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jueves, 13 de septiembre de 2012

Otros pajarillos.

En estos días de esperas del lobo, muchas veces infructuosas, aparecen a nuestro alrededor un buen número de pajarillos a los que no solemos hacer caso, estamos a otros menesteres. Estos pajarillos con sus vuelos acrobáticos, cánticos y persecuciones nos animan la mañana o la tarde. Quiero centrarme en tres de los que más estoy viendo en estos días. Tres que también merecen que se les de algo de importancia. 
El primero es el papamoscas cerrojillo. Un pequeño pájaro simpático y bonito que revolotea constantemente de un arbusto a otro. Sus vuelos son cortos. Es activo, ágil, no para de mover la cola arriba y abajo y de sacudir las alas. Este pequeño pajarillo me dejó impresionado el otro día. 
Se encontraba el pequeño papamoscas cerrojillo en un arbusto. Quieto. Agazapado. Inmóvil. Atento a todo lo que se cruzaba delante de él cuando, de repente, salió como una exhalación volando y se lanzó sobre un insecto que pasaba tranquilamente cerca del arbusto. Lo cogió en el aire. No sé muy bien lo que era, no me dio tiempo a verlo, y marchó a otro arbusto un poco más lejano y se ocultó. Estaba cazando al acecho. Cazaba como si fuera una leona que, oculta, salta cuando una cebra pasa a su lado. Nunca lo había visto y me resultó curioso así es que comprobé si era cierto que así cazaba y, en efecto, este pequeño pájaro caza al acecho moscas o mosquitos principalmente (de ahí viene su nombre) aunque también puede capturar escarabajos, mariposas e incluso gusanos y lombrices.
En estos días nos encontramos en el paso otoñal hacia sus cuarteles de invierno en el África Tropical por eso se ven tantos papamoscas cerrojillos en nuestros campos. El pequeño cerrojillo volvió después de comerse el insecto capturado y se volvió a poner en el mismo sitio. Le gustaba y seguramente esperaría otra oportunidad para capturar a otra presa.
El segundo pájaro es el piquituerto que revoloteaba sin parar de los pinos a los cables y otra vez a los pinos. Así constantemente pero, en alguna ocasión, se para más de la cuenta y es el momento de verlo con detenimiento y, si hay una hembra cercana, mejor que mejor.
Una hembra se encontraba posada en el cable que pasaba por encima de nuestras cabezas mientras que un macho revoloteaba alrededor de ella. Después de varios vuelos acrobáticos, como si quisiera impresionarla, se posó a su lado.
El macho es rojizo y la hembra verde oliva pero, lo que destaca, por encima de todo, en este pajarillo es su pico. Tiene la mandíbula superior recta y la inferior cruzada a la derecha o a la izquierda (dependiendo de los individuos). Tener el pico así le sirve para poder alimentarse.
El macho en un momento determinado se acercó más y con un vuelo rápido se colocó encima de ella. Estaba montándola. Pasados unos segundos se bajó y marchó pero volvió a los pocos minutos.
El alimento fundamental de los piquituertos son los piñones. El pico lo introduce en la piña quedando las dos puntas una encima de la otra. Al cerrarlo hará cuña para ir separando la escama de la piña, si hace falta se ayudará de giros de cabeza; de esta manera conseguirá abrirla y llegar al piñón. Aquí entrará en acción su larga y pegajosa lengua que cogerá el piñón y se lo comerá.
El macho de piquituerto volvió a los pocos minutos. La hembra allí seguía. Quieta. Sin moverse del cable. El macho se colocó al lado, se acercó y, otra vez, la volvió a montar. Acababa de presenciar dos montas de piquituerto. Nunca había visto ninguna y en pocos minutos observé dos.
Esta adaptación tan específica de tener el pico cruzado, le impide tener otras muchas posibilidades de recursos alimenticios por lo que, si escasean las piñas, deberá de buscar otros suministros de comida como pueden ser las manzanas, de las que solamente comerá sus semillas, como ocurre en Sanabria determinados años; o los escarabajos, que son fáciles de coger para él.
El tercer pajarillo es el acentor común. Delante de la zona en la que me encontraba había un buen número de zarzas donde el pequeño acentor se movía de aquí para allá entre los espinos y las moras. En un momento determinado se bajó al suelo. A nuestro lado. Se fue acercando poco a poco, con cautela, sin prisa pero sin pausa. Según se aproximaba yo me agachaba un poco. Se aproximaba. Me agachaba. Se aproximaba. Me agachaba e iba sacando una pequeña cámara digital.
El motivo de acercarse tanto era porque el suelo estaba lleno de pipas y migas de unas galletas que un compañero había estado comiendo en la espera. Llegó un momento que estuvimos a menos de treinta centímetros uno del otro. Él comiendo las migas y yo sacándole fotografías.
Estos tres pequeños pajarillos son relativamente comunes en nuestros bosques. Nos hacen compañía y alegran nuestros paseos, aunque no solemos prestarles atención. Son compañeros en las esperas y se extrañan el día que no aparecen, como casi siempre, cuando no tienes algo es cuando te das cuenta de su valor. Démonos cuenta antes y admirémoslos. Forman parte de nuestro entorno. 

