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viernes, 26 de abril de 2019

Somormujos muy atareados.

El somormujo lavanco es un ave bella, hermosa, elegante; es la mayor de la familia de los somormujos y zampullines. Es elegante o patoso según donde lo veas. Si es en el agua lo verás ágil, de porte altivo como un noble con sus golas; si lo ves en tierra, algo nada común (casi solamente en el nido), es torpe, de movimientos lentos y pesados, como un preso de película, arrastrando su gran bola de hierro, como diría mi abuela: “un pato mareao”.
Allí estaba. Echado en el nido. Calentando a su prole. No se mueve. Su pareja no para ni un momento. Se sumerge para salir con hierbas o palos del fondo que rápidamente lleva al nido, se acerca y los coloca con suavidad y destreza. 
Los somormujos son zambullidores y como tales tienen su cuerpo alargado y estilizado adaptado para ello. Las patas situadas muy atrás lo cual le permite impulsarse perfectamente a la hora de bucear, cola corta de timón, cuello largo y pico puntiagudo dispuesto a capturar cualquier pez o cangrejo que se ponga a su alcance.
Su pareja se levanta con infinito cuidado y con una enorme delicadeza va tocando con su pico los huevos que tiene en el nido, los mueve, los gira, los coloca; lo hace con sumo cuidado como cuando se coge una figura de cristal que no se puede romper. Su pareja sigue trayendo material para recomponer el nido que con las lluvias se ha visto deteriorado.
Otro somormujo se acerca y, rápidamente, es echado con fuertes chillidos y posturas amenazantes. Este es su territorio y allí está su nido. No permitirá que ningún otro somormujo se acerque.
Ha llegado la hora del relevo. El miembro de la pareja que se encontraba en el nido se lanza al agua y se aleja estirándose, en ese instante y, sin perder tiempo, el otro somormujo sube de un salto a la plataforma del nido y comienza un pequeño baile alrededor que le irá llevando lentamente a irse colocando encima de los huevos con una infinita suavidad y dulzura a cada movimiento en el que se va agachando y ahuecando su cuerpo y alas hasta colocarse encima de su futura prole. El relevo se ha efectuado. No pueden perder ni un instante.
En pocas semanas nacerán e, inmediatamente, se echarán al agua y se subirán en la espalda de sus progenitores que los llevarán como si fueran en una plataforma flotante segura y confortable de la que bajarán y subirán en función de las necesidades de alimento o peligro pero, de momento, la pareja está muy atareada haciendo todo lo posible para que su cría llegue a buen puerto.

viernes, 10 de junio de 2016

Vecinos de la laguna.

Tres pequeñas cabezas asomaban entre las plumas del somormujo adulto que los transportaba como a pasajeros de lujo en un seguro y fiable barco por la pequeña laguna. Tres cabecitas blancas rayadas con líneas negras que permanecían asomadas hasta que el otro somormujo adulto se acercó con comida para ellos, lo cual, me permitió verles gran parte del cuerpo ya que asomaban  insistentemente para recibir su parte.
Cada poco el adulto se acercaba para traerles comida e incluso le daba comida al somormujo-barco que la repartía entre los pequeños pollos situados sobre su lomo. Es curioso verlos como se pasan de la espalda de uno de sus padres al otro como cuando una persona se traslada de una piragua a otra pero, más curioso aún, es verlos cuando el adulto que los lleva se sumerge con ellos subidos en su lomo, algo que ocurre muy pocas veces.
A veces se bajan de su barco para nadar alrededor, siempre pegados a sus padres que los defenderán de todo intruso que se acerque ya sea una focha que pasaba por allí o un peligro mayor que venga del cielo. En cuanto los pequeños somormujos perciben el peligro y son avisados por sus padres se suben rápidamente a cualquiera de los dos adultos, el que esté más cerca será un seguro refugio hasta que pase el peligro; cuando este haya pasado se volverán a reunir todos sobre la espalda de uno de sus padres.
Nuestra familia de somormujos tiene unos vecinos muy especiales y variados. Si nos acercamos a la orilla escucharemos insistentemente el potente y hermoso canto del carricero tordal que compite en una canción sin fin con cualquier otro que esté en las proximidades.
Se subirá en lo alto de un junco cual maestro equilibrista para desgañitarse con su característico canto que se escucha en toda la laguna al igual que el inconfundible canto del cuco que desde lo alto de un árbol cercano emite su monótono cuuuu-cu con la esperanza de encontrar una compañera.
Dos machos de pato colorado se mueven tranquilamente entre azulones. Machos con un plumaje muy diferente ya que mientras uno está engalanado y vistoso el otro se encuentra en eclipse con un plumaje más apagado que le hará parecerse a una hembra pero, su pico rojo intenso, le delatará como macho.
Junto a ellos una pareja de porrón moñudo se alimentan en la laguna mientras las polladas de azulones entran y salen de los protectores juncos al igual que las de las fochas o las gallinetas.
Entre los espesos juncos una garza imperial cría sus pequeños que permanecen ocultos e inmóviles en el intrincado laberinto de juncos mientras un aguilucho lagunero o un águila calzada patrullan en busca de algún pollo despistado.
El críalo. Otro oportunista o jeta, según se pregunte a unos u otros, también vive en el entorno de la laguna. Siempre que lo veo me recuerda al dibujo de un enterrador del oeste de Lucky Luke. Ahí está. Esperando que llegue su oportunidad de poner su huevo en el nido de otro.
En la pequeña laguna varios galápagos leprosos se asoman subidos sobre palos, piedras o juncos para tomar el sol y así autorregularse la temperatura.
En la orilla de la laguna el impactante martín pescador observa desde su posadero el vuelo de aviones comunes o golondrinas que caen en picado sobre la superficie del agua para frenarse y pasar a toda velocidad paralelas y así poder coger una diminuta gota de la laguna.
La laguna es vida. Todas las lagunas son importantes, desde las más afamadas hasta las más insignificantes; todas tienen su importancia, todas tienen sus habitantes y todas tienen algo que contar.
La laguna es actividad pero este año en las pequeñas lagunas de Coreses el movimiento es mucho menor que otros años, quizás la abundancia de agua en otros enclaves, quizás la enorme presión a la que se somete a estas lagunas por parte de individuos de poca o nula mente naturalista en la época de caza o, simplemente, porque este año, para ellos, las condiciones allí no son las idóneas, quién sabe o quizás un compendio de todas ellas han hecho que esta temporada las pequeñas graveras estén menos pobladas y activas de lo habitual. 

miércoles, 4 de junio de 2014

La gaviota, el cangrejo y los somormujos.

