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jueves, 28 de abril de 2016

Sigue la agujeta escolopácea y mucho bicherio.

Nueva visita a las lagunas de Villafáfila que están espléndidas, con un aspecto inmejorable, el agua es vida y a ella se acercan multitud de aves que buscan en ella refugio, alimento, tranquilidad o un lugar idóneo para criar.
El objetivo principal del día era poder volver a ver la agujeta escolopácea que había visto el pasado día 24, el tiempo del que disponía no era mucho así es que mi intención era dirigirme directamente hasta donde se encontraba pero, dada la gran cantidad de aves, no pude por menos que parar en un par de sitios.
La Salina Grande está impresionante y las aves rivalizan por el escaso terreno disponible para poder construir sus nidos. Poder fijarte en la enorme cantidad de gaviotas, pagazas o fumareles que hay es imposible, dada la distancia y la cantidad, además, se mueven constantemente, se tapan entre la hierba o vuelan y, cuando se vuelven a posar, a buscar otra vez. Así me pasó con dos de las observaciones del día: una gaviota cana de 2º año y una gaviota patiamarilla adulta que pude ver en el gran grupo que paré para observar. Después de localizarlas con el telescopio, sacar la cámara y buscarlas por el visor…¡todas a volar! Un aguilucho lagunero pasó por encima de ellas asustándolas y causando un enorme revuelo.
En ese grupo también pude ver y esta vez si pude hacerle alguna foto testimonial, una gaviota cabecinegra adulta que nadaba por la orilla y se subía a la pequeña isla en la que las gaviotas reidoras rivalizaban por un lugar en el que asentar su nido, incluso algunas ya estaban echadas en él.
Gaviota cabecinegra a la izquierda de la imagen.
Esta pequeña zona en la que localicé la gaviota cana de 2º año, la patiamarilla y la cabecinegra estaba realmente animada ya que conté hasta 18 zampullines cuellinegros que andaban en cuestiones amatorias e incluso hacían también sus nidos entre las gaviotas reidoras mientras un macho de cerceta carretona nadaba por la laguna.
Macho de cerceta carretona detrás de una pareja de pato cuchara.
Todo esto en una pequeñísima zona de la inmensidad de la Salina Grande donde, en las islas mayores, el grupo de gaviotas era muchísimo mayor.
Garcilla bueyera.
Continué hasta recoger a Cristian Osorio entre cernícalos primilla, pagazas piconegras, fumareles comunes, cigüeñuelas, avocetas o garcillas bueyeras para dirigirnos al lugar en el que se podía encontrar la agujeta escolopácea; al llegar, Alfonso Rodrigo (no dejéis de entrar en su gran blog: el Pernil) la tenía localizada, lo cual nos ahorró mucho tiempo, además, nada más llegar pudimos ver una canastera que volaba de la zona.
Agujeta escolopácea entre cigüeñuelas.
Allí continuaba la agujeta escolopácea, en el mismo lugar en el que la dejamos del día 24. Un lugar complicado de ver ya que está lejos y lleno de pequeñas zonas de hierba tras las cuales la pequeña agujeta se mueve como pez en el agua quedando tapada en muchas ocasiones. Es curioso verla nadar entre las cigüeñuelas con las que está asociada. Se mueve alimentándose durante un tiempo para pararse y quedarse descansando otro buen rato.
Cada vez me parece más increíble que una pequeña ave como esta sea capaz de venir desde su lugar de origen, si nos paramos a pensarlo bien, es realmente un esfuerzo titánico, seguramente haya llegado hasta aquí empujada por una fuerte borrasca pero, hay que recordar, que tiene que volver…y eso es mucha tela.
Después de que Cristian Osorio y Alfonso Rodrigo, dos de los mayores conocedores de las lagunas, marcharan me quedé algo más de tiempo observándola hasta que, pasada una media hora, se levantó y voló junto con las cigüeñuelas, todavía más lejos, quedando tapada por completo e imposible de ver.
Pareja de tarro blanco.
Aguilucho cenizo.
Pareja de pato cuchara.
Avoceta.
Cigüeñuela.
Gaviota reidora.
Permanecí en el lugar una hora más, sin éxito, mientras avocetas, aguiluchos cenizos, tarro blanco, correlimos comunes o chorlitejos grandes se movían de un lado para otro sin descanso o surgían disputas entre depredadores por intentar robar unos a otros la comida recién capturada.
Según marchaba un precioso macho de avutarda se esforzaba en conquistar a una hembra ofreciéndole su mejor exhibición haciéndole la famosa rueda. Villafáfila está increíble, hay que verla.

lunes, 25 de abril de 2016

Agujeta escolopácea y más en Villafáfila.

