miércoles, 20 de agosto de 2014

Y el lobo se acercó...

La tarde llegaba a su fin cuando mi buen amigo Jose Luis, gran conocedor del lobo ibérico, y yo vimos cómo un lobo cruzaba un pequeño claro quedando tapado por unas escobas de gran porte. ¿Se habría quedado allí? ¿Habría cruzado sin darnos cuenta?
El lobo es un animal mítico. Un animal que enciende pasiones ya sean a favor o en contra. Un animal que tiene duende. Un animal que está en la cultura popular y que provoca enfrentamientos apasionados, discusiones imposibles y miedos infantiles. Un animal que admiro. Un animal que cada vez que lo veo siento un cosquilleo especial. Una sensación única e indescriptible que recorre todo el cuerpo como un pequeño calambre. Una sensación que este día fue especial, diferente, única e impactante.
Estábamos observando atentos. Expectantes. Ilusionados. El lobo tenía que seguir allí o por lo menos no lo habíamos visto salir. A los pocos minutos Jose Luis dijo emocionado: “Otro lobo”. Un lobo salió de entre las escobas. Se estiró y avanzó lentamente. En ese instante un segundo lobo hizo lo mismo pero este era diferente, era más grande y corpulento, se le veía con más empaque. Avanzó unos metros y orinó. Marcó el lugar. Era el macho alfa. El macho dominante de la manada. El único que podía marcar de esa forma. Era un macho grande. Potente. Hermoso. De porte altivo y andar lento pero seguro. Un tercer lobo apareció en el mismo sitio y nuestras emociones se dispararon, todavía no sabíamos lo que nos iban a deparar los siguientes minutos.
Hace unos días la Junta de Castilla y León ha aprobado el número de lobos que se podrán matar legalmente al norte del Duero desde septiembre de 2014 hasta febrero de 2015. Ciento cuarenta lobos van a ser cazados en ese periodo de tiempo, distribuidos de la siguiente forma: León (50), Zamora (36. Su reparto por comarcas queda así: 15 en Aliste-13 en Sanabria-6 Benavente y Los Valles-2 en Tierra de Campos y Pan), Palencia (31), Burgos (15). Valladolid (5) y Soria (3).
Un cuarto lobo se dejó ver en el mismo lugar. Hizo lo mismo que los anteriores que salieron en fila hacia la parte de arriba pero, cuando iba a desaparecer siguiendo a los otros, se paró. Dio media vuelta y como si hubiera recibido una orden explícita de su general se vino directamente hacia donde nos encontrábamos mientras los últimos rayos del día despuntaban en el horizonte.
¿Cuántos animales con unos, aproximadamente, 1.600 ejemplares en toda Castilla y León (datos del censo del lobo publicado por la Junta de Castilla y León en junio de 2014) se pueden cazar? Matar 140 lobos en una temporada es eliminar casi el 9% de la población de 1.600 ejemplares, pero esos 1.600 ejemplares son para toda la comunidad, con lo cual ese porcentaje del 9% aumenta a algo más del 10% ya que al norte del río Duero hay un número menor de esos 1.600 lobos. Para unos serán muchos lobos muertos, para otros muy pocos y a otros les dará exactamente igual. Unos protestarán porque no se van a matar los 140, otros porque es una locura. Hay sectores de la población a los que la administración quiere tener contentos y estos 140 lobos son un buen ejemplo de ello.
El cuarto lobo venía hacia nosotros. No nos podía ver. Nos debía de presentir. No sabía lo que éramos y venía a curiosear, a saber si éramos una amenaza para ellos. Era como si le hubieran ordenado investigarnos y así lo hizo.
El sol se había ocultado y se veía muy poco. No había luna y la oscuridad lo cubría todo. El lobo bordeó una pequeña pradera y desapareció entre los brezos. Se acercaba. Nos quedamos quietos. En silencio absoluto. Escuchando. Pasados unos minutos un leve ruido delante nuestro nos hizo girar e indicar el lugar. Estaba allí. A escasos diez metros. Entre el brezo. Nuestros sentidos se pusieron en alerta máxima. No veíamos nada pero si escuchábamos. Se movió a nuestra derecha en un andar muy lento, suave, como si no estuviera pisando entre brezos y carqueisas. Se movía y se paraba. Nos debía de estar observando detenidamente. Andaba de nuevo. Estaba a nuestra espalda. Se paraba y oíamos su respiración en la noche. Nos estaba rodeando. Estaba haciendo un círculo en el que nosotros éramos el centro. Quería comprobar e informar a su general lo que éramos y que queríamos. Siguió moviéndose lentamente, muy lentamente, notábamos su presencia, oíamos sus pasos en un susurro, escuchábamos su respiración. Nos dio la vuelta completa. Había terminado su trabajo. Debía de informar. Salió a la pista y oímos cómo se sacudía los trozos de brezo que pudieran haber quedado entre su pelo, era como cuando un perro sale del agua y se la sacude de un lado a otro. El lobo hizo lo mismo y desapareció o por lo menos eso es lo que creímos.
A lo mejor este lobo es uno de los 140 que se quieren eliminar pero ¿por qué? ¿por qué hay que matar ese número de lobos? En la resolución publicada en el Boletín Oficial de Castilla y León se escribe: “teniéndose en cuenta la consecución de los objetivos de minorización de daños”. ¿Minorización de daños? ¿En todos los municipios que se autoriza a cazar al lobo se producen tantos daños? ¿En todos los municipios que se autoriza a cazar al lobo hay daños? ¿Cuántos daños produce el lobo?
Fotografía realizada al día siguiente.
Caminábamos por la pista en silencio. Asimilando lo que habíamos visto, oído y sentido. Un coche iba delante nuestro cuando Jose Luis se paró y dijo: “No me lo puedo creer. Mira”. Me acerqué y, para mi sorpresa, unas grandes huellas de lobo se habían plantado encima de las marcas de los neumáticos del coche que llevábamos a escasos cincuenta metros, delante nuestro. El lobo había pasado entre el coche y nosotros. Había estado en el camino, delante nuestro, seguía observándonos a nosotros y al coche. Estoy completamente seguro que nos siguió hasta que nos fuimos de allí. Hasta que abandonamos el lugar en el que vive, el lugar en el que intenta sobrevivir, el lugar en el que el espíritu del lobo es libre, por mucho que le pese a muchos hombres.

