La mañana era fría y tras más de dos horas apostados con los telescopios escudriñando el valle, la desesperación de Nano empezó a hacerse patente. “Otro día más que vengo y no los vemos”-dijo resignado. “¿Qué hora es?”-le pregunté. “Las diez y cinco”-Me contestó con un tono claramente defraudado. “Tranquilo. Todavía hay tiempo. Pueden aparecer en cualquier momento”- Contesté esperanzado. Habíamos visto varios ciervos, corzos con crías, una culebrera y un zorro cazando ratones en una pradera pero lo que queríamos ver, no había aparecido.
A los cinco minutos de la conversación con tintes de frustración, distinguimos tres ciervas que iban corriendo de izquierda a derecha de una manera un tanto extraña. “¿Qué les pasa a esas ciervas?”. Dijimos a la vez que nos apresuramos a mirar por el telescopio. “¡Un lobo!. ¡No!. ¡Dos, tres lobos…!”. Tres lobos perseguían a una cierva adulta con las crías de este año y del año anterior. Las hembras corrían despavoridas buscando el abrigo de un pinar que se encontraba a unos cientos de metros. Los lobos se les acercaban cada vez más mientras las ciervas buscaban llegar cuanto antes, en un tiempo que se les haría eterno, al cortafuegos que marcaba el límite del pinar, el límite de la salvación.
Eran lobos adultos. No eran cachorros aprendiendo los métodos de caza. Sabían perfectamente lo que hacían. De repente nos dimos cuenta que por el cortafuegos, en perpendicular a las ciervas y paralelo al pinar, bajaba corriendo para cortarles la salida un cuarto lobo. El más grande de todos. Seguramente el macho alfa. El encargado de terminar la tarea. Su carrera era majestuosa. Les salía al paso e iba decidido a por una de ellas. La cierva adulta, que es la que dirigía el plan de huída, también se las sabía todas y presintió al cuarto lobo; en un momento determinado hizo un quiebro para no ir directas al pinar sino que tiraron en diagonal hacia abajo. Hecho que seguramente les salvó la vida a una de ellas porque al cuarto lobo, que las esperaba más arriba, no le dio tiempo a coger a ninguna antes de que se metieran en el pinar. Se habían conseguido salvar. Nada más entrar en el pinar los cuatro lobos se pararon. Se reunieron y decidieron continuar hacia arriba. Marcaron la zona con varias meadas, rascaduras y alguna defecación y continuaron monte arriba tranquilamente mientras se reponían de una infructuosa carrera de unos doscientos metros.
Los cuatro lobos continuaron hacia arriba, hacia un pinar en el que descansar. Según se iban acercando surgió otra sorpresa. Un enorme ciervo macho irrumpió despavorido saliendo de unas escobas y pasó a toda velocidad entre los cuatro lobos que lo miraron sorprendidos. ¡Un quinto lobo venía detrás de él!. Automáticamente los cuatro lobos se unieron a la persecución y los cinco salieron detrás del ciervo que corría para salvar su vida. Tras una carrera de unos cien metros, los lobos, que venían de perseguir a las ciervas, desistieron en la persecución, el ciervo se dio cuenta en el acto y paró también, se giró y durante unos segundos, que se nos hicieron interminables, se quedaron mirándose como púgiles que se sopesan y esperan otra ocasión en la que volverán a medir sus fuerzas. De un lado, los lobos, del otro, el ciervo; unos, defraudados, el otro, satisfecho. Así es la naturaleza. Unos días ganan unos y otros días ganan otros. La pena es que cuando el hombre quiere cazar al lobo, siempre pierde el lobo, pero, ¿gana el hombre?.
(La primera fotografía del lobo está realizada en situaciones controladas)
Vaya envidia sana que me entra cuando leo tus entradas...
ResponderEliminarun saludo!
Pablo.
Hola.
ResponderEliminarIncreibles las fotos, aunque lo mejor es poder haver vivivdo esos momentos.
Este agosto hago mi tercera escapada a Zamora para intentar verlo en vivo y en directo, ver esa mirada.
Una suerte poder vivir cerca, ojala yo pudiera cambiar tanto ladrillo y asfalto por arboles y tierra
Saludos desde Barcelona
Hola Miguel. Espero que en tu escapada a Zamora puedas ver y disfrutar de tan increible animal. Un saludo y gracias por el comentario y leer el blog.
EliminarIncreible, tú última frase es sublime. Sencillamente enmarcable.
ResponderEliminarAdmiro los animales, disfruto observándolos y ante todo sufro con el lobo. Sufro por estar perseguido, maltratado y ninguneado, animal tan majestuoso y elegante.
He encontrado tu blog por casualidad y me cambiaba por tí ahora mismo, aunque trabajaras en la mina. Sólo por poder disfrutar de relatos así, cargaría con cualquier cosa.
Mi problema es que quisiera conocer hasta de que color es cada defecación de cada animal dependiendo del alimento engullido, pero no encuentro fuentes completas online para aprender. Simplemente, Zamora es maravillosa. Yo paso muchos fines de semana en Burgos y he visto zorros, corzos, jabalies, ardillas... pero nunca un lobo. No desisto, seguiré deambulando en busca de uno, nada me llena tanto como perderme en la naturaleza, en ese mar de tranquilidad y soledad, me siento agusto, me siento feliz. Cualquier día, conseguiré mirar a un lobo a los ojos y ese día... será mágico.
Enhorabuena por el blog.
Muchas gracias. Me alegro que te haya gustado la entrada y de que seas un ferviente admirador de tan increíble animal. No te preocupes, lo verás y entonces sentirás lo especial que es ese animal. Un saludo.
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