Fantástico día en las lagunas de Villafáfila que comenzó siendo un agradable día familiar y se aderezó con grandes observaciones que disfrutamos enormemente.
Todo comenzó mientras comíamos en uno de los restaurantes del pueblo y saltó la noticia: Carlos Villaverde y Tino Fernández habían descubierto una agujeta escolopácea en una de las lagunas, primera cita para Zamora y tercera para Castilla y León. Acto seguido llamé a Cristian Osorio, uno de los mayores conocedores de toda la reserva (al cual quiero agradecer enormemente su fotografía y su amabilidad, además del enorme saber que atesora) que ya la había visto, quedando con él para ir a buscarla.
La agujeta escolopácea cría en el noreste de Siberia, en Alaska y en Canadá, invernado desde el sur y oeste de Estados Unidos hasta Centroamérica, con lo cual, verla aquí es toda una sorpresa. Seguramente este ejemplar haya llegado hasta nuestras tierras empujado por una fuerte borrasca, lo cual, nos permite ver una especie diferente y curiosa, toda una rareza.
Llegamos al lugar y comenzó la búsqueda. Pasados unos minutos Cristian la encontró moviéndose por el agua, a una distancia enorme, entre cigüeñuelas y avocetas. La primera impresión al verla es que estás viendo un cruce entre agachadiza y aguja ya que te recuerda tanto físicamente como en comportamiento a ambas especies. Allí estaba. Tranquila. Alimentándose a miles de kilómetros de su lugar de origen.
La distancia era tan grande que poder sacar alguna fotografía era misión imposible, espero que siga algunos días y tenerla más cerca. Disfrutamos de ella durante un tiempo hasta que una cigüeñuela se acercó con muy malas pulgas, picándola y obligándola a levantar el vuelo, lo que supuso que no la volviéramos a encontrar.
Villafáfila está impresionante. Agua y agua por todas partes le dan un aspecto maravilloso e inmejorable en el que hay aves por todos lados; al estar tan repartidas parece que hay menos pero, desde luego, hay una gran cantidad y variedad como bien pudimos disfrutar el resto del día.
Mientras veíamos la agujeta escolopácea nos sobrevoló un grupo de gaviotas reidoras entre las que distinguimos, gracias al fino oído de Cristian, para luego poder localizarlas, tres gaviotas cabecinegras: una adulta, otra de 2º año y otra de 3er año, estas dos últimas gracias a Cristian que las identificó rápidamente. Personalmente era mi máximo número de esta gaviota en Villafáfila.
La gaviota cabecinegra es una gaviota preciosa que normalmente se encuentra en el litoral, siendo muy escasa su presencia en el interior peninsular. Villafáfila es uno de los pocos lugares del interior en el que esta gaviota puede criar en muy escaso número.
La siguiente sorpresa fue la aparición de una garza imperial, era la primera vez que la veía en la reserva y me hizo una gran ilusión poder verla en este entorno, algo que no esperaba.
Fueras por donde fueras había algo que mirar. El agua atrae a la vida, el agua es vida, el agua es un espléndido futuro en la reproducción de especies en la reserva; esta primavera puede ser más que espectacular, en cuanto baje un poco el agua, se comenzarán a ver nidos, aunque actualmente ya se pueden ver algunas aves que están construyendo o tumbadas en sus nidos.
Nuestro siguiente punto de visita fue el centro de interpretación donde, mi pequeña se asomaba emocionada con los ojos como platos cada vez que veía una pollada de ánsar común, de los cuales pudimos distinguir cinco polladas con pequeños gansos de diferentes edades, algunos ya muy crecidos.
Al atardecer volvimos a intentar observar a la estrella del día, la agujeta ecolopácea que se encuentra en un lugar muy complicado de ver ya que su pequeño tamaño la camufla perfectamente entre las hierbas y la castañuela. La conseguimos volver a ver unos minutos en compañía de Pepe San Román, Alfredo Hernández y Maribel Martín pero desapareció rápidamente entre unas hierbas. Mientras buscábamos a la agujeta aparecieron dos chorlitos grises y tres correlimos zarapitín entre más de trescientos correlimos comunes que comían junto con avocetas, cigüeñuelas, chorlitejos grandes o archibebe común.
La siguiente observación que me produjo una gran alegría fueron dos fumareles cariblancos en la Salina Grande entre una enorme cantidad de gaviotas al anochecer.
Las lagunas de Villafáfila están espléndidas: pagaza piconegra, fumarel común, gaviota reidora, zampullín cuellinegro del cual conté veinticuatro ejemplares (Cristian había contado 29 anteriormente), pato cuchara, focha común, combatiente, somormujo lavanco, tarro blanco o garceta común son algunos de los habitantes de las lagunas sin olvidarnos de aguilucho lagunero, milano real, aguilucho cenizo, mochuelo o busardo ratonero más un joven de águila real que planeaba en busca de la abundante comida que se mueve por las lagunas. Villafáfila está para disfrutarse y lo bueno está aún por llegar.

domingo, 17 de abril de 2016

De pajarillos por el bosque de Valorio.

