jueves, 9 de junio de 2011

No deberían de estar ahí.

En muchas ocasiones los animales se despistan, se pierden, hacen un alto en su viaje porque están heridos o se asustan y, van a sitios, a los que normalmente, no irían. Me gustaría contar varios casos de estos, ocurridos en dos lugares concretos, en las Lagunas de Villafáfila  y en Zamora capital. Algunos terminarán bien y otros, desgraciadamente, serán traumáticos para los animales que los protagonizan.
La Reserva Natural de las Lagunas de Villafáfila se encuentra en el noreste de la provincia de Zamora. La engloban 32.682 hectáreas con varias lagunas de agua salada, producida por las características del suelo sobre las que se asientan. Fueron explotadas desde la antigüedad pero, lo que realmente las hace importantes, es por ser lugar de paso de miles de aves y, aquí comienza la historia de varios animales que allí estuvieron durante un tiempo, sin saber porqué se encontraban allí.
Hace algún tiempo un flamenco se pasó varios meses en la Laguna Grande y en la del Centro de Interpretación. ¿Qué hacía tan al norte?. ¿Por qué paró allí?. ¿Estaba débil o despistado?. Esas preguntas seguramente son de muy difícil contestación pero lo cierto es que allí estuvo meses; al final, una buena mañana, levantó el vuelo y se fue.
En otra ocasión apareció un rebeco. Sí. Un rebeco. Animal que vive en las altas cumbres de las montañas, deambulando por las lagunas, débil, parecía enfermo y estaba muy delgado. Su final no sería bueno.
Si esto es extraño. ¿Qué hacía un pelícano en la laguna?. Allí estuvo varias semanas. Tranquilo. Comiendo y quizás cogiendo fuerzas para continuar viaje, mientras los habitantes de las lagunas lo veían como un gigante extraño.
Las siguientes historias las viví de una manera intensa y sorpresiva en Zamora ciudad. Eran las 12 de la noche. Paseaba con Nala (mi querida y añorada perra de aguas) en la ronda nocturna cuando, al cruzar la carretera y mirar para un lado, a lo lejos, vi un gran perro (o eso parecía a esa deistancia) que venía por la carretera. Cuando llegábamos justo por la mitad, un ruido raro llamó mi atención. Miré y…¡un enorme jabalí venía a toda velocidad hacia nosotros!. Nala lo miraba como diciendo, ¿qué es esto?  y yo, no me lo podía creer, un jabalí a unos 10 metros y directo hacia nosotros. La verdad es que el animal tenía mas miedo que otra cosa y huía despavorido por la carretera. Nos vio y giró por la calle abajo, corrimos detrás de él hasta que lo perdimos. El pobre animal no sabía dónde meterse. Seguramente se despistó, entró en la ciudad y eso fue su final. Subí a casa alucinado y llamé a la policía municipal esperando que me creyeran, mi sorpresa fue cuando el policía descolgó el teléfono y sin yo decir palabra me dijo: “Si. Un jabalí. ¿Dónde está?”. Minutos mas tarde se escucharon unos disparos en la calle. Lo habían abatido. Así acaban muchos de los animales salvajes que, por despiste o por qué vengan huyendo de una batida, entran en la ciudad.
La siguiente historia también es sorprendente y triste. Me encontraba en el bosque de Valorio cuando, un amigo me llama y me dice: “Estoy corriendo por Valorio y acabo de ver un ciervo”. Un ciervo. ¿En la ciudad?. Me dirigí rápidamente hasta donde lo había visto pasar y, mi asombro y tristeza, a partes iguales, recorrieron mi cuerpo.
El pobre animal había saltado un muro que por el otro lado tenía un desnivel de unos 8 metros, cayendo entre dos coches. Allí estaba. Tirado. Atolondrado. No tenía heridas visibles pero su aspecto no era muy bueno. Es muy triste ver a un animal de este porte allí, tirado. El pobre ciervo entró por Valorio (al día siguiente, los medios de comunicación, dijeron que vendría asustado de una batida, se despistó y entró) lo atravesó y de repente se encontró en la ciudad.
En seguida se arremolinaron los curiosos con las preguntas de rigor, “¿Qué es?. ¿Qué ha pasado?. ¿Ha caído desde ahí arriba?”. El ciervo no se movía. ¿Tendría algo roto?. Pasado un tiempo llegaron los veterinarios de la Junta, le lanzaron un dardo para dormirlo, lo cargaron en un camión y se lo llevaron al Centro de Recuperación de la Fauna Salvaje de Villaralbo. Allí seguramente moriría ya que según informaron tenía un fuerte golpe en la cabeza.
Estas historias demuestran que los animales pueden despistarse y aparecer en la ciudad que, para ellos, es una verdadera ratonera de la que es muy difícil que puedan escapar. Otras veces como el pelícano o el flamenco se acomodan a una situación para poder sobrevivir, es decir, se encuentran cansados, heridos o despistados y buscan una zona en la que poder recuperarse y coger fuerzas para después continuar su vida en los lugares a los que deberían ir.

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