miércoles, 29 de agosto de 2012

Una anilla. Una historia.

La migración de las aves ha fascinado a los científicos y no científicos durante siglos. Sus recorridos se han estudiado y analizado concienzudamente o simplemente han despertado la curiosidad de mentes inquietas.
Desde la antigüedad se han marcado aves. Se conocen anécdotas históricas como la pérdida de un halcón peregrino del rey francés Enrique IV en el año 1595 que fue recuperado, veinticuatro horas después, en la isla de Malta, a 2.160 kilómetros de distancia.
El anillamiento de carácter científico tuvo su inicio en Dinamarca, donde H. C. Mortensen, en 1899 anilló 164 estorninos pintos. Desde ese momento el anillamiento de aves se fue extendiendo por todo el mundo hasta que en 1930 se empieza a anillar en España
Focha marcada con un collar de lectura a distancia el 3 de Febrero de 2012
 en la Casa del Parque en Villafáfila.
Una anilla es como si fuera el DNI del ave que la lleva. Esa anilla llevará un número y un remite nacional que servirá para saber todos los datos de esa ave. Pero no solamente es importante anillar al ave sino que es tan importante o más, intentar seguir sus evoluciones, es decir, saber a dónde va, qué distancia recorre, cuáles son sus rutas y eso se hace mediante la comunicación de todos aquellos que la ven en un lugar, leen la anilla y lo comunican. Con la documentación de esos avistamientos se pueden saber sus rutas migratorias, su longevidad o sus desplazamientos.
Cuando ves un ave anillada es un momento especial. Lo primero que haces es intentar leer la anilla, algo que normalmente no se consigue, todo dependerá de la distancia, de la posición de la numeración, de los movimientos del animal o del tiempo que sea observado.
Este año he podido observar varias aves anilladas. En algunas no he podido leer la totalidad de su numeración como me sucedió con un águila imperial en el Parque Nacional de Doñana pero en otras si lo he conseguido y gracias a ello saber el historial del ave avistada. 
Águila imperial ibérica anillada en Doñana. 
Concretamente en el águila imperial intenté saber algo de ella poniéndome en contacto con el centro de anillamiento de Doñana, mandándoles una fotografía y el lugar en la que estaba, pero ni aún así fueron capaces de saber que águila imperial era.
Cada año en España se anillan unas 350.000 aves por anilladores del Centro de Migración de la SEO. En nuestra provincia, sobre todo, en Villafáfila, se marcan unas 500 al año. Alguna de esas aves anilladas tienen una peculiar historia como por ejemplo la de un ganso común, con collar TVS que pude observar en la lagunas de Villafáfila este invierno. Este ganso fue anillado en Noruega el 8 de Julio de 1999. Tenía la friolera de casi 13 años.
Entre los miles de gansos que llegan todos los años a las lagunas de
Villafáfila se observan algunos anillados, sobre todo,
 en el norte de Europa (Suecia, Noruega, Dinamarca,...).
El color de los collares en los gansos es indicativo del país en el que fueron anillados, por ejemplo un ganso anillado con un collar de color azul oscuro es de Noruega, Suecia o Dinamarca, el amarillo es de Alemania, el negro de España o el rojo de Checoslovaquia. Por lo tanto, cuando ves un ganso con un collar de un color determinado, sabrás de dónde proviene.
