El 20 de Mayo de 2011 el Bosque de Valorio fue declarado Zona
Natural de Esparcimiento de Castilla y León por la Junta. Figura jurídica de
protección para “enclaves de fácil acceso desde núcleos urbanos para
proporcionar a la población lugares de descanso, recreo y ocio de un modo
compatible con la conservación de la naturaleza”. Esta declaración lo protege
de futuras actuaciones irregulares o perjudiciales o no, quién sabe…
En este bosque sigo paseando y, desde la anterior entrada sobre
Valorio, he podido ver nuevos habitantes que podemos encontrar estos días en el
bosque; me voy a centrar en algunos no muy comunes o muy raros de encontrar. El
primero de ellos es un ave que nunca había visto en el bosque y que, en teoría,
todavía no debía de estar en la península Ibérica pero que, seguramente, sea
uno de esos ejemplares invernantes que pasan los meses más fríos entre
nosotros, el torcecuello.
Hace unos días J. Alfredo Hernández, amigo y el mejor
conocedor del bosque de Valorio y sus habitantes, descubrió la presencia de un
torcecuello en Valorio. Al día siguiente de descubrirlo Alfredo fui a intentar verlo; después de más de una hora de buscar donde
había sido visto, decidí marchar ya que no aparecía por ningún lado pero, en
muchas ocasiones, suceden las cosas sin buscarlas, ni esperarlas, por entera
sorpresa y casualidad, así fue, cuando, un par de días después, pasé por el
lugar y, sin buscarlo, apareció.
Allí estaba. En el suelo. Comiendo. Mirlos comunes y
estorninos eran compañeros de banquete de este desconfiado pájaro carpintero
que comía agachado pero pendiente constantemente de lo que sucedía a su alrededor;
se movía a pequeños saltos, como los mirlos pero no dejaba de mover la cabeza y
estirarse de vez en cuando para observar todo lo que le rodeaba.
Es un pájaro carpintero atípico ya que no hace los nidos
como los demás carpinteros picoteando el tronco de un árbol, ni apoya su cola
en el tronco para mantener el equilibrio pero si tiene una larga lengua que le
permite rebuscar en grietas de los árboles o en suelo, entre las hierbas, para
comer su plato favorito, las hormigas, como estaba haciendo este que se movía
por el jardín sin llamar la atención.
Mi primer recuerdo de un torcecuello es, como muchos otros,
un recuerdo de infancia, de una infancia en la que el viernes por la noche
estaba reservado para el capítulo de El Hombre y la Tierra del gran Félix
Rodríguez de la Fuente, en uno de esos capítulos el torcecuello estaba metido en un tronco
caído en el suelo y un turón se le acercaba; ahí descubrí el por qué de su
nombre ya que cuando el turón se le acercaba, el torcecuello se movía adelante y
atrás, se estiraba, se contorsionaba y encogía y retorcía la cabeza como si
fuera una serpiente con lo cual el turón estaba totalmente desconcertado,
tiempo suficiente para que el torcecuello saliera del tronco y escapara. (Los
que no conocéis estas imágenes os recomiendo que lo veáis aquí). Este peculiar
movimiento de cuerpo y cuello es un efectivo sistema de defensa pero también lo
utiliza en el cortejo girando la cabeza unos 180º.
El torcecuello seguía comiendo. Sobre el verde del césped se
veía perfectamente su color, si aún sobre el verde intenso es difícil de ver
imaginaros cuando está en un árbol; es mimético, es una prolongación de la
corteza. Sus colores pardos, negros y grises y su disposición le hacen ser un
ave muy difícil de ver y de encontrar,
incluso cuando canta, lo estás oyendo pero no hay manera de
localizarlo.
Ver un torcecuello en Valorio es muy complicado y, estas
fechas, más todavía aunque como me comenta J. Alfredo Hernández con su voz tranquila y sosegada cada cierto tiempo se ve alguno en el invierno, espero
poder ver a esta ave tan curiosa y hermosa algún día más por el bosque.
Muy cerca de donde se encontraba el torcecuello han estado
un par de semanas un pequeño grupo de zorzales alirrojos.
El zorzal alirrojo es el más pequeño de los zorzales que tenemos
y es, también, un ave muy hermosa. Es esbelto, elegante, inquieto, con una
característica franja blanca sobre el ojo y el tono rojizo bajo sus alas.
Siempre lo he visto en la misma zona, rebuscando incansablemente entre la
hojarasca hasta localizar alguna lombriz que rápidamente se comía ya que estaba
constantemente acosado por los mirlos que, superiores en tamaño y en número,
rápidamente iban a quitarlo del lugar en el que estaba escarbando.
En el mismo lugar también se movían zorzales comunes que, al igual que los mirlos
comunes, acosaban a los zorzales alirrojos en las zonas en las que rebuscaban;
cuando el alirrojo se veía amenazado subía a la rama de un árbol y esperaba a
que pasara el peligro ya fuera una persona o a que el mirlo o zorzal común se
fueran.
Algo también curioso es que uno de esos días pude ver otro
zorzal que nunca había visto en Valorio, el zorzal charlo que también estaba
junto a los alirrojos y los comunes pero no lo he vuelto a ver.
Si he podido disfrutar de tres zorzales diferentes también,
en el mismo día, pude ver cuatro de nuestros siete pájaros carpinteros: el pico
menor, el pito real, el pico picapinos y el torcecuello; esta época es la mejor
para verlos ya que los árboles están limpios de hojas y se localizan mejor
(aunque no es fácil).
Una auténtica gozada ya que los pájaros carpinteros me
gustan especialmente quizás por la evocación bucólica de que mi abuelo era
carpintero y, mucho tiempo de mi infancia y juventud, la pasé en su carpintería a
orillas del Río Duero.
El picogordo es otro de los que comían cerca de donde se
encontraba el torcecuello. Como digo muchas veces, Valorio es agradecido y
siempre que bajas ves algo, más o menos, pero ves algo.
Búho chico, agateador
común, herrerillo, carbonero, lavanderas, mitos, moscones o petirrojos y
colirrojos se pueden ver estos días moviéndose por el bosque. Incluso, viendo
muy poco, pasear por el bosque siempre es una auténtica delicia.