martes, 17 de mayo de 2011

Valorio. Territorio de buhos.
En nuestro Bosque de Valorio. Si. Bosque de Valorio, porque es un bosque y no un parque como algunos quieren hacernos creer o quieren que se transforme en tal. En nuestro Bosque de Valorio nos encontramos con una buena población de buho chico, algo que seguramente muchos zamoranos no sepan y que es una muestra más de su importancia.
La primera vez que vi uno fue por casualidad. La mañana estaba agradable y con mi perra de aguas Nala (cuánto la extraño), paseábamos por Valorio. Nos habían salido herrerillos, carboneros, jilgueros, pitos reales, algún conejo y, de repente, Nala se queda fija mirando una rama de un pino bajo. Me acerco y, mi sorpresa fue mayúscula, un buho chico nos miraba entre sorprendido y enfadado, con sus penachos de orejas (que realmente no son las orejas, sino plumas ya que su oído es interno). Eran las doce y media de la mañana y allí estaba, con sus enormes ojos naranjas. Ni se movió. Suerte que llevaba una cámara pequeña y le pude sacar alguna foto.
Han pasado varios años desde aquello y el viernes pasado, con mi amigo Nano, nos acercamos a ver si veíamos alguno. Nos salió un buho adulto, más tarde la pareja; por lo tanto, el nido no andaría lejos.
En esta época los buhos están en plena cría. Los pollos ya son grandecitos y, aunque no sepan volar bien, se mueven de rama en rama, dando pequeños saltos y aleteos, pero sin separarse nunca demasiado del nido original. Allí estaba el nido.
Era bastante grande. Seguramente se habrían ubicado en un nido abandonado de urraca o quizás de otro córvido. En él quedaba un pollo que nos miraba alucinado con sus grandes ojos. Uno sólo no podía estar, ya que normalmente estas rapaces nocturnas crían entre 3 y 5; así que nos pusimos a buscar a sus hermanos en los pinos de alrededor y nos volvió a salir un adulto; diferenciar el macho de la hembra es muy difícil, aunque la hembra es un poquito más grande. Volaba en absoluto silencio. Es increíble cómo pueden volar sin emitir ni un solo ruido. Solamente lo hacen cuando están en celo y chascan las alas a modo de cortejo nupcial. Su silencio les permite capturar todo tipo de micromamíferos (ratones, topillos, musarañas,…) e incluso algún reptil e insecto.
Tras dar varias vueltas localizamos a otros tres pollos que chillaban, como una puerta al abrirse, pidiendo comida a sus padres que no paraban de volar de un lado para otro en busca de comida para llevarles hasta el posadero en el que cada uno se encontraba, siempre, cerca del nido.
Los dejamos tranquilos y nos fuimos a otro nido, mucho más difícil de localizar, pero en el que se oían perfectamente a los jóvenes buhos pidiendo comida. Al regresar al primero nos encontramos con Alfredo. Otro enamorado de la naturaleza que, al vernos allí, se acercó para hablar con nosotros. Alfredo había realizado estudios acerca de Valorio y las rapaces nocturnas. Nos informó que actualmente había  siete u ocho parejas de buho chico criando en el bosque; además de autillos, lechuzas campestres y algún mochuelo.
Los jóvenes buhos permanecerán con sus padres todo el verano y allá, por el otoño, la población de buhos de Valorio se juntará a pasar el invierno en un mismo sitio, todos o casi todos, en el mismo pino. Un pino piñonero grande, viejo, de ramas fuertes pero cansadas, donde unos treinta buhos chicos dormitarán todos los días y observarán, desde su atalaya, a los paseantes, corredores, ciclistas o niños que juegan ajenos a ellos, sin saber que en su bosque (y no parque)  hay una enorme biodiversidad que hay que mantener, cuidar y proteger.

1 comentario: