sábado, 29 de abril de 2023

Recuperación del águila imperial ibérica.

Hace unos días pude ver un precioso pajizo de segundo año de águila imperial ibérica muy cerca de Zamora ciudad. Ave majestuosa y llena de romanticismo que me produjo una enorme satisfacción ver ya que esta especie, en los últimos años, se ha ido recuperando poco a poco de una lenta agonía que la tuvo al borde de la extinción.
El águila imperial ibérica ha pasado por un periodo crítico que estuvo a punto de condenarla a la extinción. Está incluida en el Catálogo Español de Especies Amenazadas con la categoría de En Peligro de Extinción. El águila imperial ibérica es una de esas especies emblemáticas que se mueven entre el mito, el romanticismo y la realidad.
Águila imperial ibérica en el Parque Nacional de Doñana,
uno de sus últimos refugios en el periodo crítico de los años 70 del S.XX.
En agosto de 2012 tuve la inmensa suerte de verla por primera vez en mi provincia, Zamora, observación que me impresionó porque la pude ver en un intento de caza; desde ese momento la he visto en diversas ocasiones en diferentes puntos del territorio provincial y, en el año 2018, se produjo la maravillosa noticia de que, por primera vez, criara en nuestra provincia.
Imágenes de las primeras águilas imperiales
nacidas en la provincia de Zamora.
En la provincia de Zamora cada vez se están viendo en más puntos y con más asiduidad lo que va indicando que su recuperación es cada vez más patente.
El águila imperial ibérica es un mito. Un mito que estuvo a punto de desaparecer, a punto de extinguirse por culpa del hombre; pensemos que en 1974 se localizaron, solamente, 38 parejas en toda la península ibérica.
Esta ave emblemática apareció para la ornitología en la parte final del romanticismo europeo, en 1861, en el boletín de actas de la XIII Reunión de la Sociedad Ornitológica de Alemania donde Ludwig Brehm hizo “la primera descripción para la ciencia de una nueva especie de águila y la propuesta de que se denomine águila del príncipe Adalberto, con el nombre científico de Aquila adalberti, en homenaje a S.A.R. el príncipe Adalberto de Baviera (1828-1875)” (texto extraído del libro “El águila imperial ibérica” de Luis Mariano González y Andoni Canela).
En el mismo libro podemos leer: “Ludwig Brehm describió esta nueva especie de águila basándose en cinco ejemplares obtenidos por su hijo Reinhold en 1860 y 1861 en Madrid. En la publicación compara su plumaje y medidas con los de otras águilas con las que podía confundirse, como el águila rapaz (Aquila rapax) o el águila imperial oriental (Aquila heliaca), y llega a la conclusión de que se trata de una nueva especie diferente”.
En 1957, el fotógrafo Eric Hosking, integrante de la famosa expedición británica al Parque Nacional de Doñana, tomó la primera fotografía conocida de la especie, apareciendo en la revista The Sphere, en National Geographic y en el ABC.
Primera fotografía conocida del águila imperial ibérica.
Ha pasado de estar en estado crítico a irse recuperando poco a poco; para hacerse una idea basten los siguientes datos: en 1974 se localizaron 38 parejas; en 1986: 106; en 2003:184; en 2008: 251; en 2011: 327 (datos extraídos del libro: “El águila imperial ibérica” de Luis Mariano González y Andoni Canela). Si seguimos en sucesivos años: en 2011: 327 parejas; en 2012: 350 parejas; en 2013: 407; en 2017: 520 en España y 16 en Portugal hasta las, aproximadamente, 600 parejas en la actualidad.
Datos que son lo suficientemente elocuentes como para dar a entender que ha estado al borde de la desaparición y va despuntando con paso lento pero firme y decidido hacia la salvación.
¿Y en Castilla y León? En el informe de “Seguimiento del estado de conservación del águila imperial en Castilla y León. Año 2021” (Informe elaborado por la Fundación Patrimonio Natural de Castilla y León) se puede leer: “En Castilla y León En los años 70, alcanzó su mínimo poblacional y, en los primeros censos completos en los años 80, la población reproductora se estimó en poco más de una decena de parejas (16 parejas a finales de los 90), restringidas en Ávila y Segovia (Blanco y González, 1992; Caballero, 1991; Garzón et al., 1984 González et al., 1987; González et al., 2008).
En 2005 se detectó un aumento de la población hasta las 25 parejas, 46 parejas en 2010, 74 en 2015, y a partir del año 2019 se registró, por primera vez desde su seguimiento, un número de parejas por encima de la centena (Junta de Castilla y León, 2020)”.
En la temporada de cría del año 2021 se contabilizaron un total de 131 territorios en Castilla y León.
Datos y gráficos extraídos del informe de
“Seguimiento del estado de conservación
del águila imperial en Castilla y León. Año 2021” 
En el mismo informe referente a la provincia de Zamora se puede leer: “La primera pareja de águila imperial nidificante en la provincia de Zamora se localizó en el año 2018, con un resultado de dos pollos volados. En los años siguientes, esta pareja ha continuado reproduciéndose en el mismo territorio, sacando al menos un pollo adelante. Además, la población zamorana de águila imperial va aumentando paulatinamente, con dos territorios localizados en el año 2021”.

