Era
un lobo grande, fuerte y llevaba la barriga completamente llena, se la
veía abultada, había tenido una buena comida esa noche; eran las ocho de la
mañana y el lobo subía pesadamente entre brezos, escobas y carqueisas que le
hacían desaparecer por momentos, como si se sumergiese en un mar en el que las
olas lo cubrían volviéndolo a mostrar mas adelante.
Caminaba
despacio, siguiendo unas trayectorias aparentemente inexplicables, daba
vueltas, retrocedía y avanzaba; los ciervos, a su paso, levantaban la cabeza,
primero expectantes y luego huían a la carrera en cuanto se les
acercaba más de la cuenta, más de lo que ellos consideraban su límite de
peligro.
Al cabo de media hora y tras un gran brezo, el lobo se asustó, mejor dicho, a mi me dio la sensación de que se asustó porque se paró en seco y reculó como cuando un caballo va a saltar un obstáculo y no lo hace; rápidamente me di cuenta de lo que pasaba, el lobo rodeó el brezo y se abalanzó sobre un corcino que intentaba huir desesperadamente, algo que, ante un lobo adulto, era imposible.
El lobo llevaba un buen rato siguiendo un rastro, de ahí su deambular de idas y venidas en torno al mismo lugar, al final encontró lo que buscaba y cuando lo vio tras el brezo, reculó, rodeó el gran brezo y le cortó la huida por el otro lado.
Los corzos son una de las presas más habituales del lobo en la Sierra de la Culebra y, en esta época del año, los pequeños corzinos son una oportunidad que un lobo no desaprovechará nunca, aún estando con la barriga llena.
El hecho de cazar muchos corcinos podría suponer un problema para la población de corzos de la sierra pero hay una manera con la que la naturaleza intenta regular esta situación; la inmensa mayoría de las corzas después de su segundo parto suelen tener dos crías, incluso, en casos muy excepcionales tres; el hecho de tener dos pequeños corcinos supone un aumento de las posibilidades de que alguno de ellos pueda sobrevivir y así continuar el ciclo de la vida.
Las corzas, para intentar que sus pequeños no sean detectados por un depredador, los encaman en una zona de hierbas altas o brezos espesos donde los pequeños corcinos no se mueven, ni se levantan en ningún momento hasta que llega su madre para amamantarlos; una vez que han comido los lamen de arriba abajo para intentar que no huelan, que su olor no sea percibido por un depredador ya que si lo encuentran su muerte será inminente.
El lobo se abalanzó sobre el pequeño corcino que estaba condenado sin remisión; lo agarró con una enorme fuerza, lo levantó, lo zarandeó tres o cuatro veces con un potente giro de cuello de un lado hacia otro y lo partió literalmente por la mitad. Me quedé impactado. Impresionado de la potencia con la que había cazado al pobre corcino que estaba condenado desde el momento que el lobo encontró su rastro y fue dando vueltas y vueltas hasta que lo encontró; era un lobo persistente, inteligente, astuto y paciente ya que, quizás, otro lobo, hubiera desistido antes en su empeño pero, este no y, en esta época menos, en algún lugar de la sierra estarán escondidos unos pequeños cachorros de lobo que hay que alimentar, que esperan que alguno de los miembros del grupo aparezca con comida, el lobo no podía dejar pasar la oportunidad, así es la naturaleza: hermosa y cruel a partes iguales, unos viven y otros mueren, unos son cazadores y otros son presa, unos sirven de alimento a otros.
El lobo cogió un pequeño trozo del corcino muerto y se lo llevó en la boca dejando el resto. Comenzó a andar, ahora si, en línea recta, sin dar vueltas ni retrocesos, iba decidido a un lugar fijo, concreto; avanzaba con paso firme entre brezos hasta que se paró y se comió el trozo que llevaba en la boca para continuar decidido hasta la protectora sombra de unas rocas donde se tumbó.
Estoy absolutamente seguro que más tarde ese lobo o algún miembro del grupo volvería a buscar los restos del corcino, nada se desaprovecha, nada se deja atrás; el lobo llevaba suficiente comida en su estómago para regurgitar a los pequeños, de momento no necesitaba más pero más tarde quizás si y sabría donde encontrarla.
Al cabo de media hora y tras un gran brezo, el lobo se asustó, mejor dicho, a mi me dio la sensación de que se asustó porque se paró en seco y reculó como cuando un caballo va a saltar un obstáculo y no lo hace; rápidamente me di cuenta de lo que pasaba, el lobo rodeó el brezo y se abalanzó sobre un corcino que intentaba huir desesperadamente, algo que, ante un lobo adulto, era imposible.
