Es una gran satisfacción poder presentaros el relato corto con el que conseguí el Primer Premio en el concurso "Relatos de historia y naturaleza Zamorana" organizado desde RenaturaliZA (Ayuntamiento de Zamora). Relato que leí como cierre al Primer Encuentro de Ciudades en Renaturalización que se celebró en Zamora los días 9 y 10 de octubre.
El relato se titula: “Junto al río”. Relato muy personal con el que quiero rendir un pequeño homenaje al río Duero a su paso por Zamora ciudad y al Señor Manolo y la Señora Angelita, mis abuelos. Espero que os guste.
Junto al río
Los recuerdos se agolpan en mi mente cada vez que paso junto a su puerta. Puerta que sustituyó a la original, una puerta de madera vieja y curtida con su pequeña gatera que se agarraba a una llamativa y curiosa fachada de color rosa en la que se podía leer “Carpintería”. Carpintería junto al puente de piedra, junto a nuestro querido río Duero.
Ese viejo taller donde la madera cobraba vida se encontraba en la margen derecha del río donde mi abuela y mi madre lavaban la ropa en su orilla, se cogía una barca para pasear o se pescaba para comer.
Río de recuerdos. Río de vida. Río en el que los inquietos ruiseñores entonan su dulce melodía, una curiosa nutria asoma la cabeza intrigada mientras un andarríos recorre la vieja zuda, un mirlo avanza a pequeños saltos entre la hierba, una salamanquesa asoma entre las viejas piedras que una vez formaron parte de un antiguo convento o un precioso martinete observa atento la llegada de un grupo de gaviotas.
Río de historias. Río junto a ese viejo taller de carpintería donde un polifacético ebanista de hábiles manos creaba jamugas, arcones, sillas, mesas y secreteres de los que nacían angelitos, animales mitológicos, flores y formas. Taller que fue lugar de reunión en la Zamora de los duros años cincuenta y sesenta de futuros pintores, escultores, músicos, escritores o tallistas como Antonio Pedrero, Ramón Abrantes, Coomonte, Claudio Rodríguez, Julio Mostajo, Alito, Alberto de la Torre Cabero, Arturo, Miguel Pérez, Ricardo Flecha (padre), Alfonso Bartolomé, Jesús Hilario Tundidor, Castilviejo, Julio "el escayolista", Tomás Crespo o Miguel Berdión entre otros. Jóvenes que se acercaban a la vieja carpintería a hablar, componer y tocar música o a que mi abuelo les prestara una madera, un lienzo, un bastidor o unas pinturas. Eran jóvenes que buscaban un futuro que les sonrió y cuando se hicieron importantes seguían bajando; ahí es cuando los veía de niño y me sorprendía que gente tan ilustre entrara en el taller, entrara a una simple carpintería de los barrios bajos.
Han pasado los años y sigo bajando al río, a disfrutar de su encanto, de sus orillas, de sus árboles, de sus habitantes, a pasear, a hacer deporte o a enseñarle a mi pequeña cómo se llama ese pájaro negro que se mete en el agua, qué es ese extraño pez con bigotes que no debería de estar aquí, quién es el papá o la mamá de los patos o por qué una preciosa mariposa está inmóvil en el camino.
Río lleno de recuerdos de infancia y juventud. Río por el que camino mientras un avetorillo permanece inmóvil en el carrizo, un martín pescador observa atento la superficie del agua en la que se mueven alburnos, carpas o barbos, un pequeño pico menor rebusca entre la corteza de un viejo árbol o una garza se lanza en busca de su alimento.
Río vertebrador de la historia zamorana. Río de aguas color chocolate sobre las que un inmaculado charrán se lanza en picado, un galápago se calienta al sol, un escurridizo carricero eleva su canto por encima del carrizal o una gallineta pasa asustada bajo el desgastado puente de piedra. Puente junto al que existió una curiosa carpintería que fue cuna de artistas pero, sobre todo, de ilusiones y esperanzas con las que el Señor Manolo y la Señora Angelita criaron y amaron a sus hijos y nietos mientras observaban cómo las aguas del viejo río pasaban junto a su puerta.
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