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domingo, 2 de octubre de 2022

¿Por qué se cazan ciervos y corzos en zonas limítrofes al quemado en la Reserva Regional de Caza de la Sierra de la Culebra?

Este pasado verano en la Sierra de la Culebra y parte de Los Valles se han producido dos de los incendios más grandes en la historia fatídica, triste y desoladora de los incendios forestales en España. Algo más de 60.000 hectáreas abrasadas por un monstruo enorme llamado fuego que tuvo las condiciones perfectas para correr y correr. Fuego que si hubiera sido controlado (sobre todo el primero) al principio estando el total del operativo de incendios activo y no lo consiguen controlar, nada habría que decir ni objetar, pero no fue así. ¿Ha habido alguien que haya asumido responsabilidades por los errores cometidos? No. Según nuestros dirigentes todo se hizo de forma perfecta y eficiente pero la realidad es tozuda y ahí está.
Tristemente, la mayor y fatídica pérdida, fueron las tres personas fallecidas. Pérdidas incalculables a nivel económico, social y medioambiental. Es un drama de proporciones épicas.
Quiero centrarme a nivel medioambiental. Ámbito en el que es una pérdida imposible de calcular. Desde insectos, invertebrados o micromamíferos hasta mamíferos, aves o reptiles todo está afectado. El soporte de flora ha desaparecido. Plantas, arbustos, árboles,…todo muerto y con ello toda la vida que conlleva a su alrededor.
Los incendios fueron en pleno periodo de cría. Todas las camadas de lobos y zorros muertas. Polladas de aves muertas. Crías de ciervos y corzos muertas. Nutrias, garduñas, martas, tejones, jabalís, conejos, liebres, tritones, lagartos…todos afectados.
Los adultos que consiguieron sobrevivir (recordemos que muchos murieron asfixiados o por las llamas o por la heridas causadas) se han desplazado a zonas limítrofes pero, los animales van volviendo a sus zonas, poco a poco se acercan a las zonas quemadas, donde está empezando a brotar la hierba fresca, para alimentarse pero en las que no se pueden quedar porque no hay cobertura vegetal para esconderse de depredadores o protegerse de las inclemencias meteorológicas o simplemente descansar.
Ciervos y corzos deambulan por zonas quemadas y limítrofes en las que están expuestos. En estas condiciones mi pregunta es: ¿Por qué se les está cazando en zonas limítrofes al quemado en la Reserva Regional de Caza de la Sierra de la Culebra? ¿No se debería de haber dejado un tiempo sin cazar?
No entiendo que se pueda disparar a un gran ciervo en una zona a la que ha llegado desorientado, en la que no tiene donde esconderse. El artículo 92 de la Ley 3/2009, de 6 de abril, de montes de Castilla y León dice: “Los aprovechamientos ganaderos y cinegéticos en los montes que hayan sido objeto de un incendio quedarán suspendidos de manera automática y sin derecho a compensación durante un período de cinco años en los terrenos afectados. No obstante, la consejería competente en materia de montes podrá autorizar el levantamiento de dicha suspensión cuando se acredite la compatibilidad de los aprovechamientos con la regeneración del monte incendiado y con la restauración del hábitat y supervivencia de las especies de flora y fauna silvestre”.
¿De verdad se ha acreditado la compatibilidad de la caza del ciervo o corzo en la Reserva Regional de Caza de la Sierra de la Culebra con la regeneración del monte incendiado y con la restauración del hábitat y supervivencia de dichos animales? Pero si el incendio ha sido hace menos de dos meses…

domingo, 11 de junio de 2017

Tiempo de corcinos.

