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viernes, 17 de mayo de 2019

Variedad de limícolas en una Villafáfila seca.

Villafáfila está seca. Estamos a mediados del mes de mayo y ya no queda agua; es una verdadera pena y desastre para todas las aves que se reproducen en las lagunas. En la Salina Grande el agua se reduce a una fina lámina cercana a la depuradora y el puente romano. Nada más. La falta de lluvias es más que preocupante y la influencia del cambio climático en las aves es, cada vez, más clara y desastrosa (es increíble que todavía muchas personas lo nieguen).
La única agua que podemos encontrar está en las lagunas de la Casa del Parque. Lugar en el que se concentran las aves que se acercan hasta este maravilloso y seco enclave en estos momentos.
En mis dos últimas visitas he podido disfrutar de una enorme variedad de limícolas. Limícolas que se mueven en un enclave perfecto para ellos. Buenas zonas de limo en las que pueden alimentarse o criar dependiendo de si están en paso o no.
Los limícolas se caracterizan por convivir y comer todos en un mismo lugar sin interferirse unos con otros. La diferencia de longitud en los picos y las patas hace que diferentes especies puedan vivir en un mismo espacio sin interferirse, sin entrar en competencia directa por el alimento.
Todos consiguen alimento. No se interfieren unos a otros y se pueden ver grupos muy variados de especies en un mismo lugar como me ha ocurrido en mis últimas dos vistas a Las Lagunas de Villafáfila en las que he podido disfrutar de una enorme variedad.
Voy a centrarme en los que he podido ver en estas dos últimas visitas aunque hay otras especies que no he visto pero si se encuentran en las lagunas como el correlimos de Temminck o la aguja colipinta y otras que he visto en otras ocasiones pero en estas dos últimas no, como zarapito real y trinador.
Pareja de correlimos gordo fuera del agua.
La primera especie a la voy que a hacer referencia a los tres ejemplares de correlimos gordo que pude disfrutar; de aspecto rechoncho, regordete y achaparrado luciendo unas preciosas galas nupciales de un intenso marrón anaranjado.
Estos preciosos correlimos, provenientes de sus cuarteles invernales en África, han parado una temporada entre nosotros para descansar. Pude ver otros dos ejemplares en el puente romano.
Correlimos tridáctilo con plumaje de invierno (lo más blancos) y reproductivo.
El siguiente es el precioso correlimos tridáctilo de los que pude disfrutar de nueve ejemplares con plumajes diferentes tanto de verano (época reproductiva), como de invierno e incluso alguno a medias de mudar. Correlimos con una migración muy parecida a la del correlimos gordo.
Chorlitejo grande delante de correlimos tridáctilos.

Correlimos tridáctilos con un correlimos gordo sacando la cabeza fuera del agua.
El correlimos zarapitín es otro de estos pequeños buscadores en el limo que se mueven sin descanso. Entre ellos también pude ver los dos plumajes siendo el nupcial una verdadera preciosidad.
Correlimos zarapitín.
El más pequeño de los correlimos también apareció: el correlimos menudo. Pequeño pero incansable e infatigable en su búsqueda de alimento.
Correlimos zarapitín (plumaje estival), correlimos menudo y chorlitejo grande.
Correlimos común.
No podía faltar el correlimos común, el más numeroso de todos los que pude ver: alrededor de sesenta-setenta ejemplares que se movían como un pequeño ejército junto con los más de cincuenta chorlitejos grandes que muchos de ellos descansaban entre las piedras de la orilla.
Chorlitejos grandes, correlimos comunes y algún infiltrado.
Archibebe común entre correlimos comunes.
Los chorlitejos chicos estaban en otros menesteres reproductivos ignorando por completo a sus compañeros de laguna, como los andarríos chicos que se movían entre avocetas, cigüeñuelas, combatientes o archibebes comunes y un solitario archibebe claro.
Cigüeñuela y archibebe claro.
Enorme variedad de limícolas que en esta laguna han encontrado el lugar idóneo para su viaje o reproducción ante la desolación de ver las lagunas sin agua.

sábado, 9 de septiembre de 2017

Los rascones (y sus vecinos) de la presa de San Miguel.