Como es en Villafáfila donde más se anilla en la provincia de Zamora es donde más aves se ven anilladas, aparte de ser donde más se concentran y sobre todo donde más observadores hay. Así, este año, se han anillado un buen número de fochas. Además, a algunas de ellas, también se les han colocado collares amarillos, para facilitar su identificación a distancia. Estas fochas se ven con frecuencia en las lagunas del centro de Interpretación. 
Focha con el número 132, anillada en Villafáfila, delante de un ánade rabudo. 
Todas las aves se anillan con anillas metálicas y, como dice José Miguel San Román (GIA-León): "Las anillas que se ponen siempre en las aves son las metálicas. El marcado con colores, es secundario. Se usa solo en algunos proyectos concretos y en una pequeña parte de las aves que se anillan con metal. Por ejemplo, este año en Villafáfila se han anillado muchas fochas con metal y solamente un 10% del total de anilladas, se les ha puesto collar amarillo. 
Pese a que los collares, marcas alares, anillas de pvc de colores o de lectura a distancia (de grullas, gaviotas, gansos, fochas, etc), aportan información mucho más rápido, lógicamente interfieren más en la vida del ave que una anilla metálica que casi no se ve, así que hay que usar estos métodos de manera más selectiva y nunca en todos los individuos que se anillan".
El problema que tienen las anillas metálicas es su lectura. Es muy complicado leerlas a distancia, razón por la cual se empezaron a usar anillas de colores y con códigos en algunos individuos de los anillados, que se puedan leer desde lejos. Pero todas las aves que se anillan con colores, también llevan su anilla de metal en la pata. La ventaja de la anilla metálica es que nunca la pierde y las otras, en ocasiones, sí.
Vuelvepiedras anillado con anilla metálica en una pata y de color en la otra.
Fue anillado en la bahía de Gijón en Febrero de 2012 por el grupo GIA-Torquilla.
Petirrojo, con anilla metálica, anillado en Villafáfila.
Algo curioso de las anillas metálicas es que llevan un remite; en España es: MIN. MED. AMBIENTE. ICONA. MADRID. Un organismo desaparecido pero reconocible a nivel mundial.
Como muchas veces vale más una imagen que mil palabras aquí tenemos un ejemplo claro del movimiento de las aves. En estas animaciones podemos ver el seguimiento que han realizado por toda Europa, a lo largo de un año, a cormoranes y gansos comunes anillados. (Fuente Euring. Si queréis ver más pinchar aquí)
En esta primera animación se ven los movimientos de los cormoranes.
En esta otra podréis ver los movimientos de gansos comunes también a lo largo de un año por Europa.
En definitiva el anillamiento de aves es y será un método de gran importancia para conocer más acerca de ellas. Método al que podemos colaborar remitiendo la información de las aves anilladas que nos encontremos en nuestros paseos por el campo.
(Quiero agradecer enormemente a José Miguel San Román (GIA-León), anillador de Villafáfila y amante de la naturaleza, su inestimable colaboración para la realización de esta entrada.)

