jueves, 23 de marzo de 2017

La intrépida comadreja.

Los mustélidos son una familia de mamíferos, carnívoros de cuerpo alargado y patas cortas que, durante siglos, fueron cazados con el único objetivo de su piel. A esta persecución por su piel le añadiremos las malditas "Juntas de extinción de animales dañinos" que desde 1954 a 1962 masacraron la fauna de nuestro país. Así, en 1956, hacían balance de su actividad de la siguiente forma: “Merece consignarse la plausible labor que están desarrollando las Juntas de extinción de animales dañinos y de protección a la caza de varias provincias, cuyo haber en el año 1956 puede estimarse en la destrucción de 221 lobos, 3.787 zorros, 28 garduñas, 322 gatos monteses, 581 jinetas, 19 linces, 26 nutrias, 253 tejones, 376 turones, 2.196 águilas y otras rapaces, 1.224 córvidos, 4.222 urracas, 45.095 nidos y huevos de urraca y 385 reptiles”. Toda esta “proeza” y masacre en solamente un año y no en todas las provincias…aterrador.
En estas juntas a los mustélidos se les persiguió febrilmente, así surgen los escalofriantes datos de mustélidos muertos en ocho años: garduñas (361), nutrias (104), tejones (1.339), turones (4.304) y las pequeñas comadrejas la friolera de 53.754 ejemplares muertos...sin palabras.
(Datos extraídos del magnífico trabajo de Eduardo J. Corbelle Rico y Eduardo Rico Boquete)
Si a estos escalofriantes datos en ocho años y en algunas provincias españolas les sumamos los cazados para venderlos por su piel, los muertos por furtivos o atropellos el número de mustélidos muertos sería una cifra escalofriante. Desde la abolición de estas juntas y la prohibición de su caza se han ido recuperando muy lentamente.
En España tenemos una buena representación de los mustélidos, de menor a mayor, serían: comadreja, armiño, turón, visón europeo, visón americano (especie invasora que tanto daño ha hecho y hará en la fauna autóctona), marta, garduña, nutria y tejón.
De todos ellos la comadreja es el mustélido más pequeño de nuestra fauna, entre 17 y 34 cm, incluida la cola. Es un pequeño carnívoro, alargado, escurridizo y huidizo que no es fácil de ver. Mis encuentros con ella normalmente son fugaces ya que se mueve a una velocidad sorprendente y no para un solo instante pero, algo que tienen todos los encuentros en común, es que es un pequeño animal muy curioso y se asomará a ver que estás haciendo o quién pasa por ahí.
Algunas de las fotografías que ilustran eta entrada son de ese gran amante y conocedor de la naturaleza, además de gran fotógrafo y amigo, Hipólito Hernández, "Poli"; al cual quiero agradecer el prestarme sus fotografías para ilustrar esta historia, así como todos sus sabios consejos y acertado criterio siempre que hablo con él.
En las últimas semanas he visto varios ejemplares que parece que estén muy activos en esta época ya que nos encontramos en pleno celo y seguramente se estén estableciendo las parejas. Las comadrejas al igual que otros animales como las nutrias pueden tener el celo en, prácticamente, cualquier época del año aunque, es ahora, cuando más posibilidades tienen de criar. Esta disponibilidad de tener a las crías depende, fundamentalmente, de la disponibilidad de alimento; en años buenos de alimento las pequeñas comadrejas podrán tener hasta dos camadas al año.
Hay que tener en cuenta que este pequeño mustélido tiene una vida muy corta en estado salvaje, no supera los dos o tres años, por lo tanto, tiene que acelerar todo en su corta vida, por ejemplo, son maduros sexualmente a los pocos meses de nacer (aunque normalmente hasta el año no tienen su primera camada).
En la comadreja todo es actividad, es rápida, activa y eléctrica. Su nivel de metabolismo es altísimo, tan alto que necesita comer una gran cantidad al día para poder aguantar; sus presas principales son topillos, ratones de campo, pájaros e incluso conejos que pesan más de diez veces lo que pesa ella. Es una cazadora intrépida y letal. En la magnífica imagen tomada por Poli podemos verla con un topillo nival que, como veis, es muy parecido ella en tamaño.  