Ahí está. No tiene más de dos días. Pegado a su madre, a su protectora, a su cuidadora que le dará todos los mimos posibles y le enseñará todo lo necesario para poder sobrevivir. Es muy pequeño, tendrá uno o dos días y observa asustado y receloso cómo su madre está alterada ya que un macho se encuentra muy cerca y su cría del año pasado también.
Recién paridas las corzas entran en un falso celo que atrae al macho que ladra desesperado, escondido entre los brezos, pero la corza está más preocupada de otra situación. Está echando a su cría del año pasado, ya le ha enseñado todo lo necesario para que se mueva sola; ahora tiene que dedicar todo su tiempo al cuidado y atención de su nueva cría.
La joven corza no lo entiende, ¿por qué me echas?, parece preguntarse cuando su madre corre detrás de ella ladrando y emitiendo sonidos cortos y roncos. No la deja acercarse. La joven corza vuelve a intentarlo, quiere ir con su madre, es lo único que conoce, desde que nació ha estado con ella y ahora ¿la expulsa? No lo entiende. Vuelve a intentarlo pero su madre la vuelve a rechazar. Se aleja cabizbaja, asustada, nerviosa…¿dónde irá? ¿qué hará ahora?
Se aleja. Para. Se da la vuelta y observa cómo su madre vuelve con el pequeño corcino y lo lame con la ternura y el cariño con el que se lo hacía a ella. Lo vuelve a intentar. Se acerca dando grandes saltos pero su madre vuelve a rechazarla…es el momento de irse, de abandonar todo lo que ha conocido hasta ahora, de emprender una nueva vida. Sube la ladera despacio, volviéndose cada pocos metros. Llega arriba y desaparece.
La corza se mueve con su recién nacido...
...un macho y su cría del año pasado llaman su atención...
...la corza expulsa a su cría del año pasado...
...debe dedicar todos su esfuerzos a su recién nacido...
...le advierte de nuevo. No te acerques... 
...la cría del año pasado vuelve a intentarlo...
...quiere regresar con su madre. Salta. Se asoma.
Lo intenta pero no será posible...Debe encontrar un nuevo camino.
Este momento es crítico en la vida de un corzo. Necesitará encontrar un lugar nuevo para vivir. Un lugar del que no la echen pero los peligros se multiplican. Estará desorientada, nerviosa y pasará por carreteras o bajará la guardia y cualquier depredador sabrá que tiene una oportunidad.
La corza lleva a su pequeño al brezal. Lo lame. Le da de mamar y permanece atenta a cualquier posible peligro. El hecho de que todas las crías nazcan en muy poco tiempo es una manera de aumentar las probabilidades de supervivencia de un buen número de ellas ya que muchas morirán por frío, enfermedad o cazadas por los depredadores pero otras conseguirán sobrevivir. Estamos a principios de junio y la sierra se llenará de corcinos.
El macho sigue allí. Nervioso, agitado y oculto pero ladrando a los cuatro vientos su poderío. En, aproximadamente un mes, la corza tendrá el verdadero celo y es cuando el macho volverá y la montará, surgiendo una de las particularidades de los corzos: la implantación retardada del óvulo, es decir, pueden guardar el óvulo fecundado un tiempo determinado; quedarán preñadas en verano pero hasta los primeros meses del siguiente año no se desarrollará para nacer a finales de mayo o principios de junio donde encontrará las condiciones ideales para intentar sobrevivir: abundancia de comida, altas hierbas en las que esconderse y buena temperatura, todo lo contrario de lo que hubiera tenido si hubiera nacido en otoño donde comienza a hacer frío, hay poca comida y, las hierbas donde esconderse de los depredadores, escasean.
La mañana está siendo fantástica; mi amigo Poli  habla con su enorme sabiduría, su templanza y su gran conocimiento sobre los habitantes de la sierra. Mi abuelo siempre me decía: “acércate a los que más saben porque de ellos es de los que más se aprende”. Así es. Hablar con Poli es aprender. Es empaparte de muchas cosas que no salen en los libros pero son la verdadera naturaleza, la vivida en el campo. Es disfrutar. Es conocer y es valorar lo que tenemos.
Continuamos por la sierra. Una sierra florida, espectacular en la que la vida brota por los cuatro costados y el manto de flores amarillas, moradas, rosas o blancas cubre el tapiz vegetal en el que aparece otra corza con su pequeño y otra y otra y otra más; todas tienen una sola cría algo poco habitual ya que normalmente, las corzas, a partir del segundo parto, tiene dos crías (otra forma de aumentar las probabilidades de que algún corcino llegue a adulto) pero este año no parece que sea así o, quizás, alguna haya muerto.
Ahí está, una nueva corza con su pequeño en el borde del brezal. La corza come tranquilamente mientras su pequeño no para a su alrededor en un constante descubrimiento de su entorno. Se acerca a su madre y mama durante unos minutos. Se separa y reconoce el terreno, observa, huele, mira, siente…prueba jugosas flores o ramonea los tiernos tallos. No se aleja. Está junto a su madre. Vuelve a mamar. La corza está cansada. Se tumba y su pequeño se acuesta a su lado. Se lamen uno al otro en señal de reconocimiento, cariño, ternura y algo más importante: quitarle el olor. La corza está obsesionada en lamer a su pequeño. Debe hacer que no huela, si no lo consiguiera un depredador lo detectaría y tendría un gran problema si lo encuentra.
La corza está cansada. Se apoya y se duerme plácidamente mientras su pequeño se pega a ella. Nos vamos. Nos alejamos dejándolos en su mundo, en su vida, una vida llena de peligros que deberán de sortear. No se han percatado de nuestra presencia. Nos retiramos con una enorme sonrisa en la boca. Acabamos de disfrutar de un momento tierno, dulce, mágico. De un momento íntimo en la vida de un corcino de no más de un día que está descubriendo el mundo.

