Cuando haces una espera o una ruta sabes que puedes avistar
fauna. Estás preparado y pendiente de lo que te pueda salir, cruzar o aparecer
pero hay ocasiones especiales en las que todo eso no vale. Ahí entra la
sorpresa y esas ocasiones las recordarás siempre, ya sea por el lugar del avistamiento, la
especie avistada o la acción que has visto.
En este avistamiento que os voy a contar se unieron todos
esos condicionantes. La sorpresa. La rareza del animal. El lugar y la acción.
Voy a intentar contarlo como lo viví, con la emoción del
momento. Espero poder transmitiros, aunque sea una “pizca” de lo que sentí. La
única pena es que no voy a poder mostraros ninguna fotografía ya que como “no
iba a buscar animales” no llevaba la cámara adecuada; así es que la entrada la
ilustraré con fotos de la misma especie pero hechas en otro lugar. Allá voy…
En un lugar de Zamora de cuyo nombre no quiero acordarme
(entenderéis que no diga el lugar) apareció…¡un águila imperial
ibérica! Así es. Una señora águila imperial.
Hay muy pocos avistamientos de águila imperial en la
provincia de Zamora y tuve la enorme suerte de poder verla aquí, en nuestra
provincia. Zona que en ningún caso es su área de distribución pero, ahí estaba.
Hace unos días estaba en uno de los muchos pueblos de la
provincia que se encontraban en fiestas la semana pasada. Todo el pueblo y
parte de los de alrededor se congregaba entorno a un acontecimiento (no voy a
dar pistas de cual) que se desarrollaba en las cercanías del pueblo. La
animación, expectación y gentío era considerable. Allí estaba, entre el bullicio de la gente. Voces, risas y
tensión. Miro hacia mi derecha y por detrás de unos árboles veo una silueta
lejana ¿Qué es eso?
La primera sensación fue pensar: “Eso es muy grande” y salí
corriendo hacia una zona más despejada para poder verlo mejor mientras me
gritaban: “¿A dónde vas?”. “¡Ahora vengo!”. Les contesté según corría mirando
entre los árboles. La verdad es que los que me conocen lo podrían entender pero
a otros, si les dijera: “a ver un pájaro”; me tomarían por…, da igual.
Salí de detrás de los árboles y según lo hacia pensaba en un
águila real como posibilidad más acertada. Cogí los pequeños prismáticos que
siempre llevo en la mochila. Me paré. Miré. Y se me debió de quedar una cara de
bobo mayúscula. No daba crédito a lo que estaba viendo. ¡Un águila imperial! No
podía ser. Volví a mirar y allí estaba. Acercándose. Elegante. Poderosa. Nuca
color crema. Hombros blancos. Gran envergadura. Era una imperial adulta. ¿Qué
hacía aquí?
El espectáculo continuaba. Todos lo miraban. Bueno todos,
todos, no. Yo estaba pendiente de algo mucho más interesante e importante, por
lo menos para mi. La imperial se acercaba (¡Qué pena de no tener el 500!).
Venía planeando. Se giró y comenzó a dar vueltas. Rápidamente me fijé y lo
hacia sobre una ladera en la que recordaba que me habían dicho que había muchos
conejos. No podía ser. En la ladera, al lado del gentío, estaba la imperial y
estaba ¡cazando!
De repente se lanzó en un picado oblicuo. Según se acercaba a su objetivo estiró y separó las patas. Mi mente maldecía al no poder hacerle
fotografías. El picado fue poderoso. Impresionante. No cogió nada.
Si el picado fue espectacular el remonte no lo fue menos. Unos aleteos fuertes la elevaban poco a poco. Segura de si misma ascendía lentamente. Cogió altura en poco tiempo. Se alejaba. Allí estaba. Volaba de nuevo en círculos. Buscaba otra presa. De improviso se dejó llevar por una térmica que la abrazó y la lanzó a toda velocidad hacia mi izquierda perdiéndose en pocos segundos en el horizonte.
Si el picado fue espectacular el remonte no lo fue menos. Unos aleteos fuertes la elevaban poco a poco. Segura de si misma ascendía lentamente. Cogió altura en poco tiempo. Se alejaba. Allí estaba. Volaba de nuevo en círculos. Buscaba otra presa. De improviso se dejó llevar por una térmica que la abrazó y la lanzó a toda velocidad hacia mi izquierda perdiéndose en pocos segundos en el horizonte.
Bajé los prismáticos y me quedé como tonto. Abstraído.
Pensativo. Habían sido unos diez minutos de contemplar a un animal emblemático,
mítico, admirado, …
¿Qué acababa de ver? ¡No podía ser!¡Era una imperial! No me
había enterado de nada de parte del espectáculo que había venido a ver pero, lo
que había visto, mereció la pena. Os lo aseguro. Un cosquilleo de emoción
recorría mi cuerpo. Según volvía con la familia mi cabeza era un hervidero de
emociones, sensaciones y pensamientos. ¿Qué haría fuera de su zona? ¿Estaría de
paso o no? ¿De donde vendría? ¿La habría visto alguien más? ¿Volvería?
A los pocos minutos llamé a Alfonso Rodrigo (si pincháis
aquí veréis una entrada de su magnífico blog en el que avistó una imperial en
Villafáfila), gran amante de la naturaleza y experto en aves, para contarle lo visto. Me
confirmó que él la había visto unos días antes (lo que yo no sabía) en otra
localidad de la provincia de Zamora que distaba unos 15 o 20 kilómetros de
donde yo la acababa de ver. Posiblemente sería la misma.
Recordé lo que me dijo un guía en Doñana mientras veíamos
tres imperiales. Una de ellas muy cerca (pinchar aquí para ver esa entrada
anterior). “Están ustedes viendo un Goya. Dense cuenta de la importancia de
este animal en peligro de extinción”. Así era. Acababa de ver algo difícil de
repetirse. Algo tremendamente emocionante. Algo que me dejó con un run-run todo
el día. ¿La volvería a ver?
No la ví más. Los siguientes días aparecieron águilas
calzadas en fase clara y oscura. Milanos reales. Una hembra de aguilucho
cenizo…pero la imperial no. Era la primera vez que veía un águila imperial en
Zamora y no había sido el único. Aquí había estado o, por lo menos, pasado, y
había tenido la enorme suerte de poder verla, de admirar su porte altivo,
elegante, poderoso y majestuoso. De ver a la rapaz más amenazada de Europa. De
ver una de las, aproximadamente, 500 imperiales que quedan. De ver un animal que
nunca imaginé ver en mi provincia.
La observación que describes consigue su propósito.
ResponderEliminarAl menos con nosotros e imagino que con todo 'pajareo' con buena afición.
Un lujo que seguramente dejes bien asentado en tu memoria, aún sin muestra gráfica.
Un saludo desde Pucela.
Quedará grabado. Os lo aseguro. Me causó una tremenda impresión. Un saludo y gracias.
EliminarQue maravilha,
ResponderEliminarquando estivemos aí vimos uma Aguia-real junto a fronteira com Portugal, mas Aguia-imperial nunca vimos...
Patrícia e Luís
Hola Patricia y Luis yo tampoco había visto nunca una imperial en Zamora. La Real es más común de ver en ciertas zonas de la provincia. La imperial no. Un saludo y gracias por seguir el blog y el comentario..
EliminarQue sana envidia me vuelves a dar. Saludos
ResponderEliminarConchi
Gracias Conchi y un saludo.
EliminarHola ,me. Ha encantado el relato.
ResponderEliminarEsta mañana en un lugar de Zamora dos Imperiales en cortejo jugueteando envuelto.
Impresionante
Me alegro que te haya gustado. Me interesaría mucho poder comunicarme contigo por el correo (el mío es jbarru@ono.com) para hablar de tu avistamiento. En los últimos dos años se han visto un buen número de imperiales en Zamora y sería muy interesante tu aportación. Un saludo y gracias.
EliminarSin problema ,mi correo es jeanlouis1500@gmail.con.
EliminarUn saludo