martes, 27 de junio de 2017

La nueva técnica (para mi) de pesca de la garza real.

En el tramo del río Duero en Zamora ciudad hay una importante colonia de garza real. Muchas de esas garzas pasan todo el año en la misma zona; es fácil y frecuente verlas pescar en las orillas del río pero, como lo hizo esta, nunca lo había visto.
Siempre las había visto en la orilla, con el agua cubriéndole parte de las patas y esperando inmóvil, hierática hasta que un pez se aproximaba; entonces estiraba su largo cuello y con un rápido movimiento se estiraba y agachaba para cogerlo cual certero arpón. Esto era lo normal pero esta garza me sorprendió con una técnica que nunca había visto en las garzas reales.
Estaba en un tronco, fuera del río, a una cierta altura del agua cuando, de repente…comenzó a agacharse, estirarse y se lanzó cual martín pescador en picado al río pero…, en este caso, más valen las siguientes imágenes que mil palabras…

domingo, 11 de junio de 2017

Tiempo de corcinos.

Ahí está. No tiene más de dos días. Pegado a su madre, a su protectora, a su cuidadora que le dará todos los mimos posibles y le enseñará todo lo necesario para poder sobrevivir. Es muy pequeño, tendrá uno o dos días y observa asustado y receloso cómo su madre está alterada ya que un macho se encuentra muy cerca y su cría del año pasado también.
Recién paridas las corzas entran en un falso celo que atrae al macho que ladra desesperado, escondido entre los brezos, pero la corza está más preocupada de otra situación. Está echando a su cría del año pasado, ya le ha enseñado todo lo necesario para que se mueva sola; ahora tiene que dedicar todo su tiempo al cuidado y atención de su nueva cría.
La joven corza no lo entiende, ¿por qué me echas?, parece preguntarse cuando su madre corre detrás de ella ladrando y emitiendo sonidos cortos y roncos. No la deja acercarse. La joven corza vuelve a intentarlo, quiere ir con su madre, es lo único que conoce, desde que nació ha estado con ella y ahora ¿la expulsa? No lo entiende. Vuelve a intentarlo pero su madre la vuelve a rechazar. Se aleja cabizbaja, asustada, nerviosa…¿dónde irá? ¿qué hará ahora?
Se aleja. Para. Se da la vuelta y observa cómo su madre vuelve con el pequeño corcino y lo lame con la ternura y el cariño con el que se lo hacía a ella. Lo vuelve a intentar. Se acerca dando grandes saltos pero su madre vuelve a rechazarla…es el momento de irse, de abandonar todo lo que ha conocido hasta ahora, de emprender una nueva vida. Sube la ladera despacio, volviéndose cada pocos metros. Llega arriba y desaparece.
La corza se mueve con su recién nacido...
...un macho y su cría del año pasado llaman su atención...
...la corza expulsa a su cría del año pasado...
...debe dedicar todos su esfuerzos a su recién nacido...
...le advierte de nuevo. No te acerques... 
...la cría del año pasado vuelve a intentarlo...
...quiere regresar con su madre. Salta. Se asoma.
Lo intenta pero no será posible...Debe encontrar un nuevo camino.
Este momento es crítico en la vida de un corzo. Necesitará encontrar un lugar nuevo para vivir. Un lugar del que no la echen pero los peligros se multiplican. Estará desorientada, nerviosa y pasará por carreteras o bajará la guardia y cualquier depredador sabrá que tiene una oportunidad.
La corza lleva a su pequeño al brezal. Lo lame. Le da de mamar y permanece atenta a cualquier posible peligro. El hecho de que todas las crías nazcan en muy poco tiempo es una manera de aumentar las probabilidades de supervivencia de un buen número de ellas ya que muchas morirán por frío, enfermedad o cazadas por los depredadores pero otras conseguirán sobrevivir. Estamos a principios de junio y la sierra se llenará de corcinos.
El macho sigue allí. Nervioso, agitado y oculto pero ladrando a los cuatro vientos su poderío. En, aproximadamente un mes, la corza tendrá el verdadero celo y es cuando el macho volverá y la montará, surgiendo una de las particularidades de los corzos: la implantación retardada del óvulo, es decir, pueden guardar el óvulo fecundado un tiempo determinado; quedarán preñadas en verano pero hasta los primeros meses del siguiente año no se desarrollará para nacer a finales de mayo o principios de junio donde encontrará las condiciones ideales para intentar sobrevivir: abundancia de comida, altas hierbas en las que esconderse y buena temperatura, todo lo contrario de lo que hubiera tenido si hubiera nacido en otoño donde comienza a hacer frío, hay poca comida y, las hierbas donde esconderse de los depredadores, escasean.
La mañana está siendo fantástica; mi amigo Poli  habla con su enorme sabiduría, su templanza y su gran conocimiento sobre los habitantes de la sierra. Mi abuelo siempre me decía: “acércate a los que más saben porque de ellos es de los que más se aprende”. Así es. Hablar con Poli es aprender. Es empaparte de muchas cosas que no salen en los libros pero son la verdadera naturaleza, la vivida en el campo. Es disfrutar. Es conocer y es valorar lo que tenemos.
Continuamos por la sierra. Una sierra florida, espectacular en la que la vida brota por los cuatro costados y el manto de flores amarillas, moradas, rosas o blancas cubre el tapiz vegetal en el que aparece otra corza con su pequeño y otra y otra y otra más; todas tienen una sola cría algo poco habitual ya que normalmente, las corzas, a partir del segundo parto, tiene dos crías (otra forma de aumentar las probabilidades de que algún corcino llegue a adulto) pero este año no parece que sea así o, quizás, alguna haya muerto.
Ahí está, una nueva corza con su pequeño en el borde del brezal. La corza come tranquilamente mientras su pequeño no para a su alrededor en un constante descubrimiento de su entorno. Se acerca a su madre y mama durante unos minutos. Se separa y reconoce el terreno, observa, huele, mira, siente…prueba jugosas flores o ramonea los tiernos tallos. No se aleja. Está junto a su madre. Vuelve a mamar. La corza está cansada. Se tumba y su pequeño se acuesta a su lado. Se lamen uno al otro en señal de reconocimiento, cariño, ternura y algo más importante: quitarle el olor. La corza está obsesionada en lamer a su pequeño. Debe hacer que no huela, si no lo consiguiera un depredador lo detectaría y tendría un gran problema si lo encuentra.
La corza está cansada. Se apoya y se duerme plácidamente mientras su pequeño se pega a ella. Nos vamos. Nos alejamos dejándolos en su mundo, en su vida, una vida llena de peligros que deberán de sortear. No se han percatado de nuestra presencia. Nos retiramos con una enorme sonrisa en la boca. Acabamos de disfrutar de un momento tierno, dulce, mágico. De un momento íntimo en la vida de un corcino de no más de un día que está descubriendo el mundo.

