miércoles, 30 de noviembre de 2011

Jornada en la Escuela Micológica de Ungilde (EMU).
Aunque la mañana se presentaba bastante fría y la helada era considerable. Nos reunimos unas treinta personas en la EMU (Escuela Micológica de Ungilde) dispuestos a disfrutar de una jornada setera.
Planta superior en la que se encuentra el Centro de Interpretación.
La EMU es un proyecto del Ayuntamiento de Puebla de Sanabria que se ha instalado en las antiguas escuelas del pequeño pueblo de Ungilde. Este centro pretende ser un referente en relación al mundo de la micología. Cuando uno entra y lo ve, llega a una conclusión rápida, está muy aprovechado y estudiado.
Patre del grupo buscando setas.
El objetivo de la mañana era recoger el mayor número posible de especies diferentes para que el micólogo Juan Antonio Sánchez nos hablara por la tarde sobre ellas. Cuando llegó Juan Antonio nos pusimos en marcha. Nuestras esperanzas no eran muchas ya que el mal año de setas no auguraba que encontráramos mucha variedad. Recorrimos prados, pinares y robledales buscando las tan ansiadas setas que aparecían aquí y allá entre las explicaciones de Juan Antonio y los comentarios de la gente que iba y venía preguntando y charlando animadamente de todo lo que íbamos viendo.
Algo que me llamó la atención fue lo variopinto del grupo que formábamos. Estábamos gente de Asturias, Palencia, León, Salamanca y Zamora pero,sobre todo, mucha gente del propio pueblo, recogedores de setas de toda la vida, que preguntaban con entusiasmo acerca de qué seta era esta o aquella y daba la impresión de que se sentían orgullosos del centro micológico que empezaba a nacer en su pueblo.
La mañana pasó rápidamente y cuando nos quisimos dar cuenta eran las dos de la tarde, con lo cual llevamos todas las setas recogidas al centro para, por la tarde, clasificarlas y escuchar la charla.
Explicación de Juan Antonio Sánchez en los paneles del sendero junto al centro.
Después de comer, una comida con setas, por supuesto, volvimos al centro donde clasificamos las especies recolectadas saliendo más de las que nos imaginábamos al principio de la jornada, unas 60 diferentes; material más que suficiente para que Juan Antonio nos mostrara una parte de su gran sabiduría y didáctica en este mundo tan apasionante y complicado como es la micología.
Charla de Juan Antonio Sánchez ante un auditorio expectante.
Dado el auditorio tan variopinto, Juan Antonio, mantuvo un equilibrio exquisito, con un saber transmitir extraordinario, entre temas técnicos y explicaciones sencillas para que todo el mundo siguiera las indicaciones acerca de algunas de las setas recogidas. Habló sobre unas 15 especies. De posibles confusiones, de cómo diferenciar unas de otras, de características específicas de ciertas especies…, para después mostrar al microscopio diferentes esporas. Cuando nos quisimos dar cuenta eran las 8 y media de la tarde y allí seguíamos escuchando toda la sabiduría de Juan Antonio Sánchez.
Esporas en las pantallas que se estaban viendo a través del microscopio.
La jornada terminó con unas explicaciones por parte de José Luis Santiago y Javier Franco (padres de la "criatura") sobre la forma de liofilizar las setas y los diferentes aparatos que componen el laboratorio.
La EMU es una escuela que comienza su andadura buscando un carácter eminentemente formativo (se impartirán cursos de diferenciación de especies, cocina,…), divulgativo (dirigido a niños y adultos para un conocimiento de las setas principales de la comarca, así como sus beneficios), de investigación (laboratorio dispuesto para estudios) y medioambiental (busca respetar y concienciar acerca del entorno en el que se enmarcan las setas). En definitiva, un proyecto que nace con muy buena pinta.

domingo, 27 de noviembre de 2011

Árboles singulares en la provincia de Zamora II.