Hace unos días caminaba por un camino cuando algo se movió rápido en un lateral. Fue fugaz, como un pequeño rayo marrón que saltó a un grupo de arbustos. La visión fue tan rápida que no vi lo que había sido pero sospechaba que podía ser una comadreja. Si era así, su curiosidad le podría y asomaría de nuevo, así es que me agazapé a unos metros de distancia y esperé.
Pasados unos minutos asomó la cabeza. Ahí estaba. La pequeña comadreja me miraba con curiosidad. Se volvió a esconder. Se acercó más, oculta entre los arbustos y volvió a salir al camino quedando totalmente al descubierto. En ese instante un movimiento entre los arbustos al otro lado del camino me hizo volverme y descubrir que había una segunda comadreja. Seguramente fuera la pareja. No las volví a ver a ninguna de las dos pero las oía moverse entre los arbustos y acercarse hasta donde me encontraba. Ellas si me estaban viendo a mi.
Otro curioso encuentro con el pequeño mustélido sucedió el pasado verano y, aunque ya lo he contado en el blog, es tan curioso e increíble que creo merece ser contado nuevamente.
La protagonista de nuestra historia apareció a las 14:30 h en la Playa de Los Enanos en el Lago de Sanabria donde me encontraba. Como veis un lugar…tranquilo, sin gente, al amanecer o anochecer…eso sería lo normal, lo convencional pero, como he comentado muchas veces, no todo lo que pone en los libros es lo convencional, los animales nos sorprenden y lo hacen más de lo que imaginamos.
Allí me encontraba, comiendo con los cien niños del campamento en el que estaba, más monitores y bañistas que entraban y salían del agua, tomaban el sol o jugaban con las palas, cuando, de repente, un pequeño animalillo cruza la playa entre la gente dando pequeños saltitos ante la indiferencia general ya que estoy por apostar que el 95% de los presentes ni se enteró.
Mi sorpresa fue mayúscula. A mi lado, otro monitor también lo vio. Nos levantamos los dos y nos dirigimos hasta la orilla donde se había escondido entre unas hierbas. No estaba. ¿Dónde había ido? Le preguntamos a un señor que sesteaba en una silla: “Si. Una especie de cría de nutria ha pasado por ahí”. Antes de que terminara ya la habíamos visto que seguía recorriendo la orilla. Fuimos detrás de ella.
Entraba y salía de hierbas, se asomaba entre rocas, ¿qué hacía? Ante nuestra absoluta incredulidad y perplejidad le robó un bocadillo a uno de los niños de nuestro campamento. Lo cogió envuelto en una servilleta de papel y se lo llevó con una velocidad y descaro que nos dejó helados. Se metió en uno de los recintos que hay en la playa vallados para regeneración de la vegetación y, ante nuestros ojos, desenvolvió el bocadillo, lo abrió y se llevó el filete de lomo como si den un tesoro se tratara. Nos dejó sin habla. No me lo podía creer.
La pequeña comadreja es intrépida, audaz, temeraria, eléctrica, letal… es una máquina perfecta de cazar y colarse por cualquier sitio. Es un pequeño mustélido que habita nuestros campos que debemos de valorar y respetar.

miércoles, 15 de marzo de 2017

La historia de una pequeña nutria.

Corría un poco de viento pero la tarde era muy agradable para pasear por el río Duero, río que como he dicho en innumerables ocasiones sorprende a todo aquel que le cuentas la diversidad de su fauna en el tramo urbano de la ciudad de Zamora.
Había estado mucho tiempo observando las evoluciones de dos parejas de martín pescador mientras hacían el nido, ese agujero profundo que les servirá como cobijo para una nueva generación de pequeños martines. Los había visto entrar a picar en el agujero, ofrecerse obsequios e incluso un amago de monta. Las garzas reales, los cormoranes, los azulones o alguna gaviota despistada se movían tranquilamente por las orillas mientras mitos, herrerillos, carboneros, mirlos, verdecillos o currucas capirotadas volaban y cantaban alterados ante la llegada de la inminente primavera.