domingo, 26 de agosto de 2012

Rana de San Antonio de color gris.

La Laguna de Carros se encuentra en la zona sur del Lago de Sanabria. Está situada a 1.340 metros de altura sobre el nivel del mar y para llegar a ella hay que subir por un bonito camino que sale del pueblo de Ribadelago Nuevo, venir desde la Laguna de Sotillo o subir por la cañada real desde Ilanes o Quintana de Sanabria.
Laguna de Carros a la derecha con el Lago de Sanabria al fondo.
(Imagen tomada bajando desde la Laguna de Sotillo)
A esta laguna he subido desde niño cuando pasaba casi dos meses en tienda de campaña en el Lago de Sanabria. Nos llevaban de excursión a ver ranas. La llamábamos: la laguna de las ranas.
Esta laguna es un buen ejemplo de colmatación. En ella se aprecia perfectamente este proceso, es decir, su desaparición muy lentamente. 
Llegada a la Laguna de Carros subiendo desde Ribadelago Nuevo.
La laguna está recibiendo lentamente sedimentos y nutrientes arrastrados por el agua; cuando existe un exceso de nutrientes (llamado eutrofización) aumenta el crecimiento de algas y musgos superficiales, que impiden la entrada de la luz hasta el fondo. Además, cuando éstos mueren van al fondo, originando más materia que no puede ser degradada a buen ritmo por los descomponedores (bacterias sobre todo) La laguna se va rellenando de esta materia y se va colmatando, va perdiendo profundidad. El agua va desapareciendo, formándose una masa compacta, la turba, en donde se empezarán a asentar hierbas, juncos y darán paso a una pradera. 
Este proceso se está produciendo en la Laguna de Carros pero lo que me llamó poderosamente la atención, igual que a mis compañeros de ruta, fue la enorme cantidad de ranas de San Antonio que había. Nunca había visto tantas. Había cientos, no exagero, os lo aseguro. 
Rana de San Antonio (Hyla molleri) con su color normal.
Ninguno de los que habíamos subido éramos capaces de explicarnos porqué este año había tantas. Según caminabas por la hierba saltaban en todas direcciones pero lo que más nos sorprendió fue que hubiera muchas que no fueran verdes, verdes, sino que variaban la tonalidad de su verde y entre todas, una sorpresa, una de color gris. Nunca las había visto de ese color. 
Rana de San Antonio de color gris.
Allí estaba. En una roca de granito. Quieta. Como queriendo pasar desapercibida. Era curioso que estuviera en esa roca de un color tan parecido. Es posible que su color gris le de una ventaja en las abundantes rocas de granito que salpican la zona. Allí estaba. Inmutable.
¿Era de la misma especie que las demás? ¿Tenía algún fallo genético? Ernesto (http://naturalezadiminuta.blogspot.com.es/) estaba seguro de que era de la misma especie pero no lo sabíamos a ciencia cierta, así es que habría que ver si lo eran y el porqué del color. Como uno es curioso y, en cuestiones de la naturaleza, más, decidí buscar el porqué de ese color.
Rana de San Antonio con su coloración normal.
La rana de San Antonio es una pequeña ranita, normalmente verde, de hábitos arborícolas. LHyla molleri que es la protagonista de esta entrada, es endémica de la Península Ibérica y de parte de Francia. Tradicionalmente se consideraba como una subespecie de Hyla arborea pero desde 2011 se consideran dos especies diferentes. 
Parte frontal de una rana de San Antonio gris. 
Las ranas de San Antonio tienen su color debido a la mezcla de tres tipos de células pigmentarias. Las responsables del color marrón o negro (melanóforos). Las responsables del color amarillo (xantóforos) y las del color azul (iridóforos). Esta combinación de células pigmentarias da el color verde típico de las ranas de San Antonio pero si hay un ejemplar que no tiene las células pigmentarias responsables del color amarillo nos dará ranas de color azul o gris, como es el caso de esta que se encontraba en la Laguna de Carros. 
Comparativa de los dos colores de la rana de San Antonio (Hyla molleri).
A este hecho de la falta de células pigmentarias responsables del color amarillo se le llama axantismo. Es una mutación genética recesiva. Este es el motivo del color gris de esta pequeña y solitaria rana de San Antonio que vivía en la Laguna de Carros.
¿Habría más? Es una pregunta que me he hecho varias veces y de difícil respuesta ya que allí no vimos ninguna más pero dado que recorrimos una pequeña parte de la laguna, quizás, en todo su entorno y, buscando más concienzudamente, encontráramos alguna otra dada la enorme cantidad de ranas que se congregaban en ese lugar aunque, la probabilidad de que sean grises, es muy baja, quizás, alguna más habría. 

viernes, 24 de agosto de 2012

Había una vez......un vestuario en la playa.

No crean vuesas mercedes
que lo que aquí acontecerá
lo han visto u oído
en algún otro lugar
pues para contarles estoy
este cuento sin igual
que más que cuento, es historia,
pero historia en realidad.
En ese vestuario un agujero había.
Agujero sin arte ni beneficio.
Agujero sin historia, ni nada que contar.
De verdad, solamente hay que mirar.
Hay que estar atento y observar.

La gente entraba y salía.
Unos deprisa. Otros despacio.
Según la urgencia que les acontecía.
Así entraban en el "palacio".

Allí, al lado, un poco reacio,
un pajarillo esperaba.
La mamá, para más señas, observaba,
el momento para entrar despacio.
Levantó el vuelo y se acercó.
Debía de estar segura.
¡Qué grandes eran los humanos! Pensó.
Debía de encontrase segura.
Poco a poco, aleteo a aleteo, se acercó.
Por el borde caminaba
y ...en un rápido vuelo por el agujero se coló.
¡Niños! ¡A comer!
Se le oía decir.
¡Cómo me tenéis todo!
Se le oía maldecir.
¡Limpio mi casita...
tran larán larita!
Eso cantaba,
dentro de su morada.
Eso cantaba,
cuando salió
con la porquería que allí encontró.
Agujero sin arte ni beneficio.
Agujero sin historia, ni nada que contar.
De verdad, solamente hay que mirar.
Hay que estar atento y observar.

martes, 21 de agosto de 2012

¡Sorpresón a la vista!