Sabía donde estaban. Los estaba oyendo moverse y emitir su grito típico pero no aparecían. Se movían como pequeños rayos entre los carrizos pero no había manera de poder verlos en condiciones. La familia de rascones vivía en la pequeña presa del río Castro. Días antes, Manolo Segura y Hipólito Hernández, dos grandes amantes de la naturaleza aparte de excelentes fotógrafos y, por supuesto, amigos, habían visto varios juveniles moverse entre los juncos.
El rascón europeo es difícil de ver. Es esquivo, huidizo y tímido que se escucha más que se ve. Es un pequeño fantasma que muy pocas veces sale fuera de la protección de los carrizos; eso era, precisamente, lo que estaba esperando escondido detrás de unos carrizos. Allí agachado, esperé.
Había varios rascones. Se oían en diferentes puntos y los había visto pasar entre los carrizos pero no salían. Amanecía y el sol iba iluminando lentamente el agua de la pequeña presa del río Castro. El sonido (más bien chillido) de los rascones se acercaba al borde de los juncos. Me puse tenso, levanté la cámara y espere. Asomó.
Allí estaba. Un rascón asomó cauteloso y lento entre los carrizos. Miraba de un lado para otro como cuando se va a cruzar una carretera. Allí estuvo unos segundos que se me hicieron interminables. ¿Saldría? ¿Volvería al interior del carrizal?
El rascón no se movió hasta que el sol lo iluminó con su suave luz naranja. Cuando la preciosa luz me mostró todos los colores del tímido rascón se comenzó a mover lentamente, con un infinito cuidado.
Avanzaba lentamente con sus delicadas patas levantándose por encima de la superficie. Miraba a todos los lados e introducía su cabeza dentro del agua. Comía. Estaba confiado y tranquilo.
Continuó avanzando hasta que salió totalmente al descubierto y pude apreciarlo en todo su esplendor. Su pico de color rojizo, su pecho grisáceo, su pequeña cola blanca y esos ojos intensos y despiertos de un fuerte color rojo que llaman poderosamente la atención cuando los ves de cerca.
Era un precioso adulto. Continuó avanzando. Comiendo. Se estiraba como cuando un sprinter llega a la ansiada meta. Se movía entre las hojas y el agua con una enorme delicadeza. Picoteaba la superficie o introducía la cabeza totalmente bajo la superficie. Otros rascones se oían en el carrizal. Había visto, en total, dos adultos y cuatro juveniles pero a este lo estaba disfrutando especialmente.
El rascón se movía tranquilamente hasta que se paró. Miró hacia arriba y, en un segundo, desapareció a una velocidad sorprendente en dirección a la seguridad de los carrizos. Una águila calzada sobrevolaba la laguna. Ese día no los volví a ver.
Uno de los jóvenes rascones fotografiados por Manuel Segura,
al cual le agradezco enormemente la foto para esta entrada.
Esta familia de rascones vive en un lugar peculiar. La presa de San Miguel en el río Castro, en Sanabria. Un lugar que tiene una enorme variedad de vida, una enorme biodiversidad. Un lugar en el que se pueden ver, entre otros: mirlo acuático, martín pescador, galápago europeo, cigüeña negra, garza real, nutria, rata de agua, carricerín común, ruiseñor bastardo, halcón abejero, alcotán, cigüeña blanca, carricero común, focha común, gallineta, zampullín común, andarríos chico, grande y bastardo, agachadiza común o chorlitejo grande y chico además de innumerables pajarillos, mariposas, anfibios, roedores, reptiles o libélulas. Las siguientes fotografías son una pequeña muestra de toda la vida que hay en la presa.
Martín pescador.
Mirlo acuático.
Galápago europeo.
   Rata de agua.
Andarríos grande.
Agachadiza común.
Preciosa fotografía de un archibebe claro realizada por Manuel Segura.
Carricerín común.
Fotografía de una nutria realizada por Hipólito Hernández,
al cual le agradezco enormemente cedérmela para esta entrada.
Garza real.
Zampullín común en primer término y rascón europeo al fondo.
Focha común.
Sin olvidarnos de todos los ciervos, corzos, zorros, jabalís y demás animales que acuden a sus orillas a beber, comer o bañarse. 
Un lugar especial que atesora una enorme biodiversidad de especies residentes o que simplemente estén en paso. Una pequeña presa preciosa con un amplio y diverso ecosistema en el que conviven cientos de especies tanto animales como vegetales que debemos valorar y respetar. Así es la presa de San Miguel en el río Castro.