Al poco tiempo de subir del río me llegó un mensaje. Inmediatamente volví y me dirigí hasta el lugar en el que se encontraban Flori Pérez y Lourdes Hernández.
Flori es una mujer tranquila, pausada, de sonrisa permanente, voz dulce y suave que ama la naturaleza, que disfruta con las pequeñas cosas y que siempre tiene una actitud positiva. Lourdes, su hija, es una apasionada de la naturaleza que se indigna ante las injusticias que puede sufrir el medio que nos rodea e intenta hacer todo lo que está de su mano para solucionar el problema. Llegué hasta su altura y me la enseñaron.
Era una pequeña cría de nutria. Tendría entre 15 días y un mes de vida. Estaba quemada: tenía las almohadillas, la trufa y las vibrisas quemadas. Tenía pinta de estar deshidratada y con hipotermia así es que Lourdes y Flori la habían envuelto en una toalla y metido en una caja pero…¿que había pasado?
Hagamos un retroceso en el tiempo. Dos días antes un inconsciente, una persona desalmada o como queráis llamarla (merecería cualquier descalificativo que se os ocurra) prendió fuego a una zona de espadañas junto al río Duero. Se dio la circunstancia que en ese punto del río una de las parejas de nutria que tenemos en nuestro río tenía su cubil, en el que convivían la hembra adulta, una cría del año anterior, es decir, un hermano mayor, y las crías de este año. Crías de no más de quince días o un mes.
El fuego abrasó las espadañas y a las nutrias con ellas. Las pequeñas nutrias intentaron salir como pudieron del terrible fuego. Que sepamos, dos, lo consiguieron; la hermana mayor y esta pequeña nutria que tenía ante mí.
Estaba helada. Se quejaba y respiraba con dificultad. Había que hacer algo. Lourdes ya había llamado al 112, que pasaron el mensaje a la Junta de Castilla y León y…nada. Llamé al servicio territorial de la Junta y me dijeron que hasta las diez de la mañana del día siguiente no la podían recoger, que la dejáramos en el cajón del Centro de Recuperación de fauna de Villaralbo. Le contesté que si la dejábamos allí se iba a morir, no aguantaría. Les daba igual…
Lourdes estaba indignada y no entendía la situación; por desgracia, a mí me había pasado más veces con otros animales que había recogido y tenido en mi casa hasta el día siguiente pero Lourdes no lo entendía, era inexplicable…nadie se hacía cargo del animal, les daba igual…como estaba cerrada la oficina…
Después de varias llamadas en las que no conseguimos nada de nada decidimos que alguien tenía que ver a la pequeña nutria ya que necesitaba cuidados urgentes, si no moriría; así es que los tres nos fuimos hasta una clínica veterinaria cercana al río.
Al llegar, la sorpresa de las veterinarias fue mayúscula. Le pusieron calor e hicieron un reconocimiento de urgencia confirmando nuestras sospechas. Además, nos dijeron que respiraba con dificultad y tenía los pulmones tocados ya que tenía humo y cenizas en la boca, nariz y seguramente pulmones.
Después del reconocimiento surgieron las dudas ya que era un animal muy diferente a los que solían tratar y se nos ocurrió la posibilidad de llamar a un veterinario de fauna salvaje así es que llamamos a Silvia Martín, veterinaria del Centro del Lobo de Robledo (que se daba la circunstancia que tanto Lourdes como yo conocíamos). Vía teléfono nos fue dando unas indicaciones de tratamiento y manejo que trasladamos a la veterinaria así como los cuidados básicos para que aguantara la noche.
Habían pasado algo más de dos horas y media desde que apareció pero el pobre animal llevaría otro día y medio, como mínimo, a la intemperie después del fuego. Lourdes y Flori se la llevaron para casa en un trasportín que, amablemente, nos dejaron en la clínica. Tenía que aguantar la noche hasta llevarla a las 10 de la mañana del día siguiente al Centro de Recuperación de fauna.
La pequeña nutria, que es una hembra, aguantó la noche y Lourdes la llevó hasta el centro donde Silvia la recogió comenzando su tratamiento y recuperación.
