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miércoles, 4 de abril de 2012

Por la Alta Sanabria.

Desde muy pequeño me gusta recorrer los bosques, pueblos, cañones o lagunas de Sanabria y de vez en cuando hago una ruta por la Alta Sanabria. Todos los meses un grupo llamado "ruteros" hacemos una ruta por la provincia de Zamora de un día completo y en este mes tocaba la Alta Sanabria.
En el camino hasta Sanabria amanecía y
 los ciervos se iban yendo a sus encames.
No voy a hacer un estudio pormenorizado del glaciarismo, flora o fauna de la zona, sería demasiado, sino que voy a explicar el recorrido, ya sé que hay más cosas pero me referiré a lo que nos fuimos encontrando y algunas curiosidades.
Nuestra ruta comenzó en la Laguna de Peces (1.725m); laguna de origen glaciar como casi toda la zona que, por cierto, nunca la había visto tan baja de agua en esta época. Desde ahí nos dirigimos hasta la Laguna de Yeguas (1.795m) situada a los pies de Peña Cabrita (1.904m). 
En esta laguna se aprecia perfectamente el proceso de colmatación, es decir, su muerte lenta. Está recibiendo lentamente sedimentos y nutrientes que se van disolviendo en el agua; cuando existe un exceso de nutrientes (llamado eutrofización) aumenta el crecimiento de algas y musgos superficiales, que impiden la entrada de la luz hasta el fondo de la laguna. Además, cuando éstos mueren van al fondo, originando más materia que no puede ser degradada a buen ritmo por los descomponedores (bacterias sobre todo) La laguna se va rellenando de esta materia y se va colmatando, va perdiendo profundidad. El agua va desapareciendo, formándose una masa compacta, la turba, en donde se empezarán a asentar hierbas, juncos y darán paso a una pradera. Aquí, en la Laguna de Yeguas, se está produciendo este proceso y así actualmente tenemos dos lagunas, la de Yeguas y la de Cubillas (la situada debajo de Peña Cabrita) que fueron una y se están muriendo. En esta laguna nos encontramos con una pareja de porrones europeos y dos parejas de azulones aparte de algunas ranas en la laguna.
Laguna de Yeguas en pleno proceso de colmatación.
A lo largo de todo el recorrido pudimos contemplar y oir el canto de dos tipos de acentor, el común y el alpino. El acentor común es un pequeño pájaro que pudimos apreciar tanto, cantando en las ramas altas de los brezos, como desplazándose agachado entre ellos y las carqueisas por el suelo. Como curiosidad, este pequeño pájaro es un blanco común de los cucos que dejan su huevo en el nido de estos pequeños pajarillos para que críen al pollo invasor.
Acentor común.
También vimos varios acentores alpinos, más vistosos que los comunes, que nos deleitaban con su hermoso canto, tanto en vuelo como situados en la rama más alta de cualquier brezo.
Desde Yeguas nos dirigimos hasta el valle del Tera donde, antes de bajar, disfrutamos de una increíble vista de toda la zona pudiendo apreciar el punto más alto de la provincia de Zamora, Peña Trevinca (2.127m) y varios dosmiles más.
Todo el recorrido de la ruta estaba dentro del Parque Natural del Lago de Sanabria de 22.365 hectáreas, siendo un extenso complejo glaciar. En esta panorámica se pueden apreciar tanto el circo, la lengua como las morrenas y el típico valle glaciar en “U”. Bajamos hasta Vega de Conde donde encontramos varias lagartijas serranas y un pequeño lagarto. En el camino hasta Vega de Tera tuvimos dos nuevas sorpresas.
Hacía mucho tiempo que no veía perdices pardillas y junto al camino levantaron dos, una pareja que no se movió hasta que casi les pasamos por encima.
Macho a la izquierda
(tiene una mancha marrón oscura en el abdomen) y
hembra a la derecha.
Las perdices pardillas son un poco más pequeñas que las rojas y solamente vuelan cuando estás prácticamente encima de ellas. Levantaron junto al camino y se tiraron hacia el centro del valle en un vuelo ruidoso que les hizo perderse rápidamente de nuestra vista. 
La forma del escudo anal nos indica que es una corza.
La segunda sorpresa fueron dos corzos que estaban encamados y se levantaron a nuestro paso. El duende, así llaman al corzo en Sanabria y tienen razón, ya que, los ves y no los ves, en un abrir y cerrar de ojos. En la anterior entrada, relativa al tejón, comenté el curioso caso de que las hembras de tejón tienen la implantación del óvulo retardada, es decir, pueden guardar el óvulo fecundado un tiempo determinado, pues bien, las corzas hacen lo mismo.
Llegamos a Presa Rota, lugar de triste recuerdo para todos los sanabreses por la fatídica rotura de la presa el 9 de enero de 1959 que arrasó el pueblo de Ribadelago.
Tras la comida continuamos por el Cañón del Tera en el que comenzamos a ver robles, acebos, almendros y algunos abedules hasta llegar a la Cueva de San Martín. En este tramo nos encontramos con arrendajos, carboneros y un buen número de pajarillos, además de un mirlo acuático en una de las múltiples pozas que el río forma en el cañón.
Mirlo acuático tras salir del agua.
El mirlo acuático tiene una curiosa peculiaridad como es la de bucear e ir andando por el fondo del río buscando larvas e insectos que se esconden debajo de las piedras. Aquí también nos cruzamos con la famosa ranita de San Antonio que le gusta moverse por las ramas de brezos, hierbas o robles siempre que tenga cerca una zona húmeda.
Rana de San Antonio.
Por encima de la Cueva de San Martín pasamos por un bosque de robles y acebos. El acebo es un árbol muy curioso y amenazado durante mucho tiempo (sobre todo por la costumbre de cortarlo por Navidad como adorno); los bosques de acebos son tremendamente importantes para sus habitantes (pajarillos, micromamíferos,..), porque suben la temperatura ambiente entre 3 y 5 grados, por lo tanto en invierno son un refugio extraordinario para todos ellos.
Aquí comenzó la fuerte subida que nos llevó desde aproximadamente los 1.350 m hasta los 1.733 m del vértice geodésico del Gencional.
En el final de la subida pudimos encontrar los primeros escarabajos, entre ellos un espectacular escarabajo verde metalizado que, por cierto, es la orden del reino animal con más con más especies descritas, unas 375.000. Al llegar al Gencianal bajamos hacia la Laguna de Peces para terminar un largo y estupendo día de ruta por la alta montaña sanabresa.
(Doy las gracias a Poli por haberme prestado su magnífica fotografía de las perdices pardillas)

