martes, 28 de mayo de 2019

La belleza de la garcilla cangrejera.

Hace unos días Manuel Segura, gran amante de la naturaleza, excelente fotógrafo y amigo, descubrió la presencia de una pareja de garcillas cangrejeras en un punto del embalse de Ricobayo en la provincia de Zamora. Punto de vital importancia porque en la primavera-verano de 2016 supuso la constatación de la cría por primera vez en la provincia de Zamora (y en Castilla y León) de esta especie. Zona de cría más al norte de la península ibérica. En ese momento criaron dos parejas consiguiendo sacar siete pollos adelante, un hecho histórico.
Dos años después han vuelto a la zona, aunque seguramente también lo hicieran el año pasado y no fueron detectadas. El caso es que aquí están de nuevo. Una pareja que esperemos se decida a criar nuevamente.
No podía dejar de acercarme para ver si podía ver alguna de las preciosas cangrejeras. Nada más llegar comenzó la búsqueda escrutando las orillas concienzudamente en pos de alguno de los ejemplares. Después de un rato infructuoso dejé la búsqueda por el telescopio. Me giré y… ¡ahí estaba! Muy cerca de donde me encontraba. Cogí la cámara y la enorme belleza de esta pequeña garza quedó reflejada en el objetivo y en mi mente.
El pico azul intenso con la punta negra destacaba sobremanera. Quieta. Hierática. Su largo penacho caía sobre su rosado cuerpo. Sus patas anaranjadas. Mirada penetrante. Fija. Inmutable.
Pasados unos minutos se levantó mostrándome toda su elegancia. Alas y cola inmaculados, de un blanco perfecto. Cuerpo rosado-anaranjado que hacía que las alas y la cola se notaran más blancas todavía. Cruzó todo el río hasta la orilla contraria en la que se posó sobre unas ramas muy cerca del agua.
Bajó un poco más y se acercó hasta el agua. Quieta. Fija. Inmóvil. Estaba de pesca. De vez en cuando se estiraba como cuando los nadadores van a saltar al agua tensándose sus patas que se agarraban con fuerza a las ramas. En uno de esos intentos se lanzó, cual martín pescador, como una auténtica flecha a la superficie del agua introduciéndose como una lanza arrojada por un experto pescador. Se sumergió y salió con su premio en el pico. Se volvió a posar y se tragó el pez en escasos segundos.
Pasados unos minutos se cambió nuevamente de lugar en el que también capturó otro pez que comió rápidamente. Estaba demostrando una gran efectividad, pericia y maestría a la hora de pescar.
Nuevamente cambió de posición para situarse en unas ramas en las que otras dos garzas descansaban tranquilamente: una garza real y una garceta común.
Era curioso ver a las tres juntas. Se apreciaba la considerable diferencia de tamaño de unas a otras. La garcilla cangrejera era la más pequeña.
En este nuevo posadero se dedicó a acicalarse, a limpiar y cuidar su plumaje. Plumaje básico para su vida. Plumaje que deberá de mantener en perfecto estado ya que de él depende su supervivencia.
Allí la dejé en el tramo del río que se ha convertido en su nueva casa; casa que esperamos y deseamos sea para criar y nos deleiten nuevamente con una nueva generación de esta preciosa, elegante y escasa garcilla. 

viernes, 17 de mayo de 2019

Variedad de limícolas en una Villafáfila seca.

