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lunes, 14 de octubre de 2024

Búho campestre: una hipnótica mirada.

Majestuosos. Elegantes. Poderosos. Me miran. Sus enormes ojos amarillentos me observan tranquilos. Son inquietantemente hermosos. Ahí están mirándome fijamente. Son búhos campestres. Son maravillas aladas que siempre que me encuentro los disfruto plenamente, cada movimiento, cada giro, cada aleteo, cada caminar…
El búho campestre es, como se suele decir, la rapaz nocturna más diurna; se alimenta fundamentalmente de pequeños roedores siendo junto con otras rapaces un fantástico controlador de estas poblaciones, por supuesto mucho mejores que el terrible veneno que, por desgracia, se sigue echando en nuestros campos.
Al ver posado al búho campestre en el suelo tienes una sensación extraña, la sensación de que se va a caer de cabeza, que va a perder el equilibrio, ya que está de una forma muy horizontal, casi paralelo al suelo, no como otras rapaces nocturnas que están muy verticales. La explicación de esa postura es muy sencilla: como pasa gran parte de su tiempo posado en el suelo, tiene que adquirir una posición que no destaque demasiado; si estuviera más vertical se le vería inmediatamente en la llanura; por el contrario otras rapaces nocturnas están mucho más verticales porque tienen que pasar desapercibidas en lo alto de un árbol y deben asemejarse a las ramas que están a su alrededor.
El búho campestre es un invernante común en España llegando desde zonas nórdicas y rusas; desde los años noventa del siglo pasado cría en nuestra tierra, sobre todo en Tierra de Campos, donde encuentra una buena despensa de comida necesaria para sacar adelante a sus pequeños. Zamora alberga una de las principales poblaciones de esta especie en España junto con Palencia y Valladolid. Es una especie que se asocia a la abundancia de comida (roedores, fundamentalmente, topillos) con lo que unos años habrá más que otros en función de la comida disponible.

SEO BirdLife: Distribución observada en el III Atlas (2014-2018)

En el artículo"Remote tracking unveils intercontinental movements of nomadic Short-eared Owls (Asio flammeus) with implications for resource tracking by irruptive specialist predators” de John Calladine, Gunnar Thor Hallgrimsson, Neil Morrison, Chris Southall, Hallgrimur Gunnarsson, Fernando Jubete, Fabrizio Sergio y François Mougeot se cuenta el estudio realizado entre 2017 y 2022 donde se marcaron 47 ejemplares (Islandia (13), Escocia (17) y España (17: Palencia, Valladolid y Huelva).
En ese estudio que contó con la participación del Instituto de Investigación en Recursos Cinegéticos, la Universidad de Valladolid y la Estación Biológica de Doñana, se ha podido comprobar que “las distancias entre áreas de cría han oscilado desde 41 y 4216 kilómetros, observando que hay muy baja fidelidad o filopatria a las zonas de cría anteriores. …En Escocia, hubo una hembra marcada en 2017, que en el año 2018 crió dos veces, una a 41 km de la zona de cría anterior, y otra en Noruega, a 926 km de distancia de esta última”. (Artículo de Alfonso Guido)
Seguimiento de los ejemplares marcados en España. (Artículo mencionado)
Además se ha constatado una estrategia de supervivencia para criar el mayor número posible de pollos, al año, con las mejores condiciones posibles para su supervivencia: “En España, se ha dado el caso de que una hembra abandonó a los pollos una vez estos ya eran capaces de termorregular por si solos, pero antes de que tuvieran total independencia, dejando al macho con el papel de crianza hasta esa independencia absoluta. Esto, denota una estrategia clara, la hembra con capacidad de criar hasta tres veces en un mismo año, optimiza el tiempo de esta manera para volver a comenzar en otro lugar el mismo proceso, y sacar otra pollada de jóvenes búhos campestres y asegurar así las supervivencia y continuidad de la especie”. (Artículo de Alfonso Guido)
Búho viajero, nómada que vuela sin ruido alguno gracias, fundamentalmente, a sus plumas (como el resto de búhos). Plumas que están aserradas en los extremos para amortiguar el sonido que producen al chocar entre ellas así como su disposición especial que hace que el aire fluya entre ellas y no provoque ningún sonido por rozamiento.
Plumas que le dan un color marrón, rojizo, pardo, blanco, leonado que le hace camuflarse perfectamente entre la vegetación de la estepa. Un color que le camufla como a un fantasma cuando se encuentra en el suelo entre hierbas o arbustos.
Plumas que varían de color de unos ejemplares a otros, haciendo que unos sean más blancos, otros más tipo leonados o más oscuros. Plumas que en su disco facial son blancas o amarillas sucias; disco facial de plumas rígidas que hacen la función de antena parabólica dirigiendo el sonido que puedan detectar hacia el oído que tiene recubierto de otras pequeñas plumas marrones que levantan cuando están nerviosos o alterados.
Ahí estaban. Mirándome con esa mirada hipnótica, penetrante que rebusca en tu interior, que te escruta sin remisión. Belleza alada que siempre es una delicia poder disfrutar en nuestra maravillosa tierra.
(Todas las fotografías que aquí aparecen han sido tomadas desde dentro del coche, sin abandonar el camino, ni salir del mismo. No es necesario salir ni perseguir a los búhos para conseguir fotografías de estas bellas aves).

6 comentarios:

  1. Buen artículo y magníficas fotos, me ha encantado. Enhorabuena Jose, un abrazo desde Cantabria.

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  2. Un artículo muy detallado e interesante. Un saludo.

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  3. A mi personalmente, es un ave que me fascina, sobre todo por sus movimientos migratorios, sus desplazamientos nómadas, sus hábitos gregarios, y por supuesto, su belleza.
    En fin, una maravilla de bicho.

    Saludos desde León

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