Como muchos sabéis en Zamora tenemos un bosque urbano que es, ha sido y será cuna de muchos amantes de la naturaleza que acuden a pasear, disfrutar de sus habitantes, hacer deporte o merendar.
El bosque de Valorio y Zamora han ido unidos desde tiempos inmemoriales. Desde la Edad Media se conoce el bosque por dos razones principales. Una porque durante muchos siglos fue utilizado como una explotación forestal y la segunda por la leyenda de la Virgen de La Hiniesta en la que Sancho IV en 1290 salió de caza con su halcón persiguiendo a una perdiz que se refugió en una retama (hiniesta). Al llegar el rey donde se había refugiado la perdiz se encontró con una imagen de la virgen. El rey impresionado le construyó la iglesia de Santa María la Real, surgiendo el pueblo de La Hiniesta. (Actualmente esa parte del bosque desde La Hiniesta hasta los límites actuales ha desaparecido).  
De la flora autóctona del bosque: robles y encinas; quedan  muy pocos ejemplares. Lo que más encontramos son pinos y dado su carácter de aprovechamiento forestal tenemos datos de repoblaciones sucesivas de pinos en el bosque. La que más me interesa es la que se realiza en 1762, en la cual se plantan los pinos piñoneros que pueblan el centro del bosque en la actualidad.
Otro momento importante de acciones en el bosque es entre 1841 y 1852 en los que se reforesta de nuevo y reacondiciona con la construcción del gran paseo de entrada, La Casa del Guarda, el estanque de Los Pinares y la Fuente del León en 1884. El bosque va perdiendo extensión a lo largo de los siglos y en 1927, con el paso del tren, termina por configurarse su tamaño actual, aunque, la llegada de otro tren, el AVE ha vuelto a determinar su configuración.
El bosque de Valorio tiene una extensión de unas 80 hectáreas distribuidas a lo largo de casi tres kilómetros de longitud, en el que nos encontramos unas 158 especies de vertebrados (según los datos del gran conocedor de la fauna del bosque, J. Alfredo Hernández Rodríguez) destacando una gran variedad de mariposas y de aves, en función de la época del año.
En esta entrada me voy a centrar en algunas de estas aves, concretamente en los pequeños pajarillos que podemos encontrar cualquier día que bajemos actualmente a pasear por el bosque.
El bosque de Valorio está surcado por un pequeño riachuelo que lo atraviesa en parte, conformando un estrecho bosque de ribera en el cual  muchos pajarillos se mueven de rama en rama. Tanto en las riberas del riachuelo como en el resto del bosque una gran variedad de pequeños pájaros van a alegrarnos el paseo con sus cánticos y movimientos. Valorio nunca defrauda y, siempre que paseas por él, vas a ver o encontrar algo interesante.
La época que más me gusta pasear por Valorio es en invierno; las nieblas, el verde, el suelo cubierto por una fina helada o los árboles sin hojas te permiten ver muy bien a los pequeños habitantes que se mueven entre las ramas y el suelo.
En un recorrido virtual a lo largo del invierno hasta la actualidad el bosque te mostrará una amplia gama de pequeños habitantes que se mueven en sus quehaceres cotidianos. Habitantes que pueden vivir en el bosque permanentemente, que pueden venir en invierno o en visitas ocasionales.
Petirrojo.
Pinzón vulgar.
Escribano soteño.
Mito.
Carbonero garrapinos.
Verdecillo, verderón común, petirrojo, gorrión común y molinero, carbonero común, herrerillo común o pinzón vulgar son algunos de los más habituales que puedes encontrar en un día cualquiera de paseo por el bosque; mosquitero común, picogordo, curruca capirotada, agateador, chochín, escribano soteño, pardillo común, lúgano, colirrojo tizón, lavandera blanca o cascadeña, mito, acentor vulgar, jilguero o pico menor aparecen en mayor o menor medida en el bosque.
Estos pequeños habitantes conforman un bosque lleno de vida, de alegría, por el que es una auténtica gozada pasear; al que desde muy pequeños nos llevaban nuestros padres a jugar y veíamos con ojos curiosos como, un montón de pajarillos sin nombre, se movían de un lado para otro y que poco a poco fuimos poniendo nombre a todos ellos.
Pardillo común.
Pico menor.
Picogordo.
Lúganos.
Agateador común.
Chochín.
Valorio no se olvida. Hay que bajar de vez en cuando, es una necesidad, es un sentimiento y más ahora que bajo con mi pequeña que está empezando a descubrir la naturaleza y, en estos días, baja emocionada a ver los patitos que se mueven en el riachuelo.
Pollada de ánade real.
Sus pequeños y expresivos ojos se abren de par en par cuando los descubre entre las hierbas del riachuelo llamándolos para que vengan hasta que recuerda que no puede chillar y pone el dedo en la boca en señal de silencio para que te calles porque sino se van y va señalando al “papá”, a la “mamá” y cuando algún pequeño se aleja demasiado de la hembra se pone nerviosa y le empieza a decir que vaya con su “mamá”.
Disfrutemos del Bosque de Valorio. Disfrutemos de un lugar maravilloso que tenemos en nuestra ciudad. Seamos conscientes de su valor y de su importancia y, por cierto, no estaría mal que abrieran el centro de interpretación que hicieron hace años ya que, cerrado ¿sirve para algo?