miércoles, 4 de abril de 2012

Por la Alta Sanabria.

Desde muy pequeño me gusta recorrer los bosques, pueblos, cañones o lagunas de Sanabria y de vez en cuando hago una ruta por la Alta Sanabria. Todos los meses un grupo llamado "ruteros" hacemos una ruta por la provincia de Zamora de un día completo y en este mes tocaba la Alta Sanabria.
En el camino hasta Sanabria amanecía y
 los ciervos se iban yendo a sus encames.
No voy a hacer un estudio pormenorizado del glaciarismo, flora o fauna de la zona, sería demasiado, sino que voy a explicar el recorrido, ya sé que hay más cosas pero me referiré a lo que nos fuimos encontrando y algunas curiosidades.
Nuestra ruta comenzó en la Laguna de Peces (1.725m); laguna de origen glaciar como casi toda la zona que, por cierto, nunca la había visto tan baja de agua en esta época. Desde ahí nos dirigimos hasta la Laguna de Yeguas (1.795m) situada a los pies de Peña Cabrita (1.904m). 
En esta laguna se aprecia perfectamente el proceso de colmatación, es decir, su muerte lenta. Está recibiendo lentamente sedimentos y nutrientes que se van disolviendo en el agua; cuando existe un exceso de nutrientes (llamado eutrofización) aumenta el crecimiento de algas y musgos superficiales, que impiden la entrada de la luz hasta el fondo de la laguna. Además, cuando éstos mueren van al fondo, originando más materia que no puede ser degradada a buen ritmo por los descomponedores (bacterias sobre todo) La laguna se va rellenando de esta materia y se va colmatando, va perdiendo profundidad. El agua va desapareciendo, formándose una masa compacta, la turba, en donde se empezarán a asentar hierbas, juncos y darán paso a una pradera. Aquí, en la Laguna de Yeguas, se está produciendo este proceso y así actualmente tenemos dos lagunas, la de Yeguas y la de Cubillas (la situada debajo de Peña Cabrita) que fueron una y se están muriendo. En esta laguna nos encontramos con una pareja de porrones europeos y dos parejas de azulones aparte de algunas ranas en la laguna.
Laguna de Yeguas en pleno proceso de colmatación.
A lo largo de todo el recorrido pudimos contemplar y oir el canto de dos tipos de acentor, el común y el alpino. El acentor común es un pequeño pájaro que pudimos apreciar tanto, cantando en las ramas altas de los brezos, como desplazándose agachado entre ellos y las carqueisas por el suelo. Como curiosidad, este pequeño pájaro es un blanco común de los cucos que dejan su huevo en el nido de estos pequeños pajarillos para que críen al pollo invasor.
Acentor común.
También vimos varios acentores alpinos, más vistosos que los comunes, que nos deleitaban con su hermoso canto, tanto en vuelo como situados en la rama más alta de cualquier brezo.
Desde Yeguas nos dirigimos hasta el valle del Tera donde, antes de bajar, disfrutamos de una increíble vista de toda la zona pudiendo apreciar el punto más alto de la provincia de Zamora, Peña Trevinca (2.127m) y varios dosmiles más.