domingo, 15 de enero de 2017

Un día redondo.

La mañana estaba heladora; -6º marcaba el coche cuando me dirigía a Puebla de Sanabria y, después de pasar el Puente de la Estrella, asomó el sol tras la intensa niebla que cubría Zamora desde hacía, más o menos, un mes. Sol. Que maravilla. Que luz. Amanecía y la luz era extraordinaria, la visibilidad fantástica y una impresionante helada cubría el campo dando la sensación de que había nevado.
Había que aprovechar la luz y decidí acercarme hasta un punto concreto de la Sierra de La Culebra en el que tenía la esperanza de poder avistar al lobo, animal emblemático, enigmático y mítico que como, muchos ya sabéis, es una de mis pasiones.
Nada más llegar, ni pasados cinco minutos, un precioso e imponente lobo se levantó de entre los brezos. La helada cubría los campos y un gran lobo de pelaje tupido caminaba lentamente, parsimonioso, elegante, avanzaba lento, muy lento, gustándose, recreándose.
Agradezco enormemente a John Hallowell prestarme
la fotografía para ilustrar el momento.
Su silueta se recortaba en el manto helado. Una silueta potente, fuerte; una silueta que demostraba la fortaleza del lobo. Paró. Levantó la pata y marcó el lugar. Era un gran macho. Un macho muy oscuro. Un macho espectacular que caminaba lento y confiado en la fría mañana.
Avanzó varios cientos de metros lentamente y se volvió a tumbar en el brezal. Desapareció. Se lo tragó la tierra. No volvió a aparecer. No lo volví a ver pero me dejó una visión imborrable de un animal que debemos valorar y respetar.
Continué camino hacia Puebla de Sanabria mientras los ciervos comían tranquilamente los tiernos brotes que el frío hielo iba dejando al descubierto y, los corzos, se movían atentos según el sol iba calentando la heladora mañana.
Durante la mañana me moví por el entorno de Puebla de Sanabria y Robledo donde me encontré con un gran amante de la naturaleza y fotógrafo, además de amigo, Manolo Segura, que buscaba los verderones serranos que se movían por las cercanías de Robledo. La suerte nos acompañó y pudimos ver dos ejemplares que suponían mis primeros verderones serranos.
Agradezco enormemente a Manuel Segura prestarme esta
fotografía de los verderones serranos de otro momento.
Estos pequeños verderones serranos se movían entre los abedules y la pradera junto al riachuelo donde se alimentaban tranquilamente, mientras, los piquituertos, otros de los habitantes del lugar oteaban las cercanías desde su atalaya. 
Los piquituertos son pequeñas y curiosas aves que, nada más verlas, lo primero que te llama poderosamente la atención es su pico. Pico que tiene la mandíbula superior recta y la inferior cruzada a la derecha o a la izquierda (dependiendo de los individuos).
Este pico es una herramienta especializada para poder comer. Su alimento principal son los piñones que tiene que coger mediante una curiosa operación: el pico lo introduce en la piña quedando las dos puntas una encima de la otra. Al cerrarlo hará cuña para ir separando la escama de la piña, si hace falta se ayudará de giros de cabeza; de esta manera conseguirá abrirla y llegar al piñón. Aquí entrará en acción su larga y pegajosa lengua para coger el piñón y comérselo.
Esta adaptación tan específica de tener el pico cruzado, le impide tener otras muchas posibilidades de recursos alimenticios por lo que, si escasean las piñas, deberá de buscar otros suministros de comida como pueden ser las manzanas, de las que solamente comerá sus semillas, como ocurre en Sanabria determinados años; o los escarabajos, que son fáciles de coger para él.
En Puebla de Sanabria me acerqué, junto con Manuel Segura hasta el embalse en busca de unas agachadizas chicas que llevan un tiempo por la zona pero sin éxito; en cambio, después que Manuel marchara estuve admirando las evoluciones de un pájaro precioso que es un consumado buceador. El mirlo acuático.
Es una verdadera gozada verlo moverse por las aguas cristalinas del río Tera, como va de piedra en piedra o se sumerge en las frías aguas del río pudiéndose distinguir como, literalmente, camina por el fondo en busca de pequeñas larvas que son la base de su alimentación.
El intenso día llegaba a su fin había y había disfrutado de animales de nuestros campos, de nuestros bosques, de nuestros ríos; animales que viven en nuestro entorno y que muchas veces no prestamos la atención que se merecen.

