El pasado 14 de diciembre fue un gran día en la Reserva Natural de las Lagunas de Villafáfila. Día lleno de naturaleza, magníficas observaciones y agradable compañía que nos hizo disfrutar de una fantástica jornada de campo que comenzó en el frío amanecer de la mañana, escuchando el impactante ulular del búho real que está en época de celo. Búho real recortado en el horizonte que era contestado por su pareja en el otro lado del río.
Llegamos a una Villafáfila espléndida, prácticamente llena de agua y llena de vida. Comenzamos en la Salina Grande donde miles de aves se movían en el imponente espejo de la laguna. Azulones, cercetas, ánades frisos, patos cuchara, silbones o ánades rabudos nadaban tranquilos solamente sobresaltados por la presencia de un azor juvenil o algún lagunero que sembraban el pánico en la tranquila mañana pero, por encima de todos, destacaban los majestuosos flamencos, la enorme cantidad de tarros blancos y la ausencia de la especie más numerosa en los últimos 25 años: el ánsar común.
Ver un flamenco no es nada habitual en las Lagunas de Villafáfila pero eso ha cambiado desde la aparición en septiembre de 2023 de dos jóvenes flamencos que un año y cuatro meses después continúan en las lagunas, a los que se les han añadido 11 ejemplares más; grupo muy curioso que destaca en la inmensidad de la laguna.
Flamencos que se mueven constantemente en busca de alimento removiendo el fondo con sus patas como gigantescos Gullivers en un mundo de Liliputienses.
Dos especies destacan en esta invernada, unos por sus elevados números y otros por el exiguo número de ejemplares. Hay más tarros blancos que ánsares comunes; nadie lo hubiera pensado hace unos años en los que miles de gansos llegaban hasta las lagunas procedentes del norte de Europa, desde el pico máximo de 39.296 en 1999 hasta los escasos 500 de este diciembre de 2024 (474 en el censo del 14 de noviembre de la Reserva). Por el contrario, el tarro blanco, ha subido hasta alrededor de 600 ejemplares, contamos 583 (540 en el censo del 14 de noviembre de la Reserva).
En el entorno de la Salina un sisón se alimentaba entre las hierbas mientras un grupo de alcaravanes se movían de una zona a otra y tres pequeños chorlitos grises descansaban al borde de la laguna.
Chorlitos grises. |
Correlimos de Temminck. |
En esa misma zona saltó una de las sorpresas de la jornada: un precioso macho de aguilucho papialbo apareció ante nuestros ojos.
Aguilucho papialbo. (Gracias Alejandro Sanz por tu fotografía) |
El aumento de avistamientos en los últimos años ha llegado a plantear la posibilidad de una nueva ruta migratoria hasta el sur del Sáhara que pasaría por el sur de Europa y el oeste del mar Mediterráneo uniéndose a la tradicional por Oriente Próximo.
Elanio azul. |
El elanio es originario de Asia y África. Hasta la década de los años cincuenta del s.XX no se encontraba en España. Su aparición se produjo por el aumento de las zonas de cultivos extensivos en los años cincuenta que eliminaron miles de árboles y los campos se destinaron a la agricultura. Así, la mecanización del campo, provocó que se ampliara la extensión de hectáreas, se abarcaba más terreno con la nueva maquinaria por lo que desaparecieron árboles y se ampliaron las zonas de cultivo extensivo. El habitat que necesita el elanio que, en los años setenta, comenzó a criar en nuestro país y, en los ochenta, se extendió hasta parte de Francia.
El elanio es de un tamaño parecido al de un cernícalo e incluso se cierne como él, es decir se mantiene quieto en el aire, en la vertical, donde se encuentra su posible presa, batiendo con fuerza sus alas y mostrándonos su portentoso color blanco inmaculado.
Ganga ortega unos días antes. (Gracias a Fernando García por la foto para ilustrar esta entrada) |
Ave esteparia que ha sufrido un gran declive en los últimos tiempos. Entre 2005 y 2019 la población de ortegas en Castilla y León se redujo en un 51% (datos del anuario de ganga ibérica y ortega).
Mochuelo. |
Chorlito dorado europeo. |
Otro de los fantasmas que conseguimos observar fue una preciosa, esquiva y casi invisible agachadiza chica que comía como un percutor en el borde de un charco. Su plumaje críptico hace que sea muy complicado localizarla, tanto que incluso teniéndola muy cerca es casi imposible verla pero pudimos disfrutar de ella durante unos minutos mientras se movía alimentándose en el borde del encharcamiento.
La maravillosa mañana llegó a su fin y nos dispusimos a comer en una agradable, distendida y entretenida conversación en una mesa de amantes de la naturaleza que nos habíamos reunido en nuestra comida de cada año.
Tras hablar de lobos, linces, aves y aves nos dispusimos a finalizar el día desde la zona de la balsa donde nos atrapó la oscuridad de la noche observando a Júpiter, Saturno, Mercurio y la majestuosa belleza de la enorme luna que puso fin a un gran día de disfrute en la naturaleza con una agradable y magnífica compañía.
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