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viernes, 10 de febrero de 2012

Maese Raposo.

Según íbamos por la sierra, en la loma de nuestra izquierda, asomó un buitre leonado en el suelo. Se le veía el cuello y medio cuerpo. Acababa de levantar la cabeza llena de sangre. Había algo. Las urracas y los cuervos revoloteaban exaltados mientras que un grupo de milanos reales esperaba su turno en la copa de una encina cercana.
Desde nuestra posición no veíamos lo que comían, así que subimos la ladera de nuestra derecha hasta tener una visión completa. Comían una cierva.
El buitre se asustó y, tras unas grandes zancadas y un fuerte aleteo, se fue más lejos. Eran las diez y cuarto de la mañana y todavía no podía volar. No había ninguna térmica para poder levantar el vuelo en condiciones. Ante tal escenario decidimos escondernos tras unos arbustos y ver qué pasaba. 
Las urracas y los cuervos no paraban de moverse y comer en ningún momento. Lo hacían en grupos, primero las urracas, luego los cuervos y así sucesivamente. En muy pocos casos se juntaron. De repente, en los arbustos cercanos se movió algo. Un zorro se asomó cauteloso. Los zorros tienen fama de silenciosos y astutos y este tenía que hacer merecimiento a su fama.
Se acercó por la izquierda de la cierva. Caminaba muy despacio. Se paraba, levantaba la cabeza y escuchaba. No se fiaba. No se acercó en ningún momento a la cierva. Se limitó a coger un trozo de carne que se le había caído a algún cuervo y salir corriendo con él a esconderse entre los arbustos. Le costaba estar al descubierto.
Las pupilas del zorro se ponen verticales.
Los zorros son los carnívoros terrestres más extendidos por la tierra. Son silenciosos, precavidos y tremendamente discretos y se mueven normalmente de noche (tienen las pupilas verticales, como los felinos, para tener una mejor visión nocturna), aunque es común verlos al anochecer o al amanecer.
Durante la mañana volvió otras tres veces (no sé sí era el mismo o alguno diferente) comportándose de igual forma. Nunca se acercó hasta la cierva. Se limitaba a coger los trozos que se le caían a los milanos (ya se acercaban a la carroña), urracas o cuervos que eran los dominadores de la situación, aunque apareció un águila real que no bajó al suelo, se limitó a dar vueltas, seguramente bajaría más tarde.
Este ha sido mi último encuentro con maese raposo pero he tenido bastantes. Recuerdo la primera vez que vi uno. Era muy pequeño y mi padre nos llevaba a un pueblo de la provincia de Zamora. En el camino redujo la marcha y nos dijo: “Mirad a la izquierda. Eso. Es un zorro”. Un zorro corría ladera arriba de la colina y lo primero que me llamó la atención fue su cola. Era muy larga. Para un niño pequeño ver un animal con una cola tan larga chocaba bastante (por cierto, me pone nervioso los que llevan la cola de un zorro colgada del retrovisor del coche).
Aquí se puede ver la extraordinaria longitud de la cola del zorro.
La cola supone el 70% de la longitud de su cuerpo. Aparte de larga y bonita tiene una serie de funciones que el zorro aprovecha como lo hace con todo. La utiliza para equilibrarse, para enrollarse y darse abrigo o para comunicarse.
La siguiente vez que vi uno, fue muerto. Atropellado en la carretera. Al zorro el hombre lo ha acosado y perseguido desde hace siglos. Las razones principales han sido: considerarlo un competidor para la caza menor, atacar gallineros y corrales y ser un importante transmisor de la rabia. Un ejemplo de su persecución son los datos de las Juntas de Extinción de Animales Dañinos entre 1954-62. En esos años se mataron “legalmente” 53.754 zorros. Impresionante. ¿Verdad?
(Estos datos han sido tomados del trabajo realizado por Eduardo J. Corbelle Rico y Eduardo Rico Boquete titulado “La actividad de las Juntas de Extinción de animales dañinos en España, 1944-1968)
Zorro cazando topillos. Es muy curioso ver
como se aproxima sigiloso, se para, se concentra y
da un salto en vertical para intentar cogerlos.
Aún así el zorro sigue tirando hacia adelante y lo hace porque es capaz de adaptarse a “todo”. Come de “todo” en función de lo que se le vaya presentando, ya sean frutos, roedores, carroñas, basura… todo lo que pilla. Se adapta a “todo” tipo de ecosistema y son fértiles en la siguiente temporada. Y si la madre muere, los cachorros no se pierden ya que otra de las hembras que viven con ella cuidará a los cachorros.
En otras ocasiones los he visto en problemas. Su peligro en nuestra zona, aparte del hombre, es el águila real, que lo considera comida, y el lobo, que lo considera un rival y, si puede, le atacará. Así le sucedió a un zorro que cruzaba una pradera. Su andar con la cabeza agachada y cola estirada se interrumpió de repente. Se paró. Levantó la cabeza. Estiró las orejas. Levantó el morro y debió de captar el peligro. Eso le salvó la vida porque, como un fantasma, de entre las hierbas, apareció un lobo que se abalanzó a por él. El zorro reaccionó como un rayo y se libró de una muerte segura si lo llega a atrapar el lobo.
En definitiva, el zorro es un superviviente, un todo terreno que se adapta a “todo”.
(Agradezco enormemente a Poli su impresionante fotografía. Las fotos de esta entrada están tomadas en plena naturaleza, en libertad, menos la segunda que está tomada a un zorro en un centro en cautividad).

1 comentario:

  1. Sabes? Entre la juventud se ha puesto de moda llevar colas de zorro colgadas de la cintura... Es algo que a mi no me entra en la cabeza y no llego a comprender. Pero bueno, será que ya va quedando menos piel para hacer abriguitos...
    Un buen relato de las experiencias vividas, como siempre! Un saludo, Pablo.

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