domingo, 3 de abril de 2016

Anillas en Villafáfila.

En mis últimas dos visitas a las Lagunas de Villafáfila he podido leer dos aves anilladas, algo que me parece realmente complicado ya que en las lagunas las distancias son enormes y para conseguir leer alguna anilla debes de tener bastante suerte y que esa ave esté situada un poco más cerca de lo habitual.
Como he comentado en algunas ocasiones, me encantan las aves anilladas, me parece muy interesante poder seguir sus evoluciones, poder saber por donde se ha movido, cuando fue anillada o que ruta ha seguido. Estas aves siempre tienen algo que contar, una historia única y fascinante.
En Villafáfila lo que más se suele ver anillado son los ánsares, leer su código es más fácil ya que el collar que portan es bastante más grande y, además, se dejan acercar más; después las grullas y, por supuesto, las fochas las cuales se suelen ver en la laguna de la Casa del Parque aunque he podido leer algunas fochas fuera de ellas. También he leído combatiente y pagaza piconegra.
La primera de las aves anilladas que he conseguido leer estos días es una espátula que vi el 20-3-2016 en la laguna de La Rosa. Este ejemplar se encontraba en un grupo de 16 que estaban descansando en la pequeña laguna.
Esta espátula fue anillada como pollo en Bélgica el 18-5-2012 en Beveren-Verrebroekse-Blikken, su código es AlBf/LYR y es la primera vez que se ve fuera del entorno Bélgica-Holanda.
Ha sido vista dos veces en Holanda, nueve en Bélgica y este avistamiento en Villafáfila (Zamora-España) a 1289 km de distancia de su lugar de anillamiento.
La segunda de las aves es una aguja colinegra que pude ver en la Laguna de La Fuente y que me costó un mundo poder leer entero su código de colores ya que el día era tremendamente ventoso, el telescopio temblaba sin parar, la aguja se movía constantemente y cuando se quedaba quieta lo hacía en el agua tapandose parte de las anillas,
El ave anillada es la del centro pero en esta imagen no se ven
las anillas al estar tapadas por el agua.
Dos horas estuve intentando ver completo el código de colores. Dos horas en las que el grupo de 23 agujas colinegras hicieron la misma rutina varias veces. Primero descansaban en la orilla de una de las lagunas, pasados unos quince o veinte minutos se levantaban volando hasta las praderas cercanas donde comenzaban un frenesí continuo de movimiento para comer sin parar un solo instante. Ahí estaban durante otros diez o quince minutos. Se levantaban. Hacían unos vuelos circulares y volvían a una de las lagunas a descansar nuevamente para comenzar el ciclo otra vez.
Esta aguja colinegra fue anillada en Holanda el 10-6-2015 en Wommels-Zuidhoeksterpolder-Slachtedyk, su código es 2PPCG y fue anillada con 21 días.
Desde su anillamiento solamente se ha visto el 24-2-2016 en Samora Correira (Portugal) y un mes después, el 29-3-2016 en las Lagunas de Villafáfila (Zamora-España).
Siempre que veo un ave anillada me produce una enorme satisfacción y, en este caso, una satisfacción añadida por ser en las lagunas y la dificultad de su lectura.
Como comenté anteriormente hace un tiempo pude leer la anilla de una pagaza piconegra. Estaba anillada en Sierra Brava (Zorita-Cáceres) el 11-7-2007 y la pude ver el 4-7-2014 en Villafáfila, siendo esta la única observación de esta ave desde que fue anillada.
También un combatiente me contó su historia; estaba anillado en Holanda y esta si que la conté en una entrada anterior, pichar aquí para recordarla.
Una anilla es como si fuera el DNI del ave que la lleva. Esa anilla llevará un número y un remite nacional que servirá para saber todos los datos de esa ave. Pero no solamente es importante anillar al ave sino que es tan importante o más, intentar seguir sus evoluciones para lo cual es básica la comunicación de todos aquellos observadores que la ven y leen la anilla.