Cuando haces una espera o una ruta sabes que puedes avistar fauna. Estás preparado y pendiente de lo que te pueda salir, cruzar o aparecer pero hay ocasiones especiales en las que todo eso no vale. Ahí entra la sorpresa y esas ocasiones las recordarás siempre,  ya sea por el lugar del avistamiento, la especie avistada o la acción que has visto.
En este avistamiento que os voy a contar se unieron todos esos condicionantes. La sorpresa. La rareza del animal. El lugar y la acción.
Voy a intentar contarlo como lo viví, con la emoción del momento. Espero poder transmitiros, aunque sea una “pizca” de lo que sentí. La única pena es que no voy a poder mostraros ninguna fotografía ya que como “no iba a buscar animales” no llevaba la cámara adecuada; así es que la entrada la ilustraré con fotos de la misma especie pero hechas en otro lugar. Allá voy…
En un lugar de Zamora de cuyo nombre no quiero acordarme (entenderéis que no diga el lugar) apareció…¡un águila imperial ibérica! Así es. Una señora águila imperial.
Hay muy pocos avistamientos de águila imperial en la provincia de Zamora y tuve la enorme suerte de poder verla aquí, en nuestra provincia. Zona que en ningún caso es su área de distribución pero, ahí estaba.
Hace unos días estaba en uno de los muchos pueblos de la provincia que se encontraban en fiestas la semana pasada. Todo el pueblo y parte de los de alrededor se congregaba entorno a un acontecimiento (no voy a dar pistas de cual) que se desarrollaba en las cercanías del pueblo. La animación, expectación y gentío era considerable. Allí estaba,  entre el bullicio de la gente. Voces, risas y tensión. Miro hacia mi derecha y por detrás de unos árboles veo una silueta lejana ¿Qué es eso?
La primera sensación fue pensar: “Eso es muy grande” y salí corriendo hacia una zona más despejada para poder verlo mejor mientras me gritaban: “¿A dónde vas?”. “¡Ahora vengo!”. Les contesté según corría mirando entre los árboles. La verdad es que los que me conocen lo podrían entender pero a otros, si les dijera: “a ver un pájaro”; me tomarían por…, da igual.
Salí de detrás de los árboles y según lo hacia pensaba en un águila real como posibilidad más acertada. Cogí los pequeños prismáticos que siempre llevo en la mochila. Me paré. Miré. Y se me debió de quedar una cara de bobo mayúscula. No daba crédito a lo que estaba viendo. ¡Un águila imperial! No podía ser. Volví a mirar y allí estaba. Acercándose. Elegante. Poderosa. Nuca color crema. Hombros blancos. Gran envergadura. Era una imperial adulta. ¿Qué hacía aquí?
El espectáculo continuaba. Todos lo miraban. Bueno todos, todos, no. Yo estaba pendiente de algo mucho más interesante e importante, por lo menos para mi. La imperial se acercaba (¡Qué pena de no tener el 500!). Venía planeando. Se giró y comenzó a dar vueltas. Rápidamente me fijé y lo hacia sobre una ladera en la que recordaba que me habían dicho que había muchos conejos. No podía ser. En la ladera, al lado del gentío, estaba la imperial y estaba ¡cazando!
De repente se lanzó en un picado oblicuo. Según se acercaba a su objetivo estiró y separó las patas. Mi mente maldecía al no poder hacerle fotografías. El picado fue poderoso. Impresionante. No cogió nada. 
Si el picado fue espectacular el remonte no lo fue menos. Unos aleteos fuertes la elevaban poco a poco. Segura de si misma ascendía lentamente. Cogió altura en poco tiempo. Se alejaba. Allí estaba. Volaba de nuevo en círculos. Buscaba otra presa. De improviso se dejó llevar por una térmica que la abrazó y la lanzó a toda velocidad hacia mi izquierda perdiéndose en pocos segundos en el horizonte.
Bajé los prismáticos y me quedé como tonto. Abstraído. Pensativo. Habían sido unos diez minutos de contemplar a un animal emblemático, mítico, admirado, …
¿Qué acababa de ver? ¡No podía ser!¡Era una imperial! No me había enterado de nada de parte del espectáculo que había venido a ver pero, lo que había visto, mereció la pena. Os lo aseguro. Un cosquilleo de emoción recorría mi cuerpo. Según volvía con la familia mi cabeza era un hervidero de emociones, sensaciones y pensamientos. ¿Qué haría fuera de su zona? ¿Estaría de paso o no? ¿De donde vendría? ¿La habría visto alguien más? ¿Volvería?
A los pocos minutos llamé a Alfonso Rodrigo (si pincháis aquí veréis una entrada de su magnífico blog en el que avistó una imperial en Villafáfila), gran amante de la naturaleza y experto en aves, para contarle lo visto. Me confirmó que él la había visto unos días antes (lo que yo no sabía) en otra localidad de la provincia de Zamora que distaba unos 15 o 20 kilómetros de donde yo la acababa de ver. Posiblemente sería la misma.
Recordé lo que me dijo un guía en Doñana mientras veíamos tres imperiales. Una de ellas muy cerca (pinchar aquí para ver esa entrada anterior). “Están ustedes viendo un Goya. Dense cuenta de la importancia de este animal en peligro de extinción”. Así era. Acababa de ver algo difícil de repetirse. Algo tremendamente emocionante. Algo que me dejó con un run-run todo el día. ¿La volvería a ver?
No la ví más. Los siguientes días aparecieron águilas calzadas en fase clara y oscura. Milanos reales. Una hembra de aguilucho cenizo…pero la imperial no. Era la primera vez que veía un águila imperial en Zamora y no había sido el único. Aquí había estado o, por lo menos, pasado, y había tenido la enorme suerte de poder verla, de admirar su porte altivo, elegante, poderoso y majestuoso. De ver a la rapaz más amenazada de Europa. De ver una de las, aproximadamente, 500 imperiales que quedan. De ver un animal que nunca imaginé ver en mi provincia. 