Actualmente, en 2023, el número de territorios ha aumentado con toda seguridad ya que las observaciones de águila imperial ibérica se han multiplicado en número y en asiduidad en diferentes zonas de la provincia desde el sur hasta el norte. Buena parte de la culpa de su recuperación la tiene el aumento de su presa potencial: el conejo que se ha recuperado en determinadas zonas en los últimos años.
Es una gran satisfacción poder comprobar que el águila imperial ibérica, icono de nuestra fauna, se ha ido recuperando lentamente de una más que preocupante situación en los años 70 del s.XX; de las 38 parejas que se localizaron en 1974 hemos pasado a las, aproximadamente, 600 parejas reproductoras que actualmente hay en toda la península ibérica.
(Para profundizar más se puede pinchar aquí para ver el informe de “Seguimiento del estado de conservación del águila imperial en Castilla y León. Año 2021”)

martes, 18 de abril de 2023

Gaviota enana y fumareles cariblancos en una Villafáfila llena de vida.

La gaviota enana es la gaviota más pequeña de las que podemos ver en la península Ibérica. Es un ave rechoncha, de pico negro y corto, patas cortas y rojas en los adultos, con una mancha sobre el oído (los no reproductivos) y una especie de gorra negra en la cabeza (reproductivos). De esta pequeña gaviota se han visto dos ejemplares en la Reserva Natural de las Lagunas de Villafáfila en las últimas semanas: el primero un segundo año descubierto por Teresa Subiza que estuvo varias semanas y el segundo un adulto descubierto por Juan Carlos Milán el pasado 13 de abril.
La pequeña gaviota enana adulta volaba sobre la lámina de agua alimentándose de insectos sin parar un solo instante. Su movimiento era muy curioso: parecía que hacía surf ya que volaba con las patas colgando tocando suavemente el agua para después coger insectos de la superficie e incluso al vuelo. Sus compañeros de vuelo los preciosos fumareles cariblancos también se alimentaban en la balsa en una espectacular sinfonía de alarde de vuelo.
Es una gaviota que cría en centro Europa (Polonia, Rumanía, Ucrania, Países Bajos) además de la zona que va desde Escandinavia y el Báltico hasta el este de Siberia. Su zona de invernada en España se centra en el delta del Ebro, del Llobregat y la albufera de Valencia. De forma muy escasa y esporádica aparece en el interior de la península en sus pasos migratorios y es aquí: La Reserva Natural de las Lagunas de Villafáfila, uno de los principales puntos en los que aparece esporádicamente.
Continuaba alimentándose sin parar. Vueltas. Cabriolas. Giros y su peculiar estilo de surfeadora profesional que se diferenciaba perfectamente de sus compañeros los fumareles cariblancos y de las gaviotas reidoras que estaban mucho más tranquilas.
La gaviota enana hace honor a su nombre. Es muy pequeña y se distingue perfectamente por su vuelo característico más tipo fumarel o charrán que de gaviota. Sus compañeros de viaje, los fumareles cariblancos, son los fumareles más abundantes en la península Ibérica; la población española es de las más importantes de Europa, criando en La Albufera de Valencia, Las Marismas del Guadalquivir o El Delta del Ebro.
Los fumareles cariblancos sobrevuelan la balsa en un vuelo rápido, ágil, de quiebros constantes y requiebros en los que vuelan muy cerca de la lámina del agua para en un movimiento rapidísimo agachar el cuello y capturar un insecto en la superficie mientras una pagaza piconegra sobrevuela la laguna y un cernícalo primilla acaba de capturar una escolopendra.
Cernícalo primilla que acaba de capturar una escolopendra.
La Reserva Natural de las Lagunas de Villafáfila tiene agua y eso es vida. Cientos de aves se afanan en sus quehaceres amorosos mientras otras descansan unas horas o días para continuar su viaje hacia sus zonas de cría.
Pareja de cigüeñuelas.
Aguilucho cenizo que acaba de capturar una presa.
Pareja de ortegas.
Grupo de avutardas.
Fumarel cariblanco.
La gaviota enana y los fumareles cariblancos continúan con su incansable vuelo para alimentarse. Deben de coger fuerzas para reanudar un largo y peligroso viaje hasta sus cuarteles de cría mientras la vida fluye a su alrededor en unas Lagunas de Villafáfila que rebosan vida y preludian una, esperemos, gran temporada de cría. 

domingo, 2 de abril de 2023

Mito y trepador azul atareados en el bosque de Valorio.