lunes, 13 de mayo de 2013

El charco de los correlimos de temminck.

La tarde estaba siendo un poco triste, las lagunas estaban como apagadas, parecía que las aves estuvieran escondidas pero, todo cambió, en un charco.
Un encharcamiento aislado, muy cerca de un camino secundario, llamó mi atención. Paré. Miré desde lejos y pensé: "Vaya. Ahí hay un buen grupo". Aparqué el coche. Monté el telescopio y pude comprobar que el grupo de limícolas era muy variado así es qué para allí que me fui andando con cautela. 
La cigüeñuela era como Gulliver en el país de Liliput.
Según me acercaba volví a montar el telescopio y ante mis ojos aparecieron correlimos comunes, tridáctilos y menudos, archibebe común y claro, combatiente, chorlitejo grande, andarríos chico, cigüeñuela y...un correlimos de temminck se posó muy cerca de uno de los grupos de correlimos comunes pero se levantó y se fue más allá.
Correlimos de temminck junto a algunos comunes.
Correlimos tridáctilos.
Lo seguí con la mirada y pude comprobar donde bajaba. Al acercarme me encontré con Miguel Ángel García Matellanes, gran conocedor de la fauna zamorana, que estaba viendo otra zona del mismo encharcamiento. Después de comentarle que había visto a un temminck ir hacia allí, nos pusimos a buscarlo y... uno, dos, tres cuatro y hasta cinco pequeños temminck fueron apareciendo detrás de las hierbas o de los terrones que salían del agua como verdaderas islas en un pequeño mar, de muy poca profundidad, en el que debían de abundar insectos, larvas o renacuajos dada la cantidad de habitantes que había en el encharcamiento moviéndose sin parar.
Pareja de correlimos de temminck.
Se movían inquietos de un lado para otro. Sin descanso. Picoteaban. Buscaban y pasaban entre sus compañeros de encharcamiento. Si pincháis aquí podréis ver a una pareja de estos pequeños correlimos de temminck en uno de los vídeos que realizó Miguel Ángel García Matellanes mientras los observábamos.
4 temminck.
La cigüeñuela "gigante" detrás de estos dos temminck.
El grupo de los 5 correlimos de temminck.
Este pequeño correlimos es un visitante ocasional en nuestro país durante las migraciones que realiza desde el norte de Euroasia hasta sus zonas de cría en África tropical (también cría en el sur de Asia, en la península Escandinava y a veces, en Escocia).
Pequeños temminck buscando comida.
Nuestra satisfacción era evidente. Nunca había visto ese número de pequeños temminck. Se movían inquietos pero tranquilos. No paraban un sólo instante y se fueron mezclando con los chorlitejos grandes y los correlimos comunes mientras alguna cigüeñuela pasaba cerca de ellos como un auténtico gigante o algún correlimos menudo pasaba rápidamente de un lugar a otro como si alguien lo persiguiese.
El encharcamiento ocasional y aislado nos había regalado una observación tremendamente gratificante de un buen número y variedad de limícolas. Los pequeños temminck, después de algo más de una hora y cuarto, se levantaron y se fueron definitivamente.
La naturaleza es así. Un pequeño charco o encharcamiento puede estar lleno de vida. La naturaleza nos sorprende y, quizás, por eso, nos engancha y nos atrae.