La helada era considerable y la hora muy temprana. El pasado jueves nos dirigíamos a un punto concreto de la provincia de Zamora. En él se había visto un grupo considerable de ciervos y queríamos comprobar si eran ciertas las informaciones que nos habían dado. Debíamos llegar antes del amanecer ya que el grupo se marcharía con las primeras luces. Tras una pequeña caminata llegamos al lugar en cuestión.
El ciervo, junto con el lobo, han sido dos animales que he tenido la ocasión y suerte de ver muchas veces y creía que no me iba a sorprender lo que buscábamos.
El comportamiento del ciervo en invierno es totalmente diferente al de cualquier otra época del año. Para pasar la temporada de frío se reúnen grandes grupos, siempre dirigidos por una hembra, la hembra lider. Estos grupos los suelen formar ciervos de todas las edades pero sobre todo hembras, crías del año y año anterior y machos jóvenes; los grandes machos se suelen aislar o, como he podido comprobar en muchas ocasiones en la Sierra de La Culebra , se mantienen a una distancia prudencial de estos grandes grupos.
Todavía de noche, avanzamos hasta situarnos en un pequeño alto para ver la zona y así localizar el grupo.
Lo encontramos. Nuestra sorpresa fue enorme ya que, entre los primeros rayos de la mañana, en un pequeño valle, empezamos a vislumbrar una enorme cantidad de siluetas de ciervos de todas las edades. Había hembras con sus crías, de este año y el anterior, baretos, y machos que como mucho tendrían 4 ó 5 años.
Única foto de parte del grupo ya que la escasez de luz me jugó una mala pasada. |
Lo máximo que había visto hasta ese momento eran grupos de entre 30 y 40 ciervos, pero allí había más de 120. Nos quedamos tremendamente impresionados ante tal cantidad de individuos y más aún cuando cuatro machos de unos 4 años se dedicaron a embestirse, simulando una pelea, resonando sus choques en el valle. Estaban tranquilamente comiendo. Nuestra felicidad duró muy poco. Un coche pasó por un camino relativamente cercano y los alertó, con lo cual, se metieron en el bosque formando largas hileras como si fueran hormigas siguiéndose unas a otras. No los volvimos a ver, pero la impresión ya estaba causada y la sorpresa también.
Era muy pronto y decidimos aprovechar el día así que nos dispusimos a ir hasta las Lagunas de Villafáfila. En el camino hasta el coche nos cruzamos con otro habitante de la noche, el zorro, que olisqueaba todo en busca de cualquier oportunidad, menudo es nuestro amigo raposo.
Vimos varios bandos de perdices que parecían sortear a los cazadores que se diseminaban por aquí y allá buscándolas. Pero lo que más nos sorprendió fue la enorme cantidad de huellas de lobo que encontramos en el camino, rastros completos que indicaban por donde había pasado y a donde se dirigía y excrementos que marcaban un cruce de caminos. Hasta seis de diferente tiempo marcaban dicho cruce. No había duda, el lobo andaba por la zona y aquel lugar le gustaba especialmente. Había comida, agua y protección. Ideal para un lobo.
Según continuábamos descubrimos un esqueleto, seguramente de una oveja, que a su lado tenía una marca de quién se la había comido, un excremento de lobo marcaba el lugar sin ningún género de dudas diciendo: “he estado aquí y me he comido esta oveja. Estáis en mi territorio”.
Esqueleto de oveja con excremento de lobo al lado. |
Llegamos al coche y fuimos hasta Villafáfila donde disfrutamos de avutardas, gansos comunes, avefrías, tarros blancos, avocetas, milanos, cernícalos, aguiluchos laguneros, mochuelos y un buen número de cercetas comunes y ánades de varios tipos.
Avutardas en el horizonte. |
Miles de gansos pasando por Otero de Sariegos hacia la Salina Grande. |
Como era el día de encontrar restos de alguna comilona nos encontramos con los de un ganso que habían servido de pitanza para un zorro y alguna rapaz, ya que sus plumas así lo indicaban.
Cuando encuentras un ave comida puedes saber quién se la ha comido mirando las plumas. Si el cañón está roto o cortado ha sido un mamífero, seguramente un zorro en este caso; si el cañón está intacto, han arrancado la pluma, con lo que ha sido otra ave quién la ha comido, una rapaz. En este caso había de los dos tipos, con lo cual, tanto un mamífero como una rapaz se habían comido al ganso pero, ¿quién lo mató? Eso es mucho más difícil de precisar dado como estaban los restos.
Una mañana muy completa, intensa y llena de sorpresas que la naturaleza de vez en cuando nos regala.
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