El lobo llevaba un buen rato siguiendo un rastro, de ahí su deambular de idas y venidas en torno al mismo lugar, al final encontró lo que buscaba y cuando lo vio tras el brezo, reculó, rodeó el gran brezo y le cortó la huida por el otro lado.
Los corzos son una de las presas más habituales del lobo en la Sierra de la Culebra y, en esta época del año, los pequeños corzinos son una oportunidad que un lobo no desaprovechará nunca, aún estando con la barriga llena.
El hecho de cazar muchos corcinos podría suponer un problema para la población de corzos de la sierra pero hay una manera con la que la naturaleza intenta regular esta situación; la inmensa mayoría de las corzas después de su segundo parto suelen tener dos crías, incluso, en casos muy excepcionales tres; el hecho de tener dos pequeños corcinos supone un aumento de las posibilidades de que alguno de ellos pueda sobrevivir y así continuar el ciclo de la vida.
Las corzas, para intentar que sus pequeños no sean detectados por un depredador, los encaman en una zona de hierbas altas o brezos espesos donde los pequeños corcinos no se mueven, ni se levantan en ningún momento hasta que llega su madre para amamantarlos; una vez que han comido los lamen de arriba abajo para intentar que no huelan, que su olor no sea percibido por un depredador ya que si lo encuentran su muerte será inminente.
El lobo se abalanzó sobre el pequeño corcino que estaba condenado sin remisión; lo agarró con una enorme fuerza, lo levantó, lo zarandeó tres o cuatro veces con un potente giro de cuello de un lado hacia otro y lo partió literalmente por la mitad. Me quedé impactado. Impresionado de la potencia con la que había cazado al pobre corcino que estaba condenado desde el momento que el lobo encontró su rastro y fue dando vueltas y vueltas hasta que lo encontró; era un lobo persistente, inteligente, astuto y paciente ya que, quizás, otro lobo, hubiera desistido antes en su empeño pero, este no y, en esta época menos, en algún lugar de la sierra estarán escondidos unos pequeños cachorros de lobo que hay que alimentar, que esperan que alguno de los miembros del grupo aparezca con comida, el lobo no podía dejar pasar la oportunidad, así es la naturaleza: hermosa y cruel a partes iguales, unos viven y otros mueren, unos son cazadores y otros son presa, unos sirven de alimento a otros.
El lobo cogió un pequeño trozo del corcino muerto y se lo llevó en la boca dejando el resto. Comenzó a andar, ahora si, en línea recta, sin dar vueltas ni retrocesos, iba decidido a un lugar fijo, concreto; avanzaba con paso firme entre brezos hasta que se paró y se comió el trozo que llevaba en la boca para continuar decidido hasta la protectora sombra de unas rocas donde se tumbó.
Estoy absolutamente seguro que más tarde ese lobo o algún miembro del grupo volvería a buscar los restos del corcino, nada se desaprovecha, nada se deja atrás; el lobo llevaba suficiente comida en su estómago para regurgitar a los pequeños, de momento no necesitaba más pero más tarde quizás si y sabría donde encontrarla.
Hola José, ¡menudo momento que vivisté en la vida del Lobo! y ya van unos cuantos. Tenías razón en que el Lobo engancha.
ResponderEliminarEnhorabuena por la entrada.
Saludos desde León
Hola J. Alberto ya van unos cuantos y te aseguro que no me canso, cada vez me gusta más y disfruto cada momento que puedo ver al lobo y este verano ha sido muy impactante. Os dije que enganchaba y creo que ya os atrapó. Un saludo y gracias por estar ahí.
EliminarBuena historia y bien contada, las fotos magníficas. Un abrazo.
ResponderEliminarHola Germán. Muchas gracias. Fue un momento impactante y sorprendente que será muy difícil de repetir. Un saludo.
EliminarHas tenido que tener un buen observatorio para poder ver semejante cacería.
ResponderEliminarHace tres semanas estábamos comiendo en un bar de Valdeteja y vi una foto de lobos que me gusto mucho: un grupo de unos cinco o seis lobos caminando por la nieve. Por supuesto que le pregunté al del bar donde estaba sacada la foto. En un lugar muy accesible y en un encuentro fortuito.
Volveré a esperar al lobo cuando me lo proponga José Alberto, pero lo que más deseo es un encuentro inesperado del tipo de la foto del bar cuando camine por el monte.
Excelente reportaje.
Saludos.
Hola Jose. Los encuentros inesperados con el lobo son increíbles,he tenido varios fortuitos y son especiales, impactantes y te dejan una huella muy difícil de borrar. Gracias por el comentario y un saludo.
EliminarBeautiful photos! :)
ResponderEliminarhttp://cuidemoslanaturalezaesdetodos.blogspot.com
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