sábado, 9 de agosto de 2014

El pequeño corzo.

En el lugar que estoy pasando el verano no dispongo de internet con lo cual actualizar el blog es complicado pero eso no quita que no tenga vivencias que contar, algunas de ellas muy difíciles de olvidar. Quiero empezar con la historia de un pequeño corzino.
El pequeño corzino crece con rapidez; ha pasado una de las épocas más críticas de su vida. Ha estado oculto entre las hierbas, quieto, inmutable, hierático, sin casi respirar, esperando la señal de su madre, esperando su llegada,  se acercará a él cauta, recelosa, tomando todas las precauciones posibles ya que hay peligros por todos lados.
La corza llegará hasta donde se encuentra su pequeño. Le dará de mamar sin perder tiempo y le lamerá para eliminar todo posible rastro de olor que un depredador pueda detectar. Lo Hará rápido. Debe evitar estar mucho tiempo junto a él, sería una señal inequívoca de que tiene un pequeño, una señal que los depredadores esperan para tener una oportunidad. La corza se aleja pero permanecerá atenta por si algún peligro afecta a su cría, si así fuera sería capaz de exponerse para salvar a su pequeño corzino.
Ese tiempo ha pasado pero no el peligro. El pequeño corzino tiene aproximadamente un mes y ya sigue a su madre, ya puede correr pero los peligros siguen acechándole y su madre lo esconde todavía durante gran parte del día.
La corza llega hasta donde ha quedado su pequeño que ha cometido la imprudencia de salir de sus altas hierbas, de su escondrijo. La corza lo observa y lo llama. Un pequeño y corto chillido hace que el pequeño levante la cabeza y se acerque rápidamente hasta su madre. Se saludan tiernamente. Se reconocen. Han conseguido sobrevivir un tiempo más.
Es hora de comer y el pequeño tiene hambre. Se acerca pero su madre le rechaza con una suave patada que le deja claro que no es momento de mamar, debe de aprender una nueva lección.
El corzino camina pegado a su madre que observa  recelosa cualquier movimiento de la pradera. Camina. Se para.  Escucha. Debe estar segura de sus movimientos.
Se tranquiliza y le enseña a su pequeño cuales son las flores más suculentas, las que debe de comer. Las que se pueden encontrar en esta época del año. El pequeño la observa y aprende. Imita a su madre y come las mismas flores que come ella.
Continúa el aprendizaje. La corza enseñará todo a su pequeño. Lo protegerá e intentará por todos los medios que le imite y que no cometa imprudencias que pueden costarle la vida.
La corza es joven. Probablemente será su primera cría ya que las corzas primerizas tienen un solo corzino pero a partir del segundo parto el índice de probabilidades de tener dos es muy elevado, es un método de supervivencia, es una manera de aumentar las probabilidades de que uno de los dos pequeños corzinos sobreviva.
Según pasen los días estarán cada vez más tiempo juntos. El pequeño se irá haciendo más fuerte. Crecerá rápidamente y seguirá a su madre en todo momento pero la corza, en esta época, tiene otra preocupación, está en celo y un macho siempre anda cerca de ella.
El corzo correrá a su alrededor. Intentará captar su atención. Defenderá su territorio frente a otros machos y no dejará que ningún otro se le acerque. El corzo emitirá un ladrido ronco. Seco. Corto que avisará a todos que él está allí, en su territorio.
Si algún otro macho se aproximara más de la cuenta lo perseguiría y lo echaría, si aún así volviera se enfrentaría a él con todas sus fuerzas. Defendería su territorio e impediría  que se acercara a la corza. Como vencedor saltaría entre los brezos con las cuatro patas juntas, como si tuviera muelles, como si fuera un juguete articulado. Alegre. Orgulloso.
Más tarde se apareará con la corza y en ese momento sucederá otra de las particularidades de los corzos (no solamente de ellos, hay otros animales que hacen lo mismo, por ejemplo el tejón). Esta particularidad es la implantación retardada del óvulo, es decir, pueden guardar el óvulo fecundado un tiempo determinado; quedarán preñadas en verano pero hasta los primeros meses del siguiente año no se desarrollará para nacer en primavera donde encontrará las condiciones ideales para intentar sobrevivir: abundancia de comida, altas hierbas en las que esconderse y buena temperatura todo lo contrario de lo que hubiera tenido si hubiera nacido en otoño donde comienza a hacer frio, hay poca comida y las hierbas donde esconderse de los depredadores escasean.
La corza estará con el macho un tiempo pero no dejará nunca desatendido a su pequeño que depende totalmente de ella para poder sobrevivir. Continúan por la pradera. Continúa el aprendizaje. Continúa la supervivencia.

