El Parque Natural de las Marismas de Santoña, Victoria y Joyel es un punto y aparte en el mundo de la ornitología; es un lugar especial y emblemático al que cada vez que voy me gusta más estar en su entorno, recorrerlo, descubrir algo nuevo, disfrutar de sus paisajes y sus pequeños habitantes alados ya sean ocasionales o no.
En una serie de entradas voy a intentar transmitir vivencias y encuentros en este paraíso natural. Días que he pasado acompañado de un buen amigo, Fernando García, con el que da gusto compartir experiencias, vivencias y observaciones.
En Santoña hay dos mundos completamente diferentes, opuestos pero complementarios: la marea alta y la marea baja. Dependiendo de cómo esté la marea, los habitantes y sus comportamientos varían por completo y para alguien de tierra adentro eso resulta apasionante.
Con la marea alta aparecen todos los buceadores, están más activos y, en muchos casos más cerca: silbones, azulones, frisos, cercetas comunes, cormoranes grandes y moñudos, patos cuchara, rabudos, tarros blancos además de colimbos grandes y chicos, zampullines cuellirrojos, cuellinegros y chicos, somormujos lavancos, araos o fochas comunes se mueven por las marismas en busca de alimento; tranquilidad que se ve alterada cuando alguna águila pescadora, gavilán, aguilucho lagunero, milano real o busardo ratonero planean por encima de ellos.
Con la marea baja aparecen todos los limícolas y los que se alimentan en zonas con poca agua como orillas o charcos que van quedando. Ahí aparecen chorlitos grises, chorlitejos grandes y chicos, correlimos comunes y tridáctilos, ostreros, vuelvepiedras, zarapitos reales y trinadores, espátulas, archibebes comunes y claros, garcetas grandes y comunes, garzas reales, aguja colinegra y colipinta; un sinfín de aves que se van moviendo según la marea va subiendo o bajando.
Entre estos dos mundos están las gaviotas. Gaviotas patiamarillas, sombrías, reidoras, cabecinegras y gaviones que se mueven entre la marea alta y la baja sacando lo mejor de cada una de ellas.
Dos mundos complementarios en los que miles de aves se mezclan; miles de aves que pasan el invierno entre nosotros conviviendo con las aves residentes en las marismas. Miles de aves que conforman un espectáculo único.
Entre todas ellas voy a destacar algunas por diferentes motivos ya sea por su rareza, singularidad o aumento en pocos años. Me gustaría comenzar por una de las estrellas del momento: la gaviota cocinera.
Fue descubierta en el puerto de Santoña por Gonzalo Pardo el día 9 de diciembre de 2024 pero desapareció hasta casi un mes después cuando Álvaro Bustamante la relocaliza el 3 de enero en la playa de Laredo. Desde entonces visita asiduamente el puerto de Laredo donde la pudimos ver después de tres intentos. A la tercera fue la vencida.
Llovía de forma muy fuerte cuando vimos llegar una gaviota oscura y grande a posarse en el tejado de encima de donde nos estábamos resguardando del fuerte viento y la lluvia racheada que nos estaba empapando. “Que buena pinta tiene esa gaviota” le dije a Fernando cuando una voz nos gritó desde el muro del puerto: “La tenéis encima”. Era ella. La tan ansiada gaviota cocinera que nos había dado esquinazo a un bueno de pajareros.
Esta gaviota procede del hemisferio sur: Sudamérica, sur de África y Australia. La primera observación de esta especie en España se produjo el 21 de abril de 2014 cuando Juan Carlos Andrés observó un inmaduro en el puerto pesquero de Ondarroa (Vizcaya). (En este magnífico enlace Antonio Gutiérrez nos muestra todas las observaciones en España).
Nos separamos del edificio para poder verla. Allí estaba. Asomada desde lo alto. La lluvia arreciaba todavía más mientras observábamos su enorme y fuerte pico, su oscuro manto y manchado de la cabeza y el pecho.
La expectación y emoción se palpaban en el ambiente. La gaviota bajó a una pequeña grúa y nos mostró toda su belleza.
El 10 de enero Gonzalo Pardo, su descubridor, la anilló con una anilla blanca N:XML para seguir sus movimientos en el futuro ¿Volverá al sur? ¿Se quedará por nuestra tierra? Interrogantes que se irán resolviendo poco a poco en un apasionante seguimiento.
La observación de esta gaviota es algo extraordinario por su rareza y además un ejemplar de esta especie de segundo año es la primera vez que se ve en Europa.
A la vez que veíamos a la gaviota dos araos navegaban en el puerto resguardándose del temporal. Uno de ellos lo habíamos visto el día anterior pero el otro era nuevo.
Arao visto la tarde anterior, al anochecer. |
El arao común es un ave marina que se distribuye por las costas de Escandinavia, Islandia, Gran Bretaña e Irlanda, en España ha sucedido una verdadera extinción de su cría y presencia.
“Hacia 1950 y sólo en Galicia, es probable que nidificasen más de 5.000 parejas de arao repartidas en siete colonias principales. El primer recuento serio data de 1948, cuando Francisco Bernis censó 3.000 individuos en las islas Sisargas, frente a las costas de Malpica.
Otro bastión importante se localizaba en las islas Berlengas, en la costa portuguesa, unos cien kilómetros al norte de Lisboa; allí, según Ronald M. Lockley, criaban 6.000 parejas en 1939. De regreso a Galicia, otras colonias importantes se encontraban en las islas Cíes, en la isla de Ons y en los islotes Aguillóns, junto al cabo Ortegal. El resto de la población, a juzgar por los escasos e inciertos datos disponibles, se repartía en varias colonias menores, cuyo límite meridional sería el cabo de San Vicente, en el Algarve portugués. En el Cantábrico es posible que el arao nidificase en Ansarón (Lugo) y en el cabo Vidio (Asturias)”. (Revista Quercus-Octubre 2014).
La evolución del arao común en España ha sido una terrible caída en picado, pasando en tan pocos años de miles de ejemplares reproductores a ninguno. Un verdadero desastre cuyas causas son fundamentalmente la desaparición de la anchoa en la zona por sobrepesca, la mortandad por artes de pesca y el desastre del Prestige con el maldito chapapote (petroleo). En esta extinción no hemos hecho nada de nada, ningún programa de ayuda, seguimiento o conservación. Nada de nada. Mirar como se extinguía una especie reproductora en España. Una verdadera lastima.
El arao común se incluye en el Libro Rojo de las Aves de España 2021 en la categoría de CR (en peligro crítico). También aparece en el Catálogo Nacional de Especies Amenazadas como EN (en peligro de Extinción como reproductora).
Los araos se zambullían en busca de comida mientras la lluvia arreciaba y el viento soplaba con fuerza. Dejamos a los pequeños araos desplazándose por el puerto y a la gaviota cocinera posada en el tejado de una de las naves y nos marchamos satisfechos y mojados después de observar a estas dos preciosas especies.
(En la próxima entrada los preciosos escribanos nivales y las formidables barnaclas carinegras).