Cuando llegamos a la laguna nuestro objetivo principal era ver los pollos de los somormujos que en estos días están naciendo y conforman una estampa muy especial con sus padres en el agua.
Si retrocediéramos varias semanas nos encontraríamos con la pareja de somormujos lavancos en pleno cortejo. Cortejo espectacular y llamativo. Cortejo en el que parece que estuvieran haciendo natación sincronizada en la final del campeonato del mundo de paradas nupciales para aves acuáticas.
La pareja se enfrentará. Se mirarán cual enamorados de película levantando y agitando las plumas de la cabeza, erizarán el moño y golas, estirarán el cuello y moverán las cabezas rítmicamente de un lado a otro a diferentes velocidades; se deslizarán como nadadoras de natación sincronizada, paralelos y enfrentados o uno alrededor del otro para terminar enfrentándose, pecho contra pecho y el cuello muy estirado, con el ofrecimiento de su amor en forma de plantas acuáticas (o algún pececillo) que se pasan de pico a pico.
Después vendrá la construcción del nido en forma de plataforma flotante entre carrizos y hierbas que si el agua de la laguna o del río varía, el nido también subirá o bajará ya que flota y no se irá río abajo porque está anclado. Allí pondrán de 3 a 5 huevos que al cabo de, más o menos, un mes de incubación, nacerán los pequeños somormujos que inmediatamente se tirarán al agua y subirán a la espalda de sus padres que los llevan como si fueran pasajeros de un confortable barco de recreo.
Y es, en este momento, cuando nos encontrábamos en la laguna mi amigo Ernesto y yo observando como nadaban alrededor de los padres, subiéndose y bajándose de la espalda como si fuera una atracción de feria.
En otra parte de la laguna una solitaria gaviota sombría de 2º año (gracias Damián Romay por su identificación) nadaba tranquila de un lugar a otro mientras fochas con sus proles patrullaban las orillas y una garza imperial se metía en su oculto nido.
Los pequeños somormujos nadaban alrededor de uno de los adultos, el otro, constantemente, se sumergía en busca de pececillos que daba a uno de sus pollos que podía estar nadando o subido en la espalda del otro adulto. 
El somormujo adulto que emergió del agua lo hizo un poco más alejado del grupo, con lo que, los cuatro pollos, se dirigieron nadando y reclamando hacia el que acababa de salir cuando, visto y no visto, con una rapidez endiablada, la gaviota se abalanzó sobre los pequeños somormujos. Su objetivo era el que estaba más alejado de los padres.
Si la sorpresa del ataque de la gaviota fue impactante la reacción de la familia de somormujos fue todavía más. Todo sucedió en segundos pero con una coordinación y determinación digna del mayor estratega de acciones de guerrillas.
Según la gaviota se lanzó hacia el pequeño, este se sumergió rápidamente y los otros tres lo imitaron como si les hubieran tirado de un resorte, mientras, el somormujo adulto que acababa de emerger, se lanzó con una rapidez, decisión y ferocidad sorprendentes hacia la gaviota que se había quedado en el agua desorientada. Le lanzó veloces picotazos que sorprendieron a la gaviota que no esperaba esa reacción y tardó unos segundos en remontar vuelo. Mientras, el otro somormujo adulto había nadado, sin perder tiempo, hacia donde se habían sumergido los pollos que, nada más que lo vieron llegar, salieron del agua y se subieron a su espalda como si fueran un dibujo animado saliendo como un pequeño torpedo a la superficie buscando el amparo y protección de la espalda de su progenitor.
Cuando el somormujo consiguió ahuyentar a la gaviota volvió junto al otro adulto que llevaba a los pollos sobre su espalda, se colocaron en paralelo, como si fueran dos barcas dispuestas a un abordaje y, dos de los pollos, se pasaron de un adulto a otro sin tocar el agua. El susto había pasado. La gaviota se alejó volando unos metros. Había fallado pero volvería a intentarlo.
Si el ataque de la gaviota a los pollos de somormujo nos sorprendió el siguiente hecho no fue menos.
En la misma laguna había varias parejas de somormujos lavancos nadando y pescando; uno de esos somormujos salió del fondo de la laguna con...¡un cangrejo! Era la primera vez que tanto Ernesto como yo veíamos algo parecido.
Única imagen que me dio tiempo a sacarle, con tan mala suerte que
el cangrejo quedó del otro lado (se le ve una pinza asomar).
Si raro fue que sacara un cangrejo más raro fue como se lo comió. ¡Le peló la parte de atrás y se lo comió! (Días más tarde pude presenciar nuevamente la misma escena de captura de un cangrejo con la misma operación. Algo que nunca había visto y en poco tiempo vi dos veces).
Días después del ataque de la gaviota volví a la laguna y uno de los pollos había desaparecido. Quedaban tres. Así es la naturaleza. Dura. Hermosa. Maravillosa. Impactante. 

lunes, 28 de abril de 2014

El día de la garza imperial.