viernes, 2 de agosto de 2013

Por Sanabria I: la Sierra de la Culebra.

Esta semana la he pasado recorriendo la parte de la Sierra de la Culebra más cercana a Puebla de Sanabria y tramos del río Castro en compañía de mi buen amigo José Luis Santiago (Llobu). Mi abuela siempre me decía: "Escucha a los que más saben porque de ellos es de quién más se aprende". José Luis es una de esas personas prudentes, que no se hacen notar y no se dan importancia pero que tienen un enorme conocimiento de la sierra y sus habitantes, además de ser una buena persona.
El amanecer en la sierra es diferente. Espectacular y muy hermoso. Las primeras luces van dejando ver un paisaje espectacular de laderas, valles y roquedos. Los primeros rayos del sol van dando un tono rojizo y brillante al mar verde que te rodea y en este mar de luces y colores se mueven sus habitantes; algunos se dejan ver y de otros solamente puedes apreciar sus rastros o escucharlos.
Uno de esos animales que no vimos es el habitante más famoso, más emblemático y misterioso de la sierra, el lobo. No verlo no significa no sentirlo, no notar su presencia, él está ahí y puede estar observándote...
Impresionante huella de un gran lobo.
La mañana era agradable y varios grupos de ciervos se movían entre brezos, escobas y pinos cuando José Luis me dijo casi en un susurro: "Tenemos un lobo detrás. Mira a ver". Los pelos se me erizaron como las púas de un erizo cuando se siente amenazado. También lo había oído. Silencio. Un jadeo. Silencio. Me giré muy despacio y busqué entre las peñas que teníamos detrás nuestro. No veía nada pero allí estaba. Sentíamos su presencia. Una presencia que no ves pero que sabes que está allí. No vimos nada. Giramos de nuevo la cabeza hacia los ciervos y otra vez. Silencio. Jadeo. Silencio. Jadeo. Silencio. Allí estaba por segunda vez. Detrás nuestro. Observándonos. Nos volvimos a girar pero nada nuevamente. Había estado allí. Nos había observado él a nosotros.
La conclusión que sacamos fue que el lobo venía de la otra ladera y se asomó a las rocas que estaban por encima nuestro, al vernos, paró su marcha entre las rocas y nos observó dos veces. Por donde nos pasó es un misterio. Los lobos son expertos en el camuflaje, en pasar desapercibidos. Pudo pasar por cualquier lado o darse media vuelta pero su presencia nos recorrió los sentidos e hizo ponernos alerta. El lobo había estado allí. No lo vimos pero notar su presencia, oírlo jadear es algo indescriptible, algo que hay que vivirlo para poder entenderlo.
Joven ciervo en la oscuridad y seguridad del pinar.
Los ciervos pueblan la sierra. Son su habitante más visible. Hemos podido ver hembras con las crías de este año y del año pasado que se mueven atentas a los peligros que puedan acechar a sus pequeños. En esta época las ciervas están solas, aisladas con sus crías, algunas muy pequeñas y otras de más de dos meses. Esto sucede porque en el tiempo del celo hay hembras que quedan preñadas en septiembre y otras, por el contrario, lo pueden hacer en noviembre. 
Las hembras siempre alerta. Sus orejas se mueven como parabólicas,
su hocico se levanta y sus ojos nos observan. Hay que estar atentas...
Dentro de unas semanas las hembras se irán juntando en pequeños grupos; en pequeños grupos están, actualmente, los machos jóvenes de entre año y medio hasta los de 6 ó 7 años con sus cornamentas recubiertas de la borra aterciopelada que les da un aspecto elegante. Los viejos machos están solos.
En general el desarrollo de las cornamentas está un poco más retrasado que otros años. No encontramos a ninguno que hubiera comenzado a pelar esta borra para mostrar sus poderosas armas.
Las cuernas asoman entre los jóvenes pinos...