El bosque de Valorio, en Zamora ciudad, es una zona muy querida y apreciada por los zamoranos. Bosque en el que se puede pasear, hacer deporte, merendar u observar aves (145 especies según datos de ebird). Desde niños nos traen a él y nos enseñan a conocerlo y amarlo.
En este bosque de tres kilómetros de largo y unas 80 hectáreas un pequeño mito vuela para posarse en una fina rama, trae una nueva pluma que le servirá para ir tapizando el interior de la maravilla del nido que están construyendo. El nido del mito es una verdadera obra de arte.
Este pequeño pajarillo es capaz de construir una preciosidad en la horquilla de un árbol con musgos, líquenes, telas de araña y pequeñas plumas a los que le irá dando una forma ovalada con un pequeño agujero de entrada en la parte superior.
Nido que deberá de pasar desapercibido, los peligros son muchos y deberá camuflarse; vaya si lo hace, su camuflaje es perfecto, queda totalmente integrado en el árbol en el que está construido.
Desde la Edad Media el bosque de Valorio ha sido utilizado como una explotación forestal, hecho que formó su composición y estructura. De la flora autóctona del bosque: robles y encinas; quedan muy pocos ejemplares. Lo que más encontramos son pinos y dado su carácter de aprovechamiento forestal tenemos datos de repoblaciones sucesivas de pinos en el bosque. La más interesante para la configuración del bosque es la que se realiza en 1762, en la cual se plantan los pinos piñoneros que pueblan el centro del bosque en la actualidad, pinos que tienen, por lo tanto, 261 años de vida.
La pareja trabaja en él incansablemente, constantemente entran y salen con plumas que van colocando en su interior. El nido del mito tiene una curiosa peculiaridad ya que gracias a como está construido y los materiales con los que está hecho, hace que se vaya expandiendo según sea necesario, es decir, según van creciendo los pollos.
Un trepador azul se aproxima a la zona del nido y rápidamente es expulsado por uno de los mitos que se lanza sobre él incordiandolo para que abandone la zona pero, el trepador azul, también tiene trabajo.
El trepador azul no puede hacer el nido como los picos picapinos y los pitos reales ya que su pico no tiene la fuerza y potencia suficiente como para poder taladrar los viejos troncos así es que aprovecha un antiguo nido de estos pero, eso sí, con su peculiar toque ya que le estrechará la entrada con barro que va trayendo poco a poco. Barro que reducirá la boca de la entrada hasta que solamente ellos puedan entrar o algún otro pájaro menor que ellos, con lo cual, el riesgo de depredación sobre sus huevos y pollos es mucho menor.
Un momento importante de cambios en el bosque es entre 1841 y 1852 en los que se reforesta de nuevo y se remodela con la construcción del gran paseo de entrada, La Casa del Guarda, el estanque de Los Pinares y la Fuente del León en 1884.
El bosque va perdiendo extensión a lo largo de los siglos y en 1927, con el paso del tren, termina por configurarse su tamaño actual, aunque, la llegada de otro tren, el AVE ha vuelto a determinar su configuración.
El pequeño mito de larga cola, minúsculo pico y cara de bueno vuelve con una nueva pluma mientras el sonido del trepador azul resuena en el bosque como si de un chillido de alarma se tratara, un pito real martillea en lo alto de un árbol y dos picapinos se persiguen entre los troncos.
El trepador azul sube y baja de los troncos con una facilidad asombrosa, le da igual la dirección de subida o bajada, es un verdadero equilibrista que es capaz de moverse por el tronco en cualquier dirección: hacia los lados, cabeza arriba o cabeza abajo con una fuerza tremenda de sus pequeñas patas que lo sustentan en sus movimientos por el tronco; movimientos que no pueden hacer los picapinos, el pito real o el pequeño agateador que solamente pueden ir hacia arriba en los troncos.
El 20 de Mayo de 2011 el Bosque de Valorio fue declarado Zona Natural de Esparcimiento de Castilla y León por la Junta. Figura jurídica de protección para “enclaves de fácil acceso desde núcleos urbanos para proporcionar a la población lugares de descanso, recreo y ocio de un modo compatible con la conservación de la naturaleza”.
Los pequeños mitos continúan incansables en el remate final del interior de su precioso nido, nido que si fuera depredado, la pareja reproductora ayudaría a otra pareja cercana a sacar adelante a sus polluelos.
Mito y trepador azul, dos maravillas de nuestros bosques que están atareados en la construcción de sus curiosos y sorprendentes nidos en los que en las próximas semanas nacerá una nueva generación.