Continúo con mi peculiar recorrido por aquellos árboles, bosques o bosquetes que me han causado, por diversas razones, una especial impresión.
Casa del Fenal apoyada en la roca.
El Fenal: en el precioso pueblo de Muelas de Los Caballeros se encuentra una finca muy especial. En ella podemos encontrar un conjunto de más de 500 especies vegetales plantadas a principios del s. XX por un comerciante llamado Maximiliano Santiago Prieto que cada vez que volvía de uno de sus viajes por el mundo traía semillas o esquejes y los plantaba. Así podemos encontrar, entre otros, un pinsapo de los más grandes de España y, destacando por encima de todos, 8 secuoyas que impresionan por su porte y altura. La primera vez que entré fue hace muchos años. Años en los que la finca estuvo abandonada y había que saltar el muro por uno de los laterales para poder entrar. Una vez dentro todo estaba sucio, lleno de malas hierbas, con la impresionante casa colgada de unas rocas en un estado lamentable. Daba lástima que tanta riqueza vegetal se estuviera perdiendo.
Secuoyas en El Fenal.
Años después la finca cambió de manos y los nuevos propietarios, junto con un programa de ADISAC, arreglaron caminos, limpiaron malas hierbas y dejaron a la vista la tremenda belleza e importancia de las especies que allí se encontraban. Restauraron la casa principal y la casa del guarda donde se instaló un semillero de especies autóctonas. Se hacían visitas y había una persona que explicaba todo su contenido. Todo eso terminó y actualmente vuelve a estar en unas condiciones nada deseables para la calidad de lo que allí existe.
Bosque del Tejedelo.
El bosque del Tejedelo: cerca de Requejo en la comarca de Sanabria se encuentra un bosque mágico, especial, en el que parezca que vaya a salir un duende o un hada en cualquier momento. Hasta llegar a él seguimos un camino que asciende lentamente hasta encontrarnos a 1.350 m de altura con un valle de origen glaciar que una de sus empinadas laderas se encuentra cubierta por un bosque de robles, abedules, acebos,…y los tejos.
Más de 600 ejemplares entre los que podemos encontrar alrededor de 100 tejos con más de 1.000 años. Son impresionantes, de troncos abiertos los más viejos, y ramas caídas, de aspectos y formas extrañas surcados por una luz tenue que entra en el bosque por los huecos de sus ramas, de luz mágica y encanto de cuento.
El Tejedelo. Bosque mágico. Bosque de cuento.
El Tejedelo es un bosque especial, en el que en invierno sube la temperatura respecto a la de fuera del bosque y en verano baja siendo refugio de innumerables pajarillos, micromamíferos, reptiles y corzos. Su importancia es enorme. Prueba de ello es que forma parte de la Red Natura 2000
y está catalogado como zona LIC (Lugar de Importancia Comunitaria). Aparte de su importancia, es su belleza, encanto y magia lo que te atrapa cuando caminas por él.
Olivo del Convento de Sancti Spiritu de Toro: no había vuelto desde pequeño y tenía ganas de volver a entrar. Lo hice hace muy poco y el árbol me impresionó. Es un olivo de casi 700 años que se encuentra en el claustro del convento toresano. Se sabe su edad a ciencia cierta porque se encuentra un escrito de Manuel Espías Sánchez que dice: “el olivo cercano al pozo del claustro fue plantado durante la fundación del monasterio”. El monasterio fue fundado a principios del s. XIV, lo cual nos da cuenta de su edad.
Morera de Cozcurrita. Detalle de las piedras que sujetan sus ramas.
Los árboles sagrados: antes de la llegada de los romanos los antiguos pobladores de nuestras tierras tenían la costumbre de reunirse en lugares especiales, que ellos consideraban sagrados, en los que normalmente había un árbol centenario, un símbolo de la madre tierra. Los romanos acogieron esa costumbre y después, el cristianismo absorbió esos lugares sagrados construyendo iglesias en ellos. Los habitantes de los pueblos tenían por costumbre celebrar reuniones o concejos con un árbol como testigo, como símbolo. Muchos de esos lugares y algunos de esos árboles continúan en el recuerdo de las gentes.
La morera de Cozcurrita es uno de esos árboles centenarios situados junto a su iglesia románica. Árbol de  ramas cansadas que se ha ido abriendo, desgajandose como una naranja. Los habitantes del pueblo para no perder ese símbolo han colocado enormes piedras que sostienen las ramas para que la vieja morera no se rompa y no pierdan su símbolo.
Como veis, diferentes árboles, lugares y bosques, pero todos tienen un mismo denominador común, su importancia biológica, cultural y social.

miércoles, 23 de noviembre de 2011

Turismo lobero en La Sierra de la Culebra.