Algo curioso son las diferencias entre las cuernas de los varetos (machos de entre un año y dos).
La diferencia de cuernas entre los varetos de estas dos fotografías es ostensible.
El de la derecha de la segunda imagen y el de la izquierda de primera.
Hemos visto varetos con mucha diferencia en la longitud de sus cuernas. Esto seguramente es debido a cuando hayan nacido (pueden sacarse hasta casi tres meses) pero aún naciendo a la vez, la genética de su padre (un padre con buenas cuernas dará hijos, como mínimo, tan buenos como él) y la alimentación (tanto la leche materna como la comida de ese año) marcarán la diferencia entre ellos, además de su condición física (si está enfermo o no).
También hemos podido observar lo gordos que están los machos. Durante todo el verano se alimentan constantemente para coger fuerza y kilos para la época del celo de las hembras, la berrea. En ella los machos perderán mucho peso, por lo tanto, necesitan cogerlo ahora y tener reservas suficientes para estar en perfectas condiciones físicas en el mes de septiembre que es cuando comienza el celo de las hembras. Los machos comerán muy poco y perderán muchos kilos ya que solamente están pendientes de controlar a las ciervas.
El macho del centro, mucho más oscuro que los otros dos, estaba muy gordo.
Otro habitante de la sierra que en este momento está muy alterado es el corzo. Las hembras se encuentran en celo y los machos están como locos siguiéndolas y persiguiéndolas de un lugar a otro. Las hembras están con sus pequeños corzinos de pocas semanas o días. Las observamos con una cría y con dos, algo relativamente común a partir del segundo parto. También hemos podido comprobar como los machos las acosan, dan vueltas a su alrededor y ladran (se parece mucho al ladrido de un perro por eso se llama ladra) para atraer a las hembras a un territorio que defienden ferozmente ante cualquier competidor.
Los corzos pueden resultar heridos en sus rencillas o persecuciones. Vimos a un macho cojo que seguramente sea pasto de los lobos que ejercen su función de selección y control de la especie. En la naturaleza un animal herido o enfermo tiene mal destino. 
También observamos a un corzo con un sólo cuerno que podría haber perdido en una pelea, en el crecimiento de la cuerna o ser algo genético.
Algo curioso que siempre me cuenta Poli, otro buen amigo y gran conocedor de la naturaleza sanabresa es que: "cuando un corzo ladra pone la lengua para arriba. En cambio, un ciervo, cuando berrea la pone para abajo". Que razón tiene este gran amante de la naturaleza y fotógrafo ya que en esta extraordinaria fotografía suya se puede apreciar perfectamente.
Agradezco enormemente a Poli prestarme esta excepcional fotografía.
En esta otra se puede ver que el ciervo cuando berrea pone
la lengua para abajo.
La sierra tiene mucha más vida. También pudimos observar a otros habitantes como el zorro, jabalí, buitre leonado, cernícalo primilla, zorzal charlo, alondra, pito real, picapinos, piquituerto, halcón abejero, milano negro, aguilucho ratonero, abubilla, abejaruco, chotacabras, perdiz, torcaz, alcaudón real, culebra y un buen número de pequeños pajarillos que se mueven si cesar por la sierra.
Pero la sierra siempre reserva sorpresas y una de ellas se presentó el último día. Después de dejar a José Luis en su casa se me cruzaron dos ardillas en la carretera. Bajé del coche a intentar hacerles alguna fotografía consiguiéndolo con este precioso macho que se movía entre los pinos y los robles parándose de vez en cuando a observarme y emitir un sonido muy agudo que hacía con sus dientes. Estaba dando la alarma. El extraño era yo. Él estaba en su hogar.
La siguiente entrada la dedicaré al río; donde hay una gran cantidad de vida que se mueve entorno a él y, las sorpresas, son constantes...

