Hace unos meses tuve un encuentro muy especial con un simpático roedor que nos alegró una fría mañana en la que la oscuridad lo envolvía todo y, el
silencio, dominaba el ambiente cuando mi gran amigo Jose me dijo: “mira”. Ante
nuestros ojos, a escasos 5 metros, se asomó una pequeña cabeza en lo alto de
una roca, inmediatamente se asomó otra. Nos observaban. Nos miraban con
curiosidad. Todavía no había salido el sol, la luz era muy escasa y dos
pequeñas sombras se movían ágilmente entre las rocas. Eran dos lirones caretos. Dos pequeños duendecillos del bosque.
Mi primer recuerdo de un lirón careto es, como otros
muchos, de un magnífico capítulo de El hombre y la Tierra de Félix Rodríguez de
la Fuente en el que nos contaba la vida de este pequeño y simpático roedor en
un tronco caído. Mis ojos se abrían como platos cuando se movían por el interior del tronco o cuando una culebra de escalera entraba en su cubil y un alcaudón real capturaba a uno de los pequeños. Era fascinante, hermoso, tierno, duro y simpático como la vida misma.
La luz era muy escasa. La oscuridad era la dueña del ambiente y los pequeños lirones caretos se movían con rapidez y elegancia a partes iguales. Lo primero que destaca en el lirón careto cuando lo ves
con poca luz es el penacho blanco que tiene al final de la cola, penacho que
movían alegremente, como sin sentido, de un lugar a otro, como si fuera un
plumero que se hubiera vuelto loco, penacho de pelos que, como a las lagartijas,
si algún depredador lo agarra por ahí, es capaz de soltarlo a modo de defensa y
así poder escapar.
Pareja de lirones caretos en plana noche. |
“Duermes más que un lirón careto” es uno de los refranes
más conocidos y populares además de ser uno de los más utilizados y que cierto
es, el lirón careto hiberna alrededor de ocho meses al año escondido en una
acogedora madriguera, aunque este periodo es más largo o más corto dependiendo del clima y de la disponibilidad de alimento, por lo que el tiempo de hibernación variará de unas partes de España a otras.
“¡Ahí están!”. Aparecieron nuevamente, a nuestro lado, a
un metro escaso; habían vuelto a vernos más de cerca, seguían correteando,
persiguiéndose en un pilla pilla continuo. Era la segunda vez en mi vida que veía
un lirón careto vivo y, desde la primera, habían pasado muchos años, esa
primera vez fue de día y pude apreciar perfectamente dos de las características
principales de este simpático roedor, su antifaz y sus enormes orejas.
Al antifaz que le cubre los ojos y parte de la cara le debe
su nombre y, sus enormes orejas, son como dos radares dispuestos a detectar
cualquier sonido a su alrededor además de sus grandes ojos que le permiten
estar perfectamente equipado para su vida nocturna entre la hojarasca y el brezal.
Desaparecieron en cuanto el primer rayo de sol iluminó la fría mañana. No los volvimos a ver. Se los había tragado la tierra pero nos alegraron la mañana; ver un lirón careto no es fácil, por lo menos para mi, es un auténtico desconocido para mucha gente, un pequeño duende que tenemos ahí, en nuestros campos, a nuestro alrededor que la gente de mi generación conocimos a través de ese mago llamado Félix Rodríguez de la Fuente; ojalá hubiera, en nuestros días, alguien mínimamente parecido a él que contara a nuestros niños las peripecias de los animales de nuestro entorno para que aprendieran a conocerlos, valorarlos y respetarlos como hicimos muchos niños de la "generación del Hombre y la Tierra" que todavía hoy añoramos su perdida y vemos como la educación ambiental es una auténtica desconocida, una paria que no levanta cabeza.
Agradezco enormemente a mi amigo J. L. Santiago prestarme las fotografías de este precioso momento. |
Creo que todos tenemos el primer recuerdo del careto con el espectacular reportaje de Felix, nos dejo una huella profunda. Me encanta este bicho, he disfrutado muchas noches con ellos, junto con grises y muscardinos en los bosques de por aquí. Un artículo muy chulo Pepe, me ha encantado. Un abrazo desde Cantabria.
ResponderEliminarHola Germán. Felix nos marcó a muchos, hace unos días se cumplieron 36 años de su pérdida, vaya mi más sincero recuerdo y agradecimiento por todo lo que nos enseñó. Sigue disfrutando de los lirones en vuestros bosques, son una gozada. Muchas gracias por el comentario y un saludo.
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