Algo está cambiando en la Sierra de La Culebra, la mentalidad. Muy poco a poco los habitantes de los pueblos que surca la sierra están cambiando su manera de ver al lobo. Está pasando de ser un proscrito a ser un creciente foco de beneficios económicos y revitalizador de la economía y vida en muchos pueblos de la Reserva Regional de Caza de la Sierra de La Culebra y alrededores.
Espera en la sierra.
Hace algún tiempo cuando te acercabas a la sierra, a observar al lobo, nadie decía nada. Los lugareños te miraban como un bicho raro que llevaba un telescopio o unos prismáticos para ver a un animal que para ellos era un enemigo o, cuanto menos, no era un amigo. La situación en los últimos años ha cambiado. Ahora puedes comentar, hablar en el bar de lo que has visto, e incluso entablar conversación con unos y otros para compartir información. Están viendo cómo durante muchos meses al año viene gente de todas partes de España y de Europa que  duermen, comen, echan gasolina, compran en las tiendas y gastan en los bares. Se van unos y vienen otros y los más avispados empezaron a crear casas rurales orientadas hacia ese turismo de calidad que se queda 3 ò 4 días y vuelve, porque todos volvemos, ya sea, para ver a los lobos, a los ciervos o simplemente a pasear por la sierra y disfrutar de este enclave natural, pero siempre se vuelve, la sierra engancha.
La niebla abraza el amanecer.
El turismo de la zona puede tener un motor, el lobo, pero también una herramienta para su propia conservación, además de la divulgación del enorme legado etnográfico y cultural de toda la sierra en torno a dicho animal, como son las costumbres, las tradiciones o las construcciones. Si todo suma, ya es hora que sume de verdad, que despegue de una vez por todas, lo debe de hacer de una forma regulada, de una forma sensata y coherente, y las regulaciones las deberán de hacer personas que sepan del tema, no un técnico situado en un despacho, en una ciudad lejana que no tiene ni idea de lo que se cuece en la sierra y, su único fin, será complacer a sus superiores que, tampoco sabrán nada del tema.
Lo lógico es que preguntaran a quien más sabe, y estos son los que viven y/o trabajan allí o tienen algo que decir del tema, ya sea gente de los pueblos, guardas de la reserva, naturalistas, biólogos o ecologistas, incluso a los turistas. Serán necesarias unas limitaciones, pero racionales; un código de conducta, también racional pero sobre todo mucha cordura, negociación y sentido común. Si no se hace así, escuchando a todos, surgirán los problemas, se hará mal y lo lamentaremos, y cuando lo lamentemos, será demasiado tarde para arreglarlo, habremos perdido una ocasión única que se esfumó. Para una vez que la zona puede tener algo a lo que agarrarse, algo que sirva de motor económico y revitalizador, por favor, que se haga bien.
Rastro de un lobo.
Un estudio del economista Esteban de la Peña calcula que el turismo lobero puede suponer 3,4 millones de euros anuales de beneficios. Una cifra nada desdeñable, a la que dicho economista añade otra serie de beneficios provenientes de acudir a la sierra en tiempo de berrea o la observación de otros tipos de animales. Acudirían unos 27.000 turistas al año que gastarían unos 120€ por persona y fin de semana.
Cada vez más están surgiendo iniciativas importantes como el Centro Temático del Lobo impulsado por el Ayuntamiento de Puebla de Sanabria (tendrá una entrada aparte) y el crecimiento de grupos organizados desde empresas, asociaciones o por su cuenta, que se desplazan hasta la sierra para ver al lobo, observar sus huellas, recorrer sus territorios, observar sus defecaciones, rascaduras; en definitiva, conocer a tan increíble animal en su entorno natural. Entorno que cuando lo descubres, aprendes a quererlo, valorarlo y respetarlo.

viernes, 18 de noviembre de 2011

Árboles singulares en la provincia de Zamora I.

Nos encontramos en el Año Internacional de los Bosques declarado por la Asamblea General de las Naciones Unidas (ONU) con el objetivo principal de concienciarnos acerca de la importancia de los bosques para la vida. Los bosques ocupan el 30% de la superficie de La Tierra, en ellos se contiene el 80% de la biodiversidad de nuestro planeta y, cada año, se pierden 13 millones de hectáreas, casi la totalidad de las hectáreas arbóreas existentes en España (tenemos 14,4 millones de hectáreas).
Un bosque es un conjunto de biodiversidad, un conjunto de seres interrelacionados entre sí que dependen unos de de otros y, si alguno tiene alteraciones graves, el resto sufrirá las consecuencias. Dentro de este conjunto de seres vivos quiero centrarme en los árboles y, en este caso, en los árboles singulares que tenemos en la provincia de Zamora. Árboles que debemos de conservar, proteger y cuidar ya que forman parte de nuestra existencia.
Cuando me encuentro ante un árbol milenario siento una mezcla de admiración, sorpresa y respeto. Es un árbol que ha vivido cientos de años, que se ha mantenido en pie sorteando incendios, talas, enfermedades, falta de sensibilidades o simplemente la ignorancia de su importancia.
Me gustaría enumerar algunos de los que considero árboles especiales en la provincia de Zamora. Unos están catalogados como árboles singulares de Castilla y León y por tanto protegidos y otros no pero, por diversas razones, para mi, son singulares.
Castaño de San Román de Sanabria.
El castaño de San Román de Sanabria: En el pequeño pueblo sanabrés se encuentra un castaño imponente, de 24 m de altura y 18 m de perímetro a ras de suelo. Está en un huerto, y la primera vez que lo vi quedé impresionado por su porte. El muro que rodea el huerto estaba caído en un punto por el cual todos los curiosos entrábamos para acercarnos al él. Según te acercas compruebas su majestuosidad. Lo rodeas en silencio. Cuentas los pasos que forman su perímetro y calculas la gente que lo rodearía agarrados de las manos. Muchas veces he hablado con el dueño de la finca y se siente orgulloso del viejo castaño y tiene una gran paciencia con todos los que vamos a admirarlo. Siempre que vuelvo paso mi mano por su corteza arrugada, lo abrazo e imagino lo que ha visto. Pensad que ya estaba ahí hace más de 600 años según unos, 800 según otros e incluso 1.000 según los más lanzados.
Castaños de La Alcobilla.
La Alcobilla es un bosque de castaños que se encuentra cerca del pueblo de San Justo, junto al santuario de Nuestra Señora de la Alcobilla. Los antiguos pobladores de nuestras tierras ya consideraban el lugar especial, luego los romanos y después los cristianos lo tomaron como algo sagrado, leyenda incluida, la ermita actual es del s.XVI, y entre los muros de una construcción cercana se pueden ver diversas estelas romanas pero lo que destaca por encima de todo es el conjunto de castaños de todas las edades que rodea la ermita.  Los más viejos rondan los 300 años. Castaños que se retuercen formando dibujos y formas singulares que forman caras de duendes o de monstruos. Castaños ahuecados por rayos o retorcidos sobre su base con ramas que por si solas serían árboles imponentes.
Señor Argimiro Crespo contando la leyenda del Roble del cementerio.
El roble del cementerio de Codesal: hay árboles que forman parte de leyendas y este viejo roble de 400 años, es uno de ellos. Si vais a Codesal, la leyenda, os la debe de contar el Señor Argimiro que a sus 91 años sigue abriendo su corazón a todos aquellos que visitan su museo etnográfico. Hombre increíble, arriero, comerciante, músico, contador de historias y romances. Un hombre bueno que destila honestidad por los cuatro costados, que con su voz cansada pero entusiasta os contará el romance de la historia de amor que rodea al roble del cementerio. Roble al que quiere y respeta. Roble de 20 m de altura, 25 m de copa y casi 5 m de perímetro en la base que se asoma al muro del cementerio de este pequeño pueblo de La Carballeda.
Nala junto al castaño de Vime de Sanabria.
El castaño de Vime de Sanabria: árbol retorcido, agarrado al muro, de tronco rugoso y aspecto imponente que parece defender o acompañar a la iglesia que se sitúa tras él. Por cierto, en el muro de la iglesia hay incrustada una calavera que sirve de nido a una pareja de colirrojos tizones. Árbol especial para mi ya que a Nala, mi añorada perra de aguas, le encantaba tumbarse entre sus viejas raíces de más de 300 años.  
Hasta aquí una primera entrega de esos árboles que conozco y considero singulares por diversas razones, que me impactan y me causan una tremenda admiración, que debemos cuidar, divulgar y aprender a respetar, además de intentar que los demás también lo hagan.

lunes, 14 de noviembre de 2011

Los pájaros moscones de Los Tres Árboles

Los Tres Árboles es una zona de bosque que discurre junto al río Duero, en la que antiguamente había unos bañaderos y ahora es zona de paseo, ocio y deporte entre chopos, álamos, fresnos y algún solitario pino en los que viven innumerables pajarillos y aves acuáticas, sin olvidarnos de ratones, comadrejas e incluso nutrias.
Es, en esta zona, donde paseo muchos días o salgo a hacer un poco de deporte. En uno de esos paseos, me fijé en un nido abandonado de pájaro moscón que zarandeaba el viento con una fuerza que parecía fuese a salir volando de un momento a otro, pero allí seguía, aferrado al árbol en el que había sido construido, y decidí hacer esta entrada sobre este curioso pajarillo que me encanta observar a partir de marzo, que es cuando comienza la construcción de su obra maestra, el nido.
Macho de pájaro moscón trabajando en el nido
A lo largo del río, la pasada temporada de cría, observé 5 nidos de este pequeño pajarillo que es un arquitecto, albañil e ingeniero de primera ya que construye un nido trenzando fibras vegetales con una maestría, habilidad y gusto increíbles.
Allá por el mes de marzo los machos del pájaro moscón comienzan la ardua tarea de construirse su nidito de amor. Eligen una rama delgada de un chopo, álamo o fresno y comienzan a trenzar y trenzar fibras vegetales para ir construyendo un nido a modo de cesta.
Mientras el macho está tan ajetreado, la hembra se sitúa cerca del nido y observa, no a un sólo macho, sino que busca al macho que construya el que ella considera como el mejor nido; va de uno a otro sin perder detalle de las evoluciones en el nido que va surgiendo con los esfuerzos de los pequeños moscones. Cuando la hembra llega a un nido se acomoda en una rama cercana sin perder detalle; de vez en cuando se posa en el futuro nido y comprueba su elaboración de cerca.
Hembra observando la evolución del nido. Se sabe que es una hembra
por tener el antifaz más estrecho que los machos.
Mientras la hembra observa, los machos se esmeran en construir el mejor nido posible ya que si es del gusto de la hembra, habrán encontrado pareja si no, no criarán ese año y abandonarán el nido.
Macho construyendo el túnel de entrada al nido.
La temporada pasada comprobé cómo un macho estaba construyendo dos nidos a la vez, así tenía el doble de posibilidades de encontrar pareja y el doble de esfuerzo, ya que iba de uno a otro, en un ir y venir frenético entre los nidos y los carrizos de la orilla del río. Al final, tanto trabajo le valió la pena ya que en uno de los nidos, consiguió compañera, el otro lo abandonó.
Macho de moscón cogiendo material para construir el nido.
Cuando una hembra decide el nido que más le gusta, ayuda al macho a terminarlo, dándole los toques que ella considere necesarios y así acondicionarlo para empezar la cría de los futuros pájaros moscones. Lo dejará a su gusto y así comenzar la incubación que realizará ella sola. El macho no entrará, se limitará a llevarle comida hasta que nazcan los pequeños moscones.
Macho llevando comida a la hembra que incuba dentro.
Más o menos quince días de frenética ida y venida del moscón con amentos de chopos o inflorescencias de carrizos para que el nido quede perfecto y, os aseguro, que queda perfecto.
(No suelo grabar vídeos. Este es una excepción. Aquí os lo dejo. Está grabado en Los Tres Árboles la primavera pasada. Espero que os guste, aunque no sé por qué se ve así, se debería de ver mejor).

miércoles, 9 de noviembre de 2011

Lobo ibérico: el cazador cazado.

La mañana era fría y tras más de dos horas apostados con los telescopios escudriñando el valle, la desesperación de Nano empezó a hacerse patente. “Otro día más que vengo y no los vemos”-dijo resignado. “¿Qué hora es?”-le pregunté. “Las diez y cinco”-Me contestó con un tono claramente defraudado. “Tranquilo. Todavía hay tiempo. Pueden aparecer en cualquier momento”- Contesté esperanzado. Habíamos visto varios ciervos, corzos con crías, una culebrera y un zorro cazando ratones en una pradera pero lo que queríamos ver, no había aparecido.
La Junta de Castilla y León ha fijado para la temporada de caza 2011-12 que se cacen 139 lobos, con el siguiente reparto: 44 en León, 34 en Zamora, 28 en Palencia, 16 en Burgos, 7 en Segovia, 2 en Ávila, 3 en Soria, 3 en Valladolid y 2 en Salamanca. Vistos estos números la pregunta que me viene a la cabeza es: ¿cuántos lobos hay en Castilla y León?. Si se van a matar 139 lobos más, los que se cacen furtivamente, sean atropellados, envenenados o mueran de muerte natural, significará que hay un número “¿excesivo?”. El cazador. ¿Cazado?.
A los cinco minutos de la conversación con tintes de frustración, distinguimos tres ciervas que iban corriendo de izquierda a derecha de una manera un tanto extraña. “¿Qué les pasa a esas ciervas?”. Dijimos a la vez que nos apresuramos a mirar por el telescopio. “¡Un lobo!. ¡No!. ¡Dos, tres lobos…!”. Tres lobos perseguían a una cierva adulta con las crías de este año y del año anterior. Las hembras corrían despavoridas buscando el abrigo de un pinar que se encontraba a unos cientos de metros. Los lobos se les acercaban cada vez más mientras las ciervas buscaban llegar cuanto antes, en un tiempo que se les haría eterno, al cortafuegos que marcaba el límite del pinar, el límite de la salvación.
Eran lobos adultos. No eran cachorros aprendiendo los métodos de caza. Sabían perfectamente lo que hacían. De repente nos dimos cuenta que por el cortafuegos, en perpendicular a las ciervas y paralelo al pinar, bajaba corriendo para cortarles la salida un cuarto lobo. El más grande de todos. Seguramente el macho alfa. El encargado de terminar la tarea. Su carrera era majestuosa. Les salía al paso e iba decidido a por una de ellas. La cierva adulta, que es la que dirigía el plan de huída, también se las sabía todas y presintió al cuarto lobo; en un momento determinado hizo un quiebro para no ir directas al pinar sino que tiraron en diagonal hacia abajo. Hecho que seguramente les salvó la vida a una de ellas porque al cuarto lobo, que las esperaba más arriba, no le dio tiempo a coger a ninguna antes de que se metieran en el pinar. Se habían conseguido salvar. Nada más entrar en el pinar los cuatro lobos se pararon. Se reunieron y decidieron continuar hacia arriba. Marcaron la zona con varias meadas, rascaduras y alguna defecación y continuaron monte arriba tranquilamente mientras se reponían de una infructuosa carrera de unos doscientos metros.
La Junta de Castilla y León considera que actualmente hay 126 manadas seguras y 66 probables en nuestra comunidad, con una tendencia de estabilidad. Si se matan 139 lobos se está matando un lobo de cada manada segura y aproximadamente, uno de cada tres, de las manadas probables, con lo que si consideramos que una manada la forman unos 7 lobos tendríamos unos 1.344 en total y si se matan 139 son entre un 10% y un 11% de lobos cazados en una temporada del total de animales. ¿Es mucho o poco?. Depende a quién se le pregunte. Para mi es demasiado ya que a esos lobos cazados hay que añadirles los eliminados furtivamente, por atropellos o de muerte natural.
Los cuatro lobos continuaron hacia arriba, hacia un pinar en el que descansar. Según se iban acercando surgió otra sorpresa. Un enorme ciervo macho irrumpió despavorido saliendo de unas escobas y pasó a toda velocidad entre los cuatro lobos que lo miraron sorprendidos. ¡Un quinto lobo venía detrás de él!. Automáticamente los cuatro lobos se unieron a la persecución y los cinco salieron detrás del ciervo que corría para salvar su vida. Tras una carrera de unos cien metros, los lobos, que venían de perseguir a las ciervas, desistieron en la persecución, el ciervo se dio cuenta en el acto y paró también, se giró y durante unos segundos, que se nos hicieron interminables, se quedaron mirándose como púgiles que se sopesan y esperan otra ocasión en la que volverán a medir sus fuerzas. De un lado, los lobos, del otro, el ciervo; unos, defraudados, el otro, satisfecho. Así es la naturaleza. Unos días ganan unos y otros días ganan otros. La pena es que cuando el hombre quiere cazar al lobo, siempre pierde el lobo, pero, ¿gana el hombre?.
(La primera fotografía del lobo está realizada en situaciones controladas)