miércoles, 12 de junio de 2013

Corzos y ciervos. Estrategias de supervivencia.

La noche comenzaba y en la pradera tres ciervas comían tranquilamente pero, junto a una de ellas, había un pequeño cervatillo pegado como una lapa a su madre. Lo vimos al pasar con el coche, muy cerca de la carretera; dimos la vuelta y, muy despacio, nos acercamos hasta ellos.
Las ciervas saben perfectamente cuando puede haber un peligro y según íbamos reduciendo la velocidad levantaron la cabeza, orientaron las orejas hacia nosotros y su atención se fijó en un coche que se iba parando. Nada más detenernos salieron corriendo a la seguridad del pinar.
Su madre es su guía. Su vida depende de ella.
El pequeño cervatillo corría pegado a su madre como si fuera una prolongación de la cierva que dirigía la huida hacia la seguridad del pinar. Era increíble verlo correr. Tan pequeño y ya luchando por su vida. La mayoría de las crías de herbívoros al poco tiempo de nacer ya pueden correr, les va en ello su vida; por el contrario las crías de los carnívoros pasarán varios meses hasta que sean capaces de moverse y correr con soltura. Es la ley de la supervivencia.
Entre mayo y junio se van a producir todos los nacimientos de corzos y ciervos de la sierra. Todos estos nacimientos se producirán en un periodo de tiempo muy pequeño. Tanto corzas como ciervas paren en esta época porque es la de mayor disponibilidad de alimento y escondrijo para sus pequeños.
Los pequeños corzos y ciervos nada más nacer tienen una dura tarea de supervivencia. Su vida depende, fundamentalmente, de la pericia de su madre para mantenerlo oculto y seguro ante la gran cantidad de depredadores que intentarán dar con ellos.
Tanto corzas como ciervas utilizan estrategias parecidas ya que los primeros días sus crías son muy vulnerables.
Agradezco enormemente a Poli prestarme esta preciosa fotografía de
 una corza lamiendo a su pequeño para quitarle el olor que pueda delatarle.
La cría estaba junto a su madre en una zona de hierbas altas en las que se tumbará y no se moverá hasta que ella vuelva. Es su manera de defenderse de los depredadores. Permanecerá inmóvil, quieta y callada, sin emitir ni un solo ruido. Varias veces al día su madre acudirá a darle de mamar y lamerla de arriba abajo para quitarle cualquier olor que pudiera tener. Al terminar esta operación, la cierva o la corza, marchará, no muy lejos, permanecerá atenta y alerta en las cercanías por si sucede algún imprevisto. Si un depredador apareciera y se dirigiera hacia su cría, la cierva o la corza, no dudaría, en ningún momento, en ir hacia él para llamar su atención, distrayéndole o atraiéndolo hacia ella, poniendo su vida en peligro si fuera necesario.
Ocultarse es vivir. Si encontráis algún pequeño corzino en el campo
hay que dejarlo, su madre no andará lejos.
Estos primeros días son críticos ya que las crías deben de pasar totalmente desapercibidas entre las hierbas en las que la madre, en algún momento, la irá a buscar y la moverá, como vimos a la cierva junto al pinar, para que se acostumbre a andar y correr si es necesario, pero la inmensa mayoría del día el pequeño permanecerá absolutamente inmóvil, quieto, sin emitir ni un sólo ruido.
Pasados unos días, cuando el pequeño esté un poco más fuerte, irá constantemente pegado a su madre. Las ciervas se unirán a otras hembras o crías de otros años mientras que las corzas seguirán solas, ocultándose lo máximo posible.
