La tarde era calurosa. No calentaba como otros días pero el calor se dejaba notar. El polvo del camino se arremolinaba en pequeñas brujas que subían lentamente mientras una cigüeña negra se movía pausadamente en el río buscando alimento.
La cigüeña negra es un ave extremadamente esquiva, hay
que tener mucho cuidado porque al menor movimiento que perciba como un peligro o
que te acerques demasiado, se marchará, es un ave tremendamente desconfiada que
llega hasta nuestra tierra en febrero o marzo para criar y sobre septiembre u
octubre se vuelve a marchar hacia el sur.
Se movía con cautela, sus movimientos eran precisos y
lentos. Estaba pescando. Pasados unos minutos apareció otra cigüeña negra que
pasó volando y se situó en otro lugar del río en busca de alimento. Dos mas
aparecieron poco después. En ningún momento se juntaron. Cada una se dedicaba a
lo suyo. Tres en el agua y una sobre un roquedo. Tres adultas y una que todavía
no lo era, la coloración poco rojiza de su pico la delataba.
La cigüeña negra se incluye en el Libro Rojo de aves de
España como vulnerable y en el Catálogo Nacional de Especies Amenazadas como en
peligro de extinción. En España se estiman unas 400 parejas (SEO BirdLife).
La primera cigüeña levantó el vuelo. Tres ciervos se
dirigían muy cerca de donde se encontraba pescando. Dos hembras y un vareto
(macho de un año) se acercaban al agua.
Eran las seis de la tarde y el calor apretaba. Bajaron
lentamente hasta llegar a una zona de barro donde se echaron y comenzaron a
rebozarse para un lado, para el otro, panza arriba; era curiosísimo verlos
restregándose la espalada con las patas al cielo como si fueran pequeños
cachorrillos a los que les rascas la barriga.
Estos baños les sirven para refrescarse y crear una
película de barro en su cuerpo que les permite evitar a los incómodos insectos
que les acribillan en estos calurosos días, es una magnífica forma de evitar
incomodidades, desparasitarse y evitar posibles infecciones. Con esta capa de
barro los mosquitos y demás insectos no podrán incordiarles tanto.
El vareto, una vez rebozado, comenzó corretear alrededor.
Pequeños saltos. Rascaduras en el suelo. Movimientos de cabeza, de orejas, de
cuello…estaba disfrutando. Este vareto estaba muy atrasado en su cuerna. A
estas alturas debería de tenerla totalmente desarrollada y limpia pero no, a
este pequeño macho todavía le estaba creciendo. Este vareto sería de los nacidos
muy tardíos del año pasado; en ocasiones puede haber hasta mes y medio entre el
nacimiento de los primeros y de los últimos, incluso mas tiempo.
Al poco tiempo se levantaron y bajaron al río donde
bebieron agua y se refrescaron tumbándose en el cauce para, casi
inmediatamente, acercarse a otra gran zona de barro y comenzar un nuevo baile
en el que se embadurnaron por completo nuevamente.
Desde la antigüedad los hombres hemos tomado baños de
barro por diferentes motivos y diversas dolencias pero los animales también.
Los jabalís son muy aficionados a embadurnarse de barro en las llamadas: bañeras, en las que se meten regularmente, sobre todo en primavera y verano
como hizo este grupo familiar de ciervos qué, de repente, levantaron las orejas
y se pusieron tensos, en alerta.
Un mastín se acercó mientras un grupo de vacas caminaba
por la orilla. De un lado las ciervas y el vareto, del otro el mastín y las
vacas. Parecían púgiles esperando la orden del arbitro para comenzar. Pasados
unos segundos el mastín se arrancó y las ciervas salieron corriendo seguidas
del vareto a la seguridad de los brezos y escobas.
El mastín frenó tras una corta carrera. Lo que quería lo
había conseguido: echar a intrusos de la cercanía de las vacas que se habían
acercado todavía más.
Mi foco de atención volvió a las cigüeñas negras y los pequeños
habitantes del lugar. Habitantes que recorren la orilla en un frenético y
constante movimiento para conseguir comida: andarríos chicos y grandes,
chorlitejos chicos y grandes, collalbas grises o lavanderas blancas mientras los
ánades reales nadan tranquilos o los cormoranes se zambullen repetidamente, sin
olvidarnos de las garzas reales que permanecen hieráticas o las cigüeñas
blancas que buscan algo que llevarse al pico sin dejar de mirar de reojo a todo
lo que pueda pasar volando ya sea un peligro o no; ya sea un águila culebrera,
un busardo ratonero o un grupo de buitres leonados y negros prospectando la
zona en busca de cualquier resto que limpiar del campo.
Con la vuelta del mastín cerca de las vacas y los ciervos
ocultos entre el brezo todo volvió a la tranquilidad. Una tranquilidad que
puede ser rota con la llegada de cualquier otro visitante al río en busca de
descanso, alimento, agua o, simplemente, a refrescarse.
Extraordinario reportaje Jose, me ha encantado. Saludos desde Cantabria.
ResponderEliminarHola Germán. Muchas gracias.
EliminarFiquei encantada com esta entrada! Que bonitas aves! Um relato extraordinário! Gracias, gracias!
ResponderEliminarUm beijo
Muchas gracias. Un saludo.
EliminarUn reportaje muy chulo. A ver si este año vuelvo a ver una Cigüeña negra en León. El año pasado se me escapó!
ResponderEliminarUn saludo
Al lado de la depuradora de aguas de Zaragoza, en un ribazo entre campos de labor labrados y resecos por el fuerte viento, recuerdo una hilera de cigüeñas blancas resistiendo el incómodo meteoro. Al final de toda la fila, como repudiada, estaba la cigüeña negra. Fue una estampa inolvidable por la postura unísona de todas frente al viento.
ResponderEliminarPrecioso escenario de observación con un gran documental en vivo.
Saludos.