Todo el recorrido de la ruta estaba dentro del Parque Natural del Lago de Sanabria de 22.365 hectáreas, siendo un extenso complejo glaciar. En esta panorámica se pueden apreciar tanto el circo, la lengua como las morrenas y el típico valle glaciar en “U”. Bajamos hasta Vega de Conde donde encontramos varias lagartijas serranas y un pequeño lagarto. En el camino hasta Vega de Tera tuvimos dos nuevas sorpresas.
Hacía mucho tiempo que no veía perdices pardillas y junto al camino levantaron dos, una pareja que no se movió hasta que casi les pasamos por encima.
Macho a la izquierda
(tiene una mancha marrón oscura en el abdomen) y
hembra a la derecha.
Las perdices pardillas son un poco más pequeñas que las rojas y solamente vuelan cuando estás prácticamente encima de ellas. Levantaron junto al camino y se tiraron hacia el centro del valle en un vuelo ruidoso que les hizo perderse rápidamente de nuestra vista. 
La forma del escudo anal nos indica que es una corza.
La segunda sorpresa fueron dos corzos que estaban encamados y se levantaron a nuestro paso. El duende, así llaman al corzo en Sanabria y tienen razón, ya que, los ves y no los ves, en un abrir y cerrar de ojos. En la anterior entrada, relativa al tejón, comenté el curioso caso de que las hembras de tejón tienen la implantación del óvulo retardada, es decir, pueden guardar el óvulo fecundado un tiempo determinado, pues bien, las corzas hacen lo mismo.
Llegamos a Presa Rota, lugar de triste recuerdo para todos los sanabreses por la fatídica rotura de la presa el 9 de enero de 1959 que arrasó el pueblo de Ribadelago.
Tras la comida continuamos por el Cañón del Tera en el que comenzamos a ver robles, acebos, almendros y algunos abedules hasta llegar a la Cueva de San Martín. En este tramo nos encontramos con arrendajos, carboneros y un buen número de pajarillos, además de un mirlo acuático en una de las múltiples pozas que el río forma en el cañón.
Mirlo acuático tras salir del agua.
El mirlo acuático tiene una curiosa peculiaridad como es la de bucear e ir andando por el fondo del río buscando larvas e insectos que se esconden debajo de las piedras. Aquí también nos cruzamos con la famosa ranita de San Antonio que le gusta moverse por las ramas de brezos, hierbas o robles siempre que tenga cerca una zona húmeda.
Rana de San Antonio.
Por encima de la Cueva de San Martín pasamos por un bosque de robles y acebos. El acebo es un árbol muy curioso y amenazado durante mucho tiempo (sobre todo por la costumbre de cortarlo por Navidad como adorno); los bosques de acebos son tremendamente importantes para sus habitantes (pajarillos, micromamíferos,..), porque suben la temperatura ambiente entre 3 y 5 grados, por lo tanto en invierno son un refugio extraordinario para todos ellos.
Aquí comenzó la fuerte subida que nos llevó desde aproximadamente los 1.350 m hasta los 1.733 m del vértice geodésico del Gencional.
En el final de la subida pudimos encontrar los primeros escarabajos, entre ellos un espectacular escarabajo verde metalizado que, por cierto, es la orden del reino animal con más con más especies descritas, unas 375.000. Al llegar al Gencianal bajamos hacia la Laguna de Peces para terminar un largo y estupendo día de ruta por la alta montaña sanabresa.
(Doy las gracias a Poli por haberme prestado su magnífica fotografía de las perdices pardillas)