viernes, 16 de marzo de 2018

Jóvenes lobos a punto de dispersarse.

Seis preciosos lobos jugaban tranquilamente entre los brezos. Eran jóvenes lobos que estaban afianzando relaciones, estatus y jerarquía entre ellos. Se perseguían. Saltaban unos encima de otros. Se mordían simuladamente. Corrían de un lado a otro en un maravilloso espectáculo.
Agradezco enormemente a Fernando García prestarme
 sus fotografías para ilustrar esta entrada.
Eran jóvenes lobos que comienzan la época más crucial de su vida. El momento en el que van a empezar a dispersarse, un momento muy peligroso en la vida de un lobo. Momento en el que son muy vulnerables. Momentos en los que la mortandad es muy alta. Momentos en los que las cacerías y carreteras afectan de una manera fatídica a la vida de estos jóvenes lobos.
Los seis jóvenes lobos emprendieron la marcha por un camino. En hilera. En una fila muy lobera en la que todos siguen la misma senda, en la que sus huellas se confunden y es difícil saber cuántos ejemplares van caminando.
De repente, comenzaron a desplegarse en abanico, ¿que hacían? Nos dimos cuenta que a unos cientos de metros un pequeño grupo de ciervas estaban atentas, con las cabezas levantadas y las orejas tiesas. Olían el peligro. Olían a los lobos que se habían desplegado de dos en dos. Dos fueron por la izquierda de las ciervas. Dos a la derecha y los otros dos dieron un rodeo por encima de un pequeño pinar. La estrategia estaba diseñada. Comenzó el intento de caza. Los dos lobos de la izquierda fueron los encargados de acosar a las ciervas para llevarlas hacia los dos lobos de la derecha que las esperaban a la entrada del pinar. La persecución se desarrolló a toda velocidad. Los lobos querían que las ciervas no entraran en el pinar o si lo hacían sacarlas rápidamente de allí hacia los otros dos que estaban esperándolas fuera, por la parte alta.
Las ciervas corrían guiadas por la hembra experta, la mayor, la que marca el plan de fuga; gracias a esa cierva se salvaron ya que se les adelantó y se refugiaron en el pinar, donde es muy difícil que pudieran cogerlas; además, las ciervas, no salieron por donde querían los lobos, sino que corrieron por dentro del pinar para salir a campo abierto unos cientos de metros más a la izquierda, donde los lobos no podían alcanzarlas.
Los lobos habían fallado. Algo lógico en ejemplares jóvenes que están aprendiendo. Cazar se aprende. Las técnicas de caza se enseñan por parte de los lobos adultos y entre ellos, el macho reproductor, que es el que elabora y dirige toda la estrategia, ese macho dominante, no estaba en este grupo.
Los grupos de jóvenes lobos aprovechan las oportunidades. Habían visto una oportunidad en las ciervas pero no tenían la suficiente experiencia como para derrotarlas. A estos lobos jóvenes es normal verlos cazar topillos en cualquier pradera. Lo hacen de una manera muy similar a la forma de cazarlos de un gato montés o de un zorro. Se quedan quietos, se tensan y dan un gran salto para caer en picado sobre el topillo que, en la mayoría de las ocasiones, se escapa. También persiguen conejos o liebres que comprueban la tremenda velocidad de un lobo a la carrera.
Estos jóvenes lobos, cuando continúan unidos, conforman un grupo que se mueve por el territorio. Territorio por el que cazarán en compañía de los adultos, aprendiendo de ellos, o irán solos y aprovecharán cualquier oportunidad o debilidad de ciervas, corzos o jabalís; un fallo es su sentencia de muerte como la acción que tuvieron ocasión de ver dos grandes amantes de la naturaleza y amigos, Fernando y Alegría que nunca habían visto cazar a los lobos y tuvieron la suerte (suerte que buscan porque sino no aparece; es como la famosa frase de que la inspiración te tiene que pillar trabajando) de presenciar como seis lobos jóvenes levantaron a una cierva con su cría del año y, tras una persecución corta, rápida y fulgurante la cría cometió un error que le costó la vida, se tropezó en su huida, cayendo al suelo. Un fatal error que el grupo de jóvenes lobos aprovechó sin dudarlo. No fue una cacería organizada, fue aprovechar la ocasión y en eso, los lobos, son verdaderos expertos.
Continuaron su camino. El reconocimiento de su territorio. El lugar que próximamente la mayoría de ellos abandone para siempre y comience una época peligrosa de vagabundeo que puede durar meses, años o toda la vida. Unos tendrán la suerte de conseguir un territorio propio. Otros de entrar a formar parte de otra manada. Algunos vagabundearán toda la vida y otros morirán en el intento. Así es la vida de un lobo joven. Incierta y peligrosa.

6 comentarios:

  1. Que notas tan gratificantes y emocionantes has captado de la tensa actividad del gran cánido en su fortaleza natural. También, es una gran oportunidad la de convivir en el territorio del lobo, tenerlo tan cerca que en cualquier momento puedas pasear tras su sombra, sus pasos...
    De tenerlo cerca, le hubiera dedicado tanto tiempo como al búho real, seguro.
    Saludos.

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    1. Hola Javier. Lo bueno de estar aquí es que tenemos a los lobos muy cerca y podemos hacer un seguimiento regularmente. Desde luego el tuyo de los búhos es una auténtica maravilla. Un saludo.

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  2. Buen relato Jose, me ha gustado mucho y felicidades a Fernando García por las fotos. Un abrazo desde Cantabria.

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  3. Excelente crónica José, me ha gustado mucho. A ver que les depara la vida a esos jóvenes Lobos!!

    Un saludo desde León

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    1. Sera una vida complicada...espero que les vaya lo mejor posible. Un saludo.

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