Hace unos días, en uno de mis paseos por el bosque de
Valorio (Zamora), tuve la inmensa suerte de encontrarme con dos polladas de
rapaces nocturnas, las primeras que veía este año.
Mimético. Hierático. Está pero parece que no está. Es una
prolongación del tronco, es un nudo del árbol. Dormido. Tranquilo. En su
posadero diurno. En su bosque. En Valorio. El cárabo es una rapaz nocturna de
gran adaptabilidad que tiene una amplia dieta que quizás sea la calve de su
éxito. Desde otras aves hasta insectos, mariposas nocturnas, larvas, gusanos,
ranas y, sobre todo, micromamíferos forman su dieta habitual.
Ahí está, en su atalaya, en su posadero diurno, en su lugar
pero, no está sólo, un rechoncho pollo de ojos grandes, redondos y negros me
mira asustado. Está escondido. Agazapado. Está en el suelo. Ha salido del
tronco en el que nació, se ha movido por las ramas y ha caído hasta el suelo,
debe ocultarse, debe pasar desapercibido e intentar subir a alguna rama, sino
lo consigue, se ocultará en la profundidad de las zarzas, donde nadie lo vea.
Allí permanecerá oculto, escondido, sin moverse pero al llegar la noche llamará
a sus padres que bajarán a darle de comer, a atenderlo, a que continúe vivo.
El adulto cambia de ubicación. Se coloca en una grieta del
árbol. Sigue inmutable. Es una parte del árbol, parece la misma madera, su
camuflaje es verdaderamente imponente. Su mimetismo es absoluto. Allí
permanecerá todo el día hasta que llegue la noche, momento en el que se
activará y comenzarán sus movimientos por su territorio, por su bosque y bajará
a dar de comer a su pequeño que seguirá en suelo o habrá subido a alguna rama;
seguramente tenga más pollos en alguna otra rama o en el hueco en el que
nacieron, a todos atenderá, a todos dará de comer.
La luz se apaga. La luna ilumina el bosque y el cárabo
despierta. Su canto lastimero retumba en la noche. Su poderosa voz marca su
territorio, indica a otros cárabos que él está allí; los habitantes del bosque
se ponen en guardia, ha despertado el rey nocturno que comparte territorio con otra
de las aves que viven en la noche, el búho chico que también ha tenido pollos.
Una cabeza asomaba entre las ramas del pino. Un búho chico
me miraba con sus grandes ojos entre asustado, intrigado y sorprendido. Estaba
en el nido. Quieto. Estático. Sin mover ni una sola parte de su cuerpo.
Muy
cerca del nido otro pollo estaba en una rama. Se había movido. Los pollos de
búho chico a los pocos días de nacer salen del nido y se van moviendo por las
ramas, van andando torpemente, agarrándose con fuerza y, cuando comiencen a
pegar aleteos y vuelos cortos, se cambiarán de árbol pero permanecerán en la
zona ya que sus padres acudirán a su llamada y les darán de comer allí donde se
encuentren.
Los adultos están cerca. Vigilantes. Expectantes observarán todo lo que pasa cerca del nido. Controlarán a a sus pequeños. Observarán ocultos. Entre la espesura. Estarán en el mismo árbol o en alguno cercano sin perderse nada de lo que acontezca donde sus pequeños búhos se encuentren.
Estas no fueron las únicas sorpresas del día ya que también
pude observar una preciosa tórtola europea; era la primera vez que veía una en
Valorio y dado su enorme descenso en los últimos años supuso una gran alegría
poder verla.
Para rematar la mañana, localicé, por primera vez este año,
una rata de agua que se movía cautelosa por el arroyo. Nadaba rápidamente hasta
que salió del agua, se puso a comer unas pequeñas hojas y desapareció entre la vegetación de la orilla.
La mañana había sido muy fructífera. Había conseguido dar un
agradable paseo y poder ver nuevos habitantes del bosque que lucharán por sobrevivir en un mundo lleno de peligros pero muy hermoso.
Desde luego que es hermoso este mundo tan desconocido en el que hoy nos sumerges, escudriñando ramas, zarzas y troncos para localizar a los amigos de la noche y su descendencia.
ResponderEliminarDescriptiva, interesante y apetecible narración, a la par que esas fotos difíciles de tomar y que nos muestran el selectivo mimetismo y potente camuflaje de estas dos especies.
'Ojolince y Sra.' no hemos tenido suerte con las nocturnas pero a la señora 'rata de agua' la tenemos bien localizada en nuestra área del canal del Duero y muchos días disfrutamos de su presencia, con una absoluta tranquilidad mientras desarrolla sus tareas cotidianas. Cuenta con el condicionante de que, la mayor parte de las personas que transitan por el canal, no se percatan de su presencia.
Agradecidos por todo lo que hemos aprendido hoy con tu crónica 'Ojolince y Sra. te mandamos un saludo desde Pucela.
Las rapaces nocturnas son complicadas de ver, hay que tener un poco de suerte pero cuando las localizas es una uténtica gozada y más si todavía te encuentras con los pollos. Muchas gracias por vuestro comentario. Un saludo.
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