Villafáfila está seca. Estamos a mediados del mes de mayo y ya no queda agua; es una verdadera pena y desastre para todas las aves que se reproducen en las lagunas. En la Salina Grande el agua se reduce a una fina lámina cercana a la depuradora y el puente romano. Nada más. La falta de lluvias es más que preocupante y la influencia del cambio climático en las aves es, cada vez, más clara y desastrosa (es increíble que todavía muchas personas lo nieguen).
La única agua que podemos encontrar está en las lagunas de la Casa del Parque. Lugar en el que se concentran las aves que se acercan hasta este maravilloso y seco enclave en estos momentos.
En mis dos últimas visitas he podido disfrutar de una enorme variedad de limícolas. Limícolas que se mueven en un enclave perfecto para ellos. Buenas zonas de limo en las que pueden alimentarse o criar dependiendo de si están en paso o no.
Los limícolas se caracterizan por convivir y comer todos en un mismo lugar sin interferirse unos con otros. La diferencia de longitud en los picos y las patas hace que diferentes especies puedan vivir en un mismo espacio sin interferirse, sin entrar en competencia directa por el alimento.
Todos consiguen alimento. No se interfieren unos a otros y se pueden ver grupos muy variados de especies en un mismo lugar como me ha ocurrido en mis últimas dos vistas a Las Lagunas de Villafáfila en las que he podido disfrutar de una enorme variedad.
Voy a centrarme en los que he podido ver en estas dos últimas visitas aunque hay otras especies que no he visto pero si se encuentran en las lagunas como el correlimos de Temminck o la aguja colipinta y otras que he visto en otras ocasiones pero en estas dos últimas no, como zarapito real y trinador.
Pareja de correlimos gordo fuera del agua.
La primera especie a la voy que a hacer referencia a los tres ejemplares de correlimos gordo que pude disfrutar; de aspecto rechoncho, regordete y achaparrado luciendo unas preciosas galas nupciales de un intenso marrón anaranjado.
Estos preciosos correlimos, provenientes de sus cuarteles invernales en África, han parado una temporada entre nosotros para descansar. Pude ver otros dos ejemplares en el puente romano.
Correlimos tridáctilo con plumaje de invierno (lo más blancos) y reproductivo.
El siguiente es el precioso correlimos tridáctilo de los que pude disfrutar de nueve ejemplares con plumajes diferentes tanto de verano (época reproductiva), como de invierno e incluso alguno a medias de mudar. Correlimos con una migración muy parecida a la del correlimos gordo.
Chorlitejo grande delante de correlimos tridáctilos.

Correlimos tridáctilos con un correlimos gordo sacando la cabeza fuera del agua.
El correlimos zarapitín es otro de estos pequeños buscadores en el limo que se mueven sin descanso. Entre ellos también pude ver los dos plumajes siendo el nupcial una verdadera preciosidad.
Correlimos zarapitín.
El más pequeño de los correlimos también apareció: el correlimos menudo. Pequeño pero incansable e infatigable en su búsqueda de alimento.
Correlimos zarapitín (plumaje estival), correlimos menudo y chorlitejo grande.
Correlimos común.
No podía faltar el correlimos común, el más numeroso de todos los que pude ver: alrededor de sesenta-setenta ejemplares que se movían como un pequeño ejército junto con los más de cincuenta chorlitejos grandes que muchos de ellos descansaban entre las piedras de la orilla.
Chorlitejos grandes, correlimos comunes y algún infiltrado.
Archibebe común entre correlimos comunes.
Los chorlitejos chicos estaban en otros menesteres reproductivos ignorando por completo a sus compañeros de laguna, como los andarríos chicos que se movían entre avocetas, cigüeñuelas, combatientes o archibebes comunes y un solitario archibebe claro.
Cigüeñuela y archibebe claro.
Enorme variedad de limícolas que en esta laguna han encontrado el lugar idóneo para su viaje o reproducción ante la desolación de ver las lagunas sin agua.

miércoles, 8 de mayo de 2019

La gallineta defensora y sus vecinos en el río.

