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viernes, 15 de mayo de 2020

9 años del blog: la mirada del lobo.

Se cumplen 9 años desde que este blog comenzó a andar. 9 años en los que los inicios fueron muy complicados. Quería contar mis propias experiencias, transmitir sentimientos, emociones, inquietudes, valores. Quería dar a conocer la naturaleza que nos rodea para poder valorarla y respetarla.
Nos encontramos en un momento en el que la inmediatez, agilidad y alcance de las redes sociales han ido arrinconando y haciendo que muchos grandes blog hayan desaparecido. Momento en el que los blogs están de capa caída. Momento en el que los blog han ido decayendo pero los que se mantienen siguen siendo una magnífica ventana a la naturaleza, a la difusión de sus valores, a la educación ambiental.
Hace dos años Emilio J. Orovengua me hizo una entrevista en naturablog dentro de las entrevistas blogueras (os recomiendo pinchar aquí para leerla completa). De ella quiero extraer varios pasajes que creo son muy significativos en este momento.
Las redes sociales y los blogs no tienen por qué ser excluyentes, al contrario, pueden ser complementarios, pueden coexistir. Un gran problema de mantener un blog es el enorme trabajo que conlleva. Desde mi punto de vista para poder mantener un blog hay que tener una serie de ideas claras, de características específicas para que funcione: “…fundamentalmente tres: entusiasmo, constancia y capacidad para transmitir. El entusiasmo es básico; tienes que hacer algo que te gusta, que te apasiona, que disfrutas haciéndolo. A ese entusiasmo hay que añadirle el deseo de transmitir, de enseñar, de contar historias. Todo este entusiasmo y deseo de trasmisión serían inútiles sin la constancia. Mantener un blog es arduo, complicado y tienes que ser muy constante para no desanimarte, para no dejarlo”.
Sinceramente creo que “el blog se caracteriza más por sus textos, por lo que cuento en él que por las fotografías. Las fotografías acompañan al texto pero no son básicas, ni determinantes, es evidente que ayudan pero lo verdaderamente importante es lo que quiero contar, lo que quiero transmitir, las emociones, las historias aderezadas con información, con defensa de la naturaleza. Quiero que a la mayoría de la gente que entre en el blog, tengan o no grandes conocimientos, les llegue”.
Después de 9 años, casi 480.000 visitas de todas las partes del mundo, 420 entradas, 1.000 comentarios, una media en los últimos años de casi 6.000 visitas mensuales aquí seguimos y para celebrarlo he querido hacer dos entradas muy especiales sobre un animal mítico, el lobo ibérico. La primera dedicada a mis sensaciones al sentir al lobo (podéis recordarla aquí) y esta segunda acerca de su mirada. En ambas he querido extraer algunos pasajes del libro “Observaciones de campo del lobo ibérico” que nació de este blog.
La mirada del lobo:
Ahí está. Me mira. Nuestros caminos se han encontrado. Coincidimos. Nuestras miradas se entrecruzan durante un tiempo eterno, un tiempo que parece haberse detenido, petrificado. Estamos él y yo. No escucho nada. No hay nada a mi alrededor. Sólo está su mirada. Una mirada de ojos almendrados que parece bucear en tu interior. Una mirada que como decían desde antiguo: “te hiela la sangre”. En cierto  modo es verdad. Es una mirada penetrante, profunda, hipnótica. Una mirada que no puedes dejar de mirar hasta que él decida cambiarla. Es la mirada del lobo.
Mirada que espero poder volver a ver en cuanto sea posible. Mirada que espero volverme a encontrar lo más pronto posible. Mirada que eriza el bello. Mirada que nunca me ha dado miedo. Mirada que siempre me ha dado respeto.
“Mirada que vi por primera vez cuando tendría unos siete u ocho años. El verano terminaba y volvía con mis padres y hermano del Lago de Sanabria, donde habíamos pasado casi dos meses en tienda de campaña; justo antes de llegar al pueblo de Galende, en una curva cerrada hacia la izquierda, mi padre redujo la marcha y nos dijo. “Mirad. Un lobo”. El animal cruzó la carretera de izquierda a derecha y comenzó a subir por un camino. Paramos el coche para contemplar cómo subía con un andar elegante y majestuoso, cómo se paraba, se volvía, nos miraba un instante y seguía tranquilamente”.
El lobo mira y te quedas hipnotizado como me sucedió hace muchos años. “Eran las 8 de la mañana nos dirigíamos por un camino hasta una finca. En una curva de 90º mi hermano dijo: “Para. Un lobo”. Miré a la cuneta y allí estaba. Mirándonos. Escasos tres metros nos separaban de él. Su mirada color miel nos sopesaba, nos medía, nos preguntaba si éramos una amenaza para él. Nos quedamos de piedra. Pasados unos segundos decidió irse ladera arriba. Lo hizo de forma imponente ya que subió corriendo la ladera mirándonos fijamente, sin perdernos de vista. Era increíble verle correr hacia delante, con la cabeza vuelta, mirando hacia atrás, hacia nosotros”.
Mirada que fue muy especial en una soleada pero fría mañana del mes de agosto: “Jose Luis escrutaba los brezos como un vigía que está a punto de descubrir tierra. Noa, su hija pequeña, observaba atentamente todo lo que hacíamos y miraba con sus grandes ojos la zona de la que ni su padre, ni yo, quitábamos un segundo la mirada. Los brezos se volvieron a mover. El movimiento era suave, ligero. No era ni un jabalí, ni un corzo, ni un ciervo. Según mirábamos los tres, un precioso e imponente lobo, se asomó por encima de una peña, entre los brezos. Nos miraba. Nos miraba. Nos miraba fijamente con sus ojos almendrados, cara oscura, grandes orejas, pelo muy corto de verano y expresión seria pero decidida y firme. Su mirada penetrante parecía escrutarnos. Parecía sondearnos. Parecía preguntarse quiénes éramos, qué queríamos, qué hacíamos allí, qué mirábamos, los intrusos éramos nosotros, los observados éramos nosotros, la espera nos la estaba haciendo él a nosotros.
El lobo nos miró durante unos minutos que avanzaron lentamente. Era como si el tiempo se hubiera detenido o avanzara al ritmo de la mirada del lobo, no había nada más, su mirada y nosotros. Nos quedamos hipnotizados ante la mirada de aquel lobo que teníamos a escasos diez metros. El lobo nos miró profundamente, como cuando un ilusionista quiere entrar en tu mente. En ningún momento quitamos los ojos de él. Había que saborear y disfrutar este momento tan intenso, tan profundo. Nada más verlo tuve la fuerza de coger la cámara y mirarlo a través de ella, sólo hice cinco fotos, y son muchas ya que en otras ocasiones no he hecho ninguna al quedarme absorto observando pero, en esta ocasión, las hice.
El tiempo se detuvo durante esos minutos. Ninguno nos giramos a ver que hacía el otro, cada uno saboreábamos el momento a nuestra manera, era como cuando te dejan muy poco tiempo para ver un cuadro de un pintor famoso y quieres aprovechar cada segundo, cada instante. Allí estaba. Mirándonos. Era un lobo adulto. Su porte, expresión y comportamiento así lo delataban, un lobo joven nunca hubiera tenido ese aplomo, esa seguridad a la hora de comportarse, hubiera sido más fugaz, se hubiera movido más rápido pero este lobo no, todos sus movimientos fueron seguros, firmes y decididos pero lentos y suaves. Estaba tranquilo, seguro de sí mismo, confiaba en él. Seguramente nos hubiera oído y decidiera observar quiénes éramos y si suponíamos una amenaza o quizás pasaba por la zona. Nunca lo sabremos. Pero lo que nunca se nos olvidará es su mirada, el hecho de que un lobo adulto y en total libertad estuviera a escasos diez metros observándonos, estudiándonos, no perdiendo detalle de nuestros movimientos y nuestro comportamiento.
Pasaron los minutos y, cuando decidió que había visto lo suficiente, se bajó de la roca y desapareció entre los brezos. Seguimos viendo el movimiento de los brezos que se iba alejando lentamente como cuando sigues las burbujas de una nutria que van saliendo a la superficie. A unos cincuenta metros volvió a asomar. Se subió en una roca y nos volvió a mirar. Seguíamos ahí. Inmutables. Hieráticos. En silencio absoluto sin casi oír ni nuestra propia respiración. No había nada. No existía nada. Sólo estaba el lobo que nos volvió a observar. Tenía que cerciorarse. Estuvo unos segundos en la roca. Bajó y desapareció. No lo volvimos a ver”.
Esa mirada me caló desde pequeño y me sigue calando hondo cada vez que me la cruzo. Mirada de un animal emblemático, icono de nuestra fauna, un animal con el que debemos convivir y sobre todo, respetar. Ese es el lobo y esta es su mirada.

