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lunes, 23 de abril de 2018

Roquero rojo y mucho más en Villafáfila.

No nos lo podíamos creer. Nuestra cara de asombro y exclamación no tuvo parangón. Mi amigo Fernando García y yo nos mirábamos asombrados. Un precioso macho de roquero rojo asomaba detrás del palomar. Allí estaba. Elegante. Precioso. Un ave que nunca pude imaginar ver en las Lagunas de Villafáfila.
Un ave que he visto muchas veces en la sierra o en Sanabria, siempre a cierta altura pero verla aquí, en las lagunas de Villafáfila era absolutamente increíble. Resultó ser la segunda observación de esta ave para las lagunas. La primera fue de Marc Gálvez y Javier Cotín el 5 de abril de 2008.
Estuvimos observándolo un buen rato. Se subía a los postes o a la tapia y miraba atentamente, expectante, hasta que, de repente, se lanzaba al suelo y sacaba una oruga o una lombriz. Era tremendamente efectivo. Tenía éxito casi todas las veces.
En pocos días comenzará a verse en la sierra, en los macizos montañosos hacia donde se dirigiría este precioso roquero que nos deleitó con su belleza en una agradable mañana en las algunas de Villafáfila.
Lagunas que están imponentes. Atrás quedan los meses pasados en los que el agua escaseaba de forma preocupante. Ahora mismo están prácticamente llenas todas las lagunas, más charcos, cunetas y los lavajos que, poco a poco, se irán llenando de vida. Actualmente hay un buen número de aves y especies pero esta semana es previsible que lleguen todavía más.
En la Salina Grande la actividad es frenética. Pagazas piconegras y gaviotas reidoras se afanan por defender sus territorios y en la construcción de sus nidos. Además, pudimos ver dos gaviotas cabecinegras y una patiamarilla.
Pagaza piconegra.
Fumarel común.
Agradezco enormemente a mi amigo Fernando García
prestarme sus excelentes fotografías para esta entrada.
Los fumareles comunes patrullan sin descanso en busca de comida y entre 30 y 40 parejas de zampullines cuellinegros se distribuyen por la laguna. Tarro blanco, avocetas, combatientes, agujas colinegras, ánade azulón y friso, pato cuchara, archibebe, cerceta común, somormujo lavanco y hasta algún cormorán grande se mueven de un lado para otro sin descanso.
Cigüeñuela.
Se pueden encontrar cigüeñuelas en cualquier charco y los correlimos comienzan a aparecer. Chorlitejos grandes, chicos y patinergros, correlimos común, menudo y zarapitín, andarríos chico, grande y bastardo se mueven por los limos en un correteo constante en busca de alimento mientras milano negro y real, águila calzada, busardo ratonero, aguilucho lagunero y cenizo e incluso águila real patrullan en busca de una oportunidad.
Andarríos bastardo.
Chorlitejo chico.
Otra de las sorpresas de la mañana fueron cinco barnaclas cariblancas que comían en el borde de una de las lagunas. Barnaclas de origen dudoso pero que, personalmente, me encanta verlas por las lagunas.
Foto testimonial de las 5 barnaclas cariblancas.
Cernícalos vulgares y primillas (que bajón han dado) se mantenían en el aire para lanzarse en pos de una presa, observados muy de cerca por la gran avutarda que está pletórica. Los machos están espléndidos luciendo sus mejores galas y mostrando todo su poderío; hasta un precios macho de sisón pudimos ver asomando entre las hierbas.
Avutarda.
Espátulas.
Un grupo de 15 espátulas descansaban en la salina y, entre ellas, tres anilladas que nos contaron su historia. Una provenía de Holanda, la NfPG/aRY y fue anillada el 5-6-2015. Otra, la GfYY/aPY fue anillada en Alemania el 3-6-2017 y la tercera seguramente sea también holandesa.
Ánsar común.
Abejaruco.
Porrón europeo y moñudo, zampullín chico, ánsar común (de los que hay las primeras polladas en el centro de interpretación, así como de ánade azulón), garza real, abejarucos, collaba gris, mochuelo, cigüeña blanca, archibebe común, avefría, jilgueros, trigueros o gorriones chillones y molineros dan color a una Villafáfila que está preciosa pero que se va a poner todavía más.

martes, 17 de abril de 2018

Esto también es educación ambiental.

