y a los adultos alimentarse de una carroña. Estábamos en un punto que la Junta de Castilla y León había marcado como límite de observación de dicha camada; más cerca no se podía ir. Ahí nos encontrábamos, a unos 800 metros cuando, de repente, apareció un coche. Nuestro comentario fue unánime: “¿pero a dónde va?” Paró en un camino. Bajó un fotógrafo y se empezó a acercar a la camada. ¿Qué consiguió? Posiblemente nada o, con mucha suerte, dos o tres fotos pero, sobre todo, consiguió ahuyentar a toda la manada y no dejarles comer; además de fastidiarnos a todos los que estábamos en nuestro lugar marcado, cumpliendo todas las normas y respetando a los animales y reglas. Al irse la manada, uno de los observadores que me acompañaban, especialista del lobo que había venido de bastante lejos, fue hasta donde tenía el coche el “fotógrafo ansioso”. Lo paró y le recriminó su comportamiento. Su contestación fue, simple y esclarecedora, acerca de sus objetivos: “ya tengo lo que quería”.
Antes de ir a un lugar a fotografiar a un animal debes de conocer el lugar, conocer las costumbres del animal y conocer la normativa vigente (Parque Natural, Reserva de Caza…) y, por supuesto, no molestar nunca al animal objeto de las fotografías. Nuestro “fotógrafo ansioso” incumplió todas. Todo por "su foto" que, seguramente luego, mostraría orgulloso ante amigos o subiría a la red.
El segundo ejemplo lo vivió una de las personas que mejor conoce Las Lagunas de Villafáfila y todo lo que allí se puede ver. Lo voy a contar como lo narró: “Me encontré a dos fotógrafos metidos en el coche, acribillando a un ratonero que se estaba alimentando a escasos metros del camino, zona de La Rasa. En algún movimiento vi que el pájaro quedaba como enganchado y estuve esperando, casi una hora, a que los "pavos" estos acabaran la sesión o el ratonero se fuera. Al final sucedió lo segundo (no entiendo donde está el gusto de fotografiar a un pájaro nervioso durante 1,5 h.) y me acerqué a ver qué comía. Era un conejo al que los fotógrafos habían anclado al suelo con una estaca”.
Aquí se rompe otra de las normas no escritas de cualquier amante de la fotografía. Nunca se debe de modificar el hábitat, ni el comportamiento de un animal y mucho menos estresarlo con nuestra presencia. Y, por supuesto, no capturaremos, ni manipularemos a la fauna para realizar las fotografías.
Para mí una fotografía a un animal es más satisfactoria y bonita no cuanto mejor imagen, técnica o encuadre tenga (si lo tiene, mejor que mejor, pero no es lo básico). No. Es la que he tenido la satisfacción de tomar a un animal en su entorno y comportándose como lo hace normalmente. Para eso hay que pasar desapercibido.
Me gusta el mundo de la fotografía micológica. He participado en varios concursos micológicos y en casi todos, cuando se exponen las fotografías, se escuchan comentarios como: “esa está muy retocada” o “¿cómo va a haber “tal” seta en este hábitat?”. Así es. Para conseguir una foto de gran composición, belleza o técnica se ponen boletus edulis junto a cascadas en una alfombra de musgo, o se coloca un ratón encima de una seta en una posición forzada (¡pero si está muerto el pobre bicho!) o se retoca tanto la foto que los colores son imposibles y la seta parece otra. Todo imposible, pero como la foto queda bonita... ¿Dónde está la ética del fotógrafo? ¿Dónde está el amante de la naturaleza?
En definitiva, fotografiar la naturaleza es apasionante y muy gratificante a nivel personal pero hay que ser discreto, pasar desapercibido y respetar flora y fauna. Si se hace así, la satisfacción será doble. Por un lado observarás a un animal en plena libertad, comportándose normalmente y, por otro, si tienes suerte conseguirás una foto, que aunque no sea de gran calidad (si lo es, mejor) sí será significativa. Además, toda foto tiene su historia y, esa historia, la sabes tú y es tuya.

lunes, 16 de enero de 2012

Bosque de Valorio.