10 comentarios:

  1. Mi más sincera enhorabuena por ese aniversario y por el magnífico blog que no deja de sorprenderme en cada entrada. si a esas increíbles experiencias que has podido vivir le sumas el saber contarlas, no es extraño que tengas el éxito que tienes. Espero que no decaiga el ánimo y lo mantengas durante muchos años para deleite nuestro. Gracias y saludos.

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    1. Muchas gracias. Espero seguir contando historias que os gusten. Un saludo.

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  2. Muchas felicidades por el aniversario que sigas así espero volver al campo contigo pronto un abrazo para los tres aquí se os quiere mucho

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  3. Enhorabuena Jose, a por otros nueve. Tengo tu magnífico libro delante, jejeje. Un fuerte abrazo desde Cantabria.

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    1. Muchas gracias Germán. Espero que te haya gustado el libro. Es algo diferente a los libros tradicionales de lobo. Un saludo.

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  4. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  5. Mi enhorabuena José! no dejes de sorprendernos nunca con tus historias, ya sabes que somos fans tuyos!

    Un abrazo desde León

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    1. Muchas gracias a ti y a tu familia. A ver si nos vemos pronto en el campo. Un asludo.

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  6. Estamos nosotros José, queremos seguir contando cosas a nuestro modo de verlas y disfrutarlas en el clásico blog. Otras redes sociales, quizá, están mas empeñadas en gozar de grandes cifras de "me gusta" y recolectar seguidores. Quedarse en el blog es seguir en la brecha, por que sabemos que hay gente al otro lado que pasan con curiosidad aunque no dejen comentarios. Hay gente que me escribe correos animándome.
    Por lo tanto, sigue con el blog a tu marcha y contando historias especiales a tu modo, con tu innata curiosidad con la que contagiar a la gente que, sin alertar de su paso, te sigue con mucha atención.
    Queda mucho, mucho por lo que ilusionar todavía en esto de la naturaleza.
    Saludos.

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  7. Hola Javier. Estoy de acuerdo contigo. Hay mucha gente silenciosa que pasa por nuestros blogs y se interesa por este mundo tan maravilloso que es la naturaleza. Muchas gracias por tu comentario y un saludo.

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