viernes, 4 de noviembre de 2011

Hayas, tejos y acebos en la montaña palentina.
Mi abuelo era ebanista y desde pequeños nos enseñaba a apreciar la madera, a quererla, a diferenciarla y a respetar, por encima de todo, al árbol que había sido. El olor de las virutas en la carpintería fue compañero constante y fiel de mi infancia y juventud. Todas nos sonaban; roble, haya, cerezo, nogal e incluso ébano; al principio eran simples trozos de madera pero más tarde se convirtieron en maravillas que mi abuelo y mi tío hacían con sus manos. Nos enseñaba cosas del árbol que habían sido. Sacaba viejos y antiguos libros de dibujos gastados o la enciclopedia con la que él estudió y nos mostraba el árbol, cómo era, dónde se daba y alguna característica especial que tuviera. Ese cariño por la madera y los árboles se lo debemos a él.
Ese cariño y respeto continúa vivo cuando camino por un bosque o cuando me encuentro con un árbol solitario que aguanta estoico y cansado los avatares de la vida. Las pequeñas cosas especiales que nos contaba las sigo contando a los alumnos cuando vamos a excursiones o rutas.
El pasado fin de semana fuimos al norte de Palencia, donde hicimos dos rutas por una zona que no conocía y me sorprendió por su belleza. La primera fue a La Tejeda de Tosande y la segunda a La Fuente del Cobre.
La primera discurría por un valle entre bosques de robles y cortados donde los planeos de los buitres y los chillidos de chovas y arrendajos nos acompañaban para llegar a nuestro destino, un hayedo espectacular coronado por un bosque de tejos. Las hayas son árboles a los que le gusta tener los pies fríos y la cabeza caliente, es decir, conservan la humedad a pie de tierra y buscan desesperadamente la luz por sus ramas más altas. Cuando entras en un bosque de hayas te das cuenta que en cualquier momento puede aparecer un duende, un gnomo o un elfo, que caminas dentro de un cuento. En otoño las hayas explotan de color. Ocres, naranjas, amarillos y rojos cautivan la mirada y te tocan el alma. Son bosques húmedos donde las nieblas están muy presentes; si tenéis la suerte de entrar en hayedo con niebla, no lo dudéis, os cautivará.
Según íbamos subiendo por el hayedo, poco a poco hacían su aparición los tejos. Árbol emblemático desde antiguo cuya madera era empleada como arma tecnológica en la Edad Media; un señor feudal que controlase un bosque de tejos tenía garantizada la mejor madera para la construcción de arcos, ya que su madera es muy flexible y muy dura. El tejo crece muy lentamente y es muy longevo, sus raíces y troncos se retuercen en un sin fín de posturas que provocan la admiración del que los contempla. Cuando un tejo se va haciendo muy viejo, su tronco se va abriendo, separándose hacia los lados, se va cayendo, se encorva hacia la tierra que lo vio nacer mientras su vida se le escapa muy lentamente. Al final del bosque de tejos nos encontramos un mirador desde el que el valle nos muestra todo su esplendor.
La segunda ruta nos conducía hasta el nacimiento del río Pisuerga en una cueva, la Fuente del Cobre. Para llegar hasta allí debíamos atravesar un hermoso bosque de robles jalonado por unas increíbles matas de acebos. Otro árbol especial que crece muy, muy lentamente. Un bosque de acebo cumple una importantísima función de cobijo para aves, micromamíferos y roedores ya que dentro de él sube la temperatura entre 3 y 5 grados y eso, en invierno, supone incluso salvar la vida para muchos animalillos.
Según nos íbamos acercando al final, atravesamos otro bosque de hayas de aspecto fantástico en el que, un jinete negro podía aparecer en cualquier momento, para llegar a la cueva de la cual nace el río Pisuerga, aunque realmente no lo hace allí si no que nace en la ladera del pico Valdecebollas, donde se recoge el agua y se va filtrando  a través del sumidero Sel de la Fuente y, tras recorrer 10 kilómetros por una cueva que atraviesa la montaña, sale por la boca de ésta en un lugar llamado La Fuente del Cobre.
La montaña palentina nos mostró toda su belleza en forma de colores increíbles, tonos ocres, naranjas, verdes y rojos que se entremezclaban para hacernos estremecer los sentidos.
(Agradecemos enormemente a Ernesto y Rafa habernos guiado por estos parajes).

