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martes, 28 de abril de 2015

Por una ribera sayaguesa.

Las riberas sayaguesas son un paseo estimulante y maravilloso en primavera. El agua, los colores, los sonidos y los silencios se entremezclan formando un conjunto de sensaciones que te van abordando según caminas por sus orillas.
Este año tienen mucha menos agua que el año pasado con lo cual, si no llueve lo suficiente, se van a quedar sin agua muchas de ellas en muy poco tiempo; por una de esas riberas salpicadas de viejos molinos anduvimos hace unos días, por cierto, ribera o rivera, es una de las dudas que siempre surgen pero, hace mucho tiempo, una persona me explicó como diferenciarlas de una manera muy sencilla: "la "v" tiene fondo, por lo que la rivera con "v" es por el (fondo) cauce del río. La ribera con "b" es alta, por lo tanto, por la orilla".
Las flores formaban grandes alfombras que cubrían la superficie del agua entre las que sonaba y resonaba el croar de las ranas que tenían un coro de concurso mientras una pollada de azulones se escondía rápidamente al tiempo que su madre nos hacía una exhibición de una de sus técnicas de distracción en la que nadaba como si tuviera un ala rota para atraer nuestra atención y así dar tiempo a que sus pequeños se escondieran.
En esta época del año hay unos habitantes muy especiales en la ribera, los galápagos europeos.
Pronto vimos el primer galápago y luego otro y otro, así hasta la muy buena cifra de cuarenta y cuatro. Galápagos esquivos y escurridizos que nos obligaban a descubrirlos de lejos y acercarnos con enorme sigilo y escondiéndonos para poder fotografiarlos ya que al menor ruido se lanzaban rápidamente al agua, a la protección del riachuelo.
De todos los que pudimos disfrutar uno me resultó muy especial, tan especial hasta en la manera de verlo pues hasta que no miré la fotografía no me percaté de él......¿lo veis?
Son como David y Goliat. El tamaño del pie de uno es todo el cuerpo del otro. Es uno de los ejemplares del futuro. Un pequeño galápago que se aferra a la vida, un pequeño galápago que bien pudo ser fruto de una de las cópulas que pudimos presenciar hace unos meses, tras la cual, la hembra saldrá del agua, hará un agujero y pondrá alrededor de dieciocho huevos que eclosionarán en más o menos dos meses. Este proceso de puesta y el nacimiento de los pequeños galápagos es un periodo crítico en la vida de las hembras y de las crías que pueden llegar a ser predadas en más de un noventa por ciento, cifras enormes que suponen una gran perdida de ejemplares.
Cópula de galápagos europeos (fotografía tomada el año pasado).
Ahí estaba el minúsculo galápago haciendo como sus mayores, termorregulándose sobre una roca y, ante el mínimo atisbo de peligro, lanzándose a la seguridad del agua.
La ribera está preciosa. Flores. Verde. Cánticos de pájaros, de ranas nos acompañan en el recorrido y, las mariposas, que despliegan toda su belleza de color y diseño en cada recodo del riachuelo.
Carcharodus alceae.
Polyommatus icarus.
(Agradezco enormemente a Alfredo Hernández
 su ayuda con algunas identificaciones)
Quizás, este año, me haya fijado más en ellas con lo cual pudimos identificar hasta trece especies que me siguen sorprendiendo por su belleza, aunque sean minúsculas; su simetría, su armonía, su color, su diseño son ciertamente espectaculares.
Los galápagos europeos seguían apareciendo asomados en la superficie del agua o sobre las rocas; ahí estaban, soleándose, alerta o entregados a los quehaceres del amor.
Abril y mayo es una época muy buena para verlos y las riberas sayaguesas albergan una de las últimas buenas poblaciones de un animal catalogado como "vulnerable".
No todos los galápagos que vimos fueron europeos también vimos a este par de galápagos leprosos (los dos de la derecha) en compañía de varios europeos sobre las rocas de la orilla. 
2 galápagos europeos (izquierda) y
2 galápagos leprosos (derecha).
En esta ribera dominan los galápagos europeos aunque algún galápago leproso también hace su vida en la misma zona. Tanto los galápagos europeos como los leprosos tienen un crecimiento muy lento, por lo tanto alcanzan la madurez sexual muy tarde; los europeos a los 12-13 años en los machos y en las hembras a los 18-20 años. Por su parte en el leproso los machos lo hacen a los 6 ó 7 años y las hembras a los 10 años. Por lo tanto, su proceso de cría es muy lento y siempre es una maravilla y una gozada poder contemplar un pequeño galápago europeo como el que nos encontramos junto al adulto.
Alcaudón común.
Multitud de aves nos acompañaron en el recorrido, desde milano negro hasta águila calzada pasando por abejaruco, alcaudón común, cuco, carbonero o mirlo común que salpicaron el recorrido con sus vuelos o cánticos e incluso tuvimos la suerte de que, al terminar y volver al coche, más de cien buitres leonados se levantaron a pocos metros nuestros y nos ofrecieron un espectáculo inenarrable ya que fueron pasando sobre nuestras cabezas a muy, muy poca altura permitiéndonos ver con detalle su enorme envergadura que vista de cerca impresiona; incluso un buitre negro se levantó del festín que no pudimos ver ya que una loma, varias cercas y árboles nos impedían ver que estaban comiéndose.
Buitre leonado.
Traca final a un hermoso y placentero paseo que nos abrió el apetito, con lo cual, nos dirigimos hasta los cercanos arribes del Duero donde nos dispusimos a pasar la tarde deparándonos un buen número de sorpresas que serán el tema de la próxima entrada.

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