Hoy, al amanecer, me acerqué hasta el lugar, quería ver si la otra cría que habían oído estaba por algún sitio, si podía localizarla; era muy complicado que hubiera sobrevivido una segunda noche. No la encontré. Seguramente hubiera muerto.
Un día después estoy contando su historia. Todavía tengo la emoción que me recorre el cuerpo como un pequeño calambre con diferentes ramificaciones de angustia, alegría, rabia, desesperación e impotencia. Emociones encontradas, contradictorias que me permiten lanzar al viento algunas reflexiones:
-¿Cómo es posible que no haya un protocolo de actuación para un animal protegido? ¿Cómo es posible que nadie se haga cargo del animal mientras no esté abierta la oficina? ¿Cómo es posible que no haya un veterinario de urgencia para estos casos?
-¿Por qué se sigue quemando? ¿Por qué alguien tiene la nefasta idea de quemar? ¿No se da cuenta de la importancia de lo quemado? Ah, que sólo es un carrizal del río…ese carrizal supone un refugio para micromamíferos, insectos, puede ser un dormidero de aves, lugar de nidos o, como sucedió, el hogar de una familia de nutrias…sin olvidarnos de lo “bonito” que hace el río quemado. Educación por favor, educación. Tenemos que conseguir que estas personas vayan siendo cada vez menos, que se vayan extinguiendo como la plaga que son.
François de la Rochefoucauld, decía que hay tres clases de ignorancia: no saber lo que debiera saberse, saber mal lo que se sabe, y saber lo que no debiera saberse. Estas personas cumplen las tres clases de ignorancia, porque no quieren abrir los ojos, porque nadie les ha enseñado a que los abran o, simplemente, porque son unos delincuentes.
-Flori y Lourdes son personas sencillas, amantes de la naturaleza, comprometidas con el medio ambiente y conocedoras de la importancia de lo que nos rodea. Son personas que han hecho todo lo que estaba en su mano por salvar a un animal. Han sido capaces de hacer lo que otros no hubieran hecho nunca y, además, no se dan importancia, lo hacen porque creen, firmemente, en lo que hacen porque les sale de dentro, les sale directamente del corazón.
-Gracias al personal de la clínica veterinaria Kinditín que se portó extraordinariamente con nosotros, por su amabilidad y altruismo.
-Gracias a todos los que llamé para intentar solucionar el problema, especialmente, a Silvia Martín que nos trasladó su sapiencia y sensibilidad.
Espero que la mentalidad vaya cambiando y gestos como este sean más habituales y gestos como el quemar se vayan extinguiendo. Espero que la educación se vaya imponiendo a la incomprensión. Tenemos mucho trabajo. Hay que cambiar mentalidades y para conseguirlo hay que empezar por los más pequeños, por los niños, ellos son el futuro de nuestro medioambiente.
Ahora hay que esperar que la pequeña nutria vaya recuperándose y, si se recupera del todo: ¿Se podrá soltar nuevamente? ¿Podrá volver al río algún día? Esperemos que pueda regresar a su hábitat natural del que nunca debió de salir...el tiempo nos lo dirá.

lunes, 13 de marzo de 2017

Aniversario de Félix Rodríguez de la Fuente.

Es curioso que me haya planteado escribir una nueva entrada sobre el aniversario del nacimiento y muerte de Félix, es curioso porque revisando las que ya he hecho en el blog se da la curiosa circunstancia de que han sido todas en años impares: 2013 y 2015, así es que sin darme cuenta me encuentro haciendo una nueva en este 2017, año en el que el gran Félix hubiera cumplido 89 años.
En los últimos días han surgido programas de televisión y tertulias en las que repasaban su vida y muerte, muerte que se ha visto envuelta en sospechosas coincidencias según algunas teorías pero no quiero hablar de ellas sino de él, del hombre que cambió la manera de pensar, la manera de actuar y, sobre todo, la manera de sentir la naturaleza.
Monumento a Félix en Zamora, en el bosque de Valorio.