Tercera entrega de los árboles, bosques o bosquetes que me han causado, por diversas razones, una especial impresión. En esta entrada me gustaría hablar del bosque zamorano por excelencia, por lo menos para los que somos de Zamora ciudad, El Bosque de Valorio.
Zona central de Valorio, donde están los grandes pinos.
Desde que tengo uso de razón voy a Valorio. Primero a jugar con mis padres, luego a correr y hacer deporte o de merienda con mi familia y más tarde buscando animales que poder observar y fotografiar. El bosque y volveré a decirlo, aunque alguno me llame pesado, es un “bosque” no un parque, aunque en el s.XIX una parte de él se acondicionara como parque romántico y actualmente, en una parte concreta, nos encontremos con chiringuitos, campos de fútbol o un parque para niños.
Situación de Valorio en la ciudad.
El 20 de Mayo de 2011 fue declarado Zona Natural de Esparcimiento de Castilla y León por la Junta. Figura jurídica de protección para “enclaves de fácil acceso desde núcleos urbanos para proporcionar a la población lugares de descanso, recreo y ocio de un modo compatible con la conservación de la naturaleza”. Esta declaración lo protege de futuras actuaciones irregulares o perjudiciales o, por lo menos, eso espero. 
Valorio con la ciudad al fondo.
Muchos días paseo por el bosque, me gusta sobre todo el otoño y el invierno en él. Los pinos emergiendo de la niebla, el rocío y el hielo le dan un carácter especial y de gran encanto. El bosque ha sido y seguirá siendo lugar de paseos, de caminantes solitarios, de deportistas, de meriendas, de juegos, de flora, de fauna, de naturaleza en general que aflora junto a la ciudad.
Desde la Edad Media se conoce el bosque por dos razones principales. Una porque durante muchos siglos fue utilizado como una explotación forestal y la segunda por la leyenda de la Virgen de La Hiniesta en la que Sancho IV en 1290 salió de caza con su halcón persiguiendo a una perdiz que se refugió en una retama (hiniesta). Al llegar el rey donde se había refugiado la perdiz se encontró con una imagen de la virgen. El rey impresionado le construyó la iglesia de Santa María la Real, surgiendo el pueblo de La Hiniesta. (Actualmente esa parte del bosque desde La Hiniesta hasta los límites actuales ha desaparecido).  
Arroyo que cruza Valorio.
De la flora autóctona del bosque, robles y encinas, quedan  muy pocos ejemplares. Lo que más encontramos son pinos y dado su carácter de aprovechamiento forestal tenemos datos de repoblaciones sucesivas de pinos en el bosque. La que más me interesa es la que se realiza en 1762, en la cual se plantan los pinos piñoneros que pueblan el centro del bosque en la actualidad. Pinos que actualmente dan una imagen grandiosa de Valorio. Grandes pinos que me impresionaban de pequeño por su altura y enorme copa, y lo siguen haciendo ahora. Grandes pinos de tronco grueso que surgen como enormes setas en los que se alberga una enorme diversidad de aves. Grandes pinos que tienen 250 años y siguen erguidos y orgullosos viendo pasar el tiempo y a sus gentes.
Jóvenes junto a los colosos pinos piñoneros.
Valorio tiene una extensión de unas 80 hectáreas distribuidas a lo largo de dos kilómetros y medio de longitud, en el que nos encontramos unas 158 especies de vertebrados (según los datos de un gran conocedor de la fauna del bosque como es J. Alfredo Hernández Rodríguez) destacando una gran variedad de aves, en función de la época del año, nos encontraremos con urraca, buho chico, oropéndola, abubilla, lavandera blanca y cascadeña, carbonero, herrerillo, halcón peregrino, estornino, ruiseñor, pito real, pico picapinos menor, autillo, lechuza,… además de una buena población de conejos, así como ratón de campo, lirón careto o musaraña, y pasos ocasionales de algún jabalí o ciervo despistado que se adentran en el bosque.
Fuente del León.
Otro momento importante de acciones en el bosque es entre 1841 y 1852 en los que se reforesta de nuevo y reacondiciona con la construcción del gran paseo de entrada, La Casa del Guarda, el estanque de Los Pinares y la Fuente del León en 1884. El bosque va perdiendo extensión a lo largo de los siglos y en 1927, con la llegada del tren, termina por configurarse su tamaño actual.
Antiguos jardines y Casa del Guarda.
Estanque de Los Pinares. En la isla se encuentra
 el monumento a Félix Rodríguez de La Fuente.
En estos días de nieblas Valorio parece encantado. Los grises, verdes y marrones se entremezclan formando una paleta de colores que abrazan los pinos, álamos y chopos, mientras un pito real chilla en la lejanía, una lavandera pasea por el arroyo o un corredor hace deporte. Así es Valorio. Lugar de ocio, esparcimiento y disfrute para paseantes, deportistas o amantes de la naturaleza.

martes, 10 de enero de 2012

Gato montés. El gran desconocido.