miércoles, 14 de septiembre de 2011

Dos ciervos. Dos mundos.

Todo el mundo conoce al ciervo, sabe cómo es y dónde vive; pero hay otro ciervo que no es este mamífero tan conocido, sino un insecto, el ciervo volador.
Ciervo macho en la Sierra de la Culebra

Ciervo volador macho en Sanabria 
Aparte del nombre tienen algo más en común. Los dos poseen unas poderosas armas para la misma utilidad; son instrumentos para pelearse con otros machos y así asegurarse el favor de las hembras. Los dos tienen un gran dimorfismo sexual, es decir, los machos son muy diferentes a las hembras.
El ciervo tiene una cuerna, que le crece todos los años y se desarrollará más o menos en función de dos variables: la edad y la alimentación. Con dicha cuerna en plenitud, sobre septiembre, en la llamada berrea (no hablaré más sobre ella pues será otra entrada) peleará con otros machos (si queréis verlo, pinchar aquí) para mantener junto a él grupos de hembras y así aparearse. También el ciervo volador tiene dos poderosas mandíbulas que le permiten enfrentarse a otros machos para buscar el favor de las hembras (podéis verlo aquí). Tanto uno como otro desarrollan las armas para conseguir, como fin último, aparearse; pero su vida, es muy distinta.
Los ciervos son bastante comunes y fáciles de ver, al contario del ciervo volador que es complicado de observar y cada vez más escaso. Algo que me llamó la atención la primera vez que lo vi, aparte de su gran tamaño (hasta 9 cm los machos), es el considerable ruido que hacen al volar.
Cierva comiendo tranquilamente
Hembra de ciervo volador en Sanabria
El ciervo volador es un coleóptero (proviene del griego y significa “alas en un estuche”), es el escarabajo más grande de Europa y se encuentra en peligro de extinción. La causa fundamental es la pérdida de su hábitat natural. Durante años, los ciervos voladores viven en forma de gusano (entre 1 y 7 años) alimentándose de madera muerta, de árboles o ramas caídas, sobre todo de robles, que se van descomponiendo poco a poco; este hábitat, es el que desaparece porque los árboles caídos no se dejan en el bosque y al ciervo volador le cuesta, cada vez más, encontrar lugares en los que, en su fase de gusano, poder sobrevivir.
Transcurridos unos años en forma de gusano, en los que puede llegar a medir 10 cm, se produce la metamorfosis. En el suelo, junto al árbol caído, en una pequeña cámara se producirá el tremendo cambio que les llevará a ser el escarabajo poderoso de grandes mandíbulas que, primeramente, permanecerá enterrado desde otoño hasta el principio de verano, donde saldrá e iniciará  una vida corta, de quince días a un mes, enfocada fundamentalmente a la reproducción. En esos días tiene la forma que normalmente conocemos.
En esta época de reproducción es donde los dos ciervos tienen un comportamiento similar. Los dos buscan aparearse, olvidándose incluso de comer. Mientras, los ciervos comerán muy poco y perderán mucho peso; los ciervos voladores se alimentarán, se cree que también poco, de savia azucarada o fruta (si pincháis aquí lo veréis comer).
Ambos buscarán a las hembras, unos las encuentran en las praderas y a las otras en los árboles. Cuando las han localizado, si hay varios machos, entablarán una pelea para quedarse con las hembras y controlar el territorio. Dos mundos distintos con parecidos comportamientos.