domingo, 23 de septiembre de 2018

La otra alimentación del lobo.

El lobo es un animal que aprovecha cualquier oportunidad que le da la naturaleza para intentar sacar partido, puede comer desde carroña hasta frutos, pasando por insectos y pequeños animales como topillos o conejos pero sin olvidarnos de las grandes presas como corzos, ciervos, jabalís o animales domésticos. No es lo mismo lo que puede cazar un lobo solitario, ya sea viejo, joven en expansión o miembro de un grupo, que lo que puede cazar un grupo familiar.
Los lobos son tremendamente adaptables, aprovecharán cualquier oportunidad que se les brinde y aprenden rápidamente adaptándose a donde están y a las necesidades que tienen en ese momento. Por ejemplo aprender a cazar pequeños roedores, es algo que les será de enorme utilidad en momentos en los que las grandes presas escaseen o se encuentre sólo y no tenga capacidad para acceder a una presa más grande. La adaptación es un arma de la cual los lobos no se pueden olvidar, les salvará la vida.
Jóvenes lobos aprendiendo cazar topillos.
Agradezco a Fernando García sus fotografías.
Una cosa es de lo que pueda alimentarse y otra muy distinta es que en ocasiones, estoy seguro que saben lo que necesitan. Por ejemplo, he visto a lobos lamer piedras o el terreno, síntoma de la necesidad de determinadas sales minerales, como cuando a las vacas se les da una piedra de sal. También los lobos son capaces de morder huesos e incluso las cuernas de los ciervos. La cuerna es una protuberancia ósea compuesta fundamentalmente por proteínas y fosfato cálcico, además de otros minerales como sodio, potasio o magnesio con lo cual es muy apreciada por otros animales como jabalís, lobos e incluso he visto a ciervos lamer cuernas para suplir las carencias en su alimentación.
Este joven lobo tenía como juguete favorito un hueso
que iba royendo poco a poco, cuando se acababa...buscaba otro.
El hecho de comer hierba en algunas ocasiones puede significar que ese lobo necesita añadir fibra u otros nutrientes a su alimentación cotidiana, necesita purgarse o, simplemente, algo más sencillo, lo hacen porque les gusta.
He visto comer hierba, roer cuernas, morder huesos, chupar piedras a los lobos. Son hechos que suelen pasar desapercibidos porque nos centramos en su alimentación principal que se obtiene mediante la caza o la carroña pero este tipo de suplementos, necesidades o gustos es algo que los lobos hacen con más frecuencia de lo habitual, por lo tanto es muy importante para su estado físico.
Después de comer hierba...
Volviendo a la caza de pequeños animales. Ver a un lobo aprender a cazar topillos es algo fantástico. Ver como es capaz de ir descubriendo con su ensayo error como debe de hacerlo es puro aprendizaje; verlo perseguir conejos y enseñar a sus jóvenes lobos como hacerlo es algo que les servirá para toda la vida como hacían un grupo de lobos que llevaban a sus jóvenes a una zona concreta, en la que había gran abundancia de conejos, y les mostraban como tenían que capturar a los jóvenes, mucho más fáciles de capturar que los adultos.
¿Y ver a un lobo perseguir liebres? La liebre se caracteriza por su velocidad pero el lobo, a mas de uno, sorprendería si vieran la velocidad que puede alcanzar y, persiguiendo a una liebre, es un visto y no visto, rapidísimo. 
¿Y comer insectos? En una ocasión, después de llevar viendo a un grupo de jóvenes lobos en una pradera durante gran parte de la mañana, nos dimos cuenta de lo que estaban haciendo o por lo menos eso interpretamos. Les veíamos moverse entre las hierbas lanzando bocados a un lado y a otro. ¿Qué hacían? Se movían entre las hierbas altas como sin rumbo ni sentido. Pasada gran parte de la mañana caímos en la cuenta de que podrían estar comiendo saltamontes ya que eran muy abundantes en toda la zona. Los insectos también forman parte de la dieta de los lobos. Adaptabilidad y disponibilidad, algo que los lobos tienen muy presente.
Alimentación variada que le permite al lobo subsistir y adaptarse a cualquier situación, en cualquier momento y época de su vida. El lobo ha aprendido y enseña el camino a sus pequeños. Es un superviviente nato. Ahí está una de las principales razones de seguir campeando en nuestra tierra: su adaptabilidad.

sábado, 15 de septiembre de 2018

Ostrero en Zamora y un reto...