Educación ambiental. Dos palabras maravillosas que deberían de formar parte de nuestra vida así, como están, juntas. La pena es que no se enseña. No forma parte de nuestro sistema educativo y todo lo que se hace al respecto surge de acciones personales o privadas. Educar a los niños y jóvenes en el respeto y cuidado del medio ambiente se puede hacer desde muchos puntos de vista y desde diferentes ángulos. Quiero ir poniendo en el blog diferentes maneras de enseñar educación ambiental que he ido realizando a través de experiencias personales a lo largo del tiempo. Educar es una tarea apasionante y educar en el medio ambiente que nos rodea lo es más.
Todos los veranos desde hace veinte años participo y formo parte del equipo organizador de las Convivencias Medioambientales que se celebran en Puebla de Sanabria organizadas por el AMPA del Colegio Arias Gonzalo de Zamora.
Uno de los objetivos fundamentales de este campamento es la educación ambiental. Lo hacemos constantemente desde inculcarles la manera de moverse en el campo sin molestar y sin dejar residuos hasta el conocimiento, valoración y respeto de los seres vivos que nos rodean pero quiero centrarme en una forma muy especial de hacerlo, a través de nuestra Plaza Mayor.
Dentro del campamento tenemos un lugar que se decora todos los años de diferentes maneras en función del tema elegido pero en él siempre aparecen, junto con el tema principal, elementos medioambientales. Uno de los años todo el espacio se decoró con relación al medio ambiente pero... empecemos por el principio.
Un enorme salón desangelado, de paredes blancas y tristes va a ir cobrando vida poco a poco. Tres días y medio de trabajo van a dar lugar a la creación de un nuevo mundo. A la creación de un enorme mural de más de 50 metros cuadrados en el que todo, absolutamente todo, se hace por algo y sirve para algo.
Poco a poco “el nuevo mundo” va apareciendo y donde no había nada surgen cientos de personajes de todos los tamaños y formas; personajes que tienen algo que contarnos. El gran mural está terminado. Estará puesto algo más de un mes. Luego desaparecerá. Se destruirá.
Llegan unos doscientos niños (en dos turnos de unos cien) que todas las mañanas se reúnen entorno a él. Esperan curiosos y ansiosos: ¿Qué nos contarán hoy? ¿A quién conoceremos hoy?
Lobos, osos, ciervos, corzos, mariposas…cientos de animales viven dentro de este gran mural. Gran mural que sirve para contar, a través de los dibujos, innumerables historias, situaciones, curiosidades o datos: ¿Qué diferencia hay entre una oruga y un gusano? ¿Cómo vive un lobo en grupo? ¿Cuál es el ciclo de las mariposas? ¿Y de las ranas? ¿Qué función hacen los árboles? ¿Qué es un ecosistema? ¿Por qué un búho no hace ruido al volar? Todo es posible en este enorme mundo de seres vivos.
Enorme mundo que los niños esperan expectantes cada mañana; te preguntan: ¿qué animal es ese? ¿por qué este tiene esto? y ese...¿cómo se llama? 
Los niños son esponjas. Esponjas que deben de ir absorbiendo conocimientos medioambientales de una forma amena, didáctica y divertida. Conocimientos que se les podrán olvidar pero lo que nunca se les olvidará es el respeto que tratas de inculcarles en el amor a la naturaleza. Este gran mural es una manera de hacerlo.

martes, 10 de abril de 2018

Santoña: la muda del colimbo grande.


