Muchas veces ver un lobo es cuestión de suerte, aunque esa
suerte puedes buscarla mínimamente, es decir, tendrás más probabilidades de
verlo si sabes en la zona por la que se mueve. Aún así pueden estar varias
personas en un mismo lugar, que pase el lobo y no lo vean todos, lo vean unos
sí y otros no. Eso sucede con cierta frecuencia.
El lobo es un animal muy inteligente y un experto en pasar
desapercibido, además de ser una animal eminentemente nocturno, aunque eso no
impide que pueda aparecer a las cinco de la tarde o a la una del mediodía pero,
lo normal, es que se mueva desde el anochecer hasta el amanecer.
Puedes pasar a su lado y no enterarte de que está ahí. O puedes estar esperándolo, porque sabes que está o que tiene pasar, y no verlo, aunque haya pasado delante de tus narices y no lo has visto. Voy a contaros tres
momentos en los que nos sucedió algo parecido.
Está ahí y no lo ves. Pasas a su lado y no lo ves. |
Sabíamos que en la zona había una loba. Sabíamos dónde
estaba y también que el único sitio para verla en condiciones era un claro, en
medio del robledal; José Luis, Ernesto, Pilar y yo no quitábamos ojo del claro. La tarde
empezaba a caer y no aparecía. Nuestras esperanzas se estaban diluyendo a la
par que la luz del día hasta que un zorro asomó en el claro. Entró confiado.
De derecha a izquierda. Olisqueando y buscando topillos que llevarse a la boca.
Todo parecía normal. Cuando llegó al medio se paró en seco, giró y levantó la
cabeza, las orejas tiesas y, al segundo, salió corriendo como alma que lleva el
diablo. Algo pasaba. Su comportamiento no era normal. Acto seguido apareció un
lobo corriendo desde la parte de arriba del claro hacia el zorro que salió de
allí a toda velocidad. El lobo cruzó todo el claro corriendo en la dirección
por la que el zorro había huido. Fueron unos segundos nada más. Éramos cuatro y
Pilar no lo vio. Estaba, en ese momento, colocándose una prenda de abrigo, ya
que empezaba a hacer frío. Coincidencia y mala suerte a partes iguales que no
acabó ahí, ya que, minutos más tarde, volvió a cruzar el claro en otra dirección y Pilar se lo
volvió a perder pues estaba lamentándose de su mala suerte anterior y no
estaba mirando por los prismáticos justo cuando pasó de nuevo. Ese día, la pobre Pilar, tuvo razones para lamentarse profundamente y muchas veces me lo recuerda.
Cruza y no te da tiempo a enfocarlo o no hay luz suficiente o, lo que es peor, no llevabas la cámara. Pero es un momento inolvidable. (Sé que la fotografía está desenfocada. Está puesta adrede) |
En otra ocasión caminábamos, José Luis, su cuñado y yo, por la sierra . Estábamos preparando una ruta para un grupo. Caminábamos tranquilamente.
Hablábamos de las posibilidades de la zona, las huellas que íbamos encontrando
y el camino a seguir. Paramos en una
cresta desde la que se divisaban varios valles. Cogimos los prismáticos y
miramos a ver si había corzos o ciervos, ya que la zona era muy propicia pero
la hora no; eran las once de la mañana. Cada uno nos pusimos a mirar hacia un
lado. Uno a la ladera de enfrente. Otro al valle de la izquierda y yo al de la
derecha. Me giro y lo hago hacia el lado que no mirábamos. En ese momento. A
unos 25 metros ,
por el camino que acabábamos de venir, cruzó un lobo de derecha a izquierda del
camino. Mi sorpresa fue enorme. Acabábamos de pasar por allí no hacía ni cinco minutos y el lobo había esperado a que pasáramos para cruzar él. Me quedé
perplejo. Avisé a mis compañeros que rápidamente miraron al sitio indicado. No
lo volvimos a ver y eso que cruzó por un descampado y se metió en una zona de
brezos y robles jóvenes. Sabíamos que estaba ahí pero no fuimos capaces de volver a verlo. Así es el lobo. Aparece y desaparece como por arte de magia.
También puedes verlos (4 lobos) pero a demasiada distancia para la cámara que llevas. Ahí están y el momento lo recordarás siempre. |
El último caso fue tremendamente curioso y no fue mala
suerte sino sorpresa e incredulidad. Sucedió una tarde de verano. A finales de
agosto. Me encontraba con toda mi familia merendando en una finca que tenemos cerca
de Zamora. La mesa estaba muy animada y entre tortilla y pimientos me quedé
mirando la ladera de enfrente. De los arbustos había salido…¡un lobo! Cruzó
toda la ladera tranquilo, sin prisa, mientras todos los que estábamos en la
merienda lo mirábamos perplejos, llenos de incredulidad. Éramos siete y lo
vimos todos. Hasta mi sobrina de tres años que decía que era un perro y luego
le explicamos que lo que había visto era un lobo y a todo el mundo se lo
contaba; por cierto, explicarles a los niños, que no todos los lobos son malos,
que no son como los que salen en Caperucita, los Tres Cerditos o cualquiera de
los cuentos clásicos y que, durante siglos, se les ha acusado y creado muy mala
fama de una forma interesada. Antes era en los cuentos donde se pregonaba su
mala fama, ahora, en los periódicos con noticias exageradas o amplificadas de
una manera excesiva.
El lobo es un animal astuto e inteligente y muy difícil de
ver, aunque a veces nos sorprende con encuentros inesperados (como este último que os conté) aunque para verlo hay que echar
muchas horas en el campo y muchas desilusiones o frustraciones pero cuando lo
ves, siempre es diferente y siempre es una ocasión especial y única aunque sean unos pocos minutos o segundos.