jueves, 9 de agosto de 2018

Gomphus graslinii de caza

La tarde era calurosa. Un buen baño en el Lago de Sanabria nos había refrescado y mientras los niños del campamento merendaban me fijé en una libélula. Entre tanto bullicio ni se movía. Allí estaba. Quieta. Inmóvil. Hierática mientras la gente se movía a su alrededor. Me tiré en el suelo y llegó mi pequeña: “¿Qué haces papi?”. Mira -le dije según le indicaba con el dedo.
Al poco varios niños se nos acercaron curiosos para ver qué hacía. En un momento nos juntamos un pequeño grupito que miraba admirado e intrigado qué hacía esa libélula tan grande sin moverse. Un pequeño cordón de seguridad se conformó cerca de ella, sin molestarla; los niños no dejaban pasar a nadie que pudiera pisarla. Las preguntas surgían como un pequeño torrente: “¿Qué hace? ¿Me enseñas la foto? ¡Vaya ojos!”
Era una Gomphus graslinii una de las pequeñas joyas que tenemos en la provincia de Zamora. Se encuentra en la lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) catalogada como "casi amenazada". Es un endemismo europeo, exclusivo del sur de Francia y la Península Ibérica. Según el trabajo realizado por Mónica Azpilicueta, Adolfo Cordero y Francisco J. Ocharan: “En la Península Ibérica había sido citado de Cea, Portugal (Mclachlan, 1880), y solo a partir de 1970 han comenzado a aparecer citas españolas. El esquema que se deduce de estas citas recientes, es que la especie se halla repartida por buena parte del país, especialmente en su mitad oeste. En efecto, ha sido observada en Andalucía (Cádiz, Córdoba y Jaén), Meseta Sur (Cáceres), Meseta Norte (Salamanca y Zamora), Galicia (Orense y Lugo) y cuenca del Ebro (Navarra)”. 
Dentro de la provincia de Zamora es aquí, en el entorno del Lago de Sanabria, el único punto en el que se puede localizar. Esta preciosa libélula seguía quieta hasta que, de repente, como un auténtico caza salió volando por encima de nosotros. Su velocidad era tremenda. Su objetivo una mariposa nocturna que tuvo la mala suerte de pasar por donde no debía. Se lanzó sobre ella a una velocidad endiablada y tras varios quiebros y requiebros en los que la mariposa intentaba, desesperadamente, evitar lo peor. La libélula la capturó en pleno vuelo y bajo al suelo con su trofeo, justo donde nos encontrábamos.
¡Estaba al acecho! Eso era lo que estaba haciendo. Estaba cazando. Esperaba una oportunidad que se le presentó y no dejó pasar.
En el mismo artículo citado anteriormente se enumeran las principales amenazas de esta libélula: “El problema se halla en que los ríos anchos y lentos donde vive suelen sufrir la contaminación urbana o agrícola, o bien obras de encauzamiento que destruyen su hábitat. Dado el pequeño número de localidades conocidas deberían ser protegidas todas ellas. Las dos localidades gallegas están amenazadas por las actividades de producción de energía hidroeléctrica. Otros factores a tener en cuenta son la destrucción del bosque de ribera y el desarrollo urbanístico ya que pueden afectar directamente a sus poblaciones” (Si queréis leer el artículo completo pichar aquí).
Nada más bajar al suelo comenzó a devorarla con una velocidad y potencia enormes. No salíamos de nuestro asombro. Allí estaba, comiéndose a una presa que había cazado entre la multitud.
Impresionante. La cara de los niños y de mi hija era un poema. Sus enormes ojos no dejaban de observar lo que allí estaba ocurriendo. Ante ellos la cruda naturaleza. La vida y la muerte.
Lo curioso es que, algunos de estos niños, dos años antes, habían podido observar, en el mismo lugar, como otra Gomphus graslinii emergía de las aguas y salía a su vida terrestre y aérea, algo que todos ellos recordaban perfectamente.
La Gomphus graslinii se comió a la mariposa en pocos minutos pero no estaba sola ya que otra libélula, un macho de Onychogomphus uncatus también estaba cazando…
Pero este macho se dedicaba a cazar hormigas y pequeños escarabajos que rápidamente devoraba a una velocidad enorme. Su técnica de caza era parecida pero en tierra: permanecía inmóvil y cuando una posible presa se le acercaba la capturaba inmediatamente.
Dos libélulas cazando. Dos libélulas en una zona muy concurrida que causaron la admiración y sorpresa de un pequeño grupo de niños mientras el resto de la gente pasaba totalmente de lo que pudiera estar sucediendo, es más, seguramente nunca se darán cuenta de lo que tenemos alrededor pero, como muchas veces, digo: eso es porque nadie les ha enseñado a observar.
(Esta entrada hubiera sido imposible sin la inestimable colaboración de Miguel Rodríguez, al cual le agradezco enormemente sus consejos, colaboración, amabilidad y sabiduría).

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