En los documentales que podemos ver en la televisión aparecen preciosos colimbos grandes criando en lagos situados en espectaculares paisajes de montañas, árboles o praderas inmensas en la lejana Norteamérica, Groenlandia o Islandia. Esos colimbos, de plumaje espectacular y absolutamente precioso, tienen la cabeza y cuello negros y a rayas, pequeñas manchas blancas en la espalda, ojos rojos y pico negro. Esos colimbos grandes en plumaje nupcial que parece que sólo podemos ver en lejanos parajes también los podemos encontrar, algunos años, en un punto situado en Cantabria, más concretamente en las marismas de Santoña.
El colimbo grande es un ave impresionante, de fuerte pico, cuello robusto y pinta de cormorán cuando lo ves a distancia. Ave proveniente del ártico que cría, como dije anteriormente, en Groenlandia, Islandia o Norteamérica que en un grupo muy reducido de ejemplares pasa el invierno en puntos muy concretos de Galicia, Asturias o Cantabria y es en Santoña, cuando alargan su estancia invernal, donde podemos disfrutar de la maravilla de verlo con sus espectaculares, llamativas y preciosas galas de su plumaje nupcial.
El día estaba revuelto. Día oscuro de nubes negras con amenaza constante de agua y un viento cambiante que tan pronto soplaba muy fuerte como que se paraba y se convertía en una ligera brisa. Habíamos quedado con Alejandro García (aves cantábricas) para dar una vuelta por las marismas. Antes de embarcar dimos una vuelta por el puerto y salto la sorpresa. Un precioso colimbo grande pescaba en mitad del puerto de Santoña.
Su movimiento era constante. Salía y se zambullía sin parar. Se estaba alimentando y tan pronto aparecía en un punto cercano como en otro mucho más alejado entre el ajetreo de barcos de pesca que llegaban a descargar el preciado oro en forma de pescado (boquerón y bonito) que en Santoña se convierte en un modo de vida y de subsistencia.  Era un colimbo grande con su plumaje de invierno.
Embarcamos y salimos a las marismas. El siguiente colimbo grande que pudimos ver estaba a medio cambio entre el plumaje de invierno y el plumaje nupcial.
Ya se podían ver las manchas blancas de la espalda, el cuello y la cabeza se empezaban a oscurecer  y su pico ya se había ennegrecido. Aún cambiando el plumaje estaba precioso. Pudimos ver dos ejemplares diferentes con el plumaje de esta manera.
Los barcos seguían entrando tanto a Santoña como a Colindres seguidos de grupos de gaviotas que no perdían la oportunidad de poder conseguir algo de alimento. 
En las orillas de la marisma agujas colinegras y colipintas, zarapitos reales y trinadores, chorlitos grises, ostreros, garcetas comunes y espátulas buscaban alimento sin descanso mientras un buen número de gaviones atlánticos de todas las edades (vimos un total de doce ejemplares, por cierto algunos ejemplares emparejados, no creo que pase mucho tiempo sin que críen en este lugar) descansaban junto a gaviotas reidoras, sombrías y patiamarillas. En las siguientes imágenes podemos ver en las dos primeras fotos ejemplares de cuarto año (uno más atrasado que otro) y un adulto ( identificadas las edades por Miguel R. Esteban al cual se lo agradezco enormemente).
Charranes patinegros pasaban volando ágilmente sobre somormujos lavancos, zampullines cuellinegros y cormoranes moñudos que se sumergían constantemente en la marisma en busca de comida, incluso una hembra de negrón común nos rodeó entre asustada y curiosa.
Entre todo este movimiento apareció. Allí estaba. El colimbo grande en todo su esplendor, con su precioso e imponente plumaje nupcial.
Apareció de repente. Muy cerca de nosotros. Salió. Nos miró unos segundos con sus espectaculares ojos rojos y desapareció nuevamente para salir más lejos. Estaba espléndido. Su cabeza y cuello negro y a rayas brillaba con la escasa luz del sol. En la espalda, surcada de pequeñas manchas blancas, se acumulaban aisladas gotas de agua que parecían pequeños brillantes en su precioso manto. Los ojos rojos. El pico negro. Era increíble poder disfrutar de un ave tan hermosa y más increíble era haber visto a tres diferentes colimbos grandes con la evolución de su plumaje de invierno al de verano, al nupcial, como se puede apreciar en la siguiente serie de fotografías.
Santoña es un lugar mágico, un lugar especial en el que un buen número de colimbos grandes pasan el invierno todos los años y, de algunos de ellos, podemos disfrutar en su plumaje nupcial cuando prolongan su estancia hasta mediados de abril. En pocos días desaparecerán para volver a sus cuarteles de cría en los idílicos lagos situados en lejanas tierras dignas de un paisaje de postal pero volverán el año que viene para poder disfrutarlos una vez más en las marismas de Santoña, un paraíso para las aves.