Desde muy pequeños los cervatillos corren sin dificultad.
Les va en ello la vida.
Las corzas tienen otra manera de intentar que las probabilidades de supervivencia de sus crías aumente. Las corzas que paren por primera vez van a tener una sola cría pero, a partir del segundo parto, la inmensa mayoría de ellas, tendrá dos pequeños corzinos y en muchos casos tres; de esta manera aumentan las probabilidades de que alguno de ellos consiga sobrevivir.
Pero los corzos tienen otra peculiaridad; el periodo de celo es entre junio y julio. En ese momento las hembras son montadas pero estas tienen la implantación del óvulo retardada, es decir, pueden guardar el óvulo fecundado un tiempo determinado; la hembra puede quedar preñada en el verano pero si inmediatamente se empezara a desarrollar el óvulo, el futuro corzino nacería en octubre o noviembre, con lo cual sería una época muy mala y dura para que las crías crecieran ya que la comida escasearía para poder desarrollarse y sería muy vulnerable, ya que no tendría hierbas altas en las que esconderse de los depredadores y, además, comenzaría a hacer frío; por eso, el óvulo fecundado quedará guardado hasta enero, cuando los días comienzan a ser más largos, para así llegar a la primavera, parir y que sus crías crezcan sin dificultad con buen tiempo, abundante comida y lugares en los que esconderse.
El hecho de que todas las crías nazcan en muy poco tiempo es otra manera de aumentar las probabilidades de supervivencia de un buen número de ellas ya que muchas caerán por frío, enfermedad o cazadas por los depredadores pero otras conseguirán sobrevivir.
La experiencia de la cierva y la suerte marcarán al pequeño cervatillo.
En diferentes estudios se ha demostrado que cuanto mayor va siendo una corza o una cierva se queda preñada antes (la cierva) o se comienza a desarrollar el óvulo unos días antes (la corza) para así ir adelantando su parto, al cabo de los años, quizás sea una manera de intentar que sus crías tengan mayores probabilidades de supervivencia.
Mientras que en la cierva es fundamental el periodo en el que entra en celo ya que de ello dependerá cuando nazca su cervatillo; en las corzas, el momento del parto, dependerá de la fecha de implantación del óvulo más que con la fecha en la que fueron montadas, lo que quizás, sea indicador, del porque entre las corzas todos los partos se producen en muy pocos días mientras que en las ciervas son un poco más espaciados ya que unas ciervas pueden haberse quedado preñadas a finales de octubre y otras a finales de noviembre.
Este año será un buen año de cría tanto para herbívoros como para carnívoros. Ha llovido en cantidad por lo que hay una explosión de flora que supone abundancia de  comida tanto para las madres que se han alimentado bien y perderán muy pocos fetos como para los pequeños corzos o ciervos que dispondrán de alimento suficiente y de lugares para esconderse. Pero también los carnívoros criarán bien ya que tendrán comida suficiente para criar sin problemas a sus camadas al haber gran número de nacimientos de herbívoros. Todo es una cadena.
Estrategia. Suerte. Aumento de probabilidades. Pericia. Experiencia. Es todo lo que necesitan los pequeños corzinos o cervatillos para sobrevivir y convertirse en espléndidos corzos o espectaculares ciervos.