En estos días que el lobo está tomando protagonismo en la
prensa por la subasta "virtual" de lobos en Villardeciervos están
saliendo fotos de diferentes lobos en artículos de prensa o en blogs que nos
miran fijamente; fotos de lobos con miradas que impresionan, miradas que me han
hecho recordar algunas de las que he podido contemplar, admirar y sentir;
algunas de las miradas que me dejaron impactado, esas miradas que conté en una
entrada cuando este blog comenzaba su andadura y que ahora me gustaría
recordar e ilustrar con las fotografías de un gran amante de la naturaleza, fotógrafo y amigo que tiene una enorme sensibilidad con la cámara, además de un conocimiento enorme de la sierra y sus habitantes, Hipólito Hernández "Poli". Muchos habréis visto sus fotos en carteles de la Junta de Castilla y León o en el centro de visitantes del Parque Natural del Lago de Sanabria o en poster, internet o el periódico sin saber que son suyas.
Fotografías que guarda, cede y enseña sin darse importancia alguna cuando muchos otros "matarían" (en el buen sentido de la palabra) por conseguir alguna de las fotos que él tiene ya sea de lobos, nutrías, ciervos, perdices pardillas o corzos. Poli es una persona sencilla que ama su trabajo y no se da importancia de sus logros; por eso le quiero agradecer, públicamente, que me preste sus fotos para algunas de las entradas de este blog y el tener siempre una palabra de amabilidad cuando le llamamos para que cuente a nuestros alumnos lo maravillosa que es la naturaleza y sus habitantes.
Siempre se ha dicho que “la mirada de un lobo te hiela
la sangre” y, en cierto modo, es verdad. Esos ojos almendrados de mirada
penetrante, profunda, que te observan y parece que leen en tu interior. Cuando
un lobo te mira directamente quedas hipnotizado, no puedes dejar de mirarlo
hasta que él decida cambiar la mirada.
Hay tres encuentros con el lobo que por diversas razones me
causaron una gran impresión e hicieron darme cuenta de aspectos que antes no
había podido imaginar. Los tres son por casualidad. Y los tres son a muy corta
distancia.
La primera mirada es la primera vez que vi un lobo. Tendría
unos siete u ocho años. El verano terminaba y volvía con mis padres y hermano
del Lago de Sanabria, donde habíamos pasado casi dos meses en tienda de
campaña; justo antes de llegar al pueblo de Galende, en una curva cerrada hacia
la izquierda, mi padre redujo la marcha y nos dijo. “Mirad. Un
lobo”. El animal cruzó la carretera de izquierda a derecha y comenzó a
subir por un camino. Paramos el coche para contemplar cómo subía con un andar
elegante y majestuoso, cómo se paraba, se volvía, nos miraba un instante y
seguía tranquilamente. Hasta ese momento el lobo, para mi, había sido el malo
de los cuentos, con el que se asustaba a los niños y del que los abuelos
decían: “Como no comas todo viene el lobo y te come”. Ese día
comprendí que algo no encajaba. No podía ser tan malo. Que su mala fama tendría
que ser por alguna razón. Años después comprendí que la razón fundamental era
que el hombre y el lobo, durante siglos, han competido por el mismo recurso, la
ganadería; y es, en ese ámbito, donde se han generado y seguirán generándose, a
menos que cambien mucho las cosas, los mayores problemas.
La segunda mirada ocurrió muy cerca de Zamora. Fue a una
loba, a la que le faltaba una pata delantera, más concretamente una mano, y
pese a esta dificultad, vivió varios años por la misma zona. Tenía una mirada
dulce pero llena de miedo y recelo. De ella admiré su valentía, su esfuerzo y
siempre me preguntaba cómo demonios podía cazar. ¿Qué cazaba? Seguramente
conejos, topillos y ratones de campo aunque casi seguro se beneficiara de las
capturas de la manada. Era increíble verla correr a tres patas, esforzándose
siempre por seguir adelante, por sobrevivir costase lo que costase. Seguramente
un cepo, o un lazo le cortó la pata.
La caza ilegal es uno de los principales problemas a los que
se enfrentan los lobos. Se estima que solamente en Castilla y León cada año se
matan más de 300 lobos de manera ilegal, sobre todo con lazos, cepos y venenos.
Desde ese encuentro, el lobo consiguió mi admiración por su solidaridad con los
miembros de la manada ya que, seguramente, sin su ayuda, esa loba no habría
podido sobrevivir.
La tercera mirada fue a 3 m de distancia. Mi hermano
y yo nos dirigíamos, a las 8 de la mañana, a una finca en la misma zona en la
que había vivido la loba de tres patas años antes. En una curva de 90º mi
hermano dijo: “Para. Un lobo”. Miré a la cuneta y allí estaba.
Mirándonos. Su mirada color miel nos sopesaba, nos medía, nos preguntaba si
éramos una amenaza para él. Nos quedamos de piedra. Pasados unos segundos
decidió irse ladera arriba. Lo hizo de forma imponente ya que subió corriendo
la ladera mirándonos fijamente, sin perdernos de vista. Era increíble verle
correr hacia delante, con la cabeza vuelta, mirando hacia atrás, hacia
nosotros.
El día anterior había habido una batida de jabalís y en el
pueblo se hablaba de que también habían matado a una loba preñada y a dos
subadultos. Se les había escapado el lobo alfa. Era él. El lobo que vimos de
mirada cansada, pero firme, de mirada triste pero esperanzada. Nunca he vuelto
a ver un lobo tan de cerca en libertad y según escribo estas líneas recordando
el momento, todavía se me ponen los pelos de punta. Nunca olvidaré su mirada.
Desde ese momento me di cuenta de la fragilidad de su vida. De su lucha
constante con el hombre y de su vulnerabilidad.
Las batidas y cacerías de lobos ilegales son otro de los
problemas a los que deben enfrentarse. Como se hablaba por el pueblo, en esa
batida, sin permiso alguno, se habían matado tres lobos; uno de ellos, una loba
preñada. ¿Cuántas veces pasará lo mismo? ¿Y las cacerías ilegales?
Tres problemas. Furtivismo, caza ilegal y ataques al ganado.
A cada cual más complicado de solucionar, sobre todo si las partes en discordia
no se ponen de acuerdo, no ceden en sus pretensiones. Como dice Miguel Delibes
de Castro: “Para tener lobos en el siglo XXI debemos aprender a convivir
no sólo con ellos sino, también, con otras personas que piensan acerca del lobo
de manera diferente a como pensamos nosotros. Debemos tener la mente abierta
para comprender a otros que aún temen al lobo, o incluso lo desprecian, porque
resulta peligroso para sus ganados”. Añadiría que esos que aún temen al
lobo, o incluso lo desprecian, porque resulta peligroso para sus ganados deben
comprender que tienen que acostumbrase a que donde el lobo había desaparecido,
está volviendo, y si quieren tener menos problemas con él, deben de cambiar sus
hábitos de manejo del ganado, deben volver a sus usos tradicionales y así evitarán muchos problemas y,
por supuesto, la junta de Castilla y León debe de pagar todos los daños
causados; además de que algunos de los que se dicen defensores del lobo que se creen en la razón absoluta, deben de intentar ser
educados y no hacer más enemigos ya que, al lobo, enemigos, es lo que le sobra. Mientras no se
cambie de mentalidad los problemas seguirán existiendo.