En estos ocho meses de historia de este blog solamente he hecho una entrada acerca del gato montés y, curiosamente, es la más visitada con diferencia. Ya era hora de que hiciera otra con el mismo protagonista. El gato montés. El gran desconocido.
Es el desconocido porque de todos los mamíferos de nuestro país es al que menos caso se le hace, el que no tiene estudios y no se sabe cual es su población real. Lo poco que se sabe de él es por los gatos con radiotransmisor o los estudiados en centros de recuperación o en cautividad; por el contrario sí tenemos datos de los gatos monteses abatidos durante la existencia de las “malditas” Juntas de Extinción de Animales Dañinos que tanto daño hicieron a nuestra fauna y al gato montés en particular. Las cifras de gatos monteses matados fueron enormes, cifras que, por lo menos a mí, me causan un gran dolor por la pérdida de tantos ejemplares y el capital genético que con ellos se perdió.
Hace tiempo que no veo un gato montés. El último fue una gata. Fue muy cerca de Zamora en una finca que mi familia tiene situada en un paraje en el que hay una enorme diversidad de fauna, tanto en aves como en mamíferos. En una zona específica se ven gatos monteses cruzar el camino o moverse entre las jaras y escobas. Es ahí donde esta gata, de aspecto lamentable, delgada, casi famélica, vivía y se dejaba ver de vez en cuando, sobre todo cuando el hambre le apretaba y al anochecer se acercaba a la finca a hurtadillas en busca de cualquier resto de comida.
Al gato montés, durante demasiado tiempo, se le ha perseguido, no por su piel, como a otros mamíferos, ya que no se utilizaba para la industria peletera sino porque durante mucho tiempo se le consideró un rival que competía con el hombre por especies cazables. Algo que el hombre nunca ha tolerado y que además, para muchos, supuso un negocio, para los llamados alimañeros que a través de Las Juntas de Extinción de Animales Dañinos entre los años 1954 y 1962 eliminaron 3.479 gatos monteses distribuidos de la siguiente manera: Badajoz (1), Cáceres (1), Ciudad Real (157), Cuenca (175), Granada (530), Guadalajara (492), Huesca (6), Jaén (9), Lugo (2), Oviedo (663), Palencia (2), Salamanca (558), Santander (75), Soria (339), Teruel (119) y Toledo (350).
(Estos datos han sido tomados del trabajo realizado por Eduardo J. Corbelle Rico y Eduardo Rico Boquete titulado “La actividad de las Juntas de Extinción de animales dañinos en España, 1944-1968)
Fuente: Dirección General de Montes, Caza y Pesca fluvial, Sección de caza. Juntas provinciales de extinción de animales dañinos y protección a la caza y relación estadística de alimañas capturadas y premiadas  por las Juntas, 1954-1962. Archivo de la Dirección General de Conservación de la Naturaleza, Fondo Documental del Monte, sección Caza, cª 150.
3.479 gatos monteses eliminados en 8 años. Cifra a la que hay que añadir los abatidos en las provincias que no tenían Junta de Extinción como por ejemplo Zamora, y los cazados furtivamente o envenenados. En definitiva, una sangría que le hubiera causado graves problemas (incluso estar catalogado como en peligro de extinción) si no fuera por el oportunismo del gato montés, ya que se alimentan de lo que está a su alcance, de todo lo que puede cazar en su territorio. Si, por el contrario, fuera un especialista, estaría en un serio aprieto como está el lince ibérico actualmente.
Los gatos monteses son nocturnos, sigilosos y solitarios; lo cual les hace ser difíciles de observar. Los verás cruzar el camino o moverse entre las sombras y muy difícilmente pasear a plena luz del día. Esta gata se acercaba en busca de comida y durante un tiempo dudamos si era o no montés (la luz no nos dejaba verla bien). Este es uno de los problemas de los gatos monteses: la hibridación con domésticos. Tras verla en unas fotos que le hicimos ya de noche, nos cercioramos de que definitivamente era montés y joven y sus tetas caídas nos indicaban que estaba criando y sus cachorros tiraban y pedían más, con lo cual la gata necesitaba comida fácil y rápida, razón por la cual acudía a la finca. Así estuvo un tiempo hasta que, de repente, dejamos de verla, desapareció sin más. No sabemos si le pasó algo o, simplemente, cogió fuerzas para conseguir comida por si misma y así no tener que correr tantos riesgos acercándose hasta los humanos.
Riesgos que quedan claro en el “Atlas rojo de los mamíferos terrestres de España” en el que se dice: “No hay estimaciones del tamaño de la población de gatos monteses o de su tendencia en España, pero estudios parciales sugieren que sus poblaciones podrían mantenerse estables o con un ligero declive. La hibridación genética, la transmisión de enfermedades de gatos domésticos o asilvestrados, los procesos de fragmentación y pérdida de calidad de los hábitats naturales y la mortalidad directa derivada de la actividad cinegética parecen afectar negativamente a la especie. De mantenerse o acentuarse el impacto de los factores descritos, en un futuro podría cumplir con los requerimientos necesarios para ser incluido en la categoría VU (Vulnerable) según los criterios A4e (hibridación y competencia con especies asilvestradas) y A2c (pérdida de calidad y superficie de hábitat)”.
(Agradezco enormemente a Poli su impresionante fotografía. Las fotos de esta entrada están tomadas en plena naturaleza, en libertad, menos la primera que está tomada a un gato montés en un centro en cautividad).