sábado, 9 de agosto de 2014

El pequeño corzo.

En el lugar que estoy pasando el verano no dispongo de internet con lo cual actualizar el blog es complicado pero eso no quita que no tenga vivencias que contar, algunas de ellas muy difíciles de olvidar. Quiero empezar con la historia de un pequeño corzino.
El pequeño corzino crece con rapidez; ha pasado una de las épocas más críticas de su vida. Ha estado oculto entre las hierbas, quieto, inmutable, hierático, sin casi respirar, esperando la señal de su madre, esperando su llegada,  se acercará a él cauta, recelosa, tomando todas las precauciones posibles ya que hay peligros por todos lados.
La corza llegará hasta donde se encuentra su pequeño. Le dará de mamar sin perder tiempo y le lamerá para eliminar todo posible rastro de olor que un depredador pueda detectar. Lo Hará rápido. Debe evitar estar mucho tiempo junto a él, sería una señal inequívoca de que tiene un pequeño, una señal que los depredadores esperan para tener una oportunidad. La corza se aleja pero permanecerá atenta por si algún peligro afecta a su cría, si así fuera sería capaz de exponerse para salvar a su pequeño corzino.
Ese tiempo ha pasado pero no el peligro. El pequeño corzino tiene aproximadamente un mes y ya sigue a su madre, ya puede correr pero los peligros siguen acechándole y su madre lo esconde todavía durante gran parte del día.
La corza llega hasta donde ha quedado su pequeño que ha cometido la imprudencia de salir de sus altas hierbas, de su escondrijo. La corza lo observa y lo llama. Un pequeño y corto chillido hace que el pequeño levante la cabeza y se acerque rápidamente hasta su madre. Se saludan tiernamente. Se reconocen. Han conseguido sobrevivir un tiempo más.
Es hora de comer y el pequeño tiene hambre. Se acerca pero su madre le rechaza con una suave patada que le deja claro que no es momento de mamar, debe de aprender una nueva lección.
El corzino camina pegado a su madre que observa  recelosa cualquier movimiento de la pradera. Camina. Se para.  Escucha. Debe estar segura de sus movimientos.
Se tranquiliza y le enseña a su pequeño cuales son las flores más suculentas, las que debe de comer. Las que se pueden encontrar en esta época del año. El pequeño la observa y aprende. Imita a su madre y come las mismas flores que come ella.
Continúa el aprendizaje. La corza enseñará todo a su pequeño. Lo protegerá e intentará por todos los medios que le imite y que no cometa imprudencias que pueden costarle la vida.
La corza es joven. Probablemente será su primera cría ya que las corzas primerizas tienen un solo corzino pero a partir del segundo parto el índice de probabilidades de tener dos es muy elevado, es un método de supervivencia, es una manera de aumentar las probabilidades de que uno de los dos pequeños corzinos sobreviva.
Según pasen los días estarán cada vez más tiempo juntos. El pequeño se irá haciendo más fuerte. Crecerá rápidamente y seguirá a su madre en todo momento pero la corza, en esta época, tiene otra preocupación, está en celo y un macho siempre anda cerca de ella.
El corzo correrá a su alrededor. Intentará captar su atención. Defenderá su territorio frente a otros machos y no dejará que ningún otro se le acerque. El corzo emitirá un ladrido ronco. Seco. Corto que avisará a todos que él está allí, en su territorio.
Si algún otro macho se aproximara más de la cuenta lo perseguiría y lo echaría, si aún así volviera se enfrentaría a él con todas sus fuerzas. Defendería su territorio e impediría  que se acercara a la corza. Como vencedor saltaría entre los brezos con las cuatro patas juntas, como si tuviera muelles, como si fuera un juguete articulado. Alegre. Orgulloso.
Más tarde se apareará con la corza y en ese momento sucederá otra de las particularidades de los corzos (no solamente de ellos, hay otros animales que hacen lo mismo, por ejemplo el tejón). Esta particularidad es la implantación retardada del óvulo, es decir, pueden guardar el óvulo fecundado un tiempo determinado; quedarán preñadas en verano pero hasta los primeros meses del siguiente año no se desarrollará para nacer en primavera donde encontrará las condiciones ideales para intentar sobrevivir: abundancia de comida, altas hierbas en las que esconderse y buena temperatura todo lo contrario de lo que hubiera tenido si hubiera nacido en otoño donde comienza a hacer frio, hay poca comida y las hierbas donde esconderse de los depredadores escasean.
La corza estará con el macho un tiempo pero no dejará nunca desatendido a su pequeño que depende totalmente de ella para poder sobrevivir. Continúan por la pradera. Continúa el aprendizaje. Continúa la supervivencia.