La luz del día se va apagando y el gran ciervo comienza a
desperezarse. Levanta la cabeza mostrando su potente cuello y sus imponentes
armas, abre la boca y un sonido gutural, ronco y potente sale de su garganta.
El sonido retumba en el pinar como si de una catedral se tratara. Todos saben
que el rey del bosque está allí y se ha puesto en marcha.
El gran macho se levanta. Se estira. Comienza a restregar su
poderosa cuerna en unos arbustos cercanos para limpiarla y pulirla; sus armas
deben de estar perfectas y las hembras deben de ver la majestuosidad de su
cuerna. El pequeño arbusto se mueve zarandeado por la fuerza y potencia de las
arremetidas del gran macho, según se restriega parece que llora, de las
glándulas del lagrimal le salen unas secreciones que dejarán allí su olor.
Todos sabrán que ha estado en este lugar.
Va saliendo del pinar. Pinar que le ha cobijado durante gran
parte del día. Pinar que le da protección. Pinar que le servirá de protección a
la mañana siguiente, cuando vuelva a descansar. Berrea.
La noche es larga y el rey del bosque comienza la búsqueda
de hembras. Las buscará e intentará mantenerlas junto a él varios días. El gran
macho levanta la cabeza y ventea; busca el olor de las hembras, el olor de las
hembras en celo. Un aroma inconfundible le llega por el frío viento de la
noche. Rápidamente se pone en marcha. Las ha localizado.
Se para. Observa si
algún otro macho está con ellas. Berrea. Las hembras se ponen alerta. Un berrido suena cerca de ellas. Otro macho está allí.
El rey del bosque berrea de nuevo. Las hembras observan. Miran cómo son las
cuernas. Saben que cuanto más grande y ramificada sea la cornamenta más fértil
es el ciervo; elegirán al macho que más les
convenga en función de esa percepción. Una joven cría mira admirado al rey del bosque; quizás suspire por ser como él dentro de unos años.
El otro macho le contesta. Se están midiendo. Controlando su
fuerza. Su potencia. Su poderío. El rey del bosque sabe que el macho que está
con las hembras es más joven. No es un oponente para él. Berrea y se acerca
seguro de si mismo. El macho de las hembras le contesta pero ya sabe que no
tiene nada que hacer. Se acerca. Se miden. Se contemplan a escasa distancia.
Berrean.
El macho más joven se retira. Está en inferioridad y lo sabe. El gran
macho ha ganado sin pelear pero no siempre fue así. El rey del bosque recuerda días en los que debía enfrentarse
a otros machos iguales que él; debían pelear. Enfrentarse. Entrechocar sus
cuernas que suenan en la noche con golpes secos, duros, potentes,...Se empujan.
Cargan. Se chocan. Se entrelazan las cuernas. Más de una batalla perdió en su
juventud. Ahora no. Es el rey del bosque.
Se acerca a las hembras. Las huele. Las persigue. Las
controla. Las crías están asustadas. No saben que pasa. Siguen a su madre y
miran sorprendidas al rey del bosque que no deja que sus madres se vayan. Las monta en un
segundo escaso con un rápido empujón. Estará con ellas varios días, luego
buscará otras y comenzará la misma operación. Quiere extender su extirpe entre el mayor número posible de hembras.
Amanece. Berrea. El sol ilumina su majestuosa e imponente
figura. Está cansado. Lleva toda la noche activo. Controlando a las hembras.
Defendiendo su conquista. Berrea. Hace casi un mes que casi no come. Las
hembras le llevan todo su tiempo. Está cansado. Sabe que es vulnerable. Debe
comer algo. En verano engordó lo suficiente como para aguantar sin comer el
tiempo de la berrea pero perderá muchos kilos. Debe aguantar hasta que las hembras
terminen el celo. Debe cuidar de no resultar herido; si así fuera, su vida
correría peligro. Un olor le llega con el viento fresco de la mañana. Huele a
lobo. Su enemigo está allí. Esperando una oportunidad. Esperando un desliz. Un
fallo. El lobo no perdona. Debe de tener cuidado. Su vida está en juego.
El sol va cogiendo fuerza. El rey del bosque berrea. Orina en la arena y se revuelca en ella. Se impregna. Su olor se extiende por el valle. El sol calienta cada vez más. El rey del bosque está cansado.
El sol va cogiendo fuerza. El rey del bosque berrea. Orina en la arena y se revuelca en ella. Se impregna. Su olor se extiende por el valle. El sol calienta cada vez más. El rey del bosque está cansado.
Es hora de volver al
pinar. De volver a la seguridad de su casa. Berrea. De descansar. Lentamente va
subiendo hacia la seguridad del pinar. Lentamente va entrando en él. Se tumba. Está cansado.
Berrea. Agacha la cabeza y la apoya en el suelo. Al anochecer comenzará una
nueva jornada. El rey del bosque descansa.
Interesante entrada como siempre y excelentes fotos, se ve que disfrutaste de ellos muy muy cerca.
ResponderEliminarSaludos desde León
La verdad es que tuvimos mucha suerte y paciencia. Un saludo y gracias.
EliminarUn relato muy interesante y ameno,aderezado además con unas hermosas imágenes...muy buena entrada amigo.
ResponderEliminarMuchas gracias. La verdad es que el fin de semana fue extraordinario a nivel de observaciones. Un saludo.
EliminarQue gran época es la berrea para cualquier naturalista. Muy bueno el relato que nos narras. Ese precioso macho tiene una cuerna espectacular.
ResponderEliminarUn saludo
Así es. La berrea es una época llena de sorpresas y disfrute en el campo. Uno de los machos que salen en las fotos tenía una cuerna de lo mejorcito que he visto. Espectacular. Un saludo y gracias por seguir el blog y participar con tu comentario.
ResponderEliminarGran reportaje Jose, haciendo entretenido este increíble contenido con la amenidad de las imágenes. Simplemente genial, como todos los artículos de este mi favorito blog. Un cordial saludo.
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