jueves, 11 de agosto de 2022

El lobo no desperdicia energía.

El día comenzó al amanecer en la sierra. El calor era patente desde bien temprano. El sol todavía no había salido y el aire ya soplaba caliente. Las temperaturas que estamos viviendo son un indicador más del cambio climático que es imparable a menos que los gobernantes mundiales se dignen en ponerse de acuerdo y hacer algo.
Los ciervos se movían tranquilos. Las ciervas con sus pequeñas crías no pierden detalle de todo lo que pasa a su alrededor, les va la vida en ello. Siempre atentas. Siempre expectantes. Siempre dispuestas a proteger a su pequeño incluso con su vida. Campos agostados. Prados secos y…¡un lobo! Un precioso lobo cruzó la pradera a la velocidad del rayo y se introdujo en el mar de brezos, escobas y carqueisas.
Estaba cazando. Buscaba a esas ciervas con sus crías. Necesitaba encontrar comida para sus pequeños. Desapareció como tragado por un enorme agujero negro de vegetación.
El sol apareció en el horizonte calentando aun más la mañana. Iba a ser un día de mucho calor. ¿Qué es eso? Un simple movimiento. Un segundo. Un color donde no debía de estar. Algo ha pasado entre los brezos. Espero. Tiene que estar ahí. Espero. Busco en la inmensidad del brezal. Tiene que estar ahí. Lo he visto un segundo. Estoy seguro de lo que es pero quiero verlo nuevamente. Espero. Minutos de búsqueda. Minutos de escudriñar el brezal…¡ahí está!
Un imponente lobo camina con paso firme y decidido. Aparece y desaparece entre los brezos. Camina imponente. Aun estando con el pelaje de verano se le ve fuerte, musculado, potente. Es una máquina perfecta en movimiento. Avanza.
¿No lo perciben? Tres ciervas pastan tranquilas en un pequeño cortafuegos. El lobo avanza hacia ellas. 20 metros, 15 metros, 10 metros, 5 metros…sale del brezal a menos de 3 metros de ellas. Como si un invisible resorte las hubiera activado las ciervas salen corriendo despavoridas, pero aunque parezca increíble lo hacen coordinadas. La hembra vieja sale la primera, la cría del año pasado la sigue, la de este año también. El lobo las mira sin inmutarse. Quieto. Cabeza levantada. Atento. No le interesan. Su abultada barriga indica que ya ha comido. Las ciervas, tras el susto inicial, se paran. Saben que no hay peligro. El lobo no intentará ir a por ellas. No malgastará energía de forma innecesaria. Continua su camino. Las ciervas respiran angustiadas.
El lobo prosigue su avance por la sierra. De vez en cuando para. Observa. No pierde detalle de todo lo que sucede en su territorio. Una nueva cierva con su cría del año se ve sorprendida por su presencia. Esta vez lo han visto venir. Lo han evaluado y saben que hoy no es peligroso. Lo miran con la cabeza alta, orejas tiesas y músculos atentos. Se acerca. Pasa muy cerca de ellas. No se inmutan. El lobo las mira pero continua su avance. No le interesan. Lo que necesitaba ya lo lleva en su barriga. Ha comido y es hora de que sus pequeños se alimenten. Prosigue su avance. Aparece y desaparece en el mar de brezos. Pasa por claros en los que me muestra toda su potencia y esplendor. Pasan veinte minutos y desaparece de mi vista pero una amplia sonrisa de satisfacción ilumina mi cara.

6 comentarios:

  1. ¡¡Buaaa!! lo he vivido leyéndote. Maravilloso momento.

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    1. Muchas gracias. Cuando ves un lobo siempre es un momento especial. Un saludo.

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  2. La vida sigue en la sierra a pesar de los pesares. Gracias a tu manera de transmitir nos lo imaginamos como si estuviéramos viviendo el momento junto a ti.Un saludo!!

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