domingo, 12 de agosto de 2012

Faltó el lobo.

Estoy terminando mi estancia en Puebla de Sanabria y ahora que tengo un poco más de tiempo salgo al campo para intentar ver, sobre todo, al lobo, algo que este año está resultando bastante complicado aunque, de vez en cuando, alguno se ve pero menos de lo que uno quisiera.
Hay veces que sales al campo y no ves absolutamente nada o muy poco, aún estando en un buen lugar; no hay suerte y no se ve nada pero otros días pasa lo contrario, es decir, no paras de ver animales estando en los mismos lugares y a las mismas horas. El campo es así y así hay que admitirlo, sabiendo y asumiendo que muchas veces no ves casi nada. La verdad es que no me puedo quejar ya que fue una mañana muy aprovechada y con un buen número de sorpresas.
Todavía no habían salido los primeros rayos de sol cuando iba por la carretera y casi en mitad de la misma apareció un animal atropellado. Su postura no me permitía ver bien lo que era y me asaltó la duda que pudiera ser un cachorro de lobo, algo que por desgracia sucedió no hace muchos días muy cerca de donde me encontraba. Así es que paré y bajé a ver que pobre animal había sido atropellado. Era un zorro. Había sido atropellado no hacía mucho porque todavía estaba caliente. Siempre que me encuentro con un animal atropellado me da mucha pena pero además a este zorro lo había visto muchas veces en esta zona ya que venía aquí en busca de topillos y gazapos de conejos que abundan a ambos lados de la carretera. La verdad es que los zorros son uno de los animales que más veces encuentro atropellados.
Cierva al amanecer.
Continué y las primeras ciervas con sus crías de este año y el pasado aparecieron comiendo tranquilamente en los claros del bosque. En la entrada anterior hablé de su importancia, algo de lo que cada vez estoy más convencido. Las ciervas rápidamente levantaron las orejas y sopesaron el peligro que podía suponerles y cuando consideraron que la distancia comenzaba a ser comprometida, dieron la vuelta y se fueron tranquilamente, sin correr, simplemente se fueron más lejos y siguieron comiendo tranquilamente.
El amanecer en la sierra tiene una halo de misterio que recorre las venas y, si además, en ese momento, aparecen dos grandes ciervos y te miran, la sensación es mágica.
Preparando armas.
Poderosos. De mirada dulce pero cautelosa dirían unos. Desafiante o temerosa dirían otros. Levantaron la cabeza entre las escobas y me miraron curiosos y expectantes. Sus poderosas cuernas estaban en el momento en el que la borra está a medio desprender. Son como dos poderosos guerreros que preparan sus armas para el combate. Su combate está próximo. La berrea se acerca y deben de estar preparados para intentar derrotar a sus oponentes para conseguir el favor de las hembras.
Las luchaderas todavía recubiertas por la borra y el resto de la cuerna a girones de restregarse en escobas y árboles para desprenderse de una capa que ya les sobra y, además, en este momento, les pica, por lo que se arrascan y restriegan para desprenderla y así dejar la cuerna limpia y afilada. Preparada para la batalla.
Hace años hicimos un campamento cuyo tema eran los vikingos y en él salió la expresión, conocida por todos, “ponerle los cuernos”. Su origen proviene de la época vikinga, siglo X, en el que cuando una mujer llevaba esperando tres años a su marido que se había embarcado en una expedición y no volvía. Tenía el derecho de volver a casarse, para lo cual, todo el mundo debía de saber que buscaba pretendiente de nuevo. Lo hacía de una manera muy sencilla y visible. Ponía una cornamenta de ciervo encima de la puerta de su cabaña y así indicaba que podían cortejarla. Luego ella decidiría su nuevo marido entre los pretendientes. Si por algún motivo volvía el marido cuando ella se había comprometido con otro, el que había vuelto tarde, perdía todos sus derechos y el nuevo seguía con ella. De ahí viene la expresión “le pusieron los cuernos”.
Un nuevo habitante del bosque se cruzó en mi camino. Un zorro que caminaba sigiloso se paró, me miró, dio media vuelta y siguió su camino.
Zorro muy al amanecer, casi de noche, en la sierra.