viernes, 2 de junio de 2017

Nueva especie de mariposa para Zamora.

El mundo de las mariposas es un mundo apasionante, fascinante y muy complicado. La verdad es que me considero un auténtico novato en este mundo tan difícil. Hay tres personas que me han influido poderosamente para respetar o adentrarme en este mundo.
La primera es mi abuela. Se llamaba Ángeles (la Señora Angelita para muchos de nosotros). Era una persona buena en el amplio sentido de la palabra. Me enseñó a amar y respetar lo que tenía a su lado, su adorado jardín.
Jardín en el patio de la carpintería de mi abuelo (quizás los que conocéis Zamora de toda la vida os acordaréis de una carpintería cuya fachada era de color rosa que daba al río, junto al puente de piedra). Este jardín lo cuidaba con enorme esmero, cariño y sensibilidad; mi abuela era de Jerez del Marquesado (Granada), pequeño y hermoso pueblo a las faldas de Sierra Nevada aunque vivió gran parte de su juventud en Guadix (Granada) de donde era mi abuelo y es mi madre; en su familia siempre había habido un patio en el que cuidar y disfrutar de las plantas, de las flores y del agua, esa costumbre que vivió desde niña la trajo con ella cuando, por circunstancias de la vida, vino a vivir a Zamora y continuó cuidando un nuevo jardín en su ciudad de acogida. Esa sensibilidad hacia las plantas nos la transmitió a todos sus nietos desde que éramos muy pequeños: “Las flores no se estropean. Se huelen y se admiran”, nos decía con su suave voz que mostraba una infinita paciencia y, nosotros, como nos lo decía ella no pisábamos los jardines, ni destrozábamos las flores e incluso le decíamos a otros niños que eso no se podía hacer.
Cuando las flores estaban en pleno apogeo y el jardín se llenaba de color aparecían las mariposas con sus colores llamativos, alegres y vistosos que nos llamaban poderosamente la atención pero, mi abuela, nos decía con enorme paciencia y dulzura: “no las toques que les quitas los polvitos y se mueren”.
Ella me enseñó a respetar y amar las flores, plantas y mariposas de su preciado y precioso mundo. La verdad es que siempre las he admirado pero nunca me había planteado conocerlas, buscarlas e identificarlas, algo que llevo haciendo desde hace algo más de dos años.
Una de las personas que tiene la culpa es J. Alfredo Hernández, experto, amante y apasionado de las mariposas que se encarga en Zamora de recoger las citas para luego elaborar mapas de distribución; su interés me lo transmitió y poco a poco cuando salía al campo intentaba hacer alguna foto a las que veía para luego buscarlas en una guía y ser capaz de identificarlas.
Y en esas estamos cuando hace unos días hice unas fotografías a una mariposa que cuando me puse a buscar en la guía, no me cuadraba…así es que quién mejor que Alfredo para su identificación. Se la mandé y en su respuesta me ponía: “mándame la foto…puede ser una cita buenísima”. Y le mandé la siguiente fotografía.
Su contestación fue la confirmación de una especie nueva de mariposa para la provincia de Zamora. Era una Satyrium acaciae, primera cita de esta especie como imago ya que, la anterior cita, se produjo en Ferreras de Arriba en forma de huevo el 8-3-2014 por Juan Carlos Vicente y Beatriz Parra.
La emoción me recorrió todo el cuerpo ya que acabábamos de descubrir una mariposa que se presuponía que estaba en Zamora (ahí estaban esos dos huevos de la cita del 2014) pero que nunca se había conseguido ver.
Pero no quedaron ahí las cosas ya que hablando con Alfredo se acordaba, vaya memoria privilegiada, de otra fotografía que le mandé en junio de 2015 del mismo lugar en el que había encontrado esta última y que había guardado y clasificado como Satyrium esculi. La busqué. Se la he envié y…también era una Satyrium acaciae.
La foto estaba tomada el 2 de junio de 2015 con lo que habíamos pasado de no tener ninguna cita de esta mariposa a encontrarnos con dos citas confirmadas para nuestra provincia de esta especie los días: 2-6-2015 y 26-5-2017. Tenemos una especie de mariposa más. Un lujo ya que hace la especie número 140 de las mariposas que hay en la provincia de Zamora.
Observarlas es algo fascinante. Sus vuelos, sus colores, su distribución de formas son dignas de los mejor pintores o diseñadores que han dado rienda suelta a toda su creatividad e imaginación. Una época muy buena para admirarlas es el verano, en Sanabria, y allí está otra de las personas que me ayuda en este mundo de las mariposas; es Hipólito Hernández que cada vez que voy a su casa o hablo con él le llevo una buena dosis de fotografías (de esa época) para la confirmación o no de la especie, a lo que él, con su voz tranquila, serena y su inmensa sapiencia me va confirmando o diciendo cual es cada una de ellas con su correspondiente explicación pormenorizada que en la mayoría de las ocasiones me deja con la boca abierta ante su profundo conocimiento.
Las mariposas son fascinantes ya que aparte de su vistosidad llevan entre nosotros desde hace unos 130 millones de años, viven horas o meses, tienen una lengua muy peculiar o son capaces de evolucionar en su vida de una manera espectacular.
Disfrutemos de sus vuelos, de sus colores llamativos, alegres y vistosos y, como decía mi abuela, “no las toques que les quitas los polvitos y se mueren”.