La gallineta es una de esas aves que sabes te vas a encontrar en cualquier río, charca o estanque que tenga las condiciones mínimas para poder esconderse y vivir. Es un ave común, que se ve con frecuencia en el río; ave que se adapta a cualquier ambiente y tiene una enorme flexibilidad en su dieta. Ave que es raro que no veas en un paseo por el río Duero en Zamora ciudad.
Hace unos días pude ver una pollada de esta ave. Pollada que estaba perfectamente controlada, dirigida y cuidada por sus padres. Padres que se repartían el trabajo de alimentar a sus pequeños casi a partes iguales; la mitad de los pollos eran alimentados por cada uno de los miembros de la pareja. Dos pequeñas expediciones que no se alejaban mucho una de otra ya que, cada cierto tiempo, se intercambiaban alguno de los pequeños pollos.
Era curioso ver como de los ocho pollos, cuatro seguían a un miembro de la pareja y cuatro al otro. Padres que no paraban un solo instante de buscar material vegetal para alimentar sin descanso a sus pequeños que pedían incansablemente entre los juncos. Juncos que les protegen y dan alimento. Juntos entre los cuales aparecían y desaparecían intermitentemente como si estuvieran jugando al despiste.
La gallineta es un ave valiente, que no dudará en atacar a cualquier otra ave que se acerque a sus pequeños y le da igual la especie que sea y el tamaño que tenga. Lo pude comprobar cuando una hembra de azulón se acercó demasiado a los pequeños pollos. La gallineta que estaba al cuidado de esta parte de la pollada se abalanzó con una fuerza, ímpetu y violencia que me dejó realmente sorprendido.
Levantó sus patas, sacándolas fuera del agua, agitó sus alas con fuerza y potencia para lanzarse sin dudarlo sobre la pobre azulona que pasaba por allí y tuvo que esquivar y huir del furibundo ataque de la gallineta que solamente tenía en mente defender a sus pequeños de la intrusa.
La azulona agachó la cabeza y comenzó a chillar mientras la gallineta caía sobre ella en un revoltijo de plumas, patas y agua. En segundos la azulona se revolvió e hizo frente a su atacante que no cejaba en su empeño de echarla sin miramientos de su territorio mientras los pequeños pollos se refugiaban entre los juncos cercanos.
En cuanto la azulona se fue, la tranquilidad volvió a la familia que continuó con sus quehaceres cotidianos de alimentación; alimentación que es tremendamente flexible ya que: “...un 75% de vegetales y un 25% de alimento animal. Aquella se compone principalmente de frutos y semillas (55%), hierba (15%), hojas, musgo, etc. (5%). La materia animal está formada por lombrices de tierra (5,5%), insectos (13%), babosillas y caracoles (4%), renacuajos (1,5%) y diminutos peces (1%). Los pollos comen sobre todo materia vegetal, pero también gusanos y larvas de insectos”. (fuente pajaricos).
El pequeño remanso del río en el que vive esta familia de gallinetas está muy animado estos días. Las garzas reales se acercan hasta aquí para alimentarse ya que, en la colonia cercana, sus pequeños esperan hambrientos, al igual que un cormorán que no para de salir y sumergirse como sin importarle la pequeña batalla acontecida.
Los avetorillos están inquietos. Se muestran más de lo normal. Buscan pareja o están en pleno cortejo mientras un pequeño ruiseñor recolecta material para su nido al igual que el pájaro moscón que está de capa caída ya que, después de estar casi un mes construyendo su majestuoso nido, se le ha caído ya que estaba anclado en un carrizo y, presumiblemente, se haya roto; el hecho de estar en un carrizo es algo realmente extraño, ya que lo normal es que los anclen a árboles que así no tienen tanto riesgo de perderlo.
La vida en el río sigue. Un visón americano campea a sus anchas por el río mientras los abejarucos y la pareja de martín pescador están inmersos en la construcción o el acondicionamiento de sus nidos-túnel o en incubar a la próxima generación en la orilla del gran Duero.
Galápagos europeos o leprosos se solean junto con las tortugas de Florida que observan el acrobático vuelo de un milano negro o al águila calzada que acaba de traer un conejo al árbol cercano donde se dispone a comerlo.
El río fluye. El río vive. Unas nuevas generaciones han comenzado su existencia. El ciclo de la vida continua.

sábado, 4 de mayo de 2019

Proyecto de educación ambiental.

Educación ambiental. Dos palabras maravillosas que deberían de formar parte de nuestra vida así, como están, juntas. La pena es que no se enseña. No forma parte de nuestro sistema educativo. Educar a los niños y jóvenes en el respeto y cuidado del medio ambiente se puede hacer desde muchos puntos de vista y desde diferentes ángulos. Educar es una tarea apasionante y educar en el medio ambiente que nos rodea lo es más.
Estoy formando parte de un proyecto medioambiental que se está desarrollando en mi centro educativo. Pinchando en esta imagen os lo enseño, espero que os guste: