domingo, 12 de agosto de 2012

Faltó el lobo.

Estoy terminando mi estancia en Puebla de Sanabria y ahora que tengo un poco más de tiempo salgo al campo para intentar ver, sobre todo, al lobo, algo que este año está resultando bastante complicado aunque, de vez en cuando, alguno se ve pero menos de lo que uno quisiera.
Hay veces que sales al campo y no ves absolutamente nada o muy poco, aún estando en un buen lugar; no hay suerte y no se ve nada pero otros días pasa lo contrario, es decir, no paras de ver animales estando en los mismos lugares y a las mismas horas. El campo es así y así hay que admitirlo, sabiendo y asumiendo que muchas veces no ves casi nada. La verdad es que no me puedo quejar ya que fue una mañana muy aprovechada y con un buen número de sorpresas.
Todavía no habían salido los primeros rayos de sol cuando iba por la carretera y casi en mitad de la misma apareció un animal atropellado. Su postura no me permitía ver bien lo que era y me asaltó la duda que pudiera ser un cachorro de lobo, algo que por desgracia sucedió no hace muchos días muy cerca de donde me encontraba. Así es que paré y bajé a ver que pobre animal había sido atropellado. Era un zorro. Había sido atropellado no hacía mucho porque todavía estaba caliente. Siempre que me encuentro con un animal atropellado me da mucha pena pero además a este zorro lo había visto muchas veces en esta zona ya que venía aquí en busca de topillos y gazapos de conejos que abundan a ambos lados de la carretera. La verdad es que los zorros son uno de los animales que más veces encuentro atropellados.
Cierva al amanecer.
Continué y las primeras ciervas con sus crías de este año y el pasado aparecieron comiendo tranquilamente en los claros del bosque. En la entrada anterior hablé de su importancia, algo de lo que cada vez estoy más convencido. Las ciervas rápidamente levantaron las orejas y sopesaron el peligro que podía suponerles y cuando consideraron que la distancia comenzaba a ser comprometida, dieron la vuelta y se fueron tranquilamente, sin correr, simplemente se fueron más lejos y siguieron comiendo tranquilamente.
El amanecer en la sierra tiene una halo de misterio que recorre las venas y, si además, en ese momento, aparecen dos grandes ciervos y te miran, la sensación es mágica.
Preparando armas.
Poderosos. De mirada dulce pero cautelosa dirían unos. Desafiante o temerosa dirían otros. Levantaron la cabeza entre las escobas y me miraron curiosos y expectantes. Sus poderosas cuernas estaban en el momento en el que la borra está a medio desprender. Son como dos poderosos guerreros que preparan sus armas para el combate. Su combate está próximo. La berrea se acerca y deben de estar preparados para intentar derrotar a sus oponentes para conseguir el favor de las hembras.
Las luchaderas todavía recubiertas por la borra y el resto de la cuerna a girones de restregarse en escobas y árboles para desprenderse de una capa que ya les sobra y, además, en este momento, les pica, por lo que se arrascan y restriegan para desprenderla y así dejar la cuerna limpia y afilada. Preparada para la batalla.
Hace años hicimos un campamento cuyo tema eran los vikingos y en él salió la expresión, conocida por todos, “ponerle los cuernos”. Su origen proviene de la época vikinga, siglo X, en el que cuando una mujer llevaba esperando tres años a su marido que se había embarcado en una expedición y no volvía. Tenía el derecho de volver a casarse, para lo cual, todo el mundo debía de saber que buscaba pretendiente de nuevo. Lo hacía de una manera muy sencilla y visible. Ponía una cornamenta de ciervo encima de la puerta de su cabaña y así indicaba que podían cortejarla. Luego ella decidiría su nuevo marido entre los pretendientes. Si por algún motivo volvía el marido cuando ella se había comprometido con otro, el que había vuelto tarde, perdía todos sus derechos y el nuevo seguía con ella. De ahí viene la expresión “le pusieron los cuernos”.
Un nuevo habitante del bosque se cruzó en mi camino. Un zorro que caminaba sigiloso se paró, me miró, dio media vuelta y siguió su camino.
Zorro muy al amanecer, casi de noche, en la sierra.
El zorro es un animal listo, inteligente y un oportunista que aprovechará todo lo que se encuentre en su camino lo que le permite adaptarse a cualquier situación o clima, siendo el carnívoro terrestre más distribuido por el mundo. Además tiene elementos tanto de los felinos como de los cánidos. Por ejemplo tiene las pupilas verticales, como los gatos.
Después de ver un buen número de ciervos y ciervas, la verdad bastantes más que cualquier otro día, era el momento de los corzos. El ver tanto ciervo indica que se están moviendo más ya que su periodo de celo se acerca y las hembras con crías de este año se están empezando a mover y juntarse en pequeños grupos de cara a la inminente berrea que, por cierto, en zonas mucho más al sur, como puede ser Doñana, ya ha comenzado. El clima determina el comportamiento de muchos animales.
Corza atenta entre los arbustos.
El corzo es un animal que siempre me ha atraído. Quizás por ser tan frágiles y pequeños. O por ser como un pequeño duende del bosque que aparece y desaparece entre las escobas, brezos y robles pero de vez en cuando, con paciencia se deja ver y pude observar por primera vez en mi vida una monta de corzos.
Llegué a una zona muy conocida de la Sierra de la Culebra par la observación de lobos y allí coincidí con un grupo de ingleses que llevaba una semana, durante el día, recorriendo la provincia de Zamora  y al amanecer de observación. Como siempre iban con sus libretas apuntando todo lo que íbamos viendo. Cuando se fueron nos quedamos dos salmantinos y una pareja que venía de Andujar en busca del lobo. Los cuatro buenos conocedores y apasionados del campo que habían tenido la suerte de ver un lobo la noche anterior pero, por la mañana, nada de nada, pero siempre hay otras cosas que te pueden llenar y así fue al poder contemplar la monta de los corzos.
Macho de corzo saltando entre los arbustos.
Los telescopios apuntaban a un claro en el que una pareja de corzos correteaba entre las hierbas altas. El celo está terminando y quizás estaban en uno de sus últimos escarceos amorosos así es que estuvimos atentos.
El macho se aproximó, olió a la corza y la montó. Para rematar la escena un águila culebrera apareció en nuestro campo de visión y se posó en un pino cercano a la pareja de corzos. Ni un guionista de documentales hubiera pensado una escena tan curiosa. El corzo se bajó y tras unos minutos de descanso volvió a la misma operación. Se acercó. La olió y la volvió a montar. Toda la escena con la culebrera en el pino, como no queriéndose perder nada de lo que allí ocurría. Nunca había visto una monta de corzos. Cuando terminaron se fueron a una sombra y durante unos minutos se tumbaron para después continuar camino hacia los brezos cercanos.
Entre los brezos y escobas, en una pequeña peña, nos sorprendió la silueta inconfundible de un buitre negro. Allí estaba. Quieto. Solitario. Esperando que las térmicas le permitieran volar en condiciones. Solamente había uno y en una pequeña roca, muy baja. Seguramente hubiera pasado allí la noche. Allí estaba el ave más grande que nos podemos encontrar en la península Ibérica. Sus más de dos metros y medio así lo indican.
La mañana llegaba a su fin y nuevos corzos, ciervos y jabalís se dejaron ver en la sierra además de un grupo de abejarucos que revoloteaban cazando cerca de unos cables, donde un macho se acercó a su amada y le ofreció, en señal de amor, una abeja que la hembra cogió rápidamente y se la comió.
Obsequio amoroso.
Quizás intenten criar en una segunda puesta, algo no muy común, ya que solamente realizan una al año pero si sufren una depredación o la perdida de la misma pueden intentar hacer una segunda puesta.
Había unos veinte que volaban chillando entre piruetas, picados y acrobacias en busca de comida y, de vez en cuando, se posaban en los cables para descansar.
Continué mi camino viendo algún corzo y ciervo más que se retiraban a descansar y una pareja de abubillas buscaba comida en un claro, picoteando en busca de pequeños insectos o gusanos. La mañana terminaba y una hembra de cernícalo no perdía detalle de lo que pudiera aparecer.

El sol calentaba poco a poco y la mañana de observación, terminaba. Mañana sería otro día y otra oportunidad de descubrir y admirar nuevas situaciones y animales en este mundo tan apasionante y maravilloso que es la naturaleza.

3 comentarios:

  1. Belas imagens
    A do Veado macho (ciervo) está impressionante.
    vem aí a Brama (Berrea)
    Os corços também são muito lindos :)

    Abraços
    Patrícia e Luís

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. El ciervo me sorprendió. Había dos. El otro todavía tenía más borra en los cuernos. Un saludo y muchas gracias por el comentario.

      Eliminar
  2. Con esas densidad de herviboros el lobo aparecera!
    Saludos camperos.

    ResponderEliminar