jueves, 5 de enero de 2012

Pajarillos de la ciudad.

Zamora tiene una enorme variedad de pajarillos que van y vienen por toda la ciudad. Dentro de la misma nos encontramos con tres zonas principales en las que se mueven: la propia ciudad con sus jardines, parques y árboles, el bosque de Valorio (reivindico de nuevo su condición de “bosque”. No de jardín o parque) y las orillas del río Duero, incluyendo los Tres Árboles. Por lo tanto, nos encontramos con unas condiciones muy favorables para la existencia de estas pequeñas aves, los pajarillos que, aunque con ese nombre no vengan en el diccionario de la Real Academia de la Lengua, siempre los he llamado así, pajarillos y así los seguiré llamando.
Gorrión comiendo flores en la Plaza de La Marina
Con este término me voy a referir a las pequeñas aves, tipo gorrión o lavandera, que revolotean, comen y cantan por nuestra ciudad. Dejaré aparte las aves acuáticas y las que sean más grandes, tipo urraca, oropéndola o pito real. De ellas hablaré en otra ocasión. Me referiré a aquellas que veo en mis paseos por las tres zonas indicadas anteriormente.
Hay una controversia entre los que piensan que cada vez hay menos pajarillos en la ciudad y los que no, pero, disquisiciones aparte, creo que un número considerable de pajarillos se han adaptado perfectamente a vivir en la ciudad. 
Aviones cogiendo barro para el nido en Alfonso XII.
Su adaptación se ha producido siguiendo tres factores:  temperatura, alimentación y seguridad. Dentro de las ciudades la temperatura siempre es superior a la que se pueda encontrar en el campo y este es un hecho que los pajarillos no pasan por alto.
El segundo es la alimentación. En la ciudad disponen de alimento más fácil en vertederos, parques y jardines sobre todo. Aquí en Zamora añadimos dos zonas muy importantes: El Bosque de Valorio y Los Tres Árboles.
El tercero es la seguridad. Dentro de la ciudad los depredadores son menores o incluso no existen y además no hay caza, con lo cual se encuentran más seguros.
Estos tres aspectos son los que han marcado que cada vez más aves se vayan urbanizando. Cuando un ave se viene a la ciudad necesita adaptarse para poder sobrevivir, con lo cual necesitará desarrollar nuevos hábitos para conseguir alimento. Si es capaz de hacerlo sobrevivirá, pero para hacerlo necesitará explorar nuevos lugares, y toda exploración lleva asociada una serie de riesgos. Con lo cual, el cuidado y la necesidad de buscar nuevas oportunidades entran en batalla. Aquí es donde se fraguará el éxito o el fracaso de la adaptación de esa ave a la ciudad. Si el cuidado y la búsqueda están equilibrados, el pajarillo triunfará, se adaptará a la ciudad pero si la cautela puede a la búsqueda de nuevas oportunidades, o al revés, no podrá adaptarse.
Petirrojo en un jardín de Trascastillo.
Por supuesto que en las ciudades también tienen problemas, sobre todo en las contaminadas. Basta decir que nuestro común y querido gorrión, como contaba en una entrada antigua, está teniendo muchos problemas en grandes ciudades y de otras ya ha desaparecido como Londres, Dublín, Edimburgo, Praga o Berlín. En Gran Bretaña han desaparecido 5 millones de parejas en los últimos 30 años. En España, por el momento, la situación no está tan mal, pero sí es preocupante en ciertas zonas como por ejemplo en Valencia, donde ha descendido en los últimos años en un 90% su población y en Madrid están comenzando a desaparecer.
Sus causas pueden ser varias pero entre ellas está la feroz competencia de las palomas y la perdida de alimento por contaminación, la excesiva limpieza de las calles y la eliminación de zonas verdes.
También hemos mejorado en algo. Cuando era pequeño recuerdo que se ponían pajarillos de "tapa" en algunos bares, a algunos os parecerá extraño, pero así era. Por lo menos en eso hemos cambiado, igual que en lo de poner trampas y redes que hace unos años era demasiado común.
En Zamora, de momento, la situación no parece mala, aunque muchos dirán que antes había más pajarillos, y quizás tengan razón. Dependiendo de la época del año, nos encontraremos con unos o con otros. Sería inútil hacer una lista con los que se pueden ver en nuestra ciudad, además no soy un experto y si lo hiciera seguramente metería la pata, simplemente me los encuentro en mis paseos. Os dejo una pequeña recopilación.
Carbonero comiendo una semilla en Trascastillo.
Colirrojo tizón en un jardín junto a la muralla.
Golondrina cogiendo barro en Alfonso XII.
Jilguero en Olivares.
Lavandera blanca en un jardín.
Lavandera cascadeña en el parque junto a Valorio.
Pardillo comiendo junto al puente de piedra.
Pinzón en Olivares.
Verdecillo comiendo junto a la catedral.
Herrerillo comiendo, de forma acrobática, en un parque.
Mosquitero comiendo en la muralla.
Para que sigamos disfrutando de ellos debemos ser capaces de hacer comprender, respetar y valorar que su presencia en la ciudad es beneficiosa y, sobre todo alegre y colorida; y saber que si desaparecieran, nuestras ciudades serían mucho más tristes.
Espero que sigan alegrándonos los días con sus cantos, vuelos y peripecias.

domingo, 1 de enero de 2012

¿Por qué se ama o se odia al lobo?

El lobo, ese animal mítico y emblemático de nuestra tierra, siempre ha sido y será foco de controversia, de constantes enfrentamientos entre sus detractores y defensores. Al lobo se le ama o se le odia.
La respuesta del lado de los que le odian está clara, por dinero. El hombre y el lobo han competido, durante siglos, por el mismo recurso, el ganado, la repercusión económica que tiene su existencia para ciertas personas y, aunque su incidencia sea relativa en la economía del ganadero, principal detractor del lobo, siempre se amplificará y se le acusará de infinitas tropelías de las cuales, en un número considerable, son, cuanto menos cuestionables. En esta incidencia económica deberíamos añadir a la administración que no paga las ayudas, ni en tiempo, ni muchas veces en forma; si lo hiciera, seguramente, se aplacarían muchas de las voces que dicen y dicen verdaderas barbaridades sobre el lobo, sin sentido y que tienen un único fin, culparlo y condenarlo socialmente.
Como me encuadro en los que aman al lobo no voy a hablar más de los que le odian, aunque sé reconocer que es un problema que se debería de solucionar y se hará cuando las dos partes tengan un poco más de mano izquierda y se acerquen a puntos equidistantes en los que unos cedan y otros, sobre todo, paguen.
Fotografía tomada por Poli en la Sierra de la Culebra.
“¿Por qué te gusta tanto el lobo?” Es una pregunta que me hacen muchas veces y que mucha gente no entiende su respuesta. Luego viene: “¿Y te levantas a las siete de la mañana para ir a verlo?”, y después: “¡Estás loco!”. Debo de estarlo pero creo que es una locura sana que no hace daño a nadie y que para mí es una enorme satisfacción.
¿Qué hace que un belga, una madrileña y un zamorano (no es ningún chiste) se encuentren, sin conocerse, a las ocho de la mañana en la sierra y esperen, con un frío de cuidado? El lobo. Ese es el motivo. El verlo unos instantes, si hay suerte, cruzar por un prado o entre los brezos y las escobas.
El lobo atrae a gente variopinta por su elegancia, poderío, inteligencia, por su simbología, por su carácter mítico y un poco mágico, por su belleza, porque el lobo no se rinde, aunque lo empujemos y persigamos, sigue con la cabeza alta buscando su espacio. Estas son algunas de las razones por las que el lobo nos atrajo esa mañana hasta la sierra.
El belga y la madrileña nunca habían visto uno. Era la tercera y cuarta vez que venían hasta Zamora para intentar verlo y no perdían las esperanzas. Esperanzas en una mañana muy fría, en la que los ciervos y corzos comían tranquilamente mientras un zorro campeaba buscando topillos y los pajarillos se desperezaban entonando sus trinos. Pasaban las horas y las esperanzas de los dos decaían según avanzaban los minutos. Les intentaba infundir ánimos haciéndoles ver que podía salir en cualquier momento y que se concentraran en ciertos puntos por los que pasaba regularmente.
A las diez y diez de la mañana el belga dio la voz de alerta, por supuesto en voz baja, no se puede gritar en una espera. Había visto cruzar algo por detrás de unas escobas donde le había indicado. Rápidamente nuestros telescopios se dirigieron al lugar marcado. Si había pasado por detrás de la escoba se dirigiría a encamarse. Les indiqué el camino que iba a seguir para que estuviesen atentos y esperamos. Sabía que iría por allí porque unos días antes había hecho lo mismo. 
Los pinares emergen como islas en un mar de nieblas en la Sierra de la Culebra.
Es el territorio del lobo.
Salió de la zona de escobas y cruzó un campo viéndose perfectamente. Su andar poderoso y elegante nos tenía hipnotizados. Nadie hablaba. Ellos casi ni respiraban. Lo seguimos todo el recorrido. Era un lobo joven que cruzó el campo, atravesó unos brezos y salió a un cortafuegos que recorrió paralelo a la hilera de pinos. De ahí cruzó a otro para perderse en un punto concreto entrando en el pinar. Su recorrido fueron unos 800 metros en los que ni el belga ni la madrileña pudieron articular palabra. Cuando desapareció y levantaron su vista del telescopio, su cara denotaba una alegría y felicidad que les salía por los cuatro costados. Estaban exultantes y emocionados. Hablaban de cómo era, cómo andaba, de su porte, de la cantidad de tiempo que habían tenido que esperar para ver un lobo por primera vez en plena naturaleza.
Sabía que podía aparecer otro y no levanté la vista del telescopio. Era la hora del encame y si había venido uno por esa ruta, por este lado del bosque, seguramente vendrían más.
A los diez minutos de acabar de ver al anterior apareció un segundo lobo. Este era mucho más grande, más poderoso, era un adulto. Según seguían contándose lo que acababan de ver les dije: “¡Ahí viene otro! ¡Y trae algo en la boca!”. Antes de acabar la frase ya estaban pegados en el telescopio preguntando: “¿dónde?”, por supuesto en bajito, repito que en las esperas no se puede levantar la voz (esto va para los del "y yo más"). Tras indicarles el sitio nos fijamos en lo que llevaba en la boca. Nuestra sorpresa fue mayúscula cuando vimos cómo el lobo se movía raro; no era torpe, era un movimiento raro, con el cuello muy estirado y la cabeza levantada para poder caminar con lo que llevaba en la boca: ¡Una cabeza de corzo! Si. Una cabeza de corzo. A algunos les parecerá desagradable pero así es la naturaleza y os aseguro que impresionaba. El lobo con la cabeza de corzo en la boca caminaba en la misma dirección que el anterior. Hizo el mismo recorrido que el primero hasta perderse en el mismo punto del pinar. Seguramente allí tendrían el encame.
Cuando desapareció, el belga y la madrileña flotaban en una nube de satisfacción. En el mismo día habían visto dos lobos. Sus dos primeros lobos. Pero todo no acabó ahí ya que otros diez minutos después de desaparecer este segundo lobo ¡apareció un tercero! Era joven, como el primero, e hizo el mismo recorrido que los dos anteriores.
 Eran casi las once de la mañana y mis compañeros estaban más que contentos, estaban exultantes. Sus esperanzas se habían visto recompensadas viendo y admirando a tres lobos en plena naturaleza, en su ambiente y sin interferir ni molestarlos para nada. Los tres nos fuimos para nuestras respectivas ciudades: Zamora, Madrid y Sevilla (el belga estaba en Sevilla) tremendamente satisfechos y admirados de poder contemplar a tan increíble animal qué es capaz de despertar la atracción de personas tan dispares y de diferentes lugares para venir a verlo a él. Al lobo ¿Por qué será?
(Agradezco a Poli prestarme su magnífica fotografía para esta entrada)