martes, 1 de noviembre de 2011

Preparando el viaje.
El fin de semana del 1 y 2 de Octubre se celebró el Día Mundial de las Aves, coordinado por la SEO (Sociedad Española de Ornitología). Este año se centró en las aves migratorias y sus hábitats, y en España el tema elegido fue la caza ilegal de aves migratorias.
Mi primer recuerdo de aves migratorias es sobre la cigüeña blanca ya que cada vez que bajaba a casa de mis abuelos las veía en la plaza de Santa Lucia y mi abuela me decía, con su infinita paciencia, cuándo se iban y cuándo volvían. Aunque ahora, curiosamente, están cambiando en muchas zonas sus hábitos migratorios ya que, sobre todo, los basureros abiertos, han provocado que muchas cigüeñas permanezcan en nuestro territorio al encontrar comida abundante y cómoda, quizás también el aumento de la temperatura haya influido ya que como decía mi abuela: “los inviernos de antes si que eran fríos”.
Zamora tiene censadas 1.581 parejas; sexta provincia española (1ª  Cáceres (7.035), 2ª Badajoz (4.155),  3ª León (2.799)). En muchos lugares de la provincia ya se han marchado pero en la ciudad todavía no.
Todos los pollos de este año y sus padres se reúnen a dormir sobre tejados de iglesias, algunas casas y la catedral; es aquí donde las veo desde casa. En su cúpula, torre y pináculos se reúnen, cada día, alrededor de 30 ó 40 y todos los días tienen la misma rutina.
El amanecer va iluminando sus siluetas mientras se desperezan estirándose y se acicalan. Cuando la temperatura no es tan fría hacen pequeños vuelos de calentamiento de unos pináculos a otros, o desde la torre a la cúpula y, cuando lo creen oportuno, se van en busca de comida.
Acudirán al río pero principalmente lo harán al vertedero donde comen todo lo que pueden para así coger fuerzas y acumular toda la grasa posible que les va a permitir afrontar el viaje hasta el lejano sur del Sahara en las mejores condiciones.
Al anochecer van regresando a la ciudad en grandes bandadas que se distribuyen por los lugares donde duermen. Así un día y otro, hasta que decidan abandonar nuestra ciudad. Iniciarán su largo viaje para volver a finales de Enero o principios de Febrero y así cumplirse el refrán de: “Por San Blas la cigüeña verás y, si no la vieres, año de nieves"; muy dicho por mi abuela que pasadas las navidades ya estaba pendiente de si había o no había cigüeñas. Creía que si no venían o se retrasaban demasiado sería un síntoma de mala suerte y cuando aparecían se quedaba más tranquila.  
Cuando los pollos viajan por primera vez a sus cuarteles en África, normalmente se quedan allí los primeros años de su vida. El primer año la mayoría de los pollos no vuelven  a nuestra tierra; en el segundo y tercer año hacen lo mismo pero se mueven un poco hacia el norte, hacen cortas migraciones acercándose hacia nuestro país y así al tercer o cuarto año, que es cuando alcanzan la madurez sexual, regresarán a sus lugares de nacimiento para buscar pareja y lugar donde construir un nido que ocuparán con la misma pareja toda su vida. Así comenzarán un nuevo ciclo de su vida en el que formarán parte de nuestros pueblos y ciudades y también de nuestro recuerdo y nuestra vida.