El día 14 de marzo se cumplen 37 años de su muerte y, casualmente, también cumpliría 89 años ya que nació y murió el mismo día. Es difícil expresar nuevos sentimientos acerca de lo que supuso para mí, así es que quiero recuperar algunos pasajes de las entradas que hice hace 2 y 4 años, pasajes que siguen actuales, pasajes que escribí con profundos sentimientos y emociones muy internas que me sucedieron cuando era muy pequeño pero que las recuerdo con total nitidez y todavía ahora, mientras escribo estas líneas, se me pone la carne de gallina y se me erizan los pelos al ir recordándolas.
Con Félix murieron otros dos miembros del equipo: Teodoro Roa y Alberto Mariano. Equipo que desapareció. Equipo de "El Hombre y la Tierra". Equipo que perdió a su lider. Equipo que se quedó sin su faro, sin su luz al que seguir, sin su guía. Equipo que nos dejó la serie española más vista en el mundo; serie que ganó grandes premios nacionales e internacionales y que fue aclamada por la crítica pero sobre sobre todo por el público, su público, sus niños. Félix decía que los que mejor le entendían eran los niños y que razón tenía. Esos niños crecimos y seguimos admirándolo, marcó nuestras vidas, marcó nuestra manera de ver la naturaleza.
A finales de los años setenta y principios de los ochenta yo era un pequeño niño inquieto, movido, al que le interesaban todas las cosas que no sabía o no entendía, que se escapaba los viernes por la noche de la cama (no podía despertar a mi hermano que era más pequeño) y se sentaba en el sofá, pegado a la televisión, esperando ansioso a que empezara aquella música que le erizaba los pelos en cuanto comenzaba a sonar, un mundo nuevo se abría ante sus ojos. Un mundo maravilloso. Un mundo lleno de situaciones espectaculares, tiernas, dramáticas, divertidas. Un mundo que estaba allí fuera, al lado de nuestra casa, en nuestros campos. Un mundo fascinante.
Los capítulos de "El Hombre y la Tierra" marcaron a una generación de niños que mirábamos fascinados, intrigados, extasiados la naturaleza más cercana, la que nos rodeaba. El embrujo de aquellos capítulos todavía me recorre la sangre (tengo todos y los veo de vez en cuando); incluso en estos días que los están volviendo a poner en la televisión me cabreo porque no puedo llegar a verlos ya que a la hora de emisión o estoy trabajando o llego al final del capítulo y, aunque solamente sean unos segundos, me siento en el sofá y siento el mismo cosquilleo que sentía hace tantos años, el mismo cosquilleo que sentía cuando era tan pequeño y los veía por primera vez.
Aquel hombre nos enseñó la naturaleza con sus cosas buenas y malas, con sus maravillas y sus problemas, con sus alegrías y sus miserias. Nos enseñó a conocerla, apreciarla y respetarla. Nos enseñó que teníamos que intentar protegerla. Nos mostró animales que podían desaparecer y porqué no debían de dejar de existir. Nos mostró el camino a toda una generación de niños. Nos enseñó a valorarla y respetarla. Soy uno de esos niños. Me considero un niño de la generación de Félix.
Recuerdo cuando murió. El impacto que supuso fue tremendo. Me enteré de su muerte en la calle. Había salido del colegio y en el escaparate de una tienda vi una noticia en un periódico que me heló la sangre. Había muerto Félix. El hombre que me había enseñado la naturaleza. Una fotografía con una avioneta estrellada acompañaba la noticia. Era cierto, y una gran lágrima se me escapó en plena calle. Miré a mi madre y me lo corroboró con la mirada y un asentimiento de cabeza que no dejaba lugar a dudas. Había muerto el defensor de los animales.
Muchos de esos niños que mirábamos fascinados la televisión dedicaron su vida a la naturaleza, ya fuera de forma profesional o como una maravillosa afición. Si algo consiguió Félix Rodríguez de la Fuente fue que conociéramos, valoráramos, apreciáramos y respetáramos la naturaleza más cercana, la que está en nuestros campos, en nuestras tierras. Algo que hecho en falta en nuestros días. Algo que no se lleva. Algo que se está cortando de raíz. Algo que, como profesor (aunque no doy biología) o monitor, intento que conozcan mis alumnos. Algo que, por desgracia, se está perdiendo; estamos teniendo una involución en la educación ambiental que comenzó a surgir en los años setenta; se eliminan programas educativos relacionados con la educación ambiental, se la menosprecia (si la educación está mal, la ambiental está en la cola), nuestras administraciones no invierten en ella y lo que es peor, no pretenden invertir, sin darse cuenta que es un tema básico en nuestra existencia y que hay que hacerlo desde la infancia.
