Ahí está. Me mira. Nuestros caminos se han encontrado. Coincidimos. Nuestras miradas se entrecruzan durante un tiempo eterno, un tiempo que parece haberse detenido, petrificado. Estamos él y yo. No escucho nada. No hay nada a
mi alrededor. Sólo está su mirada. Una mirada de ojos almendrados que parece bucear
en tu interior. Una mirada que como decían desde antiguo: “te hiela la sangre”.
En cierto modo es verdad. Es una mirada
penetrante, profunda, hipnótica. Una mirada que no puedes dejar de mirar hasta
que él decida cambiarla. Es la mirada del lobo. La mirada del más odiado o
admirado, del que despierta pasiones encontradas, del que ha sido el malo de
los cuentos, de mil historias y ha aterrorizado a pueblos, del que despierta
admiración, entusiasmo o nerviosismo. Un animal emblemático, icono de nuestra
fauna, un animal con el que debemos convivir y sobre todo, respetar. Ese es
el lobo y esta es su mirada.
Cuando uno se cruza con su animal emblemático, las palabras no alcanzan la altura del sentimiento de la observación.
ResponderEliminarSaludos.
Completamente de acuerdo...Un saludo.
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