domingo, 13 de marzo de 2016

El baile de los lirones caretos.

Hace unos meses tuve un encuentro muy especial con un simpático roedor que nos alegró una fría mañana en la que la oscuridad lo envolvía todo y, el silencio, dominaba el ambiente cuando mi gran amigo Jose me dijo: “mira”. Ante nuestros ojos, a escasos 5 metros, se asomó una pequeña cabeza en lo alto de una roca, inmediatamente se asomó otra. Nos observaban. Nos miraban con curiosidad. Todavía no había salido el sol, la luz era muy escasa y dos pequeñas sombras se movían ágilmente entre las rocas. Eran dos lirones caretos. Dos pequeños duendecillos del bosque.
Mi primer recuerdo de un lirón careto es, como otros muchos, de un magnífico capítulo de El hombre y la Tierra de Félix Rodríguez de la Fuente en el que nos contaba la vida de este pequeño y simpático roedor en un tronco caído. Mis ojos se abrían como platos cuando se movían por el interior del tronco o cuando una culebra de escalera entraba en su cubil y un alcaudón real capturaba a uno de los pequeños. Era fascinante, hermoso, tierno, duro y simpático como la vida misma.
La luz era muy escasa. La oscuridad era la dueña del ambiente y los pequeños lirones caretos se movían con rapidez y elegancia a partes iguales. Lo primero que destaca en el lirón careto cuando lo ves con poca luz es el penacho blanco que tiene al final de la cola, penacho que movían alegremente, como sin sentido, de un lugar a otro, como si fuera un plumero que se hubiera vuelto loco, penacho de pelos que, como a las lagartijas, si algún depredador lo agarra por ahí, es capaz de soltarlo a modo de defensa y así poder escapar.
Pareja de lirones caretos en plana noche.
Los lirones correteaban por las rocas en un baile frenético que súbitamente interrumpían para observarnos. Saltaban uno sobre otro, se perseguían como si estuvieran jugando un pilla pilla o  hacían poses imposibles sobre las rocas.
“Duermes más que un lirón careto” es uno de los refranes más conocidos y populares además de ser uno de los más utilizados y que cierto es, el lirón careto hiberna alrededor de ocho meses al año escondido en una acogedora madriguera, aunque este periodo es más largo o más corto dependiendo del clima y de la disponibilidad de alimento, por lo que el tiempo de hibernación variará de unas partes de España a otras.
“¡Ahí están!”. Aparecieron nuevamente, a nuestro lado, a un metro escaso; habían vuelto a vernos más de cerca, seguían correteando, persiguiéndose en un pilla pilla continuo. Era la segunda vez en mi vida que veía un lirón careto vivo y, desde la primera, habían pasado muchos años, esa primera vez fue de día y pude apreciar perfectamente dos de las características principales de este simpático roedor, su antifaz y sus enormes orejas.
Agradezco enormemente a mi amigo J. L. Santiago prestarme
las fotografías de este precioso momento.
Al antifaz que le cubre los ojos y parte de la cara le debe su nombre y, sus enormes orejas, son como dos radares dispuestos a detectar cualquier sonido a su alrededor además de sus grandes ojos que le permiten estar perfectamente equipado para su vida nocturna entre la hojarasca y el brezal. Desaparecieron en cuanto el primer rayo de sol iluminó la fría mañana. No los volvimos a ver. Se los había tragado la tierra pero nos alegraron la mañana; ver un lirón careto no es fácil, por lo menos para mi, es un auténtico desconocido para mucha gente, un pequeño duende que tenemos ahí, en nuestros campos, a nuestro alrededor que la gente de mi generación conocimos a través de ese mago llamado Félix Rodríguez de la Fuente; ojalá hubiera, en nuestros días, alguien mínimamente parecido a él que contara a nuestros niños las peripecias de los animales de nuestro entorno para que aprendieran a conocerlos, valorarlos y respetarlos como hicimos muchos niños de la "generación del Hombre y la Tierra" que todavía hoy añoramos su perdida y vemos como la educación ambiental es una auténtica desconocida, una paria que no levanta cabeza.

2 comentarios:

  1. Creo que todos tenemos el primer recuerdo del careto con el espectacular reportaje de Felix, nos dejo una huella profunda. Me encanta este bicho, he disfrutado muchas noches con ellos, junto con grises y muscardinos en los bosques de por aquí. Un artículo muy chulo Pepe, me ha encantado. Un abrazo desde Cantabria.

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    1. Hola Germán. Felix nos marcó a muchos, hace unos días se cumplieron 36 años de su pérdida, vaya mi más sincero recuerdo y agradecimiento por todo lo que nos enseñó. Sigue disfrutando de los lirones en vuestros bosques, son una gozada. Muchas gracias por el comentario y un saludo.

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