También echo en falta programas en televisión que atraigan a los niños, que les absorban, que les fascinen. Hecho en falta programas de nuestra fauna. Evidentemente hay documentales de naturaleza pero son todos relativos a lugares lejanos, a leones, hienas, guepardos, osos polares o ballenas. Programas que están muy bien pero ¿nuestros niños saben lo que es un milano, o un roble, o un corzo, o que a los ciervos se le caen las cuernas o como influye la desaparición de cierta especie o por qué son importantes las aves? Por ahí se debe empezar. Por temas cercanos. Por temas que nos rodean porque lo primero que hay que aprender es lo que tenemos a nuestro alcance.
Hace unos días, en uno de nuestros paseos, me acerqué con mi hija (de casi tres años) al bosque de Valorio y la llevé hasta el monumento a Félix. Al llegar le enseñé el animal de su izquierda: "un lobo" me dijo contenta, el de la derecha, "un ciervo", me contestó haciendo como que berreaba. "Y ete señó", me preguntó. "Este es Félix. El que enseñó a papá a querer a los animales". Este es tu legado Félix. El que yo y muchos como yo les enseñemos a nuestros hijos lo que tu nos enseñaste: a conocer, querer, valorar y respetar la naturaleza que nos rodea. Siempre te estaremos agradecidos. Gracias Félix.

miércoles, 1 de marzo de 2017

Cabra montés en Zamora. Dos años después.

Dos años después he vuelto a verlas. He vuelto a disfrutar de la elegancia y belleza de un animal que nunca debió de desaparecer de la provincia de Zamora. De un animal que se ha asentado en el lugar que siempre estuvo. De un animal que puedes estar observando sin cansarte mientras el tiempo pasa más lentamente, mientras el tiempo gira entorno a ella, a la cabra montés.
El día estaba oscuro, triste, revuelto; tan pronto llovía como la niebla cubría los cortantes riscos o salía algún rayo de sol que tímidamente intentaba hacerse el dueño de la mañana. El sol perdió y las nubes cubrieron el precioso valle, el valle de las cabras.
Allí estábamos otra vez. Poli observaba meticulosamente valles, cortados y rocas con sus ojos adiestrados para ver el más mínimo detalle, no se le escapa nada. No es lo mismo mirar que ver. Todo el mundo mira, pero muy pocos son capaces de ver, de entender, valorar, respetar y enseñar como él lo hace. Lo hace con una sonrisa, con una voz pausada, elegante y sabia, acompañada de unos ojos vivos que denotan que está disfrutando. Así es Poli. Un hombre tranquilo, sosegado y de palabra ágil. Un hombre que conoce y ama la naturaleza, que disfruta observando y enseñando, un hombre que no se da importancia, que es un excelente fotógrafo y, por supuesto, mi amigo.
Después de unos minutos de búsqueda aparecieron. Allí estaban. Dos años después volvía sentir la emoción de verlas, la emoción de saber que seguían ahí. He visto cabra montés en más lugares pero la emoción de verlas aquí no se parece en nada a verlas en otros lugares. Hay que intentar que no te vean, que no te oigan, hay que pasar desapercibido y si te ven que no se sientan amenazadas, que sigan con sus quehaceres cotidianos, con su vida, que no se note nuestra presencia.
La cabra montés desapareció de la provincia de Zamora en el primer tercio del s. XX. El jueves 26 de enero de 2006 se reintrodujeron trece ejemplares de cabra montés traídos de Riaño, La Sierra de Gredos y Las Batuecas, con futuros fines cinegéticos (al igual que los ciervos en la Sierra de la Culebra); estos ejemplares se adaptaron poco a poco a su nuevo territorio y comenzaron a criar.