El sol ilumina la laguna y lentamente sus habitantes van despertando; azulones, somormujos, fochas, zampullines, gallinetas o rascones van desperezándose poco a poco según los rayos del sol van calentando los carrizos en los que se encuentra nuestra protagonista, la garza imperial.
Garza imperial se mantiene estática, quieta, mimética con el entorno, encaramada en los carrizos, esperando su oportunidad, esperando poder capturar alguna presa. Muy cerca de allí su compañera permanece echada, absolutamente inmóvil, su camuflaje es perfecto, su quietud necesaria, está incubando, calienta y protege su futura pollada. Está echada, paralela al agua, con el cuello recogido dando el mayor calor posible a sus futuros polluelos.
Mientras tanto, su compañera, no consigue ninguna presa, hoy no es su día y decide probar en otro lugar. Se levanta y muestra su precioso plumaje en ocres, marrones, grises, negros y blancos; sus patas y dedos largos que le permiten moverse con soltura entre los carrizos y la vegetación de la orilla se muestran al viento con una enorme elegancia.
Sobrevuela la laguna, busca un lugar mejor para capturar una presa, peces y ranas no le han dado ninguna oportunidad; en el agua, sus vecinos de laguna comienzan sus quehaceres cotidianos; las fochas están alteradas, pelean ferozmente por defender un territorio o a su pareja; los somormujos inician su peculiar danza de amor en la que despliegan sus mejores galas y los zampullines se sumergen en un constante frenesí mientras los rascones patrullan por la orilla o un martín pescador espera su oportunidad en un carrizo.
El azul metálico del martín pescador destaca en los carrizos.
Los somormujos están afanados en sus danzas amorosas.
Pareja de rascones buscando por la orilla.
La garza imperial sobrevuela inquieta la laguna, hoy no es buen día para cazar aquí, habrá que probar en otro lugar.
Baja hasta una pradera en la que quizás encuentre algo de comer. Paciencia. Esa es la norma. Paciencia. Ese es el método. Se mueve con movimientos lentos, exasperadamente lentos, avanza una pata, la otra, ¡a visto algo! estira el cuello, se tensa, se inclina hacia abajo, muy despacio, muy lenta pero, de repente, estira su cuello como un resorte de alta velocidad que termina en su fuerte y delgado pico que captura algo. ¿Qué ha cogido?
Levanta el cuello. Un topillo ha caído en la emboscada. Lo mueve y lo coloca para tragárselo rápidamente. Lo lanza al aire para colocarlo de cabeza y con un movimiento ágil y preciso se lo traga. Hoy no había ranas ni peces en el menú.
La mañana avanza y la garza imperial vuelve al nido. Es la hora del relevo. Su compañera debe de ir a comer. Se acerca cauta y sigilosa. Se reconocen. Se dan el relevo. Es la hora de que cambien los papeles. La garza echada se levanta y se va mientras que la recién llegada se acomoda en el nido, exactamente igual que su compañera. Hay mucho trabajo ya que dentro de unas cuatro semanas nacerán sus preciosos pollos. Hay que darles calor. No se pueden perder.
Pasada una hora la garza regresa pero no al nido, al carrizal donde pasará gran parte del día aunque de vez en cuando relevará a su compañera. Incubar la puesta es cosa de las dos. Es necesario el trabajo en equipo. El fin es lo principal. Entre un periodo de incubación en el nido y otro, permanecerá oculta, encogida, adormilada entre los carrizos, de vez en cuando estirará su cuello simulando ser una parte más del entorno.
Observa la vida a su alrededor. Un aguilucho lagunero sobrevuela la laguna, señal de peligro para una pollada de azulones que nada desesperadamente hasta el cobijo de la orilla. Mientras las fochas continúan sus batallas particulares la garza imperial pasa el tiempo en su carrizal hasta el anochecer cuando se activará nuevamente, se moverá entre hierbas y carrizos cuidadosamente.
En las próximas semanas su vida cambiará radicalmente, sus pequeños nacerán y comenzará un constante ir y venir en busca de alimento para ellos pero eso, espero poder contároslo cuando suceda.