sábado, 15 de febrero de 2020

Santoña II: Ibis sagrado, moritos, barnaclas carinegras...

Los antiguos egipcios veneraban tres especies de ibis: el ibis sagrado, el ibis brillante y el ibis eremita; curiosamente los dos primeros los he podido ver y disfrutar en mi última visita a las marismas de Santoña: el ibis sagrado al cual consideraba un mensajero del dios Toth (dios del conocimiento, de la sabiduría, la escritura y maestro del tiempo) y el ibis brillante, el morito común.
El ibis sagrado es una especie de origen africano; los que llegan hasta las marismas de Santoña provienen de una población asilvestrada de Francia, en el valle del Loira, con más de 5.000 individuos, desde la que, cada cierto tiempo, viene algún ejemplar.  Las primeras observaciones en España se produjeron en 1989 en las islas Canarias de aves procedentes de escapes de colecciones privadas o parques zoológicos.
El ibis sagrado es un ave extraña, de largo pico curvo, cabeza y cuello negro, pelado que contrasta con su plumaje blanco inmaculado y las puntas de las alas y cola negras. Lo pude ver, junto con Ernesto Villodas, cerca de la laguna de Gandarias donde un gran grupo de garcillas bueyeras comían tranquilamente entre las vacas que sesteaban o comían ignorando por completo a sus ilustres vecinos.
El ibis sagrado está considerado en España como especie exótica invasora y desde la consejería de Medioambiente de la Junta de Andalucía: “…desde 2008 la Consejería de Medio Ambiente está llevando a cabo labores de control a raíz de la observación de 5 ejemplares que intentaron reproducirse en la colonia de cría de moritos (Plegadis falcinellus) cercana al Centro de Visitantes José Antonio Valverde del Parque Nacional Doñana. Hasta mayo de 2011, el Equipo de Seguimiento de Fauna Silvestre junto a técnicos del espacio protegido ha eliminado 16 ejemplares”.
Entre el gran grupo de garcillas bueyeras tres preciosos moritos también se movían elegantes, con andares lentos y pausados en la alfombrada pradera que servía de zona de alimentación a un pequeño grupo de ánsares comunes que, seguramente, estuvieran en paso, mientras, un alcaraván, asomaba su cabeza curioso ante tanto movimiento.
Moritos comunes que habíamos descubierto minutos antes en el monasterio de Montehano donde descansaban junto con espátulas, archibebes comunes y claros, vuelvepiedras y garcetas comunes mientras dos enormes gaviones observaban desde su atalaya o una pareja de halcones peregrinos comenzaban a reclamar insistentemente en un preludio de la futura temporada de cría.
En la misma zona del monasterio cuatro zampullines cuellirrojos nadaban tranquilos. Este zampullín es casi idéntico al cuellinegro pero, en esta época su cabeza “plana” le delata sin remisión.
Es el zampullín más escaso que tiene sus principales cuarteles en Finlandia además de Dinamarca, Suecia, Rusia o Noruega desde donde nos visita en invierno. Experto buceador, como todos los zampullines, con las patas muy atrás para facilitar la inmersión y el buceo que le permite tanto alimentarse como escapar de cualquier peligro. También pudimos ver otros miembros de su familia como el cuellinegro, el chico y el somormujo lavanco.
Zampullín cuellinegro.
Somormujo lavanco.
En la bahía un enorme grupo de unas 700 barnaclas carinegras inverna este año. Su número ha ido aumentando exponencialmente en los últimos años, sobre todo por la proliferación de su comida preferida, un alga, la zostera marina.
Este pequeño ganso proviene del ártico. De dos zonas concretas: del norte de Rusia la subespecie nominal bernicla y la hrota proveniente de Groenlandia y norte de Canadá. Aquí, en Santoña, la que se encuentra normalmente es la subespecie bernicla, aunque de vez en cuando aparece algún ejemplar de la subespecie hrota. Todavía hay una tercera subespecie que no llega hasta nosotros, es la nigricans que vive en el noroeste de Canadá, Alaska y Siberia oriental.
Ver a las barnaclas carinegras es un espectáculo increíble. Verlas comer y moverse por la orilla te emboba pero ver pasar muy cerca de ti el enorme bando de las 700 barnaclas es algo único. Bando que se alimentaba tranquilamente en una de las orillas cuando, de repente, la silueta negra y blanca del águila pescadora provocó un enorme revuelo de pánico (temen al águila pescadora aunque no les hace nada en absoluto) que hizo que se levantaran todas y emprendieran vuelo hasta la otra punta de la bahía.
Espectáculo que pude ver desde el Cofre, pequeño barco de Aves cantábricas desde el que Alejandro García con su tranquilidad y serenidad, además de enorme sapiencia y ojo entrenado te muestra todos los habitantes de la bahía (montar en el Cofre es indispensable en toda visita a las marismas de Santoña).
Las barnaclas carinegras nos pasaron muy cerca en un vuelo que nos dejó impactados. El ruido de las alas. El sonido que emitían chillando, animándose a dirigirse hacia el lado salvador de la otra orilla.
Orilla en la que colimbos grandes y chicos nadaban y se sumergían en un constante movimiento que pareciera tuvieran prisa pero, eso será otra historia. Otra historia. Otra muestra de la enorme cantidad de vida que se aglutina en las marismas. Otra historia de un lugar increíble que rebosa vida por los cuatro costados.

2 comentarios:

  1. Una nueva entrada bien completa en lo documental y en las fotografíaS. Se ve que lo has currado bien. Mi más sincera enhorabuena. Saludos.

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