La Opinión de Zamora, dos días después, se hizo eco del momento y, en una parte, de su artículo decía: “En ese momento se abrió una pequeña puerta y uno de los animales salió y permaneció unos segundos junto al remolque para emprender enseguida una veloz carrera. Al momento uno tras otro salieron el resto de los ejemplares con una gran velocidad tomando tierra y posesión de un nuevo hábitat.” Ahí comenzó la vida de estas cabras.
En mi anterior visita todavía quedaba una de las cabras que soltaron inicialmente con el crotal que la delataba, ahora ya no está pero ha dejado su huella, su sangre en las cabras que pudimos disfrutar en la fría y desapacible mañana.
Allí estaban. En un pequeño roquedo. Tranquilas. Comiendo unas y vigilando otras. Elegantes. Atentas. Con su clara capa de pelo que les da un aspecto tierno, amoroso que dan ganas de tocar. Situadas en posiciones y posturas inverosímiles sobre las rocas. Se mueven como pez en el agua sobre aristas y pequeñas repisas que para cualquier otro animal sería imposible, simplemente, mantener el equilibrio. Sus patas son especiales, es como si tuvieran un antideslizante o como en coches y motos unos neumáticos concretos para cada ocasión pero sus patas son permanentes y adaptadas al lugar en el que viven; sus pezuñas son muy duras y puntiagudas, con las cuales se sujetan a las rocas de una manera mágica permitiéndoles moverse por lugares complicados y peligrosos para cualquier otro animal.
Nos miraban. Estaban tranquilas. No las habíamos asustado. No nos consideraban un peligro. Nos movimos lentamente con las rocas a nuestra espalda. La mayoría del grupo estaba en un roquedo pero dos estaban más cerca.
Una era el macho más grande del grupo y la otra era la hembra guía. La hembra que conduce al grupo. La hembra que marca por donde ir y de la que todos se fían. La hembra que decide los mejores pasos, la mejor zona de alimentación, por donde huir en caso de peligro o cuando moverse.
Nos miraban con expectación pero sin denotar ninguna sensación de peligro. Mientras la hembra guía estuviera tranquila todos los demás lo estarían también. El grupo lo formaban 22 ejemplares entre hembras, crías del año anterior, machos jóvenes y el macho más grande. Este macho no es muy mayor, faltaban los dos grandes machos que pude ver hace dos años. Dos machos grandes y viejos que habían desaparecido, seguramente habrían muerto ya fuera de muerte natural o no.
A estos grandes machos sus cuernos les dan dignidad, elegancia y poder pero son, en muchas ocasiones, el objeto de su deseo, el motivo de su caza. Estos cuernos son permanentes no se caen como las cuernas de los ciervos o de los corzos, por lo tanto son cuernos y no cuernas. Estos cuernos van creciendo en medrones (anillos) de crecimiento anual hasta más o menos un metro en los machos y unos treinta centímetros en las hembras; para calcular la edad de un macho se cuentan los medrones y se le suma uno. Cuernos potentes y fuertes que marcan la vida y la muerte de los machos.
El celo ha terminado pero todavía el grupo permanece unido durante algún tiempo más. Han pasado el invierno juntos. Han bajado de las altas cumbres a las zonas medias y escarpadas de los valles. En las próximas semanas se separarán y volverán a subir a los altos picos donde estarán hasta el comienzo del próximo invierno en el que volverán a juntarse.
No se movieron en ningún momento. Estaban tranquilas buscando la comida más apetitosa. La hembra guía y el macho bajaron de su atalaya y se unieron al grupo para continuar con sus quehaceres diarios.
Nos fuimos. Las dejamos con su tranquila vida en el valle de las cabras. Valle escondido, precioso, espectacular, valle en el que deben de vivir su vida tranquila solo alterada por alguna águila real que pueda poner en peligro a algún cabrito o algún lobo que tiente a cualquier cabra enferma o herida; estos son los únicos depredadores naturales que pueden hacerle mella en condiciones muy concretas, aunque, su mayor enemigo es el mismo que las trajo hasta aquí, el hombre.