Ver un ostrero en la provincia de Zamora es algo muy inusual, tan inusual como que, según los datos del magnífico ornitólogo zamorano Alfonso Rodrigo (El pernil) al cual se lo agradezco enormemente, es la novena cita histórica y el ejemplar número trece para la provincia de Zamora y el primero en el mes de septiembre. Este ostrero lo descubrió el pasado 3 de septiembre otro gran amante de la naturaleza, Alfredo Valiente (aves valdalla).
Al día siguiente lo pude localizar entre un grupo de avefrías y gaviotas reidoras mientras se alimentaba en una de las orillas del embalse de Ricobayo del río Esla. Es mi primer ostrero en la provincia y me hizo especial ilusión ya que verlos en la costa es muy común pero verlos aquí es mucho más raro.
La primera vez que vi un ostrero me recordó a una cigüeña negra achaparrada. El pico largo y anaranjado o rojizo, esos tonos negros y blancos, las patas...Es un limícola grande y muy hermoso.
Este ostrero tiene una particularidad importante: le falta una pata. No tiene pata izquierda desde arriba del todo, ni siquiera aflora un muñón. Este hecho podría suponer un problema pero este ejemplar lo tiene perfectamente asumido ya que se mueve a pequeños saltos con cierta agilidad y vuela sin ninguna dificultad.
Me gustaría plantear una pequeña investigación, sé que es muy difícil pero quién sabe. La idea es la siguiente: ya que es un ostrero muy peculiar y creo que habría muy pocos ejemplares como él, se podría saber por donde se ha movido o a donde va si alguien lo ve y lo comenta; sé que es muy complicado y todavía más en la zona de costa dada la gran cantidad de ostreros que se mueven en esas zonas, en el interior sería más fácil pero quizás alguien lo vea y lo comente. Sería realmente curioso poder saber a donde se mueve fijándonos en su característica de no tener la pata izquierda desde arriba del todo.
El ostrero se movía tranquilo junto a chorlitejos, andarríos, gaviotas reidoras y avefrías que se enfadaban picándole cuando se aproximaba hacia ellas, alejándose dando pequeños saltitos para estar más tranquilo y seguir comiendo.
El día 9 lo volví a ver y, volviendo a los datos de Alfonso Rodrigo (encomiable su labor por la ornitología zamorana), es el ejemplar que más días ha permanecido en el mismo lugar en nuestra provincia: ha estado siete días desde que se descubriera (pensemos que podría llevar más tiempo antes de descubrirse).
Allí seguía. Tranquilo. Desconfiado. Atento a cualquier movimiento que pudiera resultar sospechoso o preocupante. Estaba sólo, cerca de él un grupo de garzas reales descansaba plácidamente al sol de la tarde mientras los andarríos correteaban por la orilla en busca de cualquier cosa que llevarse al pico.
Hace poco mas de un año, el 2 de agosto de 2017, otro gran amigo y amante de la naturaleza, Fernando García vio otro ostrero en el mismo embalse, a muy pocos kilómetros de donde se encontraba este.
Fotografías realizadas por Fernando García,
 al cual le agradezco enormemente cedérmelas para ilustrar esta entrada.
Quizás paren más de los que realmente vemos en sus periplos migratorios. Lo que somos capaces de ver es una mínima parte de lo que verdaderamente se mueve, pasa o se queda temporalmente en un lugar.
Recuerdo el reto de que si alguien ve a este ostrero, lo podría comunicar. Es algo muy complicado pero cosas más imposibles suceden muy a menudo.

miércoles, 5 de septiembre de 2018

Cigüeñas negras y ciervos en el spa.

La tarde era calurosa. No calentaba como otros días pero el calor se dejaba notar. El polvo del camino se arremolinaba en pequeñas brujas que subían lentamente mientras una cigüeña negra se movía pausadamente en el río buscando alimento.
La cigüeña negra es un ave extremadamente esquiva, hay que tener mucho cuidado porque al menor movimiento que perciba como un peligro o que te acerques demasiado, se marchará, es un ave tremendamente desconfiada que llega hasta nuestra tierra en febrero o marzo para criar y sobre septiembre u octubre se vuelve a marchar hacia el sur. 
Se movía con cautela, sus movimientos eran precisos y lentos. Estaba pescando. Pasados unos minutos apareció otra cigüeña negra que pasó volando y se situó en otro lugar del río en busca de alimento. Dos mas aparecieron poco después. En ningún momento se juntaron. Cada una se dedicaba a lo suyo. Tres en el agua y una sobre un roquedo. Tres adultas y una que todavía no lo era, la coloración poco rojiza de su pico la delataba.
La cigüeña negra se incluye en el Libro Rojo de aves de España como vulnerable y en el Catálogo Nacional de Especies Amenazadas como en peligro de extinción. En España se estiman unas 400 parejas (SEO BirdLife).
La primera cigüeña levantó el vuelo. Tres ciervos se dirigían muy cerca de donde se encontraba pescando. Dos hembras y un vareto (macho de un año) se acercaban al agua.
Eran las seis de la tarde y el calor apretaba. Bajaron lentamente hasta llegar a una zona de barro donde se echaron y comenzaron a rebozarse para un lado, para el otro, panza arriba; era curiosísimo verlos restregándose la espalada con las patas al cielo como si fueran pequeños cachorrillos a los que les rascas la barriga.
Estos baños les sirven para refrescarse y crear una película de barro en su cuerpo que les permite evitar a los incómodos insectos que les acribillan en estos calurosos días, es una magnífica forma de evitar incomodidades, desparasitarse y evitar posibles infecciones. Con esta capa de barro los mosquitos y demás insectos no podrán incordiarles tanto.
El vareto, una vez rebozado, comenzó corretear alrededor. Pequeños saltos. Rascaduras en el suelo. Movimientos de cabeza, de orejas, de cuello…estaba disfrutando. Este vareto estaba muy atrasado en su cuerna. A estas alturas debería de tenerla totalmente desarrollada y limpia pero no, a este pequeño macho todavía le estaba creciendo. Este vareto sería de los nacidos muy tardíos del año pasado; en ocasiones puede haber hasta mes y medio entre el nacimiento de los primeros y de los últimos, incluso mas tiempo.
Al poco tiempo se levantaron y bajaron al río donde bebieron agua y se refrescaron tumbándose en el cauce para, casi inmediatamente, acercarse a otra gran zona de barro y comenzar un nuevo baile en el que se embadurnaron por completo nuevamente.
Desde la antigüedad los hombres hemos tomado baños de barro por diferentes motivos y diversas dolencias pero los animales también. Los jabalís son muy aficionados a embadurnarse de barro en las llamadas: bañeras, en las que se meten regularmente, sobre todo en primavera y verano como hizo este grupo familiar de ciervos qué, de repente, levantaron las orejas y se pusieron tensos, en alerta.
Un mastín se acercó mientras un grupo de vacas caminaba por la orilla. De un lado las ciervas y el vareto, del otro el mastín y las vacas. Parecían púgiles esperando la orden del arbitro para comenzar. Pasados unos segundos el mastín se arrancó y las ciervas salieron corriendo seguidas del vareto a la seguridad de los brezos y escobas.
El mastín frenó tras una corta carrera. Lo que quería lo había conseguido: echar a intrusos de la cercanía de las vacas que se habían acercado todavía más.
Mi foco de atención volvió a las cigüeñas negras y los pequeños habitantes del lugar. Habitantes que recorren la orilla en un frenético y constante movimiento para conseguir comida: andarríos chicos y grandes, chorlitejos chicos y grandes, collalbas grises o lavanderas blancas mientras los ánades reales nadan tranquilos o los cormoranes se zambullen repetidamente, sin olvidarnos de las garzas reales que permanecen hieráticas o las cigüeñas blancas que buscan algo que llevarse al pico sin dejar de mirar de reojo a todo lo que pueda pasar volando ya sea un peligro o no; ya sea un águila culebrera, un busardo ratonero o un grupo de buitres leonados y negros prospectando la zona en busca de cualquier resto que limpiar del campo.
Con la vuelta del mastín cerca de las vacas y los ciervos ocultos entre el brezo todo volvió a la tranquilidad. Una tranquilidad que puede ser rota con la llegada de cualquier otro visitante al río en busca de descanso, alimento, agua o, simplemente, a refrescarse.