El zorro es un animal listo, inteligente y un oportunista que aprovechará todo lo que se encuentre en su camino lo que le permite adaptarse a cualquier situación o clima, siendo el carnívoro terrestre más distribuido por el mundo. Además tiene elementos tanto de los felinos como de los cánidos. Por ejemplo tiene las pupilas verticales, como los gatos.
Después de ver un buen número de ciervos y ciervas, la verdad bastantes más que cualquier otro día, era el momento de los corzos. El ver tanto ciervo indica que se están moviendo más ya que su periodo de celo se acerca y las hembras con crías de este año se están empezando a mover y juntarse en pequeños grupos de cara a la inminente berrea que, por cierto, en zonas mucho más al sur, como puede ser Doñana, ya ha comenzado. El clima determina el comportamiento de muchos animales.
Corza atenta entre los arbustos.
El corzo es un animal que siempre me ha atraído. Quizás por ser tan frágiles y pequeños. O por ser como un pequeño duende del bosque que aparece y desaparece entre las escobas, brezos y robles pero de vez en cuando, con paciencia se deja ver y pude observar por primera vez en mi vida una monta de corzos.
Llegué a una zona muy conocida de la Sierra de la Culebra par la observación de lobos y allí coincidí con un grupo de ingleses que llevaba una semana, durante el día, recorriendo la provincia de Zamora  y al amanecer de observación. Como siempre iban con sus libretas apuntando todo lo que íbamos viendo. Cuando se fueron nos quedamos dos salmantinos y una pareja que venía de Andujar en busca del lobo. Los cuatro buenos conocedores y apasionados del campo que habían tenido la suerte de ver un lobo la noche anterior pero, por la mañana, nada de nada, pero siempre hay otras cosas que te pueden llenar y así fue al poder contemplar la monta de los corzos.
Macho de corzo saltando entre los arbustos.
Los telescopios apuntaban a un claro en el que una pareja de corzos correteaba entre las hierbas altas. El celo está terminando y quizás estaban en uno de sus últimos escarceos amorosos así es que estuvimos atentos.
El macho se aproximó, olió a la corza y la montó. Para rematar la escena un águila culebrera apareció en nuestro campo de visión y se posó en un pino cercano a la pareja de corzos. Ni un guionista de documentales hubiera pensado una escena tan curiosa. El corzo se bajó y tras unos minutos de descanso volvió a la misma operación. Se acercó. La olió y la volvió a montar. Toda la escena con la culebrera en el pino, como no queriéndose perder nada de lo que allí ocurría. Nunca había visto una monta de corzos. Cuando terminaron se fueron a una sombra y durante unos minutos se tumbaron para después continuar camino hacia los brezos cercanos.
Entre los brezos y escobas, en una pequeña peña, nos sorprendió la silueta inconfundible de un buitre negro. Allí estaba. Quieto. Solitario. Esperando que las térmicas le permitieran volar en condiciones. Solamente había uno y en una pequeña roca, muy baja. Seguramente hubiera pasado allí la noche. Allí estaba el ave más grande que nos podemos encontrar en la península Ibérica. Sus más de dos metros y medio así lo indican.
La mañana llegaba a su fin y nuevos corzos, ciervos y jabalís se dejaron ver en la sierra además de un grupo de abejarucos que revoloteaban cazando cerca de unos cables, donde un macho se acercó a su amada y le ofreció, en señal de amor, una abeja que la hembra cogió rápidamente y se la comió.
Obsequio amoroso.
Quizás intenten criar en una segunda puesta, algo no muy común, ya que solamente realizan una al año pero si sufren una depredación o la perdida de la misma pueden intentar hacer una segunda puesta.
Había unos veinte que volaban chillando entre piruetas, picados y acrobacias en busca de comida y, de vez en cuando, se posaban en los cables para descansar.
Continué mi camino viendo algún corzo y ciervo más que se retiraban a descansar y una pareja de abubillas buscaba comida en un claro, picoteando en busca de pequeños insectos o gusanos. La mañana terminaba y una hembra de cernícalo no perdía detalle de lo que pudiera aparecer.

El sol calentaba poco a poco y la mañana de observación, terminaba. Mañana sería otro día y otra oportunidad de descubrir y admirar nuevas situaciones y animales en este mundo tan apasionante y maravilloso que es la naturaleza.

jueves, 2 de agosto de 2012

Las ciervas. Más importantes de lo que pensamos.

En estos últimos días he salido al campo varias veces y he podido ver y admirar como se mueven los animales en su entorno. Qué hacen. Como comen. Su instinto a la hora de huir de un depredador. La ternura con sus crías. Los momentos de tensión en la huida o en la caza. Su alerta hacia el hombre. Momentos que guardo como pequeños tesoros que, de vez en cuando, cuento para todos los que queráis leerlos o para los amigos que quieran escucharlos.
La mañana es fría y la niebla las envuelve.
Voy a hablar de las ciervas. Lo voy a hacer porque creo que tienen menos protagonismo del que merecen. Siempre que hablamos de ciervos sucede lo mismo. Solamente se habla de los machos. Que si es muy grande o muy pequeño. Que si vaya cornamenta que tiene. Que si tiene tantas puntas. Siempre se habla de los machos y no nos damos cuenta que las ciervas tienen una grandísima importancia. Las ciervas son más importantes de lo que pensamos. Un buen amigo siempre dice que la base de la población de ciervos de la sierra son las hembras y si algo le pasa a ellas se resiente todo el ecosistema. Y no le falta razón.
Pero alguien dirá que si faltan machos también afecta. Estará en lo cierto pero la falta de machos se notaría menos. Hay que tener en cuenta que con pocos machos se quedan preñadas muchas ciervas pero si hubiera muchos machos y pocas ciervas. Habría un problema de nacimientos. Solamente nacerían tantos cervatillos como el número de hembras que hubiera, eso si se llegara a buen término en todos. Por lo tanto es mucho más preocupante la bajada de la población de ciervas.
Cierva con su cría de menos de tres meses por sus manchitas típicas.
En estos días he podido comprobar la ternura y tenacidad que tienen las ciervas con sus crías. He visto varias crías pero me llamó especialmente la atención una muy pequeña. Seguramente tendría días cuando la ví.
A mediados de Julio es una cría nacida muy tarde. En muchas zonas la berrea del año pasado fuer muy rara y tardía por lo que seguramente, esta cría, se engendrara en esa época.
La cierva la cuidaba con gran ternura. La lamía y protegía contra su cuerpo y no dejaba ni un instante de estar atenta a todo lo que pudiera aparecer; incluso ahuyentó a un grupo de jabalís que para ella estaban demasiado cerca de su cervatillo y lo hizo con una arrancada enérgica que los sorprendió, con lo que continuaron su camino en otra dirección.
Cuando la cierva se separó unos metros. El cervatillo se tumbó automáticamente y permaneció inmóvil, hierático entre las hierbas hasta que su madre volvió a acercarse. Es su manera de defenderse. El camuflaje. Pasar desapercibido y que su madre lo lama para quitarle cualquier rastro de olor que pueda atraer a un depredador. Además si la cierva permanece mucho tiempo en el mismo sitio, quieta, los depredadores  interpretarán que tiene una cría con el peligro que conlleva.
Cierva con su cervatillo en la seguridad del brezal. 
Hace dos años se produjo,oficialmente, una muerte de 143 ciervos en la provincia de Zamora, de los cuales 130 en la Sierra de la Culebra por una enfermedad llamada pasteurelosis, provocada por la bacteria pasteurella, que habitaba en el aparato respiratorio y, ante una elevada diferencia de temperatura (entre el día y la noche), provocaba una bajada de defensas.
Al año siguiente, 2011, se constató un elevado descenso de la población de ciervas, lo que provocó una situación muy extraña en la berrea ya que al desaparecer o bajar enormemente su población, los machos se movieron hacia otras zonas para buscarlas.
A esas hembras que murieron no se le añadieron las crías que perdieron a sus madres y que también morirían ya que, aún no viéndose afectadas por la enfermedad, sin su madre, no tendrían ninguna opción de sobrevivir.
Una cría sin su madre está prácticamente condenada. A menos que tenga la extraordinaria suerte de ser adoptada por otra hembra. Los partos dobles en las ciervas son muy raros, por lo tanto, si nos encontramos con una cierva que tiene dos crías, seguramente, una de ellas, sea adoptada.
Esta escasez de hembras el año pasado puede generar otro problema dentro de unos años, la falta de machos; ya que su población se va a ver mermada considerablemente porque nacerán muchos menos que hace unos años, es decir, cuando vayan muriendo los grandes machos se dará la circunstancia de que al nacer muchos menos, habrá menos y, por lo tanto, su calidad se verá afectada.
Cautela ante cualquier indicio de peligro.
Las hembras se mueven en grupos familiares con una hembra líder, que suele ser la mayor y por lo tanto la más experta. Junto a ella irán sus crías de los últimos dos o tres años. Incluidos los machos jóvenes de menos de dos años. Esa hembra es la que decidirá por donde hay que moverse, comer e incluso hacia donde hay que huir ante la presencia de un depredador.
En estos días he podido comprobar esos grupos familiares que, si están juntos en esta época deducimos que la hembra lider no ha tenido cría este año o se le a muerto, ya que el resto del grupo son hembras de menos de dos años (no maduras sexualmente) o machos.
Las hembras solas, sí tienen cría, aunque el resto del grupo no estará muy lejos. La hembra que tiene a su cervatillo permanecerá un tiempo sola. Cuando la cría tenga fuerzas suficientes se unirá al grupo familiar que no andará muy lejos ya que esperarán a la hembra mayor y al nuevo miembro de la familia en las cercanías.
Los cervatillos son realmente bonitos ya que tienen las típicas pintas blancas que les salen durante los primeros tres meses de su vida. Son cautos y se mantienen siempre muy cerca de la madre.
Un indicio de peligro...
...es una huida rápida hacia la seguridad del pinar.
Las ciervas también pueden ser presas de su enemigo en estas zonas, el lobo. Un lobo solitario muy difícilmente intentará atacar a una cierva. A menos que esté herida, enferma o débil. Pero un grupo sí intentará cazarlas a ellas o a alguna de sus crías como pude comprobar hace unos meses (pinchar aquí) o hace unos días.
La sierra estaba tranquila. Ciervos con sus cornamentas envueltas en borra se movían entre las escobas cuando un grupo de ciervas corría de forma alarmante. Buscando con el telescopio encontré la razón. Dos lobos se aproximaban a toda velocidad por un claro de hierbas altas. Es impresionante como corren, como avanzan, el poderío de su zancada, como ganan terreno pero lo que más me admiró es como saltaron un muro de piedra, una cortina, con una facilidad increíble. Un salto limpio. Sin apoyarse en la parte superior del muro. Como dos caballos saltando obstáculos. Nunca los había visto saltar un muro y la verdad, me impresionó. Fueron unos segundos pero merecieron la pena.
Las ciervas se escaparon. Tenían más ventaja. Seguramente los barruntaron antes y la hembra líder utilizó un buen plan de fuga. Consiguieron salvarse pero, en muchas ocasiones